jueves, 6 de febrero de 2025

Para leer a Donaldo

Revista Malas Palabras

La reasunción de Trump marca un giro en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. Este nuevo enfoque, el “Corolario Trump” de la bicentenaria Doctrina Monroe, se caracteriza por mucho garrote y poca zanahoria: amenazas, sanciones, y poco para ofrecer en materia de ayuda económica o acceso a su mercado interno.

Por Leandro Morgenfeld, analista internacional.

En este segundo mandato, Donald Trump tiene más poder político que en el primero, pero a la vez gobierna un Estados Unidos más débil, que va siendo relegado, sobre todo desde el punto de vista económico, por China y otros países emergentes. Desde sus primeras semanas en el poder, Trump ha dejado en claro que su administración no solo busca reafirmar la hegemonía estadounidense en la región, sino también llevar a cabo una suerte de reedición agresiva de la doctrina Monroe, que hace poco más de 200 años planteó a América Latina y el Caribe como el patio trasero de Estados Unidos. 

Esto ya se tradujo en un endurecimiento de las relaciones con México y Canadá, sus dos principales socios comerciales junto a China, la ambición de anexar Groenlandia, la amenaza de recuperar por la fuerza el control del Canal de Panamá, el ataque a gobiernos considerados adversarios como Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero también aquellos no alineados -como los Colombia, Brasil, Bolivia, Honduras o Chile- y el uso de aranceles comerciales como una herramienta para reforzar los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos. 

Para esto, necesita dividir para reinar, es decir, evitar que la propuesta de la Patria Grande, esbozada hace dos siglos por Simón Bolívar, pueda fructificar. Para cumplir este objetivo de doblegar las resistencias en América Latina, ciertos gobiernos, como el Ecuador, El Salvador o la Argentina, le son muy funcionales a la Casa Blanca. En particular, Javier Milei ha sido un elemento clave para horadar la coordinación política latinoamericana e impulsar una agenda anti-derechos, alineada ideológicamente con la de Trump. La sumisión del presidente argentino, que realizó ocho viajes a Estados Unidos desde que asumió, y que este mes realizará el noveno para participar nuevamente de la conferencia ultraconservadora CPAC, llega a niveles muy superiores a los de las relaciones carnales de la década de 1990. 

Para cumplir el objetivo de doblegar las resistencias en América Latina, ciertos gobiernos, como el Ecuador, El Salvador o la Argentina, le son muy funcionales a la Casa Blanca. En particular, Javier Milei ha sido un elemento clave para horadar la coordinación política latinoamericana e impulsar una agenda anti-derechos, alineada ideológicamente con la de Trump.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, junto a Donald Trump.

El endurecimiento con México y Canadá

Uno de los primeros movimientos de Trump en su segundo mandato fue poner en cuestión los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), rebautizado como USMCA o T-MEC (Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá). Aunque este acuerdo ya había sido revisado durante su primer mandato, Trump ha insistido en imponer condiciones aún más favorables para Estados Unidos, utilizando la amenaza de aranceles punitivos como herramienta de presión. México, en particular, ha sido objeto de un trato especialmente duro, con amenazas de cerrar la frontera y aumentar los controles migratorios si no se cumplen las demandas estadounidenses en materia de seguridad -militarización de la frontera- y comercio. Canadá, por su parte, ha enfrentado presiones para abrir aún más su mercado agrícola y de energía a las empresas estadounidenses, lo que ha generado tensiones en una relación históricamente más equilibrada. 

El 1 de febrero Trump anunció aranceles del 25% para las importaciones de esos dos países, provocando un cimbronazo de las bolsas este lunes. Finalmente, tras una negociación relámpago con Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau, los mismos fueron suspendidos por 30 días.  Este endurecimiento con países limítrofes de Estados Unidos refleja una visión de América del Norte como un espacio económico y político dominado por Washington, donde los intereses de México y Canadá deben subordinarse a los de la potencia hegemónica. Este enfoque no solo busca consolidar el control económico de la región, sino también enviar un mensaje claro al resto de América Latina y el Caribe: bajo el Corolario Trump, no habrá espacio para la autonomía o la resistencia. Incluso Trump ya declaró que pretende que Canadá pase a ser el estado 51 de la Unión.

La amenaza de recuperar el Canal de Panamá

Otra de las acciones que ha generado alarma en la región es la amenaza de Trump de recuperar el control del Canal de Panamá. Aunque el nodo marítimo fue devuelto a Panamá en 1999 tras una larga lucha de 85 años y la firma de un acuerdo bilateral, Trump ha sugerido que Estados Unidos podría reclamar su control si considera que no se está gestionando de acuerdo con sus intereses estratégicos. Declaró que el país centroamericano había entregado a China el control del estratégico paso interoceánico. Esta amenaza no solo es un ataque directo a la soberanía panameña, sino también un recordatorio de que, bajo el Corolario Trump, los acuerdos y tratados internacionales pueden ser revisados o revocados si no sirven a los intereses inmediatos de Estados Unidos. En su primera gira internacional, el secretario de Estado Marco Rubio, un halcón devenido en ferviente trumpista, consiguió el compromiso del presidente José Murillo de retirar a Panamá de la Ruta de la Seda, un proyecto estratégico chino al que había adherido ese país en 2017, siendo el primero de más de 20 países de la región que luego lo secundaron. 

El ataque a Cuba, Venezuela y Nicaragua

En línea con su política de cero tolerancia hacia los gobiernos que considera adversarios, Trump ha renovado una ofensiva contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. El martes 4 de febrero Marco Rubio declaró que “Estos tres regímenes que existen, Nicaragua, Venezuela y Cuba, son enemigos de la humanidad y han creado una crisis migratoria. Si no fuera por esos tres regímenes, no habría una crisis migratoria en el hemisferio”.  En el caso de Cuba, ha vuelto a colocar al país en la lista negra de promotores del terrorismo, y se espera que amplíe las sanciones económicas, incluyendo la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton, que permite demandar a empresas que negocien con propiedades expropiadas tras la Revolución Cubana. En Venezuela, sin embargo, a inicios de febrero Richard Grenell, enviado de Trump, llegó a Caracas y se entrevistó con el presidente Nicolás Maduro, no reconocido por la oposición luego de las elecciones de 2024. 

En el caso de Cuba, ha vuelto a colocar al país en la lista negra de promotores del terrorismo, y se espera que amplíe las sanciones económicas, incluyendo la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton, que permite demandar a empresas que negocien con propiedades expropiadas tras la Revolución Cubana. En Venezuela, sin embargo, a inicios de febrero Richard Grenell, enviado de Trump, llegó a Caracas y se entrevistó con el presidente Nicolás Maduro, no reconocido por la oposición luego de las elecciones de 2024.

El uso de aranceles y la guerra comercial

Una de las herramientas favoritas de Trump para imponer su voluntad ha sido el uso de aranceles y la amenaza de guerras comerciales, como la que inició, en particular contra China, en marzo de 2018. En estas primeras semanas de su nuevo gobierno, ha anunciado nuevos aranceles sobre productos latinoamericanos, argumentando que los países de la región están aprovechándose del mercado estadounidense. Estas medidas no solo buscan proteger a las industrias locales, sino también forzar a los países latinoamericanos a aceptar condiciones comerciales más favorables para Estados Unidos. La guerra comercial no es solo un instrumento económico, sino también político. Al debilitar las economías de la región, Trump espera aumentar la dependencia de estos países hacia Estados Unidos, consolidando así su control sobre América Latina. 

A nivel más general, el 1 de febrero impuso también aranceles del 10% para las importaciones provenientes de China, con la excusa del flagelo del fentanilo, lo cual provocó una respuesta de Pekín, gravando las compras de ciertos productos estadounidenses. Hay temor global por una posible escalada de la guerra comercial, lo cual podría generar un nuevo cimbronazo económico mundial. 

A nivel más general, el 1 de febrero impuso también aranceles del 10% para las importaciones provenientes de China, con la excusa del flagelo del fentanilo, lo cual provocó una respuesta de Pekín, gravando las compras de ciertos productos estadounidenses. Hay temor global por una posible escalada de la guerra comercial, lo cual podría generar un nuevo cimbronazo económico mundial.

Leandro Morgenfeld, analista internacional .

Nuestra América frente a un Trump recargado

El inicio del segundo gobierno de Trump en 2025 ha marcado un punto de inflexión en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Con su Corolario Trump, el presidente estadounidense pretende llevar la bicentenaria y anacrónica doctrina Monroe a un nuevo nivel de agresividad, utilizando una combinación de coerción económica, amenazas militares y alianzas estratégicas para reafirmar el dominio de Washington en la región, luego de años de relativa pérdida de influencia. Mientras China se transformó en primer o segundo socio comercial de casi todos los países latinoamericanos, además de inversor y prestamista, Estados Unidos tiene cada vez menos para ofrecer desde el punto de vista económico. 

Esta ofensiva de la Casa Blanca no solo tiene implicaciones profundas para la soberanía y la autonomía de los países latinoamericanos, sino que también plantea un escenario de creciente tensión y conflicto en el continente. En este contexto, la resistencia y la unidad de los pueblos latinoamericanos, retomando las instancias e iniciativas de coordinación y cooperación políticas e integración regional que se construyeron al inicio de este siglo, serán más necesarias que nunca para defender su derecho a la autodeterminación y a un futuro libre de intervenciones extranjeras.

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