martes, 11 de marzo de 2025

Milei rendido ante Trump

 


Argentina se hace emblema de genuflexión colonial ante EE.UU., que le reserva un garrote.

La relación entre Donald Trump y Javier Milei es tapa de los diarios y objeto de atención global. Ambos transitan su etapa aceleracionista, modificando su política exterior, queriendo implementar un ajuste económico regresivo, con fuertes resistencias internas y externas, envueltos en el escándalo de las criptomonedas y prodigándose elogios mutuos. Desde que ganó las elecciones, en noviembre de 2023, Javier Milei viajó 10 veces a Estados Unidos, un récord que supera a cualquier otro presidente en la historia argentina. Además, fue el primero en asistir a una jura presidencial en Washington. La sobreactuación de Milei con Trump expone un vínculo bilateral con rasgos neocoloniales, funcional a los intereses económicos y geopolíticos de la Casa Blanca y perjudicial para la soberanía argentina y la necesaria integración latinoamericana, en un contexto de crisis de la hegemonía estadounidense y transición hacia un mundo más multipolar.

Los 10 viajes de Milei a Estados Unidos

Pocos días después de ganar las elecciones, en noviembre de 2023, Milei viajó como presidente electo a New York y Washington. En un avión privado, pagado por el empresario multimillonario Gerardo Werthein, quien luego sería designado embajador en ese país y actualmente reviste como canciller, tuvo reuniones en la Casa Blanca con el asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, y con el asesor para América Latina, Juan González, con autoridades del FMI y hasta con el expresidente demócrata Bill Clinton, previo pago de una suma de varias decenas de miles de dólares. “Nos convertimos en un socio estratégico de Estados Unidos”, declaró el libertario cuando volvió a Buenos Aires, exponiendo el giro copernicano en la política exterior argentina.

Ya como presidente en funciones, en 2024 viajó siete veces a ese país: el 23 de febrero estuvo en Washington para participar de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), donde logró una selfie tras bambalinas con el entonces opositor Trump; del 10 al 12 de abril estuvo en Miami y Austin, donde se reunió con el hombre más rico del mundo, Elon Musk,​ y con la institución judía “Casa de Jabad”; el 5 y 6 de mayo viajó a Los Ángeles para un evento del Instituto Milken; del 28 al 30 de mayo visitó San Francisco, donde mantuvo entrevistas con los empresarios tecnológicos Sam Altman, Tim Cook, Sundar Pichai y Mark Zuckerberg, con la máxima autoridad de la Universidad Stanford y con la directora de la institución Hoover, la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice; del 12 al 14 de julio participó en la Allen & Co. Sun Valley Conference; del 22 al 25 de noviembre viajó a New York, para dar su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, aunque también tuvo una nueva reunión con Musk y participó en la apertura de la Bolsa de Nueva York; y el 14 y 15 de noviembre fue a la cumbre de la CPAC en Mar-a-Lago, donde se reunió con el ya electo Trump. El 19 y 20 de enero de 2025 participó en los actos de asunción presidencial en Washington DC y luego volvió a viajar a la capital estadounidense para participar en la conferencia anual de la CPAC, que se realizó del 19 al 22 de febrero, oportunidad en la que tuvo su foto oficial con Trump en el hotel de la convención, además de otro encuentro con el ahora titular del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), Musk —a quien le regaló una vistosa motosierra—, y con la jefa del FMI, Kristalina Georgieva. Completó así la sorprendente cifra récord de 10 viajes a Estados Unidos en apenas 15 meses, todo un símbolo del realineamiento geopolítico argentino.

¿Por qué Milei es funcional a Trump?

En mayo del año pasado, en el artículo “Milei y la sumisión neocolonial a Estados Unidos”, que escribimos para Tektónikos, explicamos que “Milei es muy funcional a los objetivos estratégicos de Estados Unidos en América Latina y a la política de desmantelamiento de la coordinación política a nivel regional, por eso ataca a todos los gobiernos no alineados y desconoce organismos como la UNASUR y la CELAC, a la vez que soslaya la importancia del Mercosur”. Y eso que todavía gobernaba el demócrata Joe Biden. Ya con Trump de nuevo en la Casa Blanca, la sumisión alcanzó nivel jamás transitado en la historia argentina.

El excéntrico mandatario argentino, desde su llegada al poder, viene mostrando una clara admiración y afinidad política e ideológica con Trump. Además, la sobreactuación del seguidismo al jefe de la Casa Blanca se debe a que el plan económico de Caputo —con un peso sobrevaluado y un ajuste regresivo para financiar la fuga y el carry trade— depende del apoyo del Secretario del Tesoro para un desembolso del FMI, pese a que sus técnicos del organismo multilateral exigen una devaluación que Milei resististe por motivos electorales. Para Trump, por su parte, Milei representa un delegado clave en América Latina, región donde Estados Unidos ha buscado históricamente consolidar su influencia y que enfrenta un grupo de gobiernos no afines, en Brasil, México, Colombia, Chile, Uruguay, Bolivia, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Honduras, entre otros. La retórica antiestatista y promercado de Milei coincide con la agenda neoliberal que Trump promovió durante su primera presidencia, especialmente en lo que respecta a la desregulación económica, ajuste del gasto social, en salud y en educación y la reducción de impuestos a los más ricos. Esa afinidad no es total, claro, ya que Trump es fuertemente proteccionista y despliega un nacionalismo económico, utilizando el poder estatal para doblegar a otros países en función de los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses, amenazadas por el avance arrollador de sus competidoras chinas.

Milei, por su parte, despliega una “diplomacia de fotos”, se rodea de los exponentes ultraderechistas de Estados Unidos, Europa y América Latina y cultiva una imagen internacional activa, que le rinde especialmente para su acumulación política interna. Se burla de quienes hablaban de él como un “fenómeno barrial” y se imagina, junto a Trump, como uno de los dos líderes más importantes del “mundo libre”, acaudillando la guerra cultural contra la supuesta agenda progresista woke. Sostienen los libertarios que el alineamiento con Trump va a lograr soltarle la mano al Fondo y atraer inversiones estadounidenses. Sin embargo, Milei debería observar con cuidado la deriva del presidente ucraniano Volodimir Zelensky, que pasó de marioneta de Washington, cuando gobernaba la fracción globalista, a ser insultado por Trump y Musk, hace unos días, y el viernes 28 de febrero directamente reprendido públicamente por Trump y el vice J. D. Vance en una inusual transmisión en vivo desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Luego de haber empujado y financiado la escalada de la OTAN y Ucrania contra Rusia desde 2014, ahora Estados Unidos le exige al devaluado líder de Kiev que entregue sus recursos estratégicos y acepte el acuerdo que Trump discute con Putin sin siquiera participar en la mesa de negociaciones, para horror de los líderes de la Unión Europea.

En el caso de Argentina, y sin entregar nada a cambio, Estados Unidos logró que Milei diera marcha atrás con el estratégico ingreso argentino al grupo BRICS, canceló la compra acordada de aviones chinos, para optar por los vetustos F16 de origen estadounidense, dio concesiones a Musk para avanzar con sus negocios en el país, prometió a Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, la construcción de una base militar conjunta en Tierra del Fuego, entregó el control de la hidrovía y promete la participación estadounidense en la privatización de empresas públicas, además de atacar directamente a los gobiernos latinoamericanos no alineados con Washington y de poner en peligro acuerdos como el del MERCOSUR: en su discurso del 1 de marzo de apertura de sesiones del Congreso, Milei volvió a amenazar directamente con abandonar el bloque, para firmar un improbable acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.

La diplomacia como mecanismo de acumulación política de Milei

Para Milei, la diplomacia está privilegiándose como un mecanismo de acumulación política interna. Sus frecuentes viajes a Estados Unidos y sus encuentros con figuras como Trump y Musk fueron y son utilizados para proyectar su imagen de líder global y reforzar su legitimidad doméstica. Milei presenta estas reuniones como pruebas de su capacidad para atraer inversiones y fortalecer la posición de Argentina en el escenario internacional, como baluarte de la lucha global antiprogresista.

Esta estrategia ha sido efectiva hasta ahora en términos de comunicación política, ya que le permite a Milei exhibirse como una figura que talla en las grandes ligas. Sin embargo, esta diplomacia espectacular también tiene sus límites. La dependencia de la imagen internacional para consolidar su liderazgo interno puede resultar contraproducente si no se traduce en mejoras tangibles para la población argentina.

Además, esta acumulación política a través de la diplomacia ha generado críticas desde sectores que consideran que Milei prioriza los intereses extranjeros sobre los nacionales. La alianza con Trump y otros líderes conservadores ha polarizado aún más el escenario político argentino, dividiendo a la sociedad entre quienes apoyan esta alineación y quienes la ven como una amenaza a la soberanía nacional, por no mencionar los “volantazos sin rumbo”, como ocurrió en el caso del reciente voto contra Ucrania en la ONU, luego de haber recibido a Zelensky en Buenos Aires en diciembre de 2023.

Con el escándalo internacional por la estafa con la criptomoneda LIBRA, Milei enfrenta demandas judiciales en Estados Unidos y llegó a la tapa del New York Times y otros influyentes medios de ese país, quienes avanzan con sus propias investigaciones, demoliendo la imagen internacional que supo cultivar Milei. En abril, además, se va a presentar una demanda judicial colectiva en Estados Unidos, impulsada por cientos de damnificados. El propio Mauricio Claver-Carone, delegado de Trump para América Latina, que mantiene un encono personal con el jefe de gabinete Guillermo Francos y que ya criticó públicamente el plan económico de Milei, repitió este fin de semana que Milei sería investigado por la cripto-estafa y que no veía plausible un acuerdo comercial bilateral entre Estados Unidos y Argentina. Trump, por su parte, el lunes 3 de marzo fue más ambiguo, calificó a Milei como un “líder excepcional” y, ante una pregunta, declaró que estaba dispuesto a conversar sobre cualquier propuesta que le hiciera llegar el mandatario argentino.

La pérdida de soberanía nacional

Uno de los aspectos más preocupantes de la relación con Estados Unidos bajo los gobiernos de Trump y Milei es la potencial pérdida de soberanía nacional. La sumisión casi automática con los intereses de Washington ha llevado a que la Argentina adopte políticas que no responden a sus propias necesidades, sino a los intereses estratégicos de Estados Unidos.

Un ejemplo claro es la renegociación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en el que Milei tiene depositadas sus expectativas, para recibir un préstamo que le permita llegar a las elecciones de octubre con el dólar planchado y la inflación controlada, sus dos logros económicos sobre los que sustenta todavía un importante apoyo popular, pese al ajuste y la recesión económica. La dependencia financiera respecto del Estados Unidos y el FMI ha restringido el margen de maniobra del gobierno argentino, lo que ha generado críticas desde sectores que defienden una política exterior más independiente, coordinada con otros países de la región y que diversifique los vínculos económicos y financieros internacionales.

La subordinación de la política exterior argentina a los intereses de Washington afecta la capacidad argentina para establecer relaciones equilibradas con otros actores globales, como China y Rusia y demás miembros del grupo BRICS. Esta pérdida de soberanía no solo tiene implicancias económicas, sino también políticas y estratégicas, ya que limita la capacidad de la Argentina para definir su propio rumbo en el escenario internacional.

En función de sus anteojeras ideológicas y sus necesidades políticas (que ahora se suman a las personales-judiciales, para evitar que avancen en Estados Unidos las causas por la estafa cripto), Milei está dispuesto a dinamitar cualquier estrategia latinoamericana para cooperar y coordinar en función de ampliar los márgenes de autonomía y defender la soberanía de los países de la región. Por el contrario, Milei pretende avanzar, como declaró públicamente, en destruir las capacidades estatales argentinas para entregar las fuerzas del mercado, o sea a las principales corporaciones estadounidenses, los principales resortes de la actividad económica argentina.

La incorrecta lectura geopolítica y los desafíos para Nuestra América

Estados Unidos encontró en el libertario argentino un ejecutor obediente de sus mandatos. Milei ataca a todas las fuerzas políticas y sociales que resisten la dominación imperial, a los gobiernos progresistas, nacional populares y de izquierda latinoamericanos —contribuyendo a la desunión regional— y, a nivel global, a los países que desafían la hegemonía estadounidense, en particular los que conforman el grupo BRICS. Todo esto en un contexto mundial muy crítico, en el que se profundiza una Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada. Además, involucra a la Argentina en lejanos conflictos militares. Esta sobreactuación, excesivamente peligrosa, rompe la tradición histórica argentina de mantener la equidistancia y la neutralidad, la posición de que los conflictos deben resolverse de manera pacífica en el marco de los organismos internacionales y no a través del uso de la fuerza. Este inédito alineamiento nos involucra en conflictos externos, en los que la Argentina no tiene capacidad militar para participar debido, entre otras cuestiones, a las enormes vulnerabilidades que tiene en materia de defensa. Nada bueno podemos esperar de eso y sí puede traer aparejadas consecuencias muy perjudiciales. Además, lesiona nuestras posibilidades de unirnos con el resto del mundo, con otros bloques de países como el G77+China (grupo de naciones del sur global, actualmente reúne a 135 países), en la ONU, en los organismos regionales, en el grupo BRICS, que nos permitirían tener mejores condiciones para avanzar en el reclamo soberano sobre Malvinas, por ejemplo. Justamente, el Reino Unido es el segundo socio en importancia de la OTAN, después de los Estados Unidos, y tiene una base militar en nuestras islas del Atlántico Sur ocupadas.

La alianza con Trump refleja una incorrecta lectura geopolítica por parte del gobierno argentino. En un mundo cada vez más multipolar, donde China, Rusia, India y otros actores globales están ganando influencia, el alineamiento acrítico con Estados Unidos es absolutamente contraproducente. Argentina está perdiendo oportunidades de diversificar sus alianzas y fortalecer su posición en el disputado escenario internacional.

Desde asumió el 20 de enero, Trump despliega un giro en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, en lo que llamé el “Corolario Trump” de la doctrina Monroe, que se caracteriza por mucho garrote y poca zanahoria: amenazas, sanciones y poco para ofrecer en materia de ayuda económica o acceso a su mercado interno.

La política exterior neocolonial de Milei ha generado, además, tensiones con otros países de la región, como Brasil, México y Colombia, que han adoptado posturas más independientes frente a Washington. La integración regional, un objetivo clave para Nuestra América, se ha visto debilitada por la alianza de Milei con Trump. En lugar de fortalecer los lazos con sus vecinos, Argentina ha optado por una política exterior que prioriza los intereses de Estados Unidos, lo que ha generado desconfianza y aislamiento en la región.

Mientras los desafíos para Nuestra América son significativos, la alianza entre Milei y Trump representa un obstáculo para la construcción de un bloque regional unido y autónomo. En un contexto de creciente competencia global, la falta de coordinación entre los países de la región debilita fuertemente la capacidad para defender sus intereses comunes.

Mientras el 1 de marzo asumió el frenteamplista Yamandó Orsi en Uruguay, ocasión en la que se reunieron Lula, Petro, Boric, Xiomara Castro y otros mandatarios latinoamericanos, Milei ratificaba, frente a un congreso semi-vacío, la amenaza de abandonar el MERCOSUR, para encadenar el futuro argentino a un tratado comercial con Estados Unidos. Todo un símbolo del desatino de una política exterior sumisa y dependiente que, de perpetuarse, va a profundizar todavía más la dependencia argentina y condenarla a la irrelevancia estratégica.

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