FES América Latina
Biden y la Argentina
Leandro Morgenfeld*
Introducción
El gobierno del Frente de Todos, encabezado por Alberto Fernández y
Cristina Kirchner, anhelaba un triunfo de Joe Biden en las elecciones de
noviembre pasado, aunque no lo haya manifestado públicamente para no repetir el
error de su antecesor Mauricio Macri, quien había expresado su simpatía por Hillary
Clinton en 2016. Fernández prefería al candidato demócrata por las mayores
afinidades políticas e ideológicas, por los vínculos construidos a lo largo de
años –como senador y vicepresidente, además de sus negocios familiares-, y por
las diferencias que lo separaban de Donald Trump, quien mantuvo una fluidísima
relación con la Administración de Juntos por el Cambio (2015-2019). El actual mandatario
argentino, el primero de la región en felicitar públicamente al demócrata el 7
de noviembre, espera superar las diferencias que tuvo con el asesor Mauricio
Claver-Carone –hoy presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a
pesar de la oposición argentina a romper con la tradición de un latinoamericano
al frente de ese organismo financiero regional- y especula que con Biden tendrá
un diálogo más amplio y constructivo, incluyendo la compleja negociación con el
Fondo Monetario Internacional (FMI). El 21 de enero le envió a su par
estadounidense una carta deseándole los mejores augurios.
Hay expectativas, además, en destrabar el ingreso de las exportaciones de
biodiesel –un negocio de 1200 millones de dólares-, bloqueadas por Trump desde
2017 como parte de su proteccionismo comercial (La Nación, 18/02/2021). Más allá de algunos cortocircuitos –por
ejemplo, las críticas a la justicia
y a la corrupción argentinas en el primer informe del Departamento de Estado
del nuevo gobierno estadounidense
o por las diferencias en torno a Venezuela, tras el retiro argentino del Grupo
de Lima-, lo cierto es que Biden aspira a tener nuevos interlocutores en la
región –Fernández podría reemplazar al internacionalmente repudiado Jair
Bolsonaro, muy cercano a Trump- y recientemente invitó a su par argentino a
participar en la cumbre sobre cambio climático que tendrá lugar el 22 y 23 de
abril (Infobae, 26/03/2021). En el
presente texto analizamos cuáles son las continuidades y las rupturas en el vínculo
bilateral, qué desafíos enfrenta de cara al futuro y cuáles podrían ser los
puntos de convergencia y de tensión, en función de las orientaciones de la
Administración Biden en temas como política económica y comercial, recursos
naturales, medioambiente, seguridad, derechos humanos y migración.
La
estrategia Biden hacia la Argentina
Uno de los objetivos del nuevo presidente
estadounidense es, a través del multilateralismo y de una combinación de hard y soft power –emulando el smart
power de Obama-, recuperar la influencia de su país en la región, horadada
por el rechazo que generaba Trump y por la creciente presencia económica e
influencia china y rusa.
En ese sentido, apelará a sus iniciativas medioambientales, en claro contraste
con su antecesor. Previsiblemente, ya no será el mandatario brasilero su
interlocutor privilegiado (negacionista del cambio climático, al igual que
Trump), sino que intentará articular con Alberto Fernández, pese a los desencuentros
bilaterales históricos y a la oposición de buena parte del establishment
estadounidense al peronismo en general y al kirchnerismo en particular. Parte
de esa estrategia se puso en marcha en las últimas semanas, cuando Biden invitó
a su par argentino a participar en la mencionada cumbre multilateral sobre el
clima que se desarrollará este mismo mes. En ese marco, el canciller Felipe
Solá mantuvo una conversación el viernes 2 de abril con el Secretario de Estado
Antony Blinken, en la que se planteó la posibilidad de que el mandatario
argentino visitara la Casa Blanca, ni bien la pandemia lo permitiera. En esa
conversación, que duró casi una hora, el jefe de la diplomacia argentina señaló
que su gobierno acompañaba los recientes anuncios de la Casa Blanca, en
relación al regreso de Estados Unidos al Acuerdo de País y a la convocatoria a
la Cumbre de Líderes sobre el Clima. Ya Alberto Fernández le había confirmado
días antes al ex Secretario de Estado John Kerry –encargado de esta acuciante
problemática- su participación en dicho cónclave, a la vez que ratificó la
volundad de “trabajar en forma conjunta para que la recuperación económica
pospandemia se pueda alinear con los compromisos climáticos a fin de promover
un desarrollo integral y sostenible. (…) Vemos con mucha confianza la llegada
de Biden al gobierno de los Estados Unidos. Esperábamos con ansiedad un cambio
y tenemos buenas expectativas”, informó en ese entonces Presidencia de la
Nación. Desde la Secretaría de Estado, en tanto, se señaló que, en diálogo con
Solá, Blinken “enfatizó que nuestra relación de beneficio mutuo está arraigada
en valores democráticos compartidos. Subrayó la importancia de trabajar juntos
para combatir la crisis climática y expresó su apoyo a la iniciativa de
Argentina de organizar una cumbre regional para unir a América Latina detrás de
una ambiciosa agenda climática. También subrayó el imperativo de la
participación diplomática regional para abordar las amenazas a la democracia,
los derechos humanos y la seguridad en nuestro hemisferio” (Infobae, 02/04/2021). En dicha reunión, además, se reafirmaron los
compromisos de cada uno de los dos gobiernos con las instituciones
multilaterales (con especial mención a la Organización Mundial de la Salud y su
mecanismo Covax para distribución de vacunas) y se mencionaron temas históricos
que comparten las agendas de ambos países como la lucha contra el narcotráfico,
contra la trata y el tráfico de armas, y también el fortalecimiento de las
instituciones republicanas.
Un
vínculo que se afianza con pasos concretos
El primer cambio concreto en el tono de la
relación entre los gobiernos de Estados Unidos y la Argentina fue la
comunicación entre Biden y Fernández, luego de las felicitaciones públicas por
parte del presidente argentino el 7 de noviembre, cuando todavía Trump seguía
sin reconocer el triunfo del candidato demócrata. El 30 de noviembre hablaron
telefónicamente durante 35 minutos. Según el comunicado de la Cancillería, el
mandatario argentino felicitó al presidente electo y destacó que su triunfo
significaba “una gran oportunidad de generar un mejor vínculo para que Estados
Unidos se reencuentre con América Latina”. Biden sostuvo que “el continente
tiene un gran potencial, con una democracia sólida, y tenemos una amplia agenda
para trabajar desde Canadá hasta la Argentina”. “Quiero tener una relación sólida
con el continente”. El argentino expresó sus expectativas con el cambio de
signo político en la Casa Blanca -“están culminando años difíciles para América
latina. Queríamos que las cosas cambien y vemos en Ud. una alternativa”- y se
mostró confiado en el futuro del vínculo bilateral: “con una relación sólida y
madura defendiendo la seguridad y las democracias en el continente, tengo la
seguridad de que vamos a hacer muchas cosas juntos”. También enfatizó su vínculo
con el Papa Francisco. Biden rescató que tiene valores compartidos con el Papa,
como el catolicismo, el cambio climático, la lucha contra la pobreza y los
refugiados. Le contó su experiencia junto a Francisco cuando, como “el católico
en el gabinete” de Obama, fue quien guió al sumo pontífice en su visita a
Estados Unidos y que el jefe de la iglesia fue de gran apoyo cuando sufrió la
pérdida de su hijo.
A pesar de las diferencias en torno a temas
concretos (Venezuela, críticas del Departamento de Estado a la falta de
independencia de la justicia y a la corrupción) y de la dura negociación que
están llevando adelante el gobierno argentino y el FMI, ambas administraciones
dieron señales de cooperación y buena voluntad. En la mencionada conversación
del 2 de abril entre Solá y Blinken se inició, además, una negociación para
destrabar la compra por parte del gobierno argentino de vacunas producidas en
Estados Unidos. La cooperación en el tema del cambio climático, mencionada más
arriba, es otro ejemplo concreto de la aproximación bilateral, en contraste con
lo que ocurre con entre Biden y Bolsonaro.
¿Qué
cambios se prevén a futuro? ¿En qué temas se percibe una continuidad con las
políticas de la administración previa?
Se espera una mayor cooperación en el ámbito
multilateral en temas vinculados con el medio ambiente, ciencia y tecnología,
ámbito en el que existen antecedentes positivos, como el trabajo conjunto en el
área aeroespacial. En relación con la actual pandemia, y producto de las
gestiones arriba mencionadas, el martes 6 de abril se conoció la decisión de la
Administración Biden de permitir que las vacunas de Oxford AstraZeneca con materia
prima elaborada en la Argentina se envasen en Estados Unidos, tras las
dificultades que surgieron para completar ese procedimiento en México, a raíz
de la falta de filtros producidos en los Estados Unidos. A partir de esta
noticia, se calcula que en abril llegarían unas 900.000 dosis a la Argentina,
lo cual es interpretado como un éxito de la buena sintonía entre ambos
gobiernos.
Por otra parte, se espera un gesto del Tesoro
estadounidense en la negociación con el FMI que lleva adelante el ministro
Martín Guzmán. Se discuten los plazos, condiciones de pago y exigencias de
medidas, teniendo en cuenta la responsabilidad que tuvo dicho organismo, y el
propio gobierno de Trump, en el préstamo récord de más de 50.000 millones de
dólares desde 2018. Como reconoció el año pasado el actual director del BID y
por entonces asesor del Consejo de Seguridad Nacional, Mauricio Claver-Carone,
la Casa Blanca impulsó ese histórico préstamo a la Argentina para intentar
facilitar la reelección de Mauricio Macri y evitar así que el kirchnerismo
volviera al poder.
Debido a la catastrófica situación económica
que atraviesa la Argentina –tres años consecutivos de caída de su producto
bruto interno-, el gobierno del Frente de Todos plantea la necesidad de que la
Administración Biden interceda ante las autoridades del FMI para que el país
esté en condiciones de crecer y poder volver a pagar. El actual mandatario
recuerda siempre la frase del ex presidente Néstor Kircher –“los muertos no
pagan”-, cuando negoció con los acreedores externos la quita de la deuda
externa argentina. Por otra parte, hay expectativas en que se destraben las
exportaciones de biodiesel a Estados Unidos, que generaban un 25% de las ventas
argentinas a ese país, antes de las trabas que impuso Trump en el año 2017.
La
actitud del gobierno argentino frente a Estados Unidos y la región
El gobierno del Frente de Todos aspira a tener un buen vínculo con
Biden, con el que comparte ciertas afinidades políticas e ideológicas, en
contraste a lo que ocurría con Trump. Alberto Fernández espera ser uno de los interlocutores
del demócrata en el Cono Sur, lo cual ayudaría a avanzar en la compleja
negociación con el FMI. A pesar de las diferencias –Argentina se acaba de
retirar del Grupo de Lima, creado por gobiernos aliados a Washington-, en la
Casa Rosada leen la necesidad del Departamento de Estado de tejer una buena
relación bilateral. Tras la comunicación del viernes 2 de abril entre ambas
cancillerías y del anuncio de la llegada de vacunas, el miércoles 7 se concretó
la visita del jefe del Comando Sur, el almirante Craig. S. Faller, y se
ratificó la llegada, una semana más tarde, de Juan González, director del
Departamento del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la
Casa Blanca, quien se reunirá con el presidente Fernández (La Nación, 11/04/2021). Estos gestos ratifican la buena voluntad
bilateral y son señales positivas, de cara a una eventual visita del mandatario
argentino a Washington.
Alberto Fernández
encabeza un gobierno frentista, en el que conviven distintos espacios políticos,
en las que existen diferencias en la lectura geopolítica y en la orientación de
la política exterior. Recientemente hubo
cuestionamientos públicos al canciller Solá por su política hacia Venezuela, lo
cual llevó a la renuncia de Alicia Castro, quien había sido elegida para estar
al frente de la embajada argentina en Moscú. El Frente de Todos plantea la
necesidad de desplegar vínculos internacionales diversificados, en un mundo en
pleno proceso de transición hegemónica, y en el que ya no se está frente al
unilateralimo que caracterizó el inicio de la posguerra fría. Por el tema de la vacuna Sputnik V, los vínculos
con Rusia se solidificaron. En cuanto a China, el gobierno de Xi Jinping también
despliega una importante “diplomacia de vacunas”, avanza el intercambio
comercial bilateral –hoy el principal destino de las exportaciones argentinas-,
existe un swap de monedas por 18.500
millones de dólares y hay interés también en avanzar sobre la Hidrovía. Biden
quiere evitar la pérdida de poder relativo en la región y por lo tanto debe
tolerar los gestos autonómicos del gobierno argentino, que apuesta además a
relanzar las instituciones regionales (UNASUR, CELAC) e impulsa a diversos
líderes progresistas (Arce, Arauz, Lula, Mendoza), a través del Grupo de Puebla.
Los desafíos
de la relación Estados Unidos – Argentina de cara al futuro
Más allá de las asimetrías bilaterales y de
los contrapuntos y conflictos históricos de la relación, en particular los
recelos que se generaron en parte del establishment estadounidense tras el No
al ALCA en Mar del Plata en los inicios del kirchnerismo, ambos gobiernos
pretenden desplegar un vínculo armónico. Está el desafío de plantear una agenda
de trabajo positiva de temas en los que pueden colaborar: científicos, tecnológicos
y medioambientales y en tópicos vinculados a los derechos humanos, la promoción
de la paz y la democracia, aunque las concepciones sobre su contenido sean
muchas veces divergentes.
El gobierno argentino
comparte la prédica medioambiental de la Administración Biden y su apelación a
las instancias multilaterales para la resolución de los conflictos.
Tiene más afinidad con un discurso más tolerante frente a los inmigrantes y con
una retórica, a diferencia de la de Trump, que no ancla directamente en
paranoias propias de la guerra fría. Los países de América Latina, en tanto, podrán aprovechar la
circunstancia de que el gobierno estadounidense deberá abocarse mucho más a las
fracturas domésticas que a la proyección hegemónica global.
Lo cierto es que,
más allá de los cambios parciales en los instrumentos y en las tácticas que
desplegará la Administración Biden, como ocurre desde hace décadas, Estados
Unidos no cejará en su objetivo estratégico de intentar mantener a América
Latina como su patio trasero, es
decir como su zona de influencia, alejando por un lado a las potencias
extrahemisféricas (hoy especialmente China, como recordó el jefe del Comando
Sur, tras visitar la futura base de la Armada argentina en Tierra del Fuego),
pero también intentando frenar cualquier proyecto o iniciativa de integración
regional. Divide y reinarás seguirá siendo su política hacia la región, que
debe recuperar la iniciativa, aprovechar el contexto de creciente confrontación
geopolítica a nivel global y trazar una estrategia de coordinación y
cooperación políticas, en función de retomar un proyecto de integración
latinoamericana que permita ampliar los márgenes de autonomía. Como en otras
oportunidades de la historia reciente, el gobierno argentino sabe que tiene una
tarea estratégica en ese punto.