Otra jugada electoral: propuesta de libre comercio con Estados Unidos
En
medio del enojo norteamericano por el intento de arreglo con la Unión
Europea, de la crisis y de los indigentes muertos por el frío el
Gobierno saca otro conejo de la galera.
Quedará en la historia: el 4 de julio de 2019 un presidente argentino propuso firmar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. La oferta se produjo justo a 243 años de la independencia norteamericana, declarada el 4 de julio de 1776, pero extrañamente recién después de haber anunciado la intención de firmar un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea: una burla a Washington. Los historiadores recordarán que cuando Mauricio Macri hizo el anuncio estaba en plena campaña por su reelección y que un asesor ecuatoriano le recomendaba sacar de la galera un conejo por día para compensar noticias como la caída de la producción automotriz o los cinco muertos de frío en condiciones de indigencia.
El Gobierno propuso la formación de un ALCA, un área de libre comercio de las Américas, sin que esta vez se lo pidieran los Estados Unidos. Es un sí al ALCA voluntario y no arrancado por ningún poder extranjero más allá de los lazos ideológicos y personales entre Macri y su equipo económico con las finanzas internacionales. El 18 Macri podrá calibrar el impacto de su anuncio cuando llegue a Buenos Aires Mike Pompeo, el ex director de la Agencia Central de Inteligencia y actual secretario de Estado (canciller) de los Estados Unidos.
El Presidente buscó asombrar a los argentinos justo ante las pymes reunidas en la Came, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa.
Así fue su presentación completa de la noticia: “Se nos acaba de abrir una oportunidad histórica con la Unión Europea que nos abre un mercado de 500 millones de consumidores, y es mentira que ese acuerdo va a dañar el mercado argentino ”. Y agregó: “En un par de meses vamos a ir la EFTA, la Asociación Europea de Libre Comercio, antes de fin de año esperamos acordar con Canadá, en 2020 Corea y el canciller dijo que también estamos hablando con Brasil para un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos”.
A Trump no le gustó
Página/12 pudo establecer de fuentes diplomáticas confiables que la diplomacia norteamericana recibió con disgusto el aviso argentino de que había firmado un supuesto acuerdo con la Unión Europea. La explicación Made in USA no es ideológica sino surgida de los propios intereses y de la actual relación. Para la administración de Donald Trump América Latina debe ser conquistada por las empresas norteamericanas antes que por las europeas. Pero además la propia Europa está en cuestionamiento. La Casa Blanca quiere recuperar algo del Plan Marshall, el programa de recuperación de Europa que comenzó con 12 mil millones de dólares aportados por los Estados Unidos entre 1948 y 1952. Buscaba contener el avance comunista y crear un mercado para los bienes norteamericanos.
El Gobierno argentino priorizó un gesto hacia Europa en medio de la campaña electoral antes que un gesto hacia los Estados Unidos. La prueba es que un día antes del anuncio de Macri, el 3 de julio, el canciller Jorge Faurie dijo al programa “Terapia de noticias” que un arreglo con los Estados Unidos “complementaría enormemente lo que acabamos de hacer con la Unión Europea”.
En verdad, lo que acabamos de hacer todavía es un misterio. No solo falta conocer la letra chica de la carta de intención con Europa sino la letra grande. Un paneo de este diario entre dirigentes empresarios, industriales y gremios de todos los sectores y tamaños permitió concluir que no hubo consulta alguna durante las negociaciones con la Unión Europea, mecanismos que sí tuvieron en cuenta todos los gobiernos de Europa. Tampoco fueron consultados sobre un eventual arreglo con los Estados Unidos.
ALCA no
En 2005 la Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay, los cuatro países que entonces eran miembros del Mercosur, sumaron a Venezuela y los cinco juntos en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata lograron ponerle bolilla negra a la formación de un ALCA, un acuerdo de libre comercio de las Américas. El sistema de las cumbres es que solo puede haber acuerdos por consenso y no por voto. Por eso la bolilla negra fue tan potente incluso frente a la presencia física de los Estados Unidos en las negociaciones a través del mismísimo presidente George Bush hijo.
Un mito en boga, corriente entre partidarios de un ALCA y también entre quienes no querían su formación, refiere que no hubo área de libre comercio de todo el continente por la presión del acto en el estadio mundialista que condujo el entonces presidente venezolano Hugo Chávez y en el que hablaron figuras tan variadas como Diego Maradona y Evo Morales, que todavía era candidato a la presidencia de Bolivia .
En rigor Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula, el paraguayo Nicanor Duarte Frutos y el uruguayo Tabaré Vázquez ya habían tomado antes la decisión de que tratarían de impedir la formación de un ALCA. Kirchner había dado instrucciones que llevó a cabo el vicecanciller económico, Alfredo Chiaradía, un diplomático de carrera de gran experiencia y prestigio, y Lula había contado con la ayuda de otro diplomático, Ademar Bajadian. El negociador brasileño acuñó una frase que hoy sería impugnada desde la perspectiva de género pero que describía la posición de su país: “El ALCA es como una bailarina de cabaret que te deslumbra a media luz. A la mañana, con la luz del sol, te das cuenta de que no era tan linda y que quizás tampoco era una bailarina”.
Kirchner trabajó con quien era su vicecanciller, Jorge Taiana, como coordinador de la Cumbre de las Américas , y parte de las negociaciones con los presidentes corrieron por cuenta de su jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
El acto en el estadio mundialista fue la exteriorización popular del rechazo a un ALCA, pero la discusión de fondo transcurrió el 4 y el 5 de noviembre a puertas cerradas y sobre la base del concepto de Bajadian. Lula, Kirchner, Chávez, Vázquez y Duarte Frutos le dijeron a Bush que no estaban en contra de un acuerdo en términos genéricos sino de un acuerdo que podría significar la invasión del mercado sudamericano no solo por los productos estadounidenses sino por las industrias de servicios, las grandes constructoras y los propietarios de las patentes de invención. La Argentina y Brasil, además, eran y son competencia de los Estados Unidos en los negocios agrícolas. Los tres son los mayores productores de soja del mundo.Geor
George Bush
En un momento de la reunión Bush puso cara asombrada y preguntó: “¿No se dan cuenta de que si no firmamos este acuerdo nos van a ganar China y la India?”
Para los cinco presidentes que lideraron la oposición a un ALCA fue la confirmación de que un eventual acuerdo sería una movida geopolítica y estratégico-militar y no solamente un ensayo comercial. Sin romper con los Estados Unidos, a punto tal que desde Mar del Plata Bush viajó a Brasilia en visita oficial, la apuesta del Mercosur era la diversificación de relaciones y mercados, conservando la relación con Washington pero incorporando con mayor fuerza en el radar a China y la India.
Brasil y la Argentina comenzaron su integración en 1985 bajo los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney e impulsaron la formación del Mercosur en 1991 bajo los ultraliberales Carlos Menem y Fernando Collor de Mello. Aun en etapas distintas el Mercosur avanzaría en el establecimiento de un arancel externo común, se movería hacia la ampliación del grupo para contar con Bolivia, Chile y Venezuela y con Lula y Kirchner funcionaría como un núcleo de política exterior que pudiera tener una voz escuchada en un mundo que ambos presidentes querían multipolar.
Al margen de la búsqueda de la diversificación de las relaciones exteriores las cancillerías de Brasil y la Argentina encargaron estudios de dinámica alternativa. Así llaman los economistas en su jerga a las simulaciones de qué ocurriría si se abren mercados con los distintos sectores productivos. Uno de los efectos perjudiciales sería la virtual disolución del Mercosur, que devendría abstracto en medio de una asociación de libre comercio a nivel continental. Para la Argentina significaría la pérdida de Brasil como el principal comprador mundial de sus productos industriales.
Un estudio de la Cancillería elaborado en 2002 bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, cuando todavía la Argentina analizaba y no había establecido una posición negativa, señalaba entre las “amenazas” de un ALCA el alto nivel de daño sobre las exportaciones a Brasil por la futura competencia de productos norteamericanos. La Argentina podría perder el 31 por ciento de sus ventas a Brasil en sectores como el automotriz y el de autopartes, el de maquinaria en general y sus partes y manufacturas de fundición, hierro o acero. Las dos firmas de aquel estudio del Centro de Economía Internacional no pertenecen a dos populistas. Firmaban el vicecanciller económico Martín Redrado y el director del CEI, Hernán Lacunza, el mismo que hoy es el ministro de Economía de María Eugenia Vidal.
El gobierno de Mauricio Macri no puso en circulación ningún estudio con el mismo nivel de detalle como para conocer en profundidad ventajas y desventajas de un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.