domingo, 27 de octubre de 2024

EEUU: Gana Trump o Harris? Qué consecuencias habrá para el mundo, Nuestra América y la Argentina?

 


 

Faltan 9 días!!! Acaba de salir el Episodio de "La cola del diablo" en el que conversamos con Martín Ogando, Cecilia Rossi y Emiliano Gaita Ameigeiras sobre las inminentes elecciones en EEUU: Gana Trump o Harris? Qué consecuencias habrá para el mundo, Nuestra América y la Argentina?
 

Se puede escuchar acá completo

 

 

martes, 22 de octubre de 2024

¿Qué le espera a América Latina si gana Trump o Harris?


¿Qué le espera a América Latina si gana Trump o Harris?

Cristina Papaleo
DW en español, 22 de octubre 2024


Las elecciones presidenciales en Estados Unidos podrían impactar significativamente en América Latina. La migración, las relaciones económicas, la estabilidad y el medioambiente son algunos de los focos.

Los candidatos a la presidencia de Estados Unidos el 5 de noviembre de 2024: Donald Trump y Kamala Harris.Imagen: Alex Brandon/AP/picture alliance und Mat Otero/AP/dpa/picture alliance
La región se enfrenta a desafíos como poner freno a la desigualdad económica y social y mitigar los efectos del cambio climático. El gobierno de Estados Unidos que resulte electo el 5 de noviembre de 2024 podría influir en algunos asuntos, ya que América Latina tiene lazos profundos con EE. UU. en términos de comercio, migración, y seguridad. ¿Cuál será el escenario si ganara Donald Trump, y cuál si ganara Kamala Harris?

Comercio


"Tradicionalmente, el liberalismo de los gobiernos republicanos, contrapuesto al proteccionismo de los demócratas, no ha repercutido de forma negativa en América Latina”, dice a DW Matías López, académico en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales, de Chile. "Pero eso ha cambiado”, agrega, "ya que Trump es un nativista y un proteccionista, y dice que va a imponer tarifas a las importaciones, por ejemplo, bajo el lema de 'America First'". Más allá de eso, señala, se trataría de un gobierno potencialmente inestable e imprevisible, lo cual "siempre es malo para los negocios”.

"En 2025 habrá una renegociación del T-MEC, y si ganara, Trump intentaría endurecer todavía más las concesiones que había logrado al renegociar el TLCAN" con México y Canadá, explica a DW Leandro Morgenfeld, especialista en Historia Económica, de la Universidad de Buenos Aires. Piensa que Trump impulsaría "una mayor concentración y una relocalización de la producción en suelo estadounidense, cosa que no logró hacer antes”.

Si la ganadora fuera Kamala Harris, "dado que los acuerdos alentados por Barack Obama fracasaron por resistencias internas en Estados Unidos, no creo que haya avances. Vivimos en un mundo cada vez más intervencionista, con áreas económicas más protegidas en cuanto a políticas que apoyan las reformas sociales y económicas”. Los progresos hechos por Biden en esa área son insuficientes, destaca el investigador del CONICET.


Migración


"Si ganara Trump, veríamos medidas más radicales, vetos de entrada a algunos inmigrantes, como en su primera administración. Y Trump ha prometido incluso una serie de deportaciones masivas”, explica Renata Segura, directora para América Latina y el Caribe del think tank International Crisis Group, en entrevista con DW.

Aunque el gobierno de Biden ya ha tomado medidas bastante más duras que, por ejemplo, Barack Obama, "creemos que Trump pondría mucha más presión sobre México y otros países de la región, y sobre las personas que ya viven en Estados Unidos y están en procesos de asilo, o sencillamente indocumentados”.

Trump también podría frenar procesos de legalización iniciados por Biden y podría colaborar con el nuevo gobierno de Panamá para frenar la migración a través del Darién, explica.

Si Kamala Harris saliera vencedora en estos comicios, "no creo que veamos un cambio muy sustancial en la política de inmigración de lo que hemos visto durante la administración de Biden”, afirma Renata Segura. No habría medidas draconianas  y "Harris trataría de seguir legalizando a los 'Dreamers', algo que Trump no estaría interesado en hacer".

Personas migrantes tratando de cruzar el río Chucunaque tras haber atravesado el Tapón del Darién.Personas migrantes tratando de cruzar el río Chucunaque tras haber atravesado el Tapón del Darién.

Combate al narcotráfico, seguridad y salud
 

"Gane quien gane, la administración mexicana de Claudia Sheinbaumva a recibir muchas presiones para tratar de frenar la corrupción de funcionarios de alto nivel y controlar el flujo de narcóticos desde México a Estados Unidos”, dice Renata Segura. Pero es muy improbable que Harris ordene algún tipo de intervención militar.

En cambio, "sí es muy probable que una administración republicana trate de llevar fuerzas de seguridad a México”. La mayor preocupación de Estados Unidos es tratar de frenar la entrada de fentanilo. Puede que una administración Harris tenga "una política más suave, de legalización, o de regularización del mercado de la droga, o que trate de reducir la militarización”, añade Segura.

En cuanto a seguridad, "es de prever que la política de Harris sea muy similar a la de Obama, que no fue exactamente muy amigable hacia los gobiernos latinoamericanos”, resalta Matías López. "No olvidemos Wikileaks, o las escuchas a Dilma Rousseff”, subraya.

"En el primer mandato de Trump hubo un fortalecimiento de las fuerzas de seguridad”, recuerda Morgenfeld. Y el enfoque de Trump es militarista en lugar de centrarse en la salud pública, con presupuestos de salud fuertemente recortados. Y recuerda el retroceso en el tema del aborto que aprobó la Corte Suprema de EE. UU. con jueces ultraconservadores que Trump nominó. Kamala Harris no lograría revertir eso porque no cuenta con los votos necesarios, al menos en el Senado, explica.


Estabilidad política y democracia
 

"Es bastante claro que la elección de Trump representa un riesgo mayor a la estabilidad democrática, no solo de Estados Unidos, sino de la región, porque pretende ser un líder autoritario, y está aliado con líderes autoritarios fuera de EE. UU. ", señala Matías López, que investigó la supervivencia democrática en contextos de alta desigualdad. No hay que olvidar que "Trump intentó dar un golpe de Estado el 6 de enero de 2021, y que es amigo de Bolsonaro, que también lo intentó en Brasil en 2023”. Una victoria de Trump traería riesgos importantes para la estabilidad democrática dentro de Estados Unidos y para América Latina, advierte el experto.

"Trump no ha demostrado prácticamente ningún interés en promover la democracia o intervenir en crisis diplomáticas”, dice Renata Segura, autora de trabajos sobre prevención de conflictos. Pronostica que con Trump habría "un retiro de aún mayor de EE. UU. de los espacios democráticos en América Latina”. Aunque Biden ha tratado de volver a llenarlos, China y Rusia empezaron a ocupar esos espacios, explica.

Leandro Morgenfeld, investigador de las relaciones EE. UU.-América Latina, destaca que "muchos creían que Biden volvería a la política de apertura de Obama con respecto a Cuba, pero no lo hizo. Solo dio de baja algunas de las nuevas sanciones que había aplicado Donald Trump contra Cuba, pero no continuó en la senda de Obama”. Eso podría seguir así con Kamala Harris. En cuanto a Venezuela, "se levantaron algunas sanciones a Venezuela por la necesidad de petróleo que tiene Estados Unidos de cara a los conflictos en Europa y Medio Oriente".

Medidas para frenar el cambio climático
 

En cuanto a medidas para frenar el cambio climático, o mitigar sus consecuencias, "Trump es un negacionista del cambio climático, con todo lo que eso representa”, dice Matías López. Aunque "Kamala Harris tampoco está en contra de la fracturación hidráulica o fracking para la extracción de gas, por ejemplo, en Pensilvania, un estado bisagra", completa.

"A diferencia de Trump, los demócratas plantean la necesidad de participar en acuerdos multilaterales para establecer políticas a fin de mitigar el cambio climático, que Trump niega", señala Leandro Morgenfeld.

"Harris ha manifestado la necesidad de que toda la región combata el cambio climático, y que se defienda la selva del Amazonas”, concluye Renata Segura. "Habría una diferencia radical entre Harris, que hace del cambio climático parte central de su campaña, y Trump, que niega el cambio climático por completo”.

viernes, 18 de octubre de 2024

Entrevista a Leandro Morgenfeld en Multipolar, Episodio 8

 


Leandro Morgenfeld es historiador especializado en las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. Tiene una gran trayectoria académica y actualmente es investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI) y se desempeña como docente en las facultades de Ciencias Sociales y Ciencias Económicas de la UBA. Es autor de varios libros, entre ellos, "Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (1880-1955)" (2011) y "Relaciones peligrosas: Argentina y Estados Unidos" (2012), donde analiza la compleja historia de las relaciones entre ambos países desde una perspectiva crítica. Los más recientes son “La Argentina en las diez primeras conferencias panamericanas” (2024) y “Nuestra América frente a la doctrina Monroe” (2023). Recomendamos su blog www.vecinosenconflicto.com 

¡Suscribite al canal para no perderte las novedades de IFIS Argentina!

viernes, 11 de octubre de 2024

Encuentro internacional. Crisis de hegemonía de Estados Unidos

 

Encuentro internacional. Crisis de hegemonía de Estados Unidos. A 20 años de la conformación del Grupo de Trabajo CLACO Estudios sobre Estados Unidos. Homenaje al Dr. Marco Antonio Gandásegui, hijo

MIÉRCOLES 16 DE OCTUBRE

Modera: Dra. Mariana Aparicio Ramírez (CRI- FCPyS, UNAM, México)


9.00 a 10.00 hs | Conferencia Magistral

Dr. Atilio Borón (Universidad de Buenos Aires, Argentina) 

Modera: Magister José Clemente Lasso (Director del Departamento de Sociología, Universidad de Panamá, Panamá)


12.00 a 13.00 hs | Almuerzo 


13.30 a 15.30 hs | Panel 1 

Dr. Darío Salinas Figueredo (Universidad Iberoamericana, Ciudad de México)
Dr. Jorge Hernández Martínez (Universidad de La Habana, Cuba)  
Dra. Gladys Hernández Pedraza (Centro de Investigaciones de la Economía Mundial,  Cuba) 
Dr. Dídimo Castillo Fernández (Universidad Autónoma del Estado de México, México)

Modera: Magistra Briseida Barrantes Serrano (Colegio de Sociología y Ciencias Sociales de Panamá, Panamá)


15.30 a 17.30 hs | Panel 2

Dra. Mariana  Aparicio Ramírez (CRI-FCPyS – UNAM, México)
Dr. Leandro A. Morgenfeld (Universidad de Buenos Aires, Argentina) 
Dr. Jaime Zuluaga Nieto (Universidad del Externado, Colombia) 
Dra. Sonia V. Winer (Universidad de Buenos Aires, Argentina) 

Saludos del Dr. Carlos Eduardo Martins (Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil, mensaje virtual)

Modera:  Magistra Nilva Góngora (Facultad de Humanidades, Universidad de Panamá, Panamá)  


JUEVES 17 DE OCTUBRE

9.00 a 11.00 hs | Conversatorio abierto 

Dr.  Olmedo Beluche (Director del CIFHU, Universidad de Panamá, Panamá)
Magistra Keyla Rodríguez (Departamento de Sociología, Universidad de Panamá, Panamá)
Magister Azael Carrera Hernández (CELA “Justo Arosemena,” Panamá)
Magister José Clemente Lasso Núñez (Departamento de Sociología, Universidad de Panamá, Panamá)
Magistra Amelia Sanjur Palacios (Socióloga, Panamá)

Modera: Dra. Lollalty Moreno De Cuvillier (Universidad de Panamá, Panamá)


12.00 a 13.30 hs | Almuerzo 


13.30 a 15.30 hs | Panel 3

Saludos del Dr.  Daniel Camacho Monge (Ex-presidente de ACAS-ALAS, Costa Rica, mensaje virtual)
Dr. Abdiel Rodríguez Reyes (Facultad de Humanidades, Universidad de Panamá, Panamá)
Saludos Magister Richard Morales (Universidad de Panamá, Panamá, mensaje virtual)Dr. Alejandro I. Canales (Universidad de Guadalajara, México)
Saludos del Dr. Luis Suárez Salazar (Universidad de La Habana, Cuba, mensaje virtual)

Modera: Magister Samuel Pinto (Asociación Panameña de Sociología, Panamá)


15.30 a 17.30 hs | Panel 4 

Magistra Maribel Gordón Calderón (Facultad de Economía, Universidad de Panamá, Panamá)
Magister Elixandro Ballesteros (Facultad de Economía, Universidad de Panamá, Panamá)
Dr. Gersán Joseph Garzón (Facultad de Economía, Universidad de Panamá, Panamá)
Magistra Ileana Corea García (Universidad Metropolitana de Ciencia y Tecnología, Panamá)

Modera: Magistra Janina Castro (Consejo Técnico de Sociología, Panamá)


17.30 a 18.30 hs | Conferencia de clausura

Dr. Guillermo Castro Herrera (CELA “Justo Arosemena,” Panamá)

Modera: Magister Anastasio Rodríguez (Coordinador de la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung, Panamá)


Comité organizador 

Dra. Mariana Aparicio Ramírez
Dr. Azael Carrera Hernández
Dr. José Lasso
Dr. Olmedo Beluche
Dr. Dídimo Castillo Fernandez
Dr. Darío Salinas Figueredo

sábado, 5 de octubre de 2024

¿Donald Trump o Kamala Harris? Consecuencias para Nuestra América

 



¿Donald Trump o Kamala Harris? Consecuencias para Nuestra América

 Por Leandro Morgenfeld (Tektónikos, 5 de octubre 2023)

El próximo 5 de noviembre sabremos, de no mediar ningún conflicto electoral similar al de 2020, si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca o si Kamala Harris, la actual vice, será la primera presidenta de Estados Unidos. En un mundo convulsionado, en el que emergen conflictos y se velan las armas, exploramos en este artículo qué puede esperar América Latina y el Caribe en caso de que gane uno u otra. Empecemos por repasar la política interamericana de Estados Unidos cuando fueron presidente (Trump, 2017-2021) y vicepresidenta (Harris, 2021-2024).

Trump y América Latina

Desde que asumió, en enero de 2017, Trump procuró, con una estrategia en parte distinta a la de sus antecesores, restablecer el poder de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Apeló más al hard que al soft power, reivindicó nuevamente la doctrina Monroe y optó por privilegiar los vínculos bilaterales, en detrimento de las instancias multilaterales. Para atacar a los países no alineados, en especial a Cuba y a Venezuela, el magnate neoyorquino buscó subordinar a los gobiernos neoliberales, que a su vez quedaron descolocados por su prédica proteccionista y crítica a la globalización neoliberal que impulsó Estados Unidos desde los años setenta del siglo pasado.

Más allá de su desdén hacia los latinos -blanco de su xenófobo discurso, que ahora refuerza todavía más- y las agresivas declaraciones contra Cuba y Venezuela, en sus primeros doce meses en la Casa Blanca Trump no había clarificado su política hacia América Latina y el Caribe. Con su discurso en Texas, el 1 de febrero de 2018, antes de su primera gira por la región, el entonces secretario de Estado Rex Tillerson propuso una reafirmación de la doctrina Monroe. En forma cínica, se refirió a las actitudes imperiales de China y Rusia, retomó la anacrónica retórica paternalista –que supone que Estados Unidos debe enseñarnos a construir sistemas políticos democráticos– y procuró comprometer a los gobiernos derechistas en su ataque contra los países bolivarianos: “América Latina no necesita nuevas potencias imperiales que solo pretenden beneficiarse a sí mismas. El modelo de desarrollo con dirección estatal de China es un resabio del pasado. No tiene que ser el futuro de este hemisferio. La presencia cada vez mayor de Rusia en la región también es alarmante, pues sigue vendiendo armas y equipos militares a regímenes hostiles que no comparten ni respetan valores democráticos”.

Tras su extenso discurso, en una sesión de preguntas con académicos de esa universidad, el jefe de la diplomacia estadounidense reivindicó la doctrina que el exsecretario de Estado John Kerry había dado por muerta en 2013: “En ocasiones nos hemos olvidado de la doctrina Monroe y de lo que significó para el Hemisferio. Es tan relevante hoy como lo fue entonces”.

El anacrónico discurso de Tillerson, con un claro sesgo injerencista y paternalista, pudo tener acogida en los gobiernos ultraderechistas, como el de Bolsonaro, que tienen afinidad ideológica con ese discurso más propio de la guerra fría y que permanentemente esgrimen el modelo político y económico estadounidense como el que hay que imitar, pero no entre los pueblos, que rechazan la prédica y prácticas xenófobas y anti-latinas del trumpismo. Reafirma una tradición secular, pero a la vez le imprime un tono y un estilo que genera urticantes polémicas. Por ejemplo, cuando en una reunión con legisladores en la que discutía la reforma migratoria, el 12 de enero de 2018, Trump se refirió a El Salvador y Haití, además de otros países africanos, como “países de mierda”, esto produjo una crisis diplomática y quejas de múltiples políticos dentro y fuera de Estados Unidos.

En los meses siguientes, Trump debía concretar su primera visita a la región, pero volvió a imponerse lo imprevisto. Iba a asistir a la VIII Cumbre de las Américas (Lima, 13 y 14 de abril de 2018), pero solo tres días antes del inicio de la misma canceló su participación. Al mismo tiempo que en la capital peruana se realizaba la gala de recepción de los mandatarios participantes, Trump convocó a una conferencia de prensa en la que anunció que en ese momento estaba bombardeando Damasco, la capital siria.

Si en sus primeros meses al frente de la Casa Blanca Trump confirmó su afán disruptivo para el orden neoliberal, en su segundo año profundizó los conflictos: quebró la cumbre del G7 realizada en Canadá el 8 y 9 de junio, decidió la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, trasladó la embajada estadounidense de Israel a Jerusalén y aceleró la guerra comercial con China y la Unión Europea.

Tras el reemplazo de Tillerson por Mike Pompeo al frente del Departamento de Estado y el nombramiento de John Bolton como asesor de Seguridad Nacional, los halcones ganaron peso en la Casa Blanca y profundizaron la política agresiva e injerencista contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.

En ese contexto crítico, alinearse con alguien como Trump pareció tener un costo para las derechas latinoamericanas. Enfrentado por mujeres, inmigrantes, afroamericanos, latinos, musulmanes, estudiantes, ecologistas, sindicatos, organismos de derechos humanos y la izquierda en Estados Unidos, tenía una pésima imagen en el exterior. En los primeros días de 2018, por ejemplo, tuvo que suspender la proyectada visita a Londres, ante la alternativa de tener que enfrentar masivas movilizaciones de repudio a su presencia, y se vio envuelto en un escándalo diplomático internacional cuando se filtraron sus insultos a inmigrantes de distintos países africanos y americanos.

En marzo de 2018 Trump anunció la suba de aranceles a las importaciones de acero (25%) y aluminio (10%), sentando un precedente para lo que podría derivar en una cada vez más probable guerra comercial a escala global (Krugman, 2018). El 6 de marzo renunció Gary Cohn como jefe de asesores económicos, privando a la Casa Blanca de un referente del establishment pro libre comercio, tras lo cual se profundizó la “guerra comercial” con China, con consecuencias económicas muy negativas para América Latina.

En los meses siguientes, la administración Trump avanzó en su ofensiva contra los gobiernos latinoamericanos no alineados. Ya como funcionario, en noviembre de 2018, Bolton planteó la existencia de un nuevo eje del mal, la troika de la tiranía o el triángulo del terror: Cuba, Venezuela y Nicaragua. En abril de 2019, la Administración Trump resolvió endurecer las sanciones contra estos países. Bolton anunció estas sanciones en un airado discurso en Miami, en el que calificó despectivamente a sus presidentes como “los tres chiflados del socialismo”. Hablándole a veteranos de guerra que combatieron en la invasión de la Bahía de Cochinos, Cuba, en 1961, para derrocar a Fidel Castro, señaló: “Bajo este Gobierno, no arrojamos salvavidas a dictadores: se los quitamos. (…) Hoy proclamamos con orgullo y en voz alta que la doctrina Monroe está viva y goza de buena salud” (Infobae, 17 de abril de 2019).

Entre muchas otras acciones de injerencia, Estados Unidos estuvo detrás del intento de golpe del 30 de abril de 2019 contra Venezuela, que no tiene nada que ver con defender la democracia, la libertad ni los derechos humanos, sino con controlar el petróleo y recuperar la hegemonía en su patio trasero, no solo en detrimento de la creciente influencia de China y Rusia, sino también de la coordinación y cooperación política que supo darse Nuestra América a principios del siglo XXI.

Biden-Kamala y la frustrada Cumbre de las Américas 2022 

Cuando asumieron, en enero de 2021, los demócratas Joe Biden y Kamala Harris imaginaron que la IX Cumbre de las Américas, que originalmente se iba a concretar en el primer cuatrimestre de ese año, sería el ámbito ideal para el relanzamiento de las relaciones con América Latina y el Caribe luego del rechazo regional cosechado por Trump. Sin embargo, el cónclave de Los Ángeles resultó en un fracaso político para la Casa Blanca. Nuestra América, en tanto, se encontró ante una nueva oportunidad para relanzar la coordinación política regional y unificar una estrategia emancipatoria, en el marco de la derrota electoral de gobiernos derechistas aliados a Washington.

Biden, como representante de la fracción globalista de la clase dominante estadounidense, asumió el intento –infructuoso– de revertir la crisis de hegemonía estadounidense. Desde el inicio de su gobierno procuró recomponer el alicaído multilateralismo unipolar, a diferencia de Trump, que había promovido el unilateralismo unipolar, desdeñando los ámbitos multilaterales como la ONU, la OEA o el G20. Por eso, ni bien asumió, el demócrata declaró pomposamente que “Estados Unidos estaba de vuelta”. La IX Cumbre de las Américas, insinuaba, sería el escenario perfecto para relanzar el vínculo con América Latina y el Caribe, así como lo había hecho Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, pocos meses después de llegar a la Casa Blanca, luego del traspié que había significado el NO al ALCA en Mar del Plata cuatro años antes. Justamente, Biden se jactaba de haber visitado dieciséis veces la región durante sus ocho años como vice de Obama, a diferencia de Trump que no viajó al sur del Río Bravo en todo su mandato, salvo para la fugaz visita a Buenos Aires el 30 de noviembre de 2018, para asistir a la Cumbre presidencial del G20.

Sin embargo, la esperada reunión de Los Ángeles se concretó en un momento muy inoportuno para Estados Unidos, luego del bochornoso retiro de Afganistán en 2021, que implicó una humillación para el imperio tras dos décadas de ocupación de ese país (que se suma a la incapacidad de haber concretado la caída de los gobiernos de Venezuela y Siria, hostigados de todas las formas posibles). A la crisis global que profundizó la pandemia se le sumó la guerra en Ucrania, luego de que Rusia reaccionara ante la creciente presión de la OTAN y decidiera una intervención militar, el 24 de febrero de 2022. Esta coyuntura disparó los problemas económicos internos en Estados Unidos (la mayor inflación en 40 años obligó a la Reserva Federal a subir las tasas de interés, alentando un enfriamiento de la economía) y el acelerado deterioro de la imagen del gobierno demócrata, cuyo partido perdió el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de medio término de noviembre 2022.

Intentando un delicado equilibrio entre necesidades internas y externas, Biden cedió a las presiones del senador republicano Marco Rubio, del senador demócrata Bob Martínez y el entonces presidente del BID, el trumpista Mauricio Claver-Carone, y resolvió que solo invitaría a los líderes “elegidos democráticamente”, excluyendo a los mandatarios de Cuba (había vuelto a las Cumbres de las Américas en 2015), Venezuela (había sido excluida en la de Lima) y Nicaragua. El mantener la política de Trump de asediar a la llamada “troika del mal” desató un vendaval político en el continente y signó la suerte de la cumbre. Además, Estados Unidos, en términos económicos, no tiene casi nada para ofrecer a la región, frente a una China que avanza imparablemente como socio comercial, prestamista e inversionista en todo el continente. Washington pretende que los países latinoamericanos se le subordinen en su disputa global con Pekín y Moscú, pero, a diferencia de lo que ocurrió en los años noventa del siglo XX, ya no tiene ni un proyecto (el ALCA o luego el Tratado Transpacífico) ni el peso económico que ostentaba hace algunos años.

Cuando el 2 de mayo de 2022 el subsecretario de Estado Brian Nichols reiteró que los gobiernos que “no respetan la carta democrática” no serían invitados, se le plantó a Estados Unidos el entonces presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien tras visitar Cuba declaró que no viajaría a Los Ángeles si se imponían restricciones a la participación de países soberanos. Pronto lo secundaron los integrantes de la Comunidad del Caribe (CARICOM), el presidente boliviano Luis Arce y la presidenta hondureña Xiomara Castro. A partir de ese momento, y frente a la posibilidad de que la cumbre no se realizara, la Administración Biden se vio obligada a realizar intensas gestiones diplomáticas, incluidos los viajes de la primera dama Jill Biden (visitó Ecuador, Costa Rica y Panamá) y del exsenador Chris Dodd (asesor especial del presidente para la Cumbre), para evitar que el boicot la hiciera naufragar. Logró que Bolsonaro finalmente viajara –a cambio de una reunión bilateral con su par estadounidense– y comprometió la asistencia de Gabriel Boric y Alberto Fernández, quienes, si bien criticaron la decisión del Departamento de Estado, no se plegaron a AMLO. El 27 de mayo, en tanto, los jefes de Estado del ALBA-TCP –alianza creada en 2004 como proyecto alternativo al ALCA– se reunieron en La Habana para repudiar las exclusiones y enviar un mensaje a Estados Unidos.

Ante la ausencia de muchos mandatarios de la región (finalmente solo terminaron asistiendo 23 de 35, resultando la edición de la cumbre con más faltazos a nivel presidencial), la participación o no de Alberto Fernández cobraba especial relevancia. Si se unía a AMLO, a Luis Arce y a Xiomara Castro, quienes cumplieron su palabra y no viajaron a Los Ángeles, el golpe a la Cumbre hubiera sido letal (también faltaron, por otros motivos, los gobiernos derechistas de Guatemala y El Salvador, que eran fundamentales porque junto con México son claves para resolver la crisis migratoria que preocupa a la Casa Blanca). En los días previos, el presidente argentino subió el tono de las críticas a Estados Unidos. Sin embargo, tras el llamado telefónico de Biden y la promesa de una visita a la Casa Blanca, el presidente argentino anunció que asistiría a la Cumbre, rompiendo en los hechos la sintonía diplomática que se venía cultivando con México desde la formación del Grupo de Puebla y que fue importante, por ejemplo, para lograr la salida con vida de Evo Morales y Álvaro García Linera tras el golpe de Estado en Bolivia en 2019.

De todas maneras, y si bien viajó a Los Ángeles, el tono del discurso de Alberto Fernández, como presidente pro témpore de la CELAC, fue extremadamente duro. Señaló que el país anfitrión no podía ejercer el derecho de admisión, pidió reemplazar a Luis Almagro en la OEA por su apoyo al golpe contra Evo (“se ha utilizado a la OEA como un gendarme que facilitó un golpe de Estado en Bolivia”) y reclamó que la dirección del BID debía volver a manos de un latinoamericano. También llevó el reclamo por la soberanía de Malvinas: criticó que el logo de las Cumbre no las incluyera.

Las múltiples ausencias, más los discursos críticos –especialmente el del canciller mexicano, quién sí viajó a Los Ángeles–, el escrache contra el golpista Luis Almagro el martes 7 de junio –repudiado como “asesino”, “mentiroso” y “títere de Washington”–, la Cumbre de los Pueblos y la movilización callejera en contra de las exclusiones muestran que Estados Unidos ya no puede imponer su voluntad como antes. El problema es que falta desplegar una estrategia regional articulada y recuperar la iniciativa. La UNASUR, convaleciente luego del retiro de los gobiernos derechistas alineados con Estados Unidos durante la llamada restauración conservadora, y la CELAC podrían ser un ámbito para avanzar hacia una mayor coordinación política e integración regional.

El viernes 10 de junio, Biden cerraba el encuentro de presidentes con la firma de la Declaración de Los Ángeles y algunas limitadísimas promesas de ayuda económica para contener a los migrantes y ampliar a veinte mil los refugiados anuales que aceptará Estados Unidos. En realidad, hay una militarización de la problemática, ya que Estados Unidos pretende sumar a México y Colombia como aliados principales extra-OTAN, o sea, subordinarlos a la estrategia de Washington contra los otros polos de poder global. En el discurso oficial aparecieron las habituales apelaciones a la democracia, la seguridad hemisférica, el libre mercado, los derechos humanos y la inversión privada. Sin embargo, esta vez, Estados Unidos fracasó en imponer el dominio paternalista que se desprende de la doctrina Monroe.

El traspié no solo ocurrió a nivel gubernamental, sino que, por abajo, y en estrecha relación con las luchas que hicieron retroceder a los gobiernos neoliberales desde 2018, crece también la articulación de las resistencias, como se vio en la Contracumbre de los Pueblos realizada en Los Ángeles. En Ciudad de México, esa misma semana, miles de académicos y activistas se reunieron en la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales para pensar y debatir cómo construir ese otro mundo posible. El mismo día que cerraba el cónclave de mandatarios en Estados Unidos, más de cien mil personas colmaron el Zócalo de la capital azteca para escuchar al cubano Silvio Rodríguez, en el más que simbólico cierre del evento organizado por CLACSO. Como señaló Álvaro García Linera, en una entrevista desde México: “Hay, de América Latina hacia Estados Unidos, pérdida de miedo y hasta falta de respeto ante el poderoso. Se ha desvanecido la idolatría y sumisión voluntaria de las élites políticas hacia lo norteamericano. Era una especie de cadena mental que te amarraba a mover tu cabeza siempre diciendo sí a lo que decía Estados Unidos. Ahora no lo oyes. Te vas. No vienes. Dices lo que quieras. Los otros nos desprecian y nosotros les hemos perdido el respeto. México ha liderado este divorcio”. La anfitriona de ese evento masivo fue la entonces Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien justamente esta semana acaba de colmar el Zócalo, el 1 de octubre, cuando asumió como la primer presidenta en la historia de ese país, tras el sexenio de AMLO.

¿Qué prometen Trump y Kamala para América Latina?

Al igual que en 2016, Trump volvió a elegir estigmatizar a los inmigrantes indocumentados, sobre todo a los latinos, para la campaña electoral. Promete llevar adelante la deportación más grande de la historia y blindar la frontera con México. Forzó a los senadores republicanos para que rechazaran un acuerdo fronterizo bipartidista al que se había llegado a principios de este año, optando por defender sus propuestas de línea dura. Su candidato a vice, J. D. Vance, repitió este martes, en el debate vicepresidencial, la información errónea de que hay 25 millones de indocumentados en Estados Unidos, más del doble que la cifra oficial registrada.

Trump sostiene que procurará retomar los lineamientos de su anterior mandato, vinculando la seguridad nacional de Estados Unidos con el crecimiento económico del resto del continente, a través de la iniciativa “América Crece”, que prometía inversiones en energía e infraestructura, e impulsó al capital privado estadounidense en el resto de América Latina, para competir con las inversiones chinas, y con la dependencia de los organismos multilaterales de crédito, vilipendiados por el candidato republicano.

El argumento de Mauricio Claver Carone, uno de los principales asesores de Trump en la política hemisférica, es que los demócratas abandonaron la región, por involucrarse en conflictos globales: “Para ser justos con Biden, no tuvo mucho que ofrecer en relación con las Américas en el discurso sobre el Estado de la Unión de 2024 debido a sus políticas equivocadas. Además, bajo su mandato, el mundo se ve nuevamente consumido por las crisis globales en Ucrania, Oriente Medio y el Mar de China Meridional. Los enemigos de Estados Unidos en Rusia, China, Irán y Corea del Norte han aprovechado las distracciones y han unido fuerzas para diluir la capacidad de Estados Unidos de responder a conflictos globales simultáneos”.

Mientras Estados Unidos pierde relevancia económica en la región, excepto en México, China viene avanzando aceleradamente. El comercio global entre el gigante asiático y América Latina fue de 475.259 millones de dólares en 2023 (280.632 importaciones y 194.627 millones exportaciones). El total de inversiones de origen chino fue de 147.900 millones de dólares, de las cuales 130.100 fueron no-financieras. Ni Trump ni Biden-Kamala lograron revertir esta tendencia cuando gobernaron en los últimos ocho años.

Más allá de las promesas de uno u otra -exiguas en tanto en la campaña hubo casi nulas referencias a la región, salvo para agredir a Cuba y Venezuela o para plantearla como el origen de la invasión de inmigrantes latinos ilegales-, lo cierto es que ambos candidatos ya fueron gobierno recientemente. En un momento de declive relativo, Estados Unidos refuerza la presión militar y diplomática para sostener su histórico dominio en Nuestra América. En la actualidad, tal como se establece en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2022, Estados Unidos aplica la disuasión integrada. No es casual entonces que, en 2023, justo en el bicentenario de la doctrina Monroe, Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, haya declarado que la región era fundamental para Estados Unidos por los apetecidos recursos naturales que posee, en particular litio, petróleo, cobre, oro y agua dulce, así como la biodiversidad del Amazonas. Pero tiene poco para ofrecer en materia económica. El caso argentino es elocuente. Pese a la política de sumisión total a Washington desplegada por Javier Milei, recientemente está iniciando un giro para atraer inversiones y financiamiento por parte de China, ante los nulos resultados conseguidos por el equipo económico liderado por Caputo (otra vez, como durante la gestión Macri, no hubo “lluvia de inversiones”).

¿Para América Latina da igual que gane Trump o Kamala Harris?

Lo primero que hay que decir es que la estrategia estadounidense de mantener a su patio trasero como su área de influencia, defender sus bases militares y los intereses de sus corporaciones y atacar a los gobiernos, actores sociales y políticos que promuevan una integración latinoamericana autónoma es un objetivo compartido por todo el establishment estadounidense desde el establecimiento de la doctrina Monroe (1823).

Las diferencias son en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Kamala), en apelar más al multilateralismo (Kamala) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países de la región. Dicho esto, hay diferencias.

La vuelta de Trump a la Casa Blanca potenciaría a las ultraderechas, como ocurrió con Jair Bolsonaro en Brasil en 2018. Sin Trump en la Casa Blanca, difícil imaginar que el militar podría haberse encaramado en el poder. Lo mismo puede decirse sobre la ofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump implicarían un corrimiento todavía mayor hacia a la (ultra)derecha en todo el mundo, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas ni impulsó (todavía) guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos implica un peligro enorme para la región, que hoy podemos padecemos en Argentina y El Salvador, por poner dos ejemplos claros. Una derrota de Trump sería también un revés para quienes, con una retórica propia de la guerra fría, acusan a todos de socialistas intentando bloquear cualquier perspectiva emancipatoria a nivel local, nacional, regional e internacional. Una derrota de Trump dejaría más solo a Milei. El pasado lunes hubo dos fotos elocuentes al respecto. Por un lado, el presidente argentino saliendo al balcón de la Casa Rosada, ante una plaza vacía, con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, ambos fervorosos admiradores de Trump y de Elon Musk. Ese mismo día AMLO, con un 70% de imagen positiva, se despedía de la presidencia de México junto a los presidentes de Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Honduras, Guatemala y Belice, para recibir a Claudia Sheinbaum. Dos orientaciones antagónicas en Nuestra América, que enfrentarán distintos escenarios, de acuerdo a quién controle la Casa Blanca.