La guerra mundial “híbrida” y el asesinato de Soleimani
Por Gabriel E. Merino ( Revista 20.50)
El último ataque de Estados Unidos a Irán ejemplifica una nueva forma de hacer la guerra en plena crisis del orden mundial. Esta ofensiva de nueva generación tiene carácter político militar e incorpora, como elemento novedoso, el desarrollo en todos los frentes: económico, tecnológico financiero y comercial, informativo, psicológico y virtual. Es el actual horizonte de la estrategia norteamericana para producir cambios de regímenes contrarios a sus intereses, y tiene como núcleo objetivo a la tríada del mal: China, Rusia e Irán.
El mundo se conmocionó ante el asesinato del general iraní Qassem Soleimani. La importancia de su figura y la posibilidad de una escalada bélica frontal con una potencia media como Irán hicieron prender las alarmas. Sin embargo, pocos se sorprendieron por el hecho de que las fuerzas armadas norteamericanas asesinen al representante de un país al que no se le había declarado la guerra, quien se encontraba en un estado que se supone soberano como lo es Irak (aunque invadido/ocupado), al cual no se le había pedido autorización para realizar dicho acto de guerra. Incluso el asesinato fue reivindicado y hasta festejado por el gobierno de Estados Unidos.
Este tipo de proceder no resulta novedoso. Entre 2009 y 2016, el régimen estadounidense a cargo de Barack Obama mató, según cifras oficiales, a cientos de civiles y a casi 2600 “combatientes” a través de aviones no tripulados en países a los cuales no les había declarado la guerra: Pakistán, Yemen, Libia, Somalia. A lo que debemos sumar los caídos en otras partes del mundo como Afganistán, Irak, Siria. Ello no significó un repudio internacional de envergadura ni el retiro del polémico Premio Nobel de la Paz entregado a Obama.
En plena crisis de hegemonía mundial y derrumbe del orden internacional, se reconoce de facto una situación de conflicto generalizado, que da lugar a la multiplicación de enfrentamientos bélicos y al hecho de que Estados Unidos, la potencia en declive hegemónico, esté en guerra desde 2001. Además, lo que queda claro a partir de 2014 es que, de una u otra forma, y directa o indirectamente, esta situación de conflicto generalizado involucra a las principales potencias.
En realidad, nos encontramos inmersos en una guerra mundial fragmentada e híbrida. Una guerra de nueva generación, donde se combinan elementos de la guerra convencional (entre estados con ejércitos regulares) y la guerra no convencional y/o irregular. Esta guerra es político militar y se desarrolla en todos los frentes: económico, tecnológico financiero y comercial; informativo, psicológico y virtual.
La cuestión es cómo interpretamos esta situación. Por distintas razones, la pregunta correcta quizá no sea si estamos a las puertas de una tercera guerra mundial. Tampoco si estamos en una nueva guerra fría, como se dijo a partir del estallido de la guerra civil en Ucrania y el conflicto Rusia-OTAN (lo que se analiza en el libro ¿Nueva guerra fría o guerra mundial fragmentada?) aunque los actuales enfrentamientos compartan rasgos de parentesco con aquella y sean parte de un mismo proceso de desarrollo (y límite) de las formas en que se dirime la trampa de Tucídides.
En realidad, nos encontramos inmersos en una guerra mundial fragmentada e híbrida. Una guerra de nueva generación, donde se combinan elementos de la guerra convencional (entre estados con ejércitos regulares) y la guerra no convencional y/o irregular. Esta guerra es político militar y se desarrolla en todos los frentes: económico, tecnológico financiero y comercial; informativo, psicológico y virtual. Por ello se habla de guerra comercial, guerra de información, guerra psicológica, ciberguerra, guerra de monedas, guerras financieras, guerra judicial (conocida como lawfare). Una característica central es que la Guerra Híbrida (GH) es completamente difusa: se desdibuja el límite entre lo militar y lo civil, entre el inicio y el fin, entre lo público y lo privado. Y se observa que puede seguir escalando, profundizando los enfrentamientos en todos los niveles, sin que podamos descartar escenarios aún más trágicos.
Guerra mundial fragmentada
Este concepto surge de una reflexión que hace el Papa Francisco en una entrevista para La Vanguardia publicada en junio de 2014, que es tremendamente significativa tanto por los conceptos que vierte como por quién los dice y desde qué lugar. Allí afirma: “Descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales. ¿Y esto qué significa? Que se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean.”
Este párrafo encierra muchísimas ideas centrales de la actual situación mundial. La primera cuestión a señalar es la afirmación de que ante la imposibilidad de llevar adelante una guerra mundial (convencional), el enfrentamiento se hace por zonas, por fragmentos de un conflicto. Esta afirmación la realiza en junio de 2014 cuando cambia el momento de la transición: a) se multiplican los conflictos bélicos en distintos países y llegan por lo menos a ser una decena los que se encuentran en la llamada “zona de inestabilidad” de Medio Oriente, Asia Central y zonas lindantes; b) recrudecen los enfrentamientos entre las grandes potencias, con foco en Ucrania, Siria y en el Mar de China, entre otros lugares; c) y crece exponencialmente la guerra de información, la ciberguerra, la guerra económico-financiera, que van desde sanciones hasta golpes financieros y otras acciones.
En otras palabras, a partir de este momento los enfrentamientos entre los principales polos de poder pasan a ser directos (aunque no bélicos de forma directa y abierta) y en territorios centrales. A la vez, en un conjunto de escenarios secundarios se multiplican escaladas bélicas, y en otros frentes, involucrando y enfrentando a las principales potencias. Es el comienzo de la guerra mundial fragmentada, cuya forma dominante es híbrida, es decir, mixturada.
A partir de este momento los enfrentamientos entre los principales polos de poder pasan a ser directos (aunque no bélicos de forma directa y abierta) y en territorios centrales. A la vez, en un conjunto de escenarios secundarios se multiplican escaladas bélicas y en otros frentes, involucrando y enfrentando a las principales potencias. Es el comienzo de la guerra mundial fragmentada, cuya forma dominante es híbrida, es decir, mixturada.
La segunda idea central de ese párrafo del Papa es que la crisis del sistema (“que ya no se aguanta” y descarta a “toda una generación”), la cual es al mismo tiempo una crisis de hegemonía angloamericana (hoy puesta en discusión como en 1914-1945), lleva a la guerra: “Un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como siempre lo hicieron los grandes imperios”. Como señala el economista y sociólogo italiano Giovanni Arrighi, el moderno sistema mundial tuvo cuatro ciclos hegemónicos, que se denominan a partir de las entidades políticas o del Estado que tuvo un papel estratégico en la articulación del sistema: el ibérico-genovés, el holandés, el británico y, por último, el estadounidense, consolidado a partir de 1945, y hoy en crisis.
En la actualidad, no sólo nos encontramos en una crisis de hegemonía sino, probablemente, entrando a un período de caos sistémico, que nos remite a los períodos de guerras de 30 años que median cada ciclo hegemónico, como sucedió en 1618-1648, 1792-1815, 1914-1945. El problema del sistema moderno es que no hay estado sucesor. La burguesía del estado en crisis no puede articular en los términos clásicos con un estado ascendente. En el caso de China, además de romper con la sucesión hegemónica al interior de occidente, expresa una hibridación de modos de producción: entrelazadas con las relaciones de producción capitalista que se despliegan en dicho territorio, coexisten la propiedad colectiva de la tierra, la propiedad estatal de los medios de producción estratégicos y gran parte de los trabajadores se encuentran empleados en empresas comunitarias de pueblos y aldeas.
En este sentido, analizando el declive y sus consecuencias bélicas, la guerra comercial tiene como trasfondo la pérdida de la primacía productiva de Estados Unidos, la disputa por los monopolios tecnológicos y la creciente “guerra” económica, en la cual se agudizan las luchas entre capitales mediadas por los estados. El contexto de bajo crecimiento en el Norte Global desde el estallido financiero y económico de 2007-2008, profundiza esta situación y su perspectiva. Al haber bajo crecimiento, la acumulación de los capitales particulares se da en detrimento de los más retrasados y de los trabajadores, poniéndose en juego mecanismos de “acumulación por desposesión” (metáfora del capitalismo actual). A su vez, el proceso conocido como globalización económica, por el cual el comercio mundial se expandió al doble del Producto Interno Bruto y la inversión extranjera directa al triple durante casi 30 años, se detuvo con la crisis que estalló en 2008, poniéndose de manifiesto un límite estructural. Y desde entonces, la economía mundial crece a base de una enorme burbuja de endeudamiento, que exacerba el proceso de financiarización.
La guerra comercial tiene como trasfondo la pérdida de la primacía productiva de Estados Unidos, la disputa por los monopolios tecnológicos y la creciente “guerra” económica, en la cual se agudizan las luchas entre capitales mediadas por los estados.
La tercera idea central que podemos extraer del párrafo del Papa Francisco es la conexión entre el sistema económico y sus problemas estructurales, las necesidades imperiales y la industria armamentística: “Se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean”. En este sentido, el Complejo Militar Industrial (CMI) de las potencias y, en especial, de los Estados Unidos, constituye el núcleo de su sistema de producción e innovación tecnológica. Con un presupuesto militar de más de 600 mil millones de dólares (cifra muy superior a toda la economía argentina), la gran potencia del norte global tiene al CMI como un elemento central de su economía y alimenta a las corporaciones privadas, desde donde practica el keynesianismo militar: déficit fiscales que van a financiar dicho presupuesto, a lo que debemos añadir los presupuestos específicos de las guerras llevadas adelante, más el presupuesto de pensiones y el de la llamada Comunidad de Inteligencia con 16 agencias.
El keynesianismo militar es una política central desde 2001 y se intensifica en los gobiernos republicanos, en los que predominan los americanistas-nacionalistas en detrimento de lo que llamamos globalistas, quienes hacen hincapié en otras tácticas y estrategias, como golpes blandos, guerras de quinta generación y grandes acuerdos multilaterales que dan lugar a una institucionalidad global configurada bajo su visión. No resulta extraño que en el gobierno americanista-nacionalista de Donald Trump, el actual Secretario de Defensa sea Mark Esper, quien fuera vicepresidente de Raytheon, una de las mayores compañías de defensa y el mayor fabricante de misiles guiados del mundo (conocida por los misiles Patriot protagonistas de la guerra del Golfo en 1991 y los misiles Tomahawk con los que Trump bombardeó Siria). El antecesor de Esper como Secretario de Defensa fue Patrick Shanahan, quien fuera directivo de Boeing, en donde estuvo nada menos que 31 años.
Sobre la Guerra Híbrida y su objetivo último
Para el investigador ruso Andrew Korybko, según su libro publicado en 2015 al calor del enfrentamiento en Ucrania, la Guerra Híbrida es un nuevo método de guerra indirecta, que combina la táctica de las revoluciones de colores (golpe suave) con las guerras no convencionales (golpe duro), en un escenario multipolar y en donde los costos de la guerra convencional entre potencias son muy grandes. Para este autor, la Guerra Híbrida es el nuevo horizonte de la estrategia de Estados Unidos para producir cambios de regímenes contrarios a sus intereses. Y aunque se juegue en muchos casos en escenarios secundarios, apunta especialmente a tres estados que constituyen los núcleos objetivos de Estados Unidos: China, Rusia e Irán.
Según Zbigniew Brzezinski, el objetivo estratégico de Washington es el control de Eurasia porque quien controla Eurasia controla el mundo. Y uno de los centros territoriales de la disputa según su libro El gran tablero de ajedrez mundial publicado en 1997 serían los llamados Balcanes Euroasiáticos: Asia central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), Afganistán, el Cáucaso, parte de Irán y parte de Turquía. Esta zona nuclear se amplía en un área de inestabilidad que comprende a Medio Oriente y parte del Norte de África.
Justamente es en dicha región en donde contamos desde 2001 un sinnúmero de enfrentamientos armados bajo distintas formas, por supuesto, desde antes también, pero a partir de ese año se agudiza el conflicto. No resulta casual que, en paralelo a que Brzezinski publica el libro que apunta sobre dicha “zona de inestabilidad” y señala a Asia Central como un objetivo geopolítico, China y Rusia acuerden construir una institución de seguridad conjunta llamada Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), fundada finalmente en 2001, que incluyó a Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Hoy la OCS es vista en el occidente geopolítico como una OTAN paralela, a la cual se sumó la India y Pakistán, tiene como miembros observadores a Irán, Bielorrusia, Afganistán y Mongolia, y son socios de diálogo Turquía, Sri Lanka, Armenia, Camboya y Nepal. Casi todos esos países comparten la gran iniciativa estratégica china de la llamada Nueva Ruta de la Seda o Belt and Road Initiative (BRI).
Para Andrew Korybko , la Guerra Híbrida es el nuevo horizonte de la estrategia de Estados Unidos para producir cambios de regímenes contrarios a sus intereses. Y aunque se juegue en muchos casos en escenarios secundarios, apunta especialmente a tres estados que constituyen los núcleos objetivos de Estados Unidos: China, Rusia e Irán.
También recordemos que Brzezinski advertía ya desde 1997 que una alianza entre China, Rusia e Irán sería catastrófica para los intereses estadounidenses en Eurasia y, por lo tanto, para su primacía global, a pesar de que China todavía no era lo que es hoy. Son probablemente estos los motivos que llevaron a la administración Obama a acordar con Irán, profundizar el enfrentamiento con Rusia y procurar rodear/contener al gigante asiático con el Tratado Transpacífico (TPP) y el establecimiento de una alianza militar Indo-Pacífica, entre otras cuestiones. Fue en ese contexto, especialmente cuando Japón firma el TPP, que China lanza la llamada Nueva Ruta de la Seda o BRI.
Otro que se ha referido a la cuestión es Joseph Nye de la Universidad de Harvard, quien observa que las guerras actuales son híbridas e ilimitadas. En ellas los frentes se desdibujan y apuntan a la sociedad del enemigo para penetrar profundamente en su territorio y destruir su voluntad política (guerra de cuarta generación), desdibujándose el frente militar de la retaguardia civil. Además, las tecnologías como los aviones teledirigidos y las cibertácticas ofensivas permiten a los soldados permanecer a la distancia de un continente de los blancos civiles (guerra de quinta generación). Por otra parte, como ya observamos, las fuerzas convencionales y no convencionales, los combatientes y los civiles, la destrucción física y la manipulación informativa pasan a estar entrelazados. En este sentido, el objetivo último de las guerras son los “corazones y las mentes” de las personas, como afirmaba el británico Gerard Templer que comandó la guerra contra las fuerzas anticoloniales malayas, lo cual exalta la importancia de la lucha en el campo periodístico-mediático, la guerra de información y “psicológica”.
El objetivo último de las guerras son los “corazones y las mentes” de las personas, como afirmaba el británico Gerard Templer que comandó la guerra contra las fuerzas anticoloniales malayas, lo cual exalta la importancia de la lucha en el campo periodístico-mediático, la guerra de información y “psicológica”.
La paradoja es que mientras lo rusos acusan a Estados Unidos de llevar adelante la Guerra Híbrida, señalando que es el único estado con capacidad de hacerlo y observando como casos paradigmáticos lo acontecido en Libia, Siria y, particularmente, en Ucrania, por otro lado, desde el vértice del polo de poder angloamericano y sus aliados, acusan a Rusia de lo mismo y ponen como ejemplo, justamente, el caso de Ucrania.
Asimismo, para completar el recorrido por algunas de las principales voces de las potencias en pugna, desde China, en donde surgió hace dos mil quinientos años el gran teórico de la estrategia indirecta (Sun Tzu), los oficiales Qiao Liang y Wang Xiangsui, del Ejército Popular de Liberación, se acercaron a algunas definiciones que observamos, pero desde otro concepto: Guerra Irrestricta, como se titula su libro Unrestricted Warfare, publicado en 1999. Allí observan que el principio central de las nuevas guerras es que no hay reglas, en tanto comprenden todas las modalidades de acción posibles, la utilización de todos los medios, con despliegues en todos los frentes, la multiplicación y diversificación de medios “no letales” y donde el ataque al adversario es de un modo sutil, lento pero sistemático.
El principio central de las nuevas guerras es que no hay reglas, en tanto comprenden todas las modalidades de acción posibles, la utilización de todos los medios, con despliegues en todos los frentes, la multiplicación y diversificación de medios “no letales” y donde el ataque al adversario es de un modo sutil, lento pero sistemático.
La táctica de la Guerra Híbrida puede reconocerse a lo largo de la historia, sobre todo si la limitamos a la presencia de fuerzas irregulares, como guerrillas. Sin embargo, lo que hoy pareciera surgir es que deviene como forma dominante de una guerra mundial fragmentada, la cual es expresión de una crisis de hegemonía, de una transición histórico-espacial mundial y, por lo tanto, se despliegan y multiplican los enfrentamientos por configuración del próximo “orden”, deviniendo en una situación de “caos sistémico”. La Guerra Híbrida deviene en la forma dominante del enfrentamiento en un mundo profundamente interconectado e interdependiente, transnacionalizado, en donde no resulta posible en el corto y mediano plazo el desacople de las economías nacionales. Incluso, la actual revolución industrial en curso no hace más que generar condiciones para profundizar la interconexión mundial, la interdependencia y la densidad e intensidad de las relaciones sociales de producción.
El asesinato de Qassem Soleimani
El asesinato del general iraní Soleimani está en estrecha relación a la Guerra Híbrida que describimos. Estados Unidos no declaró formalmente una guerra pero es un país con el que de hecho se está en guerra. Las propias sanciones financieras y económicas contra Irán son un acto de guerra. En ese sentido, pretender prohibirle las exportaciones de petróleo a Irán, un país que su comercio exterior depende en su mayor parte de ese producto, es condenarlo a una destrucción económica casi total.Imaginemos que a la Argentina se le bloquee exportar soja y sus derivados, o a Chile el cobre. Por otro lado, el asesinato de Soleimani no es un intento de operación encubierta, sino que es completamente reivindicado.
Asimismo, Soleimani era la principal figura de la creciente influencia iraní en Oriente Medio, donde chocaba y le generaba profundo costos a Estados Unidos y sus aliados. Fue quien, entre otras cuestiones, al frente del grupo de élite Quds de la Guardia Revolucionaria, propinó en coordinación con Hezbolá y las milicias chiítas en Siria e Irak la derrota del Estado Islámico, y donde quedó desdibujado el papel de la alianza angloamericana y de la OTAN, perdiendo influencia regional. Recordemos, además, que para derribar a Bashar el-Assad, al principio Estados Unidos y aliados como Turquía financiaron a distintos grupos que organizaron el Estado Islámico, como denunció hasta el propio general estadounidense Michaer Flynn, ex Consejero de Seguridad Nacional de Trump.
Estados Unidos no declaró formalmente una guerra pero es un país con el que de hecho se está en guerra. Las propias sanciones financieras y económicas contra Irán son un acto de guerra.
Siria fue un típico escenario en el cual se propició un movimiento civil pro-occidental y una política de cambio de régimen con financiamiento, entrenamiento militar y armas a los insurgentes/terroristas (según quién los denomine). La victoria parcial de la alianza de las fuerzas sirias de Bashar al-Assad en alianza con Irán, Hezbolá y Rusia en Siria y también en parte en Irak dio a Irán una enrome influencia en la franja que va del Mediterráneo al Golfo Pérsico (Líbano, Siria, Irak e Irán). Influencia que Estado Unidos, en alianza con Israel y Arabia Saudita, se dispuso a intentar deshacer. Recordemos que antes de matar a Soleimani, las milicias chiítas iraquíes, en respuesta a la muerte de 25 milicianos propiciada por ataques estadounidenses, asediaron la embajada de Estados Unidos y casi la toman, demostrando allí su poder. En este sentido, que el parlamento de Irak pida al poder ejecutivo el retiro de las tropas estadounidenses en su país es todo un indicador de la relación de fuerzas adversas para Occidente después de 16 años de ocupación.
El enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán hay que entenderlo como parte del conflicto mundial señalado. Trump no sigue sólo un objetivo electoralista de cara a las elecciones de este año,hay en juego varias cosas más.
En primer lugar, el enfrentamiento con Irán es un lineamiento estratégico del gobierno nacionalista/americanista de Trump desde el inicio de su mandato. Por ello la ruptura del acuerdo nuclear, que dejó descolocadas a las otras potencias firmantes, en especial de Francia y Alemania. De esta forma, rápidamente Trump buscó deshacer la geoestrategia globalista de acordar con Irán para alejarla como potencia regional de una alianza anti-hegemónica euroasiática con China y Rusia. Ello marca una fractura en el núcleo del poder angloamericano, que se evidencia en un sinnúmero de cuestiones, entre ellas el Brexit, muy apoyado por el americanismo-nacionalismo.
Trump buscó deshacer la geoestrategia globalista de acordar con Irán para alejarla como potencia regional de una alianza anti-hegemónica euroasiática con China y Rusia. Ello marca una fractura en el núcleo del poder angloamericano, que se evidencia en un sinnúmero de cuestiones, entre ellas el Brexit, muy apoyado por el americanismo-nacionalismo.
En segundo lugar, busca acercar posiciones con los neoconservadores. Trump va a elecciones y necesita un frente interno sólido. Recordemos que la expulsión en septiembre de 2019 de John Bolton del puesto de Consejero de Seguridad Nacional se debió no sólo a su fracaso total en Venezuela en su intento de “cambio de régimen” e instalación de Guaidó, sino también a su insistencia en escalar bélicamente el enfrentamiento con Irán. Para los “neocon”, el control del golfo Pérsico (por su ubicación geoestratégica y sus hidrocarburos) es la llave para mantener/recuperar la supremacía estadounidense. Y ello se logra con la supremacía militar y focalizarse en la disputa en dicho terreno.
En tercer lugar, el americanismo estadounidense necesita fortalecer su posición en la región luego del fracaso en Siria y de que Irak quede bajo influencia iraní, a pesar de la ocupación angloamericana desde 2003. Además, busca fortalecer allí sus alianzas con el expansionismo israelí neoconservador y la monarquía absoluta saudita. También debe mencionarse que Teherán es una ciudad estratégica de la nueva Ruta de la Seda o BRI impulsada por China. Además, hace dos meses y por primera vez, Rusia, China e Irán habían realizado ejercicios militares conjuntos en las tensas aguas del Golfo Pérsico. Por otra parte, Rusia recuperó su influencia en dicha región y Turquía muestra juego propio, sin alinearse automáticamente con Washington, Londres y París, con quienes tiene fuertes diferencias en relación a los kurdos.
El impacto en América Latina
La reemergencia de China, el ascenso de Asia Pacífico, las alianzas con Rusia, el creciente desarrollo de un espacio euroasiático y la insubordinación antihegemónica impulsada por fuerzas del sur global constituyen expresiones que configuran un nuevo mapa de poder mundial.
Lo que parece que se ha abierto desde mediados de 2013 y principios de 2014, y con la elección de Trump y el referéndum pro Brexit en 2016, es una situación de “caos sistémico”. Es decir, una dinámica no lineal, con distintas bifurcaciones y crisis del conjunto de las mediciones. Un conflicto permanente que no niega al conjunto de relaciones de cooperación/interdependencia, sino que las reconduce y las abre hacia distintos juegos posibles, rearticulándolas y/o poniéndolas en crisis. Un momento de la transición histórica-espacial iniciada en 1999-2001 en el que pareciéramos entrar en un escenario de guerra mundial fragmentada e híbrida.
La reemergencia de China, el ascenso de Asia Pacífico, las alianzas con Rusia, el creciente desarrollo de un espacio euroasiático y la insubordinación antihegemónica impulsada por fuerzas del sur global constituyen expresiones que configuran un nuevo mapa de poder mundial.
Nuestra región no escapa a esta situación. Por el contrario, está completamente envuelta y distintas manifestaciones de la guerra híbrida se ven con total claridad. El golpe de estado en Bolivia es quizás la expresión más clara en los últimos tiempos. Estas transiciones mundiales representan grandes desafíos y América Latina es un escenario de disputa en aumento, pero también, como sucedió en otros momentos históricos, estas transiciones constituyen grandes oportunidades para los pueblos del Sur.
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