Fecha: Martes 10 de diciembre Horario: 18:00 hs Juan Gabriel Tokatlian (Profesor Plenario de la Universidad Torcuato Di Tella) Modalidad: Virtual Inscribite aquí: https://forms.gle/
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"Argentina ante la disputa global entre los Estados Unidos y China", por Leandro Morgenfeld. En Revista Estado y Políticas Públicas, Número 23, octubre de 2024 - abril de 2025, pp. 99-124.
- leé el artículo completo acá -
El martes 5 de septiembre Donald Trump se impuso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y volverá a ocupar la Casa Blanca luego de cuatro años. Se trata, sin duda, de un triunfo celebrado por las extremas derechas en todo el mundo que vuelven a tener a uno de los suyos al frente del Gobierno de la principal potencia militar del planeta.
Supone, también, un cambio en la orientación geopolítica estadounidense, marcada en los últimos años por el debate interno sobre qué hacer frente al imparable ascenso económico de China. El investigador argentino Leandro Morgenfeld pronostica que habrá un “repliegue relativo” de Washington a nivel global, pero que este supondrá un reforzamiento de su injerencia en América Latina. Así lo demuestra la designación del senador por Florida, Marco Rubio, que se convirtió en el primer hispanoamericano —y específicamente cubanoamericano— al frente del Departamento de Estado.
Morgenfeld es doctor en Historia, profesor de la Universidad de Buenos Aires y Co-coordinador del Grupo de Trabajo Estudios sobre Estados Unidos del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Además es autor de varios libros, entre ellos Bienvenido Mr. President. De Roosvelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (2021) y su obra más reciente, Nuestra América frente a la doctrina Monroe. 200 años de disputas (2023).
En esta entrevista, hace un análisis de las causas que llevaron a Trump a ganar las elecciones, las transformaciones que se verán en la política diplomática, militar y económica estadounidense, y cómo impactará a nivel global, desde la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza, pasando por Cuba y Venezuela, hasta la Argentina de Javier Milei, que ha depositado enormes esperanzas en la nueva administración republicana.
¿Cuál es tú análisis de la victoria de Donald Trump?
Trump
terminó con aproximadamente 76 millones de votos y Kamala Harris con 73
millones. En votos populares la diferencia fue a favor del republicano.
Él había sacado 74 millones hace cuatro años, es decir que subió
levemente. La gran pérdida fue del Partido Demócrata que bajó de los 81
millones de votos de Joe Biden en 2020.
En ese sentido, lo primero que hay que decir es que hace 20 años el Partido Republicano no ganaba el voto popular en elecciones presidenciales. Además ganó los siete swing states [los Estados pendulares que definen la elección], controla ambas cámaras del Congreso y va a contar con una Corte Suprema muy afín.
El Partido Demócrata fracasó una vez más en poner como uno de los ejes de la campaña la acusación de Trump como un neofascista o un fascista, y centrarse en el peligro que significa para la democracia
Yendo a las causas, hay que evitar la simplificación del análisis electoral. Estados Unidos es una sociedad muy diversa. Entonces creo que es muy simplista explicar el voto por una única razón: sea la economía, las políticas a favor y en contra del aborto, lo étnico-racial, etc.
El Partido Demócrata fracasó una vez más en poner como uno de los ejes de la campaña la acusación de Trump como un neofascista o un fascista directamente, y centrarse en el peligro que significa para la democracia. ¿Por qué? Porque la democracia liberal está en crisis en todo Occidente.
Que Trump sea un presidente condenado penalmente; que haya intentado la toma del Capitolio —es decir un golpe de Estado para no entregar el poder—; que no haya reconocido las elecciones, a un sector de la sociedad lo interpela. Pero a una buena parte, sobre todo sectores con menores ingresos que es donde hizo una mejor elección, no le llega ese mensaje.
Pero adhiero a lo que dijo Bernie Sanders al día siguiente de las elecciones: si el Partido Demócrata abandonó a la clase obrera, no tenemos que sorprendernos de que la clase obrera abandone al Partido Demócrata. Más allá de que la enorme mayoría de los sindicatos apoyaron la candidatura de Harris y el propio Sanders hizo campaña por los demócratas, no alcanzó.
De todas maneras planteo un matiz: Trump sacó 76 millones de votos y el electorado habilitado para votar era de 240 millones. O sea que no llegó a un tercio de los potenciales votantes y por lo tanto no es que cuenta con el apoyo mayoritario de la población. Ya en 2016 había ganado con el 27% del padrón electoral.
Y si en Wisconsin, Michigan y Pennsylvania —donde la diferencia sumada entre los tres Estados fue de alrededor de 250.000 votos—, iba más gente a votar —que es gente que dejó de apoyar al Partido Demócrata— hoy estaríamos hablando de la presidenta Kamala Harris. Entonces no es que ahora toda la sociedad estadounidense sea trumpista.
Hay un malestar social, por diversas razones, que reflejan la crisis de hegemonía de Estados Unidos, del sueño americano y la falta de perspectiva de ascenso social
Si creo que hay un malestar social, por diversas razones, que reflejan la crisis de hegemonía de Estados Unidos, del sueño americano y la falta de perspectiva de ascenso social. Es un país cada vez más desigual, con 40 millones de pobres, con problemas de acceso a la salud y la educación; y sobre todo una visión de que ya no son tan grandes como antes.
A pesar de ser parte de la elite, de tener a Elon Musk —el hombre más rico de Estados Unidos— en su campaña, de haberle bajado impuestos a los más ricos en su anterior presidencia y empeorar la distribución del ingreso, Trump tiene una narrativa a favor del estadounidense de a pie. Muy efectiva a la hora de denunciar al Partido Demócrata y de presentarse él como parte de esos sectores menos favorecidos.
Es quizás un dato de color, pero el hecho de que
el historiador Allan Lichtman haya fallado en sus predicciones por
primera vez desde 1984 (dejando de lado las particulares elecciones del
2000) parece dar cuenta que las variables que permitían pronosticar un
resultado electoral han perdido eficacia. ¿Supone esto un cambio más
profundo en la dinámica política estadounidense donde los factores que
antes podían ser determinantes ya no lo son?
Alan Lichtman venía
hace 40 años pronosticando quien ganaba, no haciendo encuestas, si no
con una serie de llaves —como él las llama— en las que analizaba
distintas variables. Había acertado todas menos la elecciones del año
2000 que ganó Al Gore por 500.000 votos pero terminó arrebatándosela
George Bush con un muy controversial fallo de la Corte Suprema en el
Estado de la Florida. Sacando esto, él había predicho que este año
ganaba Kamala Harris.
Por su parte Nate Silver, que es un reconocido estadístico, fundador y editor en jefe del portal FiveThirtyEight, había señalado que era una elección muy pareja pero se inclinaba por Trump y había cuestionado las llaves de Lichtman, por ser un análisis cualitativo.
Dicho esto, creo que tanto a los encuestadores como a los analistas les cuesta cada vez más —en todo el mundo— hacer una previsión del comportamiento electoral. Es cierto que el de Estados Unidos es un sistema electoral muy particular, donde el voto es voluntario y la participación en las últimas décadas osciló en torno al 60%. Las últimas dos elecciones tuvieron una participación récord del 66% y 65%.
La promesa es eliminar la burocracia estatal, desregular brutalmente la economía hacia adentro en beneficio de los más ricos y recuperar lo que Estados Unidos ha ido perdiendo hace muchos años, que es su primacía
Creo que una de las dificultades es la lectura de una nueva subjetividad interpelada por las ultraderechas en general y Trump en particular. Elon Musk hizo una campaña muy fuerte interpelando sobre todo a los jóvenes desde un lugar híper individualista contra las mediaciones de los medios de comunicación, los partidos tradicionales y distintos tipos de organizaciones. Y donde aparece el Estado como el elemento que viene a arruinarle la vida a la gente. Por eso la promesa es eliminar la burocracia estatal, desregular brutalmente la economía hacia adentro en beneficio de los más ricos y regularla hacia afuera para intentar recuperar lo que Estados Unidos ha ido perdiendo hace muchos años, que es su primacía.
Hay un cambio en la sociedad muy profundo y en la subjetividad, que creo que tiene que ver con esta fase del capitalismo donde las empresas tecnológicas están tomando la delantera. Entre otras cosas, esto se expresa en esa dificultad para poder prever lo que ocurre en las elecciones.
En entrevistas y
textos recientes señalaste que una de las diferencias principales entre
el Partido Demócrata y el Partido Republicano es su posición en política
exterior hacia su principal competidor global: China. ¿Podrías explicar
este proceso?
Hay que decir que para toda la clase dominante
estadounidense el enemigo número uno hoy es China. El país asiático ya
los supera en paridad del poder adquisitivo, tiene una producción
industrial muy superior, los duplica en exportaciones, tiene más
patentes tecnológicas. Una serie de indicadores de un proceso de ascenso
chino y declive económico relativo de Estados Unidos que hace que
enfrenten esta nueva circunstancia con dos grandes estrategias
distintas.
La estrategia globalista que intentó implementar Barack Obama, con Hillary Clinton como su secretaria de Estado, implicaba promover acuerdos de libre comercio (el Transatlántico y el Transpacífico) sin China, para intentar cercarla. Fijando las reglas para que Beijing haga un proceso de transición, aceptando el orden global impuesto por Estados Unidos. Es decir que la idea era sumarlos a la economía global capitalista, pero bajo el control de Washington.
Esos acuerdos de libre comercio generaron muchísima resistencia al interior de Estados Unidos. Por la izquierda, Bernie Sanders, y, por la derecha, el propio Donald Trump, que cuando ganó en 2016 hizo que no prosperaran. Se habían firmado, pero no fueron ratificados.
Hay un giro de las élites de Silicon Valley, el sector tecno feudal que quiere avanzar en la desregulación de la economía en función de sus intereses y que se toma atribuciones estatales
Ahí aparece la estrategia de la fracción americanista y nacionalista, de repudiar estas políticas e ir a una guerra comercial con China. Tratando de someter a sus aliados, aplicando la coerción económica y la fuerza político-diplomático-militar de Estados Unidos.
En esto hubo elementos de continuidad porque cuando Biden —que era el vicepresidente de Obama— llegó a la presidencia en 2021, no revirtió todos los aranceles que había impuesto Trump. Siguió con la política de confrontación.
Si bien son dos estrategias distintas, ninguna de las dos logró revertir este fenómeno.
Y
a su vez, esa discusión ha provocado movimientos al interior de las
clases dominantes estadounidenses cómo se puede apreciar en el apoyo a
Trump de grandes magnates de Silicon Valley.
Lo que estamos
observando ahora es que hay un giro de las élites de Silicon Valley, el
sector tecno feudal que quiere avanzar en la desregulación de la
economía en función de sus intereses y que se toma atribuciones
estatales. Incluso con Elon Musk nombrado como funcionario de la nueva
administración podemos ver como hay un salto al control directo del
Estado.
Estos sectores que tradicionalmente apoyaron al Partido Demócrata, ahora respaldan en su gran mayoría a los republicanos como es el caso del propio Musk, Peter Thiel o Jeff Bezos, dueño de Amazon y el Washington Post que incluso fue protagonista de una polémica. Días antes de las elecciones bloqueó el pronunciamiento del consejo editorial de ese medio a favor de Kamala Harris. Después de muchas décadas el histórico diario de la capital estadounidense se declaró neutral, lo cual generó mucha controversia.
Los magnates de Silicon Valley quieren controlar el Estado y participar en un ordenamiento de la economía en función de sus intereses. Es una de las batallas de los próximos años
Esto va en la línea de estos magnates de querer controlar el Estado y participar en un ordenamiento de la economía en función de sus intereses. Es una de las batallas de los próximos años.
Todas estas tensiones explican estos giros en la clase dominante estadounidense.
Los
últimos gobiernos demócratas se caracterizaron por un fuerte
intervencionismo a nivel mundial. En ese sentido, el discurso de Trump,
más aislacionista y proteccionista, podría suponer una etapa de menor
injerencia en el exterior. ¿Esto es así?
Efectivamente la
fracción globalista apoya el “multilateralismo unipolar”. O sea, en
función de sostener el poder y la hegemonía de Estados Unidos a nivel
global impulsan instituciones multilaterales y en el plano militar
promueven la expansión de la OTAN como brazo armado del imperio.
El problema es que Washington empezó guerras en el siglo XXI que no puede ganar y eso generó resistencias internas. Buena parte de la población estadounidense no quiere seguir enviando miles de millones de dólares para sostener a Volodomir Zelensky, el presidente de Ucrania, en la guerra contra Rusia, o el apoyo al Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu.
Ahí entran no sólo votantes de Trump, si no también el ala más progresista del Partido Demócrata, obviamente la población árabe-norteamericana y sobre todo los jóvenes que protagonizaron tomas de campus universitarios y acciones de protesta contra el apoyo al gobierno de Netanyahu —sobre todo en algunos Estados clave— resintiendo la votación a Kamala Harris. Recordemos que, cómo decíamos al principio, perdieron ocho millones de votos.
[El aislacionismo de Trump] va de la mano de un reforzamiento del dominio en América Latina. Esto se ve en la confirmación de Marco Rubio como secretario de Estado
En el caso de Trump creo que lo que se está planteando es un repliegue relativo. Relativo porque el apoyo a Israel va a ser mucho más fuerte y directo. Pero también hay un intento de retomar la negociación con el Gobierno de Rusia para evitar, por un lado, una guerra que no está pudiendo ganar en Ucrania. Y en segundo lugar intentar poner una cuña en la profundización de la relación entre Moscú y China.
Eso es estratégico para contener esa alianza que, junto con los BRICS, está debilitando a Estados Unidos.
El problema es que eso va de la mano de un reforzamiento del dominio en Nuestra América, en América Latina. Esto se ve en la confirmación de Marco Rubio como secretario de Estado, el primer estadounidense de origen hispano en llegar al cargo. Es senador por la Florida, cubanoamericano, es un ultra en sus posiciones contra de la Revolución Cubana, contra Venezuela y contra todos los gobiernos no-alineados.
Esto ratifica la idea del repliegue relativo ya que tiene que ver con aumentar el presupuesto militar —Rubio dijo que van a sostener la paz con la fuerza— para negociar con los aliados y rivales en todo el mundo. Pero reforzando la Doctrina Monroe, el control absoluto de lo que ellos siguen viendo como su patio trasero.
Puede haber una negociación para tratar de sacar a China, Rusia, India y otros actores extra hemisféricos de lo que consideran su área de influencia exclusiva.
En
relación a esto último que mencionas, durante el anterior mandato de
Trump hubo un recrudecimiento de la injerencia de EE UU en la región.
¿Se puede esperar una profundización de este tipo de políticas del
Departamento de Estado hacia América Latina?
Efectivamente, en el
primer mandato de Trump se revirtió la política de distensión con Cuba
que había iniciado Obama; se aumentaron las sanciones contra Venezuela,
incluso reconociendo al “Gobierno” de Juan Guaidó e intentando en 2019
de la mano del consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, una
intervención militar que fue resistida por otros países de la región.
Además, se produjo el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia y
hubo un reconocimiento del Gobierno ilegítimo de Jeanine Añez.
La designación de Marco Rubio es una tragedia para América Latina. Van a intentar imponer más sanciones contra Venezuela, intentando truncar la recuperación económica
También la proscripción de Lula en Brasil y el apoyo del FMI a la reelección de Mauricio Macri dándole un crédito insólito, el más alto de la historia del organismo, por más de 50.000 millones de dólares en 2018. A pesar de no cumplir lo pactado en ese acuerdo se lo fueron prorrogando en los sucesivos meses a instancias de Mauricio Claver-Carone, consejero de Trump para América Latina, para intentar que el peronismo no volviera al poder en Argentina.
Esa militarización de la política de Estados Unidos en América Latina, una reivindicación explícita de la Doctrina Monroe que había sido declarada anacrónica por el gobierno de Obama, hace suponer que van a volver con esa intención. Como señalaba, la designación de Marco Rubio es una tragedia para América Latina. Van a intentar imponer más sanciones contra Venezuela —que habían sido aflojadas por la administración demócrata debido a las necesidades de petróleo de Estados Unidos—, intentando truncar la recuperación económica venezolana. Van a endurecer mucho más el bloqueo económico contra Cuba. Van a tener una política de mucha confrontación con todos los gobiernos no alineados de la región, intentando empoderar a las ultraderechas empezando por Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador, pero también fomentando el crecimiento de estas fuerzas en Brasil, Chile y otros países en los que ya mostraron su fortaleza electoral.
Van a tener una política muy dura en materia de migraciones que va a generar una bomba demográfica, sobre todo en Centroamérica y el Caribe.
¿Y en materia
económica? ¿Cómo pueden afectar a los países latinoamericanos las
medidas de la administración Trump directamente relacionadas con su
disputa con China?
Veo una política con mucho más garrote que
zanahoria, porque lo que vimos en las últimas dos administraciones
—tanto de Trump como Biden— es que Estados Unidos cada vez tiene menos
para ofrecer en ese sentido. China es el primer o segundo socio
comercial de todos los países de América Latina. Es un inversor y
prestamista cada vez más importante.
Mientras que Washington tiene más presión diplomática, militar, de inteligencia e ideológica-cultural que oferta económica para ofrecerle a la región. Es más, la política proteccionista que anunció Trump, que va a ser mucho más dura que en su primera presidencia, va a afectar a muchos países latinoamericanos.
La política de subida de las tasas de Estados Unidos, va a succionar inversiones y capitales. Por eso el contexto económico va a ser mucho más complejo y políticamente mucho más duro.
La política proteccionista que anunció Trump, que va a ser mucho más dura que en su primera presidencia, va a afectar a muchos países latinoamericanos
Puede haber algo contradictorio. Por ejemplo, si Trump cumple con su promesa de poner aranceles del 60% a las importaciones de China y 20% a otros países, algunos se ilusionan con que Beijing podría hacer más inversiones en México para exportar por esa vía a Estados Unidos.
Pero eso es una cosa muy particular y Trump también va a renegociar el el Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) imponiendo más condiciones, evitando esa triangulación que algunos estiman que podría beneficiar a la región.
De todas formas insisto: el proteccionismo comercial que anunció va a afectar las exportaciones de todos los países a Estados Unidos; la subida de las tasas para atraer capitales y reforzar el dólar va a encarecer el pago de las deudas de los países latinoamericanos y va a provocar un retiro de las inversiones.
Y la guerra comercial con China, que podría provocar una baja de los precios de las materias primas, también afectaría a América Latina.
Más allá de las acciones concretas
de Washington, ¿qué puede producir el resultado electoral estadounidense
en términos ideológicos y de empoderamiento de las expresiones de
derecha y extrema derecha en la región latinoamericana?
Creo que
esto es lo más grave. En un proceso de disputa a nivel global, aparece
una revancha de las ultraderechas, un avance y un corrimiento que
expresa una crisis de las democracias liberales.
Sin negar esto que es una realidad, hay que matizarlo en varios sentidos. Primero porque los exponentes de las ultraderechas que llegaron al poder como Boris Johnson, Trump y Bolsonaro, después perdieron. En Francia la ultraderecha hizo una gran elección en las europeas, pero un frente antifascista logró ganar las últimas elecciones. En México, que es la democracia más importante y con más habitantes de Iberoamérica, el partido Morena logró retener el poder con Claudia Sheinbaun.
Entonces hay que matizar esta mirada de los analistas, cuando hay un triunfo electoral tan resonante, a ver una tendencia irreversible. Pero sin duda la victoria de Trump apoyada en un ataque muy fuerte a conquistas que han logrado los feminismos, las minorías sexo-genéricas, los pueblos racializados, las organizaciones que luchan contra el cambio climático y esta agenda tan neoliberal, sin duda va a empoderar a los Bukele y a los Milei. El presidente argentino mismo lo dijo, hay una afinidad política clara.
La otra novedad que se da en Argentina, pero también en Estados Unidos con Elon Musk, es ver al Estado administrado ya por sus propios dueños
Obviamente esto va a implicar una ofensiva muy fuerte, que ya la estamos viendo en Argentina, contra las conquistas sociales históricas. El Gobierno va contra las organizaciones populares, los sindicatos, cualquier regulación en la economía. La idea de que el Estado solo tiene que intervenir en función de los intereses de los más ricos.
La otra novedad que se da en Argentina, pero también en Estados Unidos con Elon Musk, es ver al Estado administrado ya por sus propios dueños. Sin ningún tipo de mediaciones. No me extrañaría que Marcos Galperín —dueño de Mercado Libre [multinacional de origen argentino] y uno de los empresarios argentinos más poderosos que está haciendo una campaña furibunda a favor de Milei— se lance a la política en forma directa.
En relación a esto último que comentabas,
uno de los más explícitos a la hora de celebrar el triunfo de Trump fue
el presidente argentino Javier Milei que considera al magnate
estadounidense el líder más importante a nivel mundial. Además espera
que este le ayude a conseguir los dólares que la economía del país
sudamericano necesita. ¿Se puede esperar un apoyo directo de la Casa
Blanca al experimento ultraliberal en Argentina? ¿Qué lugar puede ocupar
este país del Cono Sur en la agenda geopolítica estadounidense de los
próximos cuatro años?
Claramente va a haber un apoyo político y
puede haber un apoyo en la renegociación del año que viene con el FMI.
De hecho la aspiración del gobierno argentino es incluso que lleguen
nuevos fondos frescos, que le permitan llegar con un dólar contenido y
una baja considerable de la inflación, a la elección de medio término en
2025.
Va a haber un apoyo político deTrump a Milei y puede haber un apoyo en la renegociación del año que viene con el FMI. De hecho la aspiración del gobierno argentino es incluso que lleguen nuevos fondos frescos
Por otra parte, a nivel regional está relativamente aislado. Con la expectativa que gane el Frente Amplio en Uruguay y más allá de las particularidades están Colombia, Brasil, México, Bolivia, Chile, Honduras, Guatemala, Venezuela, Cuba, Nicaragua, donde ninguno se revindica de derecha.
En ese sentido lo que está intentando Milei es decir que hay muchos gobiernos “rojos” en la región y el único que resiste, en un país importante, es él. De esa forma busca obtener apoyo económico.
Ahora bien, la estrategia de negociación es muy mala. Se subordinó totalmente y Trump es un experto en negociar. Si va a buscar ayuda habiendo entregado todo, es muy difícil que obtenga algo significativo. Y cómo decíamos antes, la política comercial y económica general del nuevo presidente estadounidense, va a afectar fuertemente a la Argentina como ya ocurrió en 2018 impactando en las exportaciones de acero, aluminio y biodiesel. Hay mucha ingenuidad política en ese aspecto.
Y además, la sobreactuación de la sumisión de Milei, aplacó un poco el giro realista que había tenido las últimas semanas acercándose a China. Canceló la gira de su hermana y secretaria general de la presidencia, Karina Milei, al país asiático y está en duda el encuentro con Xi Jinping que se había pactado cuando se negoció la renovación del swap a mitad de año.
Esta emergencia de Trump y la necesidad de enfatizar que con China nada y con Estados Unidos todo, lo ubica en una posición de debilidad. Porque no sólo confronta con Beijing, si no también con Brasil. Entonces Milei está peleado con los dos socios comerciales principales del país.
“Vamos a tener un Trump muchísimo más radicalizado y tendrá consecuencias nefastas para Nuestramérica” “En Estados Unidos hay una crisis hegemónica en sus manifestaciones geopolíticas e ideológicas” “Hoy, Estados Unidos se volcó a las ultraderechas y parece ser que el partido demócrata abandonó a la clase trabajadora” “El trumpismo no desapareció y volvió a recuperar el voto popular” “Vamos a tener un Trump muchísimo más radicalizado y tendrá consecuencias nefastas para Nuestramérica” “Hay una suerte de idea que Estados Unidos puede seguir dominando a todo el mundo” “En términos de conflictos, se está instalando en el interior de Estados Unidos un ‘vamos a lograr la paz por la fuerza’” “Marco Rubio está en contra de todos los gobiernos nacionalistas y populistas de la región” “Con Elon Muska se viene un achicamiento brutal del Estado frente al gobierno de Donald Trump” “Para Milei hay que destruir los estados y dinamitar los ámbitos multilaterales de la región” “A largo plazo, el triunfo de Trump va a generar un empoderamiento de los sectores conservadores”
InfoCLACSO, CLACSOTV, 20 de noviembre 2024
Uruguay: ¿A las puertas de una nueva era?
-Elecciones presidenciales en Uruguay
El domingo 24 de noviembre, 2,7 millones de electores habilitados decidirán al próximo presidente de Uruguay, que comenzará su mandato el 1° de marzo de 2025. El balotaje se da entre la fórmula opositora Yamandú Orsi-Carolina Cosse (Frente Amplio) y la oficialista Álvaro Delgado-Valeria Ripoll (Partido Nacional).
–Karina Batthyány, Directora Ejecutiva de CLACSO
–Marcos Casas, analista político del Uruguay, Director del medio digital Dopamina
-La nueva era Trump
El 20 de enero del 2025 Donald Trump regresa a la Casa Blanca. El análisis de Leandro Morgenfeld, de la Universidad de Buenos Aires y del CONICET de Argentina, y co-coordinador del Grupo de Trabajo CLACSO “Estudios sobre Estados Unidos”.
-Participación de Fernanda Pampín, Directora de Publicaciones de CLACSO
El programa del miércoles 20 de noviembre abarca dos de los ejes de las Plataformas para el Diálogo Social que impulsa CLACSO para los próximos años: “Democracia y derechos humanos en América Latina y el Caribe” y “Movimientos sociales y activismo en América Latina y el Caribe”
Conduce: Gustavo Lema, Director de Comunicación e Información de CLACSO
Realización y edición: Guido Fontán
Producción: Eric Domergue, Noelia Croci, Agustina Castaños y Ángel Dávila
Diseño y programación: Sebastián Higa, Marcelo Giardino, Christian Iturricha, Camila Pastor y Renata Maestrovicente
20 de noviembre | Modalidad virtual
⏰ 18.00 horas GMT – 3
Coordinan
Leandro Morgenfeld (UBA – CLACSO – Argentina)
Matheus Pereira (INCT-INEU – Brasil)
Exponen
Anabella Busso (UNR – Argentina)
Roberto Moll (UFF – INCT-INEU – Brasil)
Raúl Rodríguez (CEHSEU – Cuba)
Apoyan
CLACSO
INCT – INEU
Participa el Grupo de Trabajo CLACO Estudios sobre Estados Unidos
- Transmisión en vivo acá -
Daniel García Delgado. In memoriam
Páginas 13-14
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De Sun Tzu a los conflictos del siglo XXI: Miradas de China sobre la “guerra híbrida”
Néstor Restivo
Páginas 17-30
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Transición de Poder Mundial y Guerra Mundial Híbrida.
Principales focos y frentes de un conflicto mundial y las relaciones
entre Estados Unidos, China y América Latina
Gabriel E. Merino
Páginas 31-56
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Nuevas derechas y Guerra Híbrida. Una mirada desde América Latina
Arturo Laguado Duca
Páginas 57-71
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El nuevo cerro de Potosí, la mente humana
Daniel Symcha
Páginas 73-98
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Argentina ante la disputa global entre los Estados Unidos y China
Leandro Morgenfeld
Páginas 99-124
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Empresas estatales y desarrollo: El caso de YPF (2002-2022)
Martín Burgos
Páginas 127-147
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Labor legislativa del Congreso argentino (2022-2023)
Sergio Hernán Blogna Tistuzza
Páginas 149-173
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Estado del arte de la participación de las mujeres indígenas y afromexicanas en el proceso electoral mexicano (2020-2021)
Manuel Gustavo Ocampo Munoa
Páginas 175-189
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Referencias clásicas y alternativas sobre Administración
Pública y Participación Ciudadana: Perspectivas Heterodoxas para
construir el presente y el futuro del Estado en América Latina
Edisson Gómez Pineda
Páginas 191-209
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Forni, P. (2022). Métodos cualitativos en ciencias
sociales. Historia, técnicas y estrategias de investigación. Buenos
Aires: Ediciones Imago Mundi.
Jimena Ramos Berrondo
Páginas 213-219
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Mesa-Lago, C. Evaluación de cuatro décadas de privatización de pensiones en América Latina (1980-2020): Promesas y realidades.
Nelson Dionel Cardozo
Páginas 221-226
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Páginas 227-230
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Vigésimo cuarto número
Páginas 231-233
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Páginas 239-243
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Durante una entrevista con Historia Nocturna, Leandro Morgenfeld manifestó: “En veinte años, es la primera vez que los republicanos ganan el voto popular. Va a haber un Trump distinto al de la primera presidencia porque hizo una purga en el partido republicano”. A lo que sumó: “Ahora viene con un discurso mucho más radicalizado, una base de apoyo mucho más fuerte y él mismo diciendo 'el problema en la presidencia anterior es que tuve muchos desleales'”.
En ese sentido, el Profesor y Licenciado en Historia contó: “Marco Rubio suena muy fuerte como Secretario de Estado. Es un cubano americano muy ultra, va a poner la bota sobre América Latina muy fuerte”. Mientras que relató: “En términos de proteccionismo, anunció que va a aumentar aranceles del 20% para todas las importaciones, en el caso de China del 60%. Vamos a tener un Trump totalmente desatado, mucho más ultra que en su primera presidencia”.
Por otra parte, sobre las elecciones, el investigador adjunto del CONICET precisó: “La sociedad norteamericana es compleja. Hay, aproximadamente, 65 millones de habitantes de origen latino o hispano; de esos, la mitad, estaban habilitados para votar y en total no votan más de 18 millones”. En tanto que complementó: “Hay muchos de ellos que no se consideran inmigrantes. Son segunda, tercera o cuarta generación, ya se consideran norteamericanas y suscriben al discurso tan propio de las ultraderechas que canalizan el descontento popular contra los inmigrantes”.
“No voy a negar que hay un fuerte avance de las ultraderechas, pero no me atrevería a decir, como hacen muchos, que este avance va a durar muchas décadas. Ya se dijo en el 2015 y después vino lo que se llamó en América Latina 'la segunda oleada de Gobiernos progresistas'”, reflexionó. “Dependerá también de que podamos construir una narrativa que no sea solamente de resistencia a lo que estamos perdiendo, porque quedamos como los que estamos defendiendo un status quo, sino que podamos construir una perspectiva de transformación hacía el futuro”, cerró.
Escuchá la entrevista completa:
ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO TRAS LA REELECCIÓN DE DONALD TRUMP - Pablo Borda junto a Leandro Morgenfeld, 10 de noviembre de 2024
La Resistencia con Leandro Morgenfeld, en Quiero Soda, 9 de noviembre de 2024
Leandro Morgenfeld, doctor en Historia y experto en relaciones internacionales, analiza el regreso de Donald Trump al poder. Expone cómo este hecho refleja una crisis en las democracias occidentales, y destaca las implicancias para Argentina y el orden global en crisis.
En diálogo con Tercer Puente , Leandro Morgenfeld, destacado historiador especializado en política internacional y relaciones Argentina-EE. UU., compartió su análisis sobre el reciente retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Según Morgenfeld, estas elecciones han sido un punto de inflexión, generando un profundo interés a nivel global debido a su potencial impacto geopolítico, desde la situación en Europa hasta las tensiones en Medio Oriente y las disputas comerciales con China.
- escuchá la entrevista completa acá -
El resonante triunfo de Trump va a dar impulso a las derechas extremas en todo el mundo. Se vienen tiempos difíciles de ofensiva política, ideológica y cultural de un capitalismo caníbal.
Después de una campaña singular y frenética, con mucha incertidumbre por la paridad en las encuestas y creciente polarización política e ideológica, el 5 de noviembre terminó el proceso electoral en Estados Unidos. Primeras impresiones sobre el impactante triunfo de Trump y sobre lo que se viene.
Quizás es pronto arriesgar explicaciones sobre este tsunami electoral porque todavía se cuentan los votos en algunos estados, pero tenemos datos para analizar. Trump sostuvo el apoyo que había construido durante todo el año, aunque no habría sumado más votos que en 2020, cuando consiguió 74 millones. Los demócratas perdieron muchos millones de votos respecto a esa elección, cuando Biden logró el récord de 81 millones. Hay que ver los números finales, pero parece haber primado la apatía y la abstención electoral. La participación bajó respecto a 2020. Kamala Harris ganó entre las mujeres, pero no hubo una avalancha como en el 2022. Incluso se produjo la paradoja de que en varios estados se aprobaron iniciativas en favor del aborto y al mismo tiempo eligieron a Trump (Florida, Montana, Nebraska, Missouri y Dakota del sur, entre otros). Lo mismo ocurrió con otras iniciativas para legalizar el consumo de marihuana. Parece entonces un rechazo a las políticas del actual gobierno, a la vez que no necesariamente un apoyo a la agenda antifeminista o ultraconservadora del trumpismo.
Trump mejoró mucho los índices de aprobación entre los hispanos, a pesar de su discurso xenófobo y anti-inmigratorio, que estigmatizó a los puertorriqueños y haitianos en varias oportunidades. Los más de 60 millones de habitantes de origen hispano no son un grupo homogéneo y muchos ya son tercera o cuarta generación en Estados Unidos. Votan por razones económicas, de género o ideológicas, y no necesariamente por su identidad étnico-racial, aunque ese sea un tema de peso en la sociedad estadounidense. Algo similar puede decirse de los afroamericanos. En ambas minorías se impusieron los demócratas, pero por índices mucho menores que hace cuatro años. Entre la población de origen árabe y entre los jóvenes progresistas, el tema del apoyo de la Casa Blanca al gobierno de Israel, en medio del genocidio en Gaza, puede haber resentido la inclinación a votar por la fórmula oficialista, más allá del rechazo a Trump.
El gobierno de Biden-Harris tiene índices de apoyo bajísimos (las encuestas muestras el descontento por el rumbo del gobierno), pese a la recuperación económica, el bajo desempleo y la actual disminución de la inflación, que no llega al 3% anual. La suba del precio de la nafta y del costo de vida en los últimos años, la creciente desigualdad económica y el estancamiento del salario mínimo pesaron más que otras cuestiones.
La narrativa de Trump volvió a ser efectiva. Pese a haber sido gobierno, y a estar apoyado por Elon Musk, el hombre más rico y más poderoso de Estados Unidos, logró volver a presentarse como un outsider atacado por las elites ilustradas. Su prédica antiestatal y antiprogresista sirvió para convencer a millones de que volvieran a votarlo. La elección de J. D. Vance como compañero de fórmula, que expresa una línea antielitista mucho más dura, pareciera haber rendido sus frutos, teniendo en cuenta el apoyo sostenido que mantuvo en áreas rurales.
Un factor sobre el que deben profundizarse los análisis es el de cómo está cambiando la subjetividad en Occidente, fundamentalmente a partir de la pandemia como acelerador de tendencias preexistentes, con el tecno-capitalismo de plataformas, las redes sociales y la IA, generando un hiperindividualismo en jóvenes varones que son muy propensos a tomar como propias las narrativas de las ultraderechas. El rol de Elon Musk, su red social X y la apelación a los criptobros parece haber sido efectiva.
El repliegue relativo de Estados Unidos obedece a la estrategia de la fracción americanista-nacionalista de la clase dominante, que sostiene que ese país debe regresas a algunas de las antiguas posiciones neoaislacionistas y recostarse en su patrio trasero, como denominan despectivamente al Hemisferio Occidental, o sea, a América Latina y el Caribe. Veremos, entonces, una reivindicación de la bicentenaria doctrina Monroe y una remilitarización de la política interamericana, con mayor hostilidad contra Cuba y más sanciones económicas para aplastar la reciente recuperación económica de Venezuela. Habrá todavía más poder para el Comando Sur, que viene desplegando una acción cada vez más injerencista durante la actual administración demócrata, y se negociará con actores extra-hemisféricos para frenar su avance económico en la región. O sea, se propondrá el establecimiento de áreas de influencia: no agresión en los límites de Rusia (Ucrania) a cambio de una retirada de Venezuela y el Caribe; freno al avance en el mar de China meridional a cambio de un límite al posicionamiento del gigante asiático en América Latina. Está por verse si el reaccionario senador Marco Rubio logra su viejo anhelo de comandar el Departamento de Estado. Trump va a privilegiar el vínculo con los gobiernos ultraderechistas, como el de Javier Milei, exultante con su triunfo, y Nayib Bukele, e impulsar a figuras como Jair Bolsonario y José Antonio Kast, para intentar debilitar a los gobiernos progresistas, nacionalpopulares o de izquierda. La anacrónica retórica anticomunista y antiestatal cuadra perfecto con la posición neocolonial de los Milei y los Bukele.
Más allá de este rápido esbozo, lo cierto es que Trump empujará una agenda agresiva de reducción de impuestos para los más ricos, negocios jugosos para el complejo militar, las empresas de combustibles fósiles y los grandes contratistas del estado, como Elon Musk (SpaceX), quien estará seguramente al frente de una estratégica oficina de desregulación del estado. Más privatización de la salud y la educación, menos derechos laborales y sociales, y una batalla cultural contra los feminismos, los inmigrantes, los trabajadores sindicalizados, las organizaciones de derechos humanos, los pueblos originarios, las minorías LGBTQ+, los académicos y estudiantes universitarios, las organizaciones de izquierda y todo aquel que se le enfrente.
Nota originalmente publicada en revista Tektónikos
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🇺🇸🇦🇷 ¿Por qué ganó Trump? ¿Cuál va a ser la relación con Milei? ¿Por qué algunos imaginan peronismo en el presidente electo de EE.UU.? Lo analizamos con el testimonio de Leandro Morgenfeld.
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🏳🌈✊🏽 La Marcha del Orgullo del fin de semana volvió a ser masiva: ¿Qué rol debe tener el feminismo frente a las ultraderechas?
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Un triunfo que nace con la doctrina Monroe bajo el brazo.
Después de una campaña singular y frenética, con mucha incertidumbre por la paridad en las encuestas y creciente polarización política e ideológica, el 5 de noviembre terminó el proceso electoral en Estados Unidos. Las primeras impresiones sobre el impactante triunfo de Trump y sobre lo que se viene.
Trump recargado
El expresidente ganó el voto popular (primera vez que lo logran los republicanos en 20 años) y el colegio electoral (se impuso en los siete estados oscilantes que definían la elección). Los republicanos conservan su actual mayoría en la Cámara de Representantes y le arrebatan a los demócratas el control de la de Senadores. Trump gobernará entonces con el apoyo total del Congreso, y con un partido que ahora le responde casi sin fisuras. Cooptó a varios de los históricos republicanos que lo resistían y se deshizo de otros, incluso de algunos que apoyaron explícitamente a Kamala Harris (clan Bush, clan Cheney, John Kelly). Muchos neocon y exfuncionarios suyos quedaron políticamente neutralizados. Además, va a contar con el apoyo de una Corte Suprema ultraconservadora, que sostiene una mayoría de seis a tres, gracias a los jueces antiaborto que nominó en su primera presidencia. Se le despeja el frente judicial (es el primer presidente condenado por una demanda penal, y enfrenta todavía varias más) y a esta altura nadie parece escandalizado ante la perspectiva de que se auto indulte cuando llegue a la Casa Blanca.
Quizás es pronto arriesgar explicaciones sobre este tsunami electoral porque todavía se cuentan los votos en algunos estados, pero tenemos algunos datos para analizar. Trump sostuvo el apoyo que había construido durante todo el año, aunque no habría sumado más votos que en 2020, cuando consiguió 74 millones. Los demócratas perdieron muchos millones de votos respecto a 2020, cuando Biden había logrado el récord de 81 millones. Hay que ver los números finales, pero parece haber primado la apatía y la abstención electoral. La participación bajó respecto a 2020. Kamala Harris ganó entre las mujeres, pero no hubo una avalancha como en las elecciones de medio término del 2022. Incluso se produjo la paradoja de que en varios estados se aprobaron iniciativas en favor del aborto y al mismo tiempo eligieron a Trump (Florida, Montana, Nebraska, Missouri y Dakota del Sur, entre otros). Lo mismo ocurrió con otras iniciativas para legalizar el consumo de marihuana. Parece entonces un rechazo a las políticas del actual gobierno, a la vez que no necesariamente un apoyo a la agenda antifeminista o ultraconservadora del trumpismo.
Trump mejoró mucho los índices de aprobación entre los hispanos, a pesar de su discurso xenófobo y antiinmigratorio, que estigmatizó a los puertorriqueños y haitianos en varias oportunidades. Los más de 60 millones de habitantes de origen hispano no son un grupo homogéneo, y muchos ya son tercera o cuarta generación en Estados Unidos. Votan por razones económicas, de género, ideológicas y no necesariamente por su identidad étnico-racial, aunque ese sea un tema de peso en la sociedad estadounidense. Algo similar puede decirse entre los afroamericanos. En ambas minorías se impusieron los demócratas, pero por índices mucho menores que hace cuatro años. Entre la población de origen árabe y entre los jóvenes progresistas, el tema del apoyo de la Casa Blanca al gobierno de Israel, en medio del genocidio en Gaza, puede haber resentido la inclinación a votar por la fórmula oficialista, más allá del rechazo a Trump.
El gobierno de Biden-Harris tiene índices de apoyo bajísimos (las encuestas muestran el descontento por el rumbo del gobierno), pese a la recuperación económica, el bajo desempleo y la actual disminución de la inflación, que no llega al 3% anual. La suba del precio de la nafta y del costo de vida en los últimos años, la creciente desigualdad económica y el estancamiento del salario mínimo pesaron más que otras cuestiones.
La narrativa de Trump volvió a ser efectiva. Pese a haber sido gobierno, y a estar apoyado por Elon Musk, el hombre más rico y más poderoso de Estados Unidos, logró exitosamente volver a presentarse como un outsider que era atacado por las elites ilustradas. Su prédica antiestatal y antiprogresista sirvió para convencer a millones de que volvieran a votarlo. La elección de J.D. Vance como compañero de fórmula, que expresa una línea antielitista mucho más dura, pareciera que rindió sus frutos, teniendo en cuenta el apoyo sostenido que mantuvo en áreas rurales.
Un factor sobre el que deben profundizarse los análisis es cómo está cambiando la subjetividad en Occidente, fundamentalmente a partir de la pandemia como acelerador de tendencias preexistentes, con el tecnocapitalismo de plataformas, las redes sociales y la IA, generando un hiperindividualismo en jóvenes varones que son muy propensos a tomar como propia las narrativas de las ultraderechas. El rol de Elon Musk, su red social X y la apelación a los criptobros parece haber sido efectiva.
¿Cómo será la segunda presidencia de Trump?
Aunque todavía es muy pronto para saberlo, lo que es seguro es que este cambio político en Estados Unidos, además de ser una manifestación de tendencias que venimos analizando (ver nuestro libro El legado de Trump en un mundo en crisis) va a acelerar el proceso de transición geopolítica actual. Difícilmente con Trump Estados Unidos pueda liderar el mundo como hasta ahora. Se va a resentir el vínculo con la Unión Europea (esperaban el triunfo de Harris) y el apoyo a Zelensky, vía la OTAN, en su lucha contra Rusia (veremos si en esta presidencia se concreta la aproximación Trump-Putin que no pudo darse en la primera); se va a reforzar la alianza con el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, quien tendrá quizás un respaldo para confrontar más abiertamente contra Irán; volverán las tensiones comerciales con China, que caracterizaron la guerra económica lanzada en 2018. Seguramente vuelva la política de ataque a las instituciones multilaterales, que Trump denosta, y también a algunas de las agendas que se promueven en los ámbitos multilaterales. Desde las de igualdad de género hasta las tenues iniciativas para morigerar el cambio climático, que Trump niega. La ONU perderá todavía más peso y el G20 también.
El repliegue relativo de Estados Unidos obedece a la estrategia de la fracción americanista-nacionalista de la clase dominante, que sostiene que ese país debe regresar a algunas de las antiguas posiciones neoaislacionistas y recostarse en su patio trasero, como denominan despectivamente al Hemisferio Occidental, o sea a América Latina y el Caribe. Veremos, entonces, una reivindicación de la bicentenaria doctrina Monroe y una remilitarización de la política interamericana, con mayor hostilidad contra Cuba y más sanciones económicas para aplastar la reciente recuperación económica de Venezuela. Habrá todavía más poder para el Comando Sur, que viene desplegando una acción cada vez más injerencista durante la actual administración demócrata, y se negociará con actores extrahemisféricos para frenar su avance económico en la región. O sea, propondrá el establecimiento de áreas de influencia: no te agredo en los límites de Rusia (Ucrania), pero vos retirate de Venezuela y el Caribe. No avanzo en el Mar de China Meridional, pero vos no sigas posicionándote en América Latina. Está por verse si el reaccionario senador Marco Rubio logra su viejo anhelo de comandar el Departamento de Estado. Trump va a privilegiar el vínculo con los gobiernos ultraderechistas, como el de Javier Milei, exultante con su triunfo, y Nayib Bukele e impulsar a figuras como Jair Bolsonaro y José Antonio Kast, para intentar debilitar a los gobiernos progresistas, nacional-populares o de izquierda. La anacrónica retórica anticomunista y antiestatal cuadra perfecto con la posición neocolonial de los Milei y los Bukele.
Más allá de este rápido esbozo, lo cierto es que Trump empujará una agenda agresiva de reducción de impuestos para los más ricos, negocios jugosos para el complejo militar, las empresas de combustibles fósiles y los grandes contratistas del estado, como Elon Musk (SpaceX), quien estará seguramente al frente de una estratégica oficina de desregulación del estado. Más privatización de la salud y la educación, menos derechos laborales y sociales, y una batalla cultural contra los feminismos, los inmigrantes, los trabajadores sindicalizados, las organizaciones de derechos humanos, los pueblos originarios, las minorías lgbtq+, los académicos y estudiantes universitarios, las organizaciones de izquierda y todo aquel que se le enfrente.
El resonante triunfo de Trump va a dar impulso a las derechas extremas en todo el mundo. Hace una semana salió de la cárcel Steve Bannon, el ideólogo de la internacional ultraconservadora, y ya volvió al ruedo. Serán tiempos difíciles. La reacción política, ideológica y cultural está en marcha. Es hora de repensar qué nos llevó a esta situación y construir una fuerza social para enfrentar esta peligrosa deriva autoritaria a la que nos está llevando la actual fase del capitalismo caníbal.
Entrevista a Leandro Morgenfeld en Radio con vos, 6 de noviembre de 2024, sobre el triunfo de Trump
05 de noviembre, 2024 12:39
Hablamos con el Doctor en Filosofía y Letras, Magíster en Historia Económica y de las Políticas Económicas y Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia en #BonavittaEn530