El próximo martes 5 de noviembre Kamala Harris podría convertirse en
la primera presidenta de Estados Unidos si logra vencer al
ultraderechista Donald Trump. Conversamos con el historiador Leandro
Morgenfeld para analizar el escenario pre electoral y el impacto sobre
América Latina.
Por Maru Waldhüter (Marcha)
Faltan tres días para los comicios y la moneda todavía gira en el
aire. Con pronósticos muy reservados en materia estadística las
consultoras no arriesgan ninguna tendencia para ninguno de los dos
lados. Por el momento, se habla de un empate técnico con distancias muy
estrechas entre la actual vicepresidenta y candidata por el partido
demócrata, Kamala Harris, y el ultraderechista Donald Trump. La atención
está puesta sobre siete estados oscilantes, conocidos como “swing
states”, caracterizados así por alternar su voto entre ambos partidos en
las últimas elecciones. A esto, se suma otro elemento de tensión que es
el sistema electoral de Estados Unidos ya que, no es el voto popular
directo el que define quién ingresará a la Casa Blanca, sino el Colegio
Electoral. De hecho, se puede ganar la elección por mayoría en el voto
popular y perderla si el candidato no alcanza los 270 votos en el
Colegio Electoral compuesto por 583 representantes. En estos siete
estados péndulo, la disputa es por el estado de Pensilvania que cuenta
con la mayor cantidad de representantes en el Colegio Electoral.
El historiador, investigador del CONICET y autor de “Nuestra América
frente a la doctrina Monroe. 200 años de disputas”, Leandro Morgenfeld,
conversó con Marcha para analizar el escenario político de Estados
Unidos y cuál podría ser el impacto de los resultados electorales en
América Latina.
Hace pocos días, aún con estos números en las encuestas,
arriesgaste que: “Kamala Harris gana finalmente Wisconsin, Michigan y
Pensilvania. Trump gana Georgia, Nevada, Carolina del Norte y Arizona.
Kamala termina ganando el Colegio Electoral 270 a 268. Trump denuncia
fraude”. ¿Cuáles son las claves de esta “predicción”?
Hay siete estados que van a definir las elecciones, en el resto está
prácticamente definido quién gana. En esos estados oscilantes, los
“swing states”, estaban repartidos hace tres semanas mitad para cada uno
y empatado Pensilvania. Todos los días hay encuestas distintas, pero
los promedios dan una leve ventaja a Trump en estos siete estados. Así
que, la mayor parte de la gente cree que lo más probable es que Trump
sea el próximo presidente.
Yo afirmé eso en Twitter porque hay una luz de posibilidad, en
función de lo que está pasando con el cambio en la votación de los
hombres blancos y el cambio en la votación de las minorías. Trump podría
ganar en los cuatro estados en disputa en el Cinturón del Sol (Nevada,
Arizona, Georgia y Carolina del Norte), y en los tres estados oscilantes
del Cinturón del Óxido (Pensilvania, Michigan y Wisconsin) la
diferencia es a favor de Trump pero con menos de 0,5%, hay un empate
técnico que está dentro del margen de error de las encuestas. A Trump le
está yendo mejor con las minorías, paradójica y aparentemente, y a
Kamala le estaría yendo mejor con la votación de los blancos. Entonces
hay una luz de posibilidad de que ocurra que en esos tres estados gane
Kamala Harris, con lo cual, quedaría casi empatado el Colegio Electoral,
pero con dos electores más para Harris. Es una posibilidad, por
supuesto, el estado clave es Pensilvania, si Trump logra ganar
Pensilvania que hoy está 0,5 puntos arriba se queda con el Colegio
Electoral.
A este claro bipartidismo y la polarización social se suma la
crisis interna que se viene acumulando en Estados Unidos ¿Trump está
leyendo esa polarización y decide profundizarla como estrategia frente a
Kamala Harris que viene con una agenda más cerca de los derechos
civiles?
Trump fue muy hábil hace 8 años en detectar ese descontento social y
que ese descontento social no fuera contra el 1% la clase dominante que
gobierna contra el otro 99%. Es decir, que no fuera en contra del sector
de la clase capitalista más concentrada del cual él es parte. Entonces
construyó la idea de que hay una élite, sobre todo en Washington y en
las grandes ciudades, que representa al capital globalizado
transnacional, financiero que apoya la agenda de la cultura progresista a
la que había que atacar, al igual que a los inmigrantes sobre todo
latinos, estigmatizándolos y señalándolos como los culpables de la
inseguridad, de la pérdida de trabajo, y del proceso de transformación
demográfica y social en Estados Unidos. Atacó aquello que Nancy Fraser
denominó el neoliberalismo progresista que se expresó en 2016 en la candidatura de Hillary Clinton. Trump
sigue utilizando esa estrategia de estigmatizar lo que ellos llaman la
“agenda woke”, que tiene que ver con los derechos de las mujeres, los
derechos por los que lucha el feminismo, los derechos civiles, de las
minorías, de afrodescendientes, de la población LGTBIQ+, de los pueblos
originarios, de la lucha contra el cambio climático, de los derechos
reproductivos. Recordemos que Trump designó tres jueces
ulraconservadores que voltearon el fallo histórico de la Corte de 1973
que avalaba la legalización del aborto en todo Estados Unidos. Eso que
inauguró en 2016, y que fue un faro para las ultraderechas en todo el
mundo, es lo que está replicando en esta elección, profundizar todas las
grietas y tener una campaña muy agresiva. Incluso, está diciendo cosas
que en otro momento hubieran sido intolerables en la política
norteamericana, desde insultos a su contrincante política como lo que
escuchamos el domingo en el acto en el Madison Square Garden donde hubo
también, expresiones violentamente xenófobas y racistas contra los
puertorriqueños. Trump no apunta a ganar el apoyo de la mayor parte de
la sociedad, porque no lo tiene. En 2016 votó menos de 60% del padrón y
ganó apenas,con el 27% de esos votos, es decir, de los votantes posibles
totales. El voto no es obligatorio en Estados Unidos así que, hay que
leer qué opinan los que van a votar. Claramente esta campaña
violenta ya la vimos en 2020, él nunca reconoció que perdió esas
elecciones, y la vimos en 2016 contra Hillary Clinton, la está
replicando, actualizando y profundizando todavía más.
¿Cómo podría impactar el resultado de estas elecciones en
América Latina y, particularmente en Argentina, donde el gobierno espera
un triunfo de Trump y lleva una política exterior de total
subordinación a Estados Unidos?
Estas elecciones tendrán repercusión en todo el mundo y
particularmente en América Latina porque desde 1823 Estados Unidos
estableció en la Doctrina Monroe que todo el continente americano sería
su área exclusiva de influencia. Son prácticamente doscientos años de
lineamientos políticos con una posición dominante hacia América Latina y
el Caribe. Obviamente, esto fue cambiando en la historia y tiene
matices entre gobiernos demócratas y republicanos en las últimas
décadas, pero hay un elemento de continuidad y es que Estados Unidos no
va a tolerar que otros poder extra hemisféricos desafíen su hegemonía en
la región. El problema es que Estados Unidos está en un momento de
declive hegemónico relativo a nivel global, sobre todo, con clarísimos
indicadores económicos. China y otros actores de Asía Pacífico están
emergiendo como polos alternativos y hay una fractura en la clase
dominante norteamericana desde 2016 con la llegada de Trump, entre una
estrategia más globalista que expresan los demócratas y una estrategia
más “americanista” de Trump.
En los últimos años creció la presencia de China en la región y
Estados Unidos en su última estrategia de seguridad nacional definió a
China y a Rusia como rivales estratégicos en América Latina y el Caribe.
Eso hace que, por ejemplo, que la jefa del Comando Sur, Laura
Richardson, en los últimos dos años haya visitado muchos países de la
región diciendo explícitamente que nuestros recursos estratégicos tiene
que cuidarlos Estados Unidos y presionando al gobierno de cada país para
que no avancen en profundizar vínculos comerciales, traer inversiones
o, financiarse sobre todo con capitales chinos, e incluso con Rusia y
con el grupo BRICS en general.
Obviamente, si la presidenta es Kamala Harris, que es la
actual vicepresidenta, habrá elementos de continuidad y va a haber
algunos aspectos hacia la política interamericana que van a ser
distintos si gana Trump. Hay elementos muy fuertes de
continuidad en la política interamericana de Estados Unidos, haya
administraciones demócratas o republicanas, pero eso no quiere decir que
sean iguales y que tengan las mismas tácticas para conseguir los objetivos.
En los últimos años la política interamericana de Estados Unidos con
administraciones demócratas, sobre todo en el período de Obama, tuvo que
ver con lo que se llamaba “smart power”, un poder inteligente y
presentarse como un gobierno que promueve a través de instancias
multilaterales como la OEA o la Cumbre de las Américas, la democracia,
los derechos humanos, la libertad, etc. En el caso del gobierno de Trump
apeló a una política que denosta a los organismos multilaterales y
prevaleció una negociación bilateral con cada país de la región. Estados
Unidos tuvo una política de militarización de su política exterior
hacia la región, cedió el Departamento de Estado al Pentágono, a las
Fuerzas Armadas, a los organismos de inteligencia, el Comando Sur, la
direccionalidad de la política hacia la región y volvió a ser muy duro
con gobiernos no alineados, en particular con Cuba mientras que Obama
había iniciado un período de distensión y normalización de las
relaciones. Por supuesto, también con Venezuela y recordemos que se
barajó en el 2019 la posibilidad de una intervención armada que fue
resistida por otros países de América Latina.
Trump promete incrementar la guerra comercial que empezó contra China
y otros países en 2018, y esto tiene que ver con una política
proteccionista que afectó las exportaciones argentinas de biodiesel,
agrícolas y de limón, por ejemplo. Una política más proteccionista de
Trump sería un problema para Argentina.
¿Y en términos más políticos e ideológicos y lo que esperan las ultraderechas de la región?
Un triunfo de Trump empoderaría a las ultraderechas en la región, en
particular pienso en Bukele en El Salvador y Milei en Argentina que
dieron varias muestras y se reunieron con Trump siendo opositor este año
en Estado Unidos y apuestan a que un triunfo de Trump les de aire
político y los saque del relativo aislamiento que tienen. En cambio, un
triunfo de Kamala Harris, dejaría muy aislados a estos gobiernos de
ultraderecha y estas políticas que plantean que lo que hay que hacer es
una guerra cultural contra cualquier cosa que no sea el neoliberalismo
extremo y lo señalan como socialista o comunista.
Por otra parte, hay profundisimas grietas en Estados Unidos y este
año es bastante posible que tengamos una elección donde no se acepten
los resultados, quizás similar a lo que sucedió en 2020. Pero
gane quien gane, va a haber fracturas políticas, culturales, sociales y
económicas, al interior de Estados Unidos y hacia afuera. Hay mucha
expectativa y mucha incertidumbre con lo que pueda pasar en Europa y,
sobre todo, en América Latina y el Caribe.
Durante este año se extendieron los acampes en diferentes
universidades de Estados Unidos para repudiar el respaldo a Israel y el
genocidio que comete en Gaza ¿Qué peso pueden tener estas críticas a la
posición demócrata y el apoyo a Israel?
Todo el año hubo protestas en distintas ciudades, sobre todo jóvenes
en los campus universitarios por el apoyo de Estados Unidos a Israel, al
gobierno de Netanyahu. Concretamente, fue un financiamiento de 17 mil
millones de dólares para la ofensiva de destrucción de Gaza, de avance
sobre Cisjordania y ahora sobre otros países. Esto genera muchas
resistencias al interior del Partido Demócrata ya que, sigue sosteniendo
públicamente que defiende la solución de los dos Estados pero que, en
los hechos, está asistiendo financiera y políticamente la decisión del
gobierno de Israel que está cometiendo un genocidio en Palestina. Trump,
por otra parte, es aliado y amigo personal de Netanyahu. Hay muchos
sectores demócratas que detestan a Trump, de la izquierda que han votado
a demócratas para que no gane Trump y ahora no están dispuestos a votar
a una candidata, que es actual vicepresidenta, y que no tuvo una
actitud de condena del genocidio que se está perpetrando en Gaza. Muchos
dicen que puede perder algunos votos estratégicos que, en contexto de
una elección tan apretada, podría hacerle perder la elección al partido
demócrata.