El historiador y analista internacional Leandro Morgenfeld aporta su mirada respecto a las particularidades que tendrán los comicios presidenciales de este año en la principal potencia mundial en medio de una crisis económica y una pandemia global casi sin precedentes.
“Las elecciones pueden terminar en un desastre que profundice la declinación hegemónica de EE.UU.”
Por Santiago Mayor @SantiMayor
EE.UU. se encamina a una de las elecciones más complejas de su historia. Si bien desde hace semanas las encuestas ubican al candidato demócrata, Joe Biden, en primer lugar, nada está resuelto. Por un lado por el particular sistema de elección donde no necesariamente gana quien acapara más votos directos -el sistema de elección es por Colegio Electoral- sino porque el actual mandatario, Donald Trump, está haciendo todo lo posible por ensuciar los comicios.
El controvertido jefe de Estado ha repetido esta semana que puede llegar a desconocer el resultado si pierde y ha realizado todo tipo de maniobras para desalentar el voto de quienes rechazan su gestión.
Leandro Morgenfeld, historiador y especialista en las relaciones de EE.UU. con América Latina, analiza en esta entrevista los detalles de un proceso electoral que, probablemente, no se defina hasta varias semanas o meses luego de la votación programada para el 3 de noviembre.
– Las elecciones en EE.UU. vienen siendo motivo de debate e incertidumbre, tanto por el posible resultado como por la reacción de Donald Trump que ha hecho declaraciones anticipando que podría desconocer el resultado ¿cómo ves el escenario general ante todo esto?
– Hay que entender que el sistema electoral de EE.UU. es muy complejo, no está unificado a nivel nacional. El voto no es obligatorio pero además hay muchas formas de votación en cada Estado, hay mucho voto anticipado, voto por correo y se vota un día laborable.
En segundo lugar, es un escenario bastante atípico el de estas elecciones. No solo porque es la mayor crisis económica desde la década de 1930 sino porque es en medio de una pandemia cuyo epicentro es EE.UU. Eso modifica y está modificando todo el cronograma electoral y algo esencial como la concurrencia el día de la votación.
Todo esto hace que el voto anticipado y por correo tenga una trascendencia que no tuvo nunca en el país.
– Las encuestas dan en primer lugar a Joe Biden, sin embargo varios analistas -vos inclusive- sostienen que eso no es garantía de que triunfe en los comicios ¿por qué?
– Las elecciones tienen un resultado abierto. Hoy las encuestas indican que Joe Biden está unos puntos arriba, pero los ‘swing states‘ (los Estados oscilantes que van a definir la elección) están muy parejos. La diferencia está dentro del margen de error.
Además las encuestas ya mostraron los últimos años que no son confiables. Menos del 5% de la gente a la cual se le pregunta, contesta. Además hay un voto vergonzante hacia Trump.
O sea que a menos de seis semanas, no se sabe quién va a ganar.
– ¿Qué consecuencias puede tener este escenario tan peleado?
– Todo eso es un cóctel explosivo que hace que podamos tener una situación igual o peor a la de 2000. Ese año George Bush (hijo) le ganó al candidato demócrata Al Gore, en medio de un escándalo político-institucional.
La elección se definió en el Estado de Florida (donde gobernaba Jeb, el hermano de George), el swing state que reparte 29 electores para el Colegio Electoral, el más importante de los oscilantes. Después de una enorme batalla legal, Bush terminó ganando allí por apenas 538 votos.
Como se impugnan siempre decenas de miles de votos, en elecciones donde además no hay una papeleta o una urna que de última se puede abrir, sino que hay voto anticipado, por correo, en el extranjero, con máquina electrónica, con boleta, etc., hubo una disputa judicial que llevó semanas donde la Corte de la Florida era clave y finalmente tuvo que definir la Corte Suprema.
¿Qué está haciendo Trump entonces? Como vienen haciendo los republicanos los últimos años, está aplicando todos los mecanismos posibles de supresión del voto. Es decir, que vaya a votar la menor cantidad de gente posible.
Él tiene una base de apoyo que es la minoría del país pero está muy consolidada y van a ir a votar de cualquier manera. Por eso busca desestimar el voto del 60% de la población que lo rechaza.
El quid de la cuestión es entonces cuánta gente va a votar. En 2016 el porcentaje osciló en un 55%, 60% del padrón. Pero tampoco existe un registro de votantes a nivel nacional porque hay que anotarse lo cual vuelve más difícil las estimaciones.
– ¿Ahí se inscribe la maniobra para intentar boicotear el voto por correo?
– Está intentando bloquear y desalentar ese voto que puede hacer que gane Joe Biden. No porque a esa gente les guste mucho Biden, sino porque quieren evitar que gane Trump.
Por eso en este momento ya hay batallas legales. El director del correo, que es un trumpista, está haciendo todo lo que puede para complicar esta situación. Se está pidiendo que se anulen boletas, se están sacando lugares donde se pueden depositar esos votos, etc. Todo esto hace a lo que puede ser la definición de la elección.
Trump dijo en varias oportunidades que no está dispuesto a decir si va a reconocer o no los resultados. El 20 de agosto dijo que iban a ser las elecciones más fraudulentas de la historia y esta semana volvió a poner en duda si va a entregar el poder en caso de perder por poco margen.
Si todo esto sigue como está, es probable que el 3 de noviembre a la noche no sepamos cual es el resultado de las elecciones. Pocos lo recuerdan, pero hace cuatro años Trump ganó por muy poco. Se impuso en tres Estados que le dieron el triunfo en el colegio electoral por menos de 70 mil votos y donde distintos candidatos demócratas y del Partido Verde hicieron impugnaciones judiciales. Lo que pasa es que después el establishment del Partido Demócrata no quiso seguir esa pelea, lo mismo que Al Gore en 2000.
Pero esto podría llevar la discusión hasta la Corte Suprema y podría tardar semanas o meses. Es más, Trump ya dijo que durante años puede no saberse quién ganó.
– ¿De qué manera incide en este aspecto la reciente muerte de Ruth Bader Ginsburg, jueza de la Corte Suprema?
– La Corte Suprema pasa a ser clave y estos días tuvimos lo que se suele llamar “la sorpresa de octubre” que modifica el panorama electoral con la muerte de la jueza progresista Ginsburg.
Con 87 años era una figura clave de la Corte que le daba equilibrio con 5 conservadores y 4 progresistas. Ella era la más progresista, un ícono del feminismo en EE.UU.
Esta composición le impedía a Trump (que nominó a dos de los cinco conservadores) revertir fallos históricos como por ejemplo el de los años ’70 que habilita el aborto como un derecho a nivel federal, entre otros.
Ahora dijo que, en estas seis semanas que quedan, va a nominar a otra candidata conservadora para que en tiempo récord el Senado, que tiene mayoría republicana y la pueden perder el 3 de noviembre, lo apruebe. Así le quedaría una mayoría conservadora de 6 a 3 que puede revertir la agenda progresista y algunos derechos conquistados durante los últimos años. Hay que recordar que en 2016, con varios meses de anticipación, le prohibieron hacer esto a Barack Obama por ser un año electoral.
Pero además, si queda esa composición, la nueva Corte es la que va a tener que definir en última instancia todas las impugnaciones judiciales de las elecciones.
Todo esto va a estar en juego en las próximas seis semanas.
– ¿Desde tu punto de vista puede entonces desatarse una crisis política que ponga en crisis el modelo estadounidense?
– Yo anticipo que vamos a ir a un proceso donde se va a horadar más esta institucionalidad que hay en EE.UU. Se va a poner en discusión a nivel mundial el fracaso de ese sistema electoral que los gobiernos de derecha y neoliberales presentan como un modelo a seguir donde las instituciones se respetan.
Trump es un presidente que vino a romper con esta imagen. Todo esto va a discutirse las próximas semanas, además del desmanejo de la pandemia y la crisis económica que, sin embargo, está teniendo un rebote sobre el cual se apoya el gobierno para intentar dar vuelta las críticas.
Con eso tratará de levantarse en las encuestas que lo dan por debajo pero recuperándose en los últimos días y, como decía, con una situación abierta porque los swing states están muy parejos.
Todo puede terminar en una especie de desastre político-institucional que profundice la declinación hegemónica de EE.UU. No pudo plantear a nivel global una respuesta multilateral frente a la pandemia, tampoco una salida conjunta frente al desastre económico como si intentaron hacer en 2008. Bueno, ahora tampoco van a poder presentar un proceso de transición ordenado lo que les va a impedir seguir presentándose como un modelo de democracia hacia el resto del mundo.
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