El Grupo de Trabajo de CLACSO "Estudios sobre Estados Unidos" va a participar presentando cuatro paneles en el Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), que se realizará en Lima del 1 al 6 de diciembre de 2019.
Martes 3 de diciembre, de 9 a 18hs, Auditorio N. 2 Facultad de Ciencias Sociales
Panel 1 09:00 a 12:00 horas Auditorio n°2 Facultad de CC.SS
TRUMP Y LA CRISIS SOCIAL Y POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS: DILEMAS Y ESCENARIOS
Marco Gandásegui Jr. Dídimo Castillo
Luis René Fernandéz Tabío
Jorge Hernández Martínez
Panel 2 12:00 a 14:00 horas Auditorio n°2 Facultad de CC.SS
Crisis de hegemonía y capitalismo global en la era trump
Carlos Eduardo Martins Gladys Hernández Adrián Sotelo Gabriel Merino
Panel 3 14:00 a 16:00 horas Auditorio n°2 Facultad de CC.SS
ESTADOS UNIDOS: VIEJAS Y NUEVAS FORMAS DE INTERVENCIÓN EN AMÉRICA LATINA
El líder del partido ultraderechista Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, es uno de los socios más controvertidos del presidente electo Luis Lacalle Pou. Los medios uruguayos lo señalan como posible ministro de Salud. "La postura de Manini es contraria a los avances del Frente Amplio, como la regulación del aborto", dijo el analista Jorge Lanzaro.
Un día después de que el escrutinio definitivo diera como ganador del balotaje al candidato del Partido Nacional (PN), Luis Lacalle Pou, los medios uruguayos comenzaron a especular con los nombres del próximo gabinete de coalición. Guido Manini Ríos, el exjefe del Ejército y líder del ultraderechista Cabildo Abierto, suena como potencial ministro de Salud. "Manini Ríos es una de las preocupaciones del nuevo gobierno. Queda abierta la pregunta de cuánto incidirán sus posturas y las de sus seguidores en la gestión de gobierno".
"Uruguay ha avanzado mucho en la regulación del aborto. La legislación ha bajado considerablemente las condiciones de riesgo de las mujeres. En temas de derechos y de la agenda democrática la cartera de Salud es muy importante. Y la postura de Manini Ríos es contraria a los avances del Frente Amplio", remarcó Jorge Lanzaro, doctor en Ciencia Política por la Universidad de París.
En tanto, el senador Jorge Larrañaga, quien promovió un polémico plebiscito en materia de seguridad, es señalado como el próximo ministro de Interior. "No hay que olvidar que el PN tiene una bancada parlamentaria del orden del 30 por ciento. La votación del PN no es la del balotaje. Dentro de esa bancada Lacalle tiene un liderazgo, pero está la presencia de Larrañaga, que representa al otro sector importante dentro del PN. Efectivamente ahí hay un juego de relaciones de poder, pero es difícil que Larrañaga pueda avanzar en el terreno que planteó. Su propuesta no fue acompañada por la ciudadanía, ni por la calle ni por otros sectores de la coalición de gobierno", dijo Lanzaro al respecto.
Por otra parte, el presidente electo ya adelantó cambios en materia de política exterior. De hecho, este viernes calificó de "vergüenza" la posición del gobierno saliente de Tabaré Vázquez en torno a Venezuela. "Vamos a ver correcciones en las relaciones con los países. Pero si bien esta alternancia no es trivial, no creo que sea una alternancia radical o drástica en los distintos terrenos. Eso es porque las propuestas de los candidatos de oposición, de Lacalle y de Ernesto Talvi, probablemente el próximo ministro de Relaciones Exteriores, serán moderadas".
"Esta ha sido una elección en la que ha quedado muy bien plantada la civilización política uruguaya: por ser competitiva y porque el ganador no gana por mucho y el perdedor no pierde por mucho. La bancada del FA en el Congreso es importante", recordó el académico del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República.
El rol de la OEA en la ofensiva contra los gobiernos progresistas
El historiador Leandro Morgenfeld, autor de los libros Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina y Relaciones peligrosas: Argentina y Estados Unidos, analizó el papel que juegan la OEA y su actual secretario general, Luis Almagro, en la agitada actualidad latinoamericana. "La gestión de Almagro hay que entenderla como parte de la ofensiva de EEUU contra los gobiernos progresistas. Fidel Castro, ya en los '60, habló de la OEA como un ministerio de Colonias de EEUU. Siempre ha actuado más de acuerdo a los intereses del Departamento de Estado que como un foro".
"Pero el papel de Almagro es lamentable. Fue el ariete contra el gobierno de Venezuela en los últimos meses, con varios intentos de desestabilización, uno muy fuerte a finales de abril. Esto termina de confirmarse con la crisis en Bolivia y el golpe de Estado contra Evo Morales", sostuvo.
Morgenfeld cuestionó que la OEA admitiera no tener listo el informe final sobre las elecciones en Bolivia, el mismo que desencadenó las protestas contra Morales y terminó con el golpe de Estado en su contra. "No es un organismo técnico. Almagro acusó al propio Evo Morales. Dijo que había un autogolpe por un fraude que la OEA no pudo demostrar. En Bolivia no hay un golpe blando o parlamentario, sino uno hecho y derecho, con los militares que obligan a renunciar al presidente y avalan a grupos de choque, y sin mayoría convocan a una reunión de diputados que autonombra a una presidenta sin legitimidad institucional, Jeanine Áñez. La OEA la reconoce. No solo avaló el golpe, sino que reconoció al gobierno de la autoproclamada presidenta", aseveró.
Por esta razón, el historiador afirmó que "hay que volver a poner en el eje de discusión el retomar la cooperación política regional". "Fue muy burda toda esta operación en Bolivia, pero entendemos por qué apostaron por destruir la Unasur. Quebraron un organismo muy importante cuando en 2008 la Media Luna rica de Bolivia quiso dividir al país en dos. La Unasur pudo solucionar pacíficamente ese conflicto".
"Lo mismo con la rebelión policial de 2010 en Ecuador. Luego medió en el conflicto entre Venezuela y Colombia. EEUU y sus gobiernos aliados buscaron debilitar a los organismos como Unasur para reposicionar a la OEA, el organismo que defiende los intereses de EEUU con un leve barniza multilateral", dijo Morgenfeld.
En el programa se informó a su vez acerca de la derogación del polémico decreto que eximía a los militares de responsabilidades penales durante la represión en Bolivia; la amenaza del ministro de Interior boliviano, Arturo Murillo, a una delegación argentina que viajó al país sudamericano en solidaridad con los manifestantes; el uso desproporcionado de la fuerza durante las protestas ocurridas en Ecuador en octubre, según un informe de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos; la muerte de al menos 50 personas en los últimas dos días en Irak en el marco de las movilizaciones antigubernamentales, lo que obligó al primer ministro Adel Abdul Mahdi a anunciar su renuncia; y la acusación del líder laborista británico Jeremy Corbyn contra el primer ministro Boris Johnson por la privatización del sistema de salud.
Aprendizajes y desafíos para una nueva agenda de transformaciones
Compiladores:Daniel Filmus. Lucila Rosso
Autores de capítulos:Laís Abramo. Dora Barrancos. Rafael Correa. Daniel Filmus. Álvaro García Linera. Tarso Genro. Rebecca Grynspan. Sacha Llorenti. Mercedes Marcó del Pont. Juan Carlos Monedero. Leandro Morgenfeld. Cecilia Nahón. Carlos Ominami. Dilma Rousseff. Ernesto Samper. Jorge Taiana.
En tiempos de golpes de Estado y de mercado, de guerras jurídicas y persecuciones a lideres políticos y sociales resulta indispensable construir alternativas de gobierno capaces de defender las conquistas sociales, la soberanía regional y la vida en democracia.
Este libro ofrece un balance de los logros alcanzados por los gobiernos progresistas, nacionales y populares durante la primera década del siglo XXI, e identifica los aprendizajes que dejaron aquellas experiencias haciendo foco en tres grandes áreas temáticas: la económica-productiva-financiera, la agenda social y de ampliación de derechos –teniendo especialmente en cuenta la agenda de género– y la construcción del entramado de cooperación política e integración regional.
Las sendas abiertas en América Latinareúne las clases dictadas por grandes referentes del campo político y académico que participaron de la Especialización en Procesos Políticos Latinoamericanos del Siglo XXI organizado conjuntamente por CLACSO, el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, bajo la coordinación de Daniel Filmus y Lucila Rosso.
[conteúdo exclusivo Continente Online] Nas últimas semanas, nossa América vem atravessando uma onda de rebeliões populares e de instabilidade política, econômica e social. Às crises no Peru, Haiti e Equador, somaram-se o levante no Chile e os protestos da direita boliviana que não aceitou o triunfo eleitoral de Evo Morales, fato que levou, no dia 10 de novembro, a um golpe de Estado cívico-policial-militar que chocou toda a região. Poucos dias antes das eleições na Argentina, Bolsonaro ameaçou excluir seu principal sócio no Mercosul se Alberto Fernández vencesse o pleito, como terminou de fato acontecendo no dia 27 de outubro. No Brasil, o partido político que levou o ex-militar ao poder sofre uma profunda crise interna, enquanto cresce a incerteza política após a libertação de Lula. O continente sul-americano está convulsionado.
O fracasso das políticas neoliberais promovidas pelo Fundo Monetário Internacional (FMI), a fragilidade dos governos de direita e o protagonismo do povo, que recupera a memória histórica das rebeliões populares que mudaram o mapa político há 20 anos, mostram que a hegemonia neoconservadora não era robusta. É preciso olhar mais para as ruas e os movimentos populares, e não tanto para a “alta política” (ou não somente para ela), a fim de entender a correlação de forças.
Nesse contexto, a derrota de Macri – que mergulhou a Argentina em uma profunda crise econômica e social –, e a chegada de Fernández à Casa Rosada podem implicar em um reequilíbrio político no âmbito regional. Já como presidente eleito, ele escolheu o México para sua primeira excursão internacional e, na segunda-feira 4 de novembro, foi recebido por Andrés Manuel López Obrador, junto a quem promove um eixo progressista em torno do Grupo de Puebla
Grupo formado por líderes, movimentos políticos e ativistas de oposição à ascensão da direita e extrema direita na América Latina.
. Que impacto terá na América Latina a surpreendente virada política que acaba de ocorrer na Argentina? Como a região vai processar a crescente ingerência dos militares e a volta dos golpes de estado, como o que acaba de acontecer na Bolívia?
O GOLPISMO DO SÉCULO XXIA imagem de Jeanine Áñez, uma presidente autoproclamada por um congresso sem quórum, recebendo os atributos presidenciais por parte dos militares que derrocaram o mandatário constitucional, é clara: o que ocorreu na Bolívia foi um golpe. Um golpe classista, racista, patriarcal e colonial que não só destituiu Evo Morales, mas desestabiliza e põe em perigo toda a América Latina.
Mais do que nos determos em questões institucionais, legais, e numa conjuntura que muda o tempo todo, num processo ainda não encerrado – cresce a resistência popular –, devemos tentar entender o que há por trás. Estamos num momento crucial do processo de transição hegemônica, com um declínio norte-americano, mas sem que se vislumbre ainda, com claridade, como será a nova ordem global. A América Latina e o Caribe, no atual cenário de disputa geopolítica, geoeconômica e geoestratégica entre Estados Unidos, China, União Europeia e Rússia, compõem uma região fundamental para a pretensão norte-americana de seguir conservando sua primazia.
Por que Donald Trump, como admitiu no comunicado da Casa Branca da segunda-feira 11 de novembro, estava tão interessado na derrocada do governo boliviano? Nunca vão perdoar Evo pela nacionalização dos hidrocarbonetos, por sua contribuição na construção de uma integração regional alternativa, por sua mobilização, junto a Hugo Chávez, contra a Área de Livre Comércio das Américas (Alca) em Mar del Plata, em novembro de 2005, por ser o primeiro presidente de origem camponesa e sindical, e por ter expulso da Bolívia o DEA
Drug Enforcement Administration (departamento norte-americano para o controle/combate das drogas).
, a CIA, a USAID
Agência dos Estados Unidos para o Desenvolvimento Internacional
e até o embaixador de Estados Unidos, quando interferiu em assuntos internos.
Evo estava certo quando denunciou que os EUA estavam por trás de sua derrubada. O agora ex-conselheiro de Segurança Nacional, John Bolton, reivindicou há seis meses a Doutrina Monroe
Doutrina Monroe: conjunto de princípios elaborado pelo então presidente dos EUA James Monroe (1817-1825), como afirmação da máxima “América para os americanos”. Reafirmava a independência norte-americana em relação ao colonialismo europeu e a não intervenção nos assuntos internos dos países americanos.
, quando endossou a tentativa de golpe de Juan Guaidó na Venezuela. Em dezembro do ano passado, sugeriu a existência de uma troika da tirania integrada pelos governos bolivarianos. Para Washington, é estratégico derrotar Evo, sufocar a revolução cubana através do bloqueio, promover uma guerra civil na Venezuela e recorrer a Daniel Ortega na Nicarágua. Conseguiram que seus aliados tirassem o PT do poder no Brasil. Agora tentarão avançar para desmantelar o novo eixo progressista Argentina-México e destronar qualquer um que questione a proeminência política, econômica, militar, cultural, diplomática e ideológica em seu quintal.
O CONTEXTO ARGENTINONa terça 12 de novembro, Alberto Fernández respondeu com palavras duras ao governo dos Estados Unidos, que horas antes havia aplaudido a ação dos militares que “sugeriram” a renúncia de Evo Morales: “Não estou de acordo com o que o Departamento de Estado dos Estados Unidos disse. Aqui não há exército vitorioso e não é verdade que a democracia tenha sido garantida. Pelo contrário, ela foi atacada. Em minha opinião, os Estados Unidos retrocederam décadas e voltaram ao pior dos anos de 1970, quando apoiaram intervenções militares contra governos eleitos democraticamente”. O presidente eleito da Argentina planeja uma política exterior diametralmente oposta à de Mauricio Macri, o qual está prestes a abandonar a Casa Rosada.
Macri é o primeiro presidente argentino a tentar e não conseguir sua reeleição. No dia 27 de outubro, perdeu no primeiro turno, em meio a uma profunda recessão econômica – em 2018, o Produto Interno Bruto argentino caiu 3,5% (e este ano cairá pelo menos mais três pontos), a pobreza terminará em 40% e a inflação em 60%, além de aumentar o desemprego, a miséria, a queda do consumo e da atividade industrial). Contudo, o triunfo de Alberto Fernández não somente expõe a catástrofe econômica e social causada pelo acordo com o FMI – por 57 milhões de dólares, o mais alto da história –, mas também os péssimos resultados obtidos pela forma com que se estabeleceu a inserção internacional da Argentina.
O presidente eleito na última eleição argentina, Alberto Fernández, posa ao lado das ativistas pró-aborto. Foto: Esteban Collazo/Alberto Fernandez Press Office/AFP
A política exterior da Alianza Cambiemos (coalização política de direita criada em 2015 e renomeada este ano de Juntos por el Cambio) – contra tudo o que o marketing da Casa Rosada buscava mostrar com o slogan reeditado “Voltamos ao mundo” – evidencia uma série de fracassos, mesmo em seus objetivos explícitos. Macri não conseguiu aumentar as exportações (não nos transformamos no “supermercado do mundo”) nem atrair capitais que não fossem meramente especulativos (a “chuva de investimentos” foi, na verdade, um longo período de seca). Após pagar o que demandavam os “fundos abutres” em 2016, houve uma escalada de endividamento, até que a corrida de 2018 obrigou a recorrer ao FMI, que outorgou o maior empréstimo de toda a história. Foi o primeiro presidente a provocar o default de sua própria dívida. Levando em conta os vencimentos dos próximos quatro anos e as sérias dificuldades para renegociar, após os mais de 180 bilhões de dólares tomados em empréstimo nos últimos três anos, o futuro argentino parece bastante obscuro. Hoje, a dívida pública ascende a quase 95% do PIB.
Macri, além disso, serviu à estratégia política da Casa Branca de fragmentar o máximo possível a região, seja ignorando a Comunidade de Estados Latino-Americanos e Caribenhos (Celac) – nunca participou em suas cúpulas de líderes, seja destruindo a Unasur (União de Nações Sul-Americanas) – a Argentina se retirou quando a Bolívia assumiu a presidência temporariamente, ou ainda transformando o Mercosul numa mera plataforma para a abertura comercial – cuja “conquista” máxima, o recém-anunciado acordo com a União Europeia, tampouco prosperará, após o veto recente no parlamento austríaco.
Macri endossou a política de Trump de perseguição à Venezuela – votou a favor de ativar o Tratado Interamericano de Assistência Recíproca (Tiar) contra Caracas; reforçou iniciativas alinhadas com Washington – como o Grupo de Lima
Grupo criado em 2017 com o objetivo de se opor ao governo de Nicolás Maduro, na Venezuela.
ou o Prosur
Fórum para o Progresso e Desenvolvimento da América do Sul; proposta “sem ideologias” e “mais ágil” do presidente do Chile Sebastián Piñera para substituir a Unasur.
; e foi útil ao reposicionamento da Organização dos Estados Americanos (OEA) como foro privilegiado, em detrimento das instâncias latino-americanas. Agora, negou-se a qualificar o que ocorreu na Bolívia como golpe de Estado, apesar das fortes críticas de quase todos os matizes políticos da Argentina, inclusive da União Cívica Radical (UCR), o centenário partido que é, aliás, seu sócio principal na Cambiemos.
Nas Nações Unidas, a Argentina aprofundou o alinhamento com os Estados Unidos. Em 2016, o governo de Macri coincidiu em 52% das votações com o de Obama, de forma similar ao Chile e ao Brasil (56%). Já em 2017, quando o chanceler Jorge Faurie substituiu Susana Malcorra, em 59% das vezes se alinhou a Trump, diferentemente de Santiago e Brasília, que caíram a 44%. Mais alinhados com Washington do que nossos vizinhos.
Sem brilho também foi sua última participação na Assembleia Geral das Nações Unidas, em setembro passado. Mesmo antes de viajar, já recebeu críticas, após a rejeição da ONU à reforma migratória que Macri promoveu por decreto em janeiro de 2017, afirmando que “não cumpre com os requisitos básicos da Convenção de Genebra”.
Em seu último discurso em Nova York, Macri não sugeriu a necessidade de uma saída pacífica para a crise venezuelana, que respeitasse os princípios de não-intervenção e de autodeterminação dos povos. Pelo contrário, alinhou-se aos Estados Unidos na reunião de chanceleres de países do Tiar, ao compartilhar a estratégia de asfixiar Caracas boicotando as negociações entre o chavismo e parte da oposição. Tampouco denunciou o desastre ambiental na Amazônia, para proteger seu sócio Bolsonaro, nem a crise humanitária que sofrem os imigrantes latino-americanos nos Estados Unidos, acossados por Trump. Insistiu em endurecer os ataques contra o Irã, em linha com os falcões de Washington.
ESTRATÉGIAS NORTE-AMERICANASO avanço das direitas na região, que se aprofundou após o triunfo eleitoral de Mauricio Macri em 2015, serviu ao objetivo dos Estados Unidos de derrotar qualquer projeto alternativo de coordenação e cooperação política fora do comando de Washington.
A Unasur serviu, em 2008, para frear a secessão promovida pela camada rica da população que se levantou contra Evo Morales na Bolívia, e, em 2010, para evitar que uma rebelião policial terminasse com o governo de Correa no Equador. Serviu ainda para encontrar uma solução pacífica ao conflito entre Colômbia e Venezuela. Em outras palavras: a Unasur atuou para dirimir os conflitos regionais sem a onipresença dos Estados Unidos através da OEA, cuja sede, não por coincidência, se encontra em Washington, a poucos metros da Casa Branca.
A gravidade da destruição desse organismo, decidida em 2018, quando a Bolívia assumiu a presidência pro tempore, é compreensível finalmente a partir dos acontecimentos que chocaram a região nestas semanas. Nossa América atravessa uma onda de rebeliões populares e de instabilidade política, econômica e social. Washington foi hábil: operou junto a seus aliados locais para paralisar a Celac e dinamitar a Unasur; promoveu, através de seus aliados-vassalos, a Aliança do Pacífico, durante o governo Obama; fez o mesmo com o Grupo de Lima para fustigar a Venezuela (do qual Alberto Fernández prometeu sair, apesar das pressões contínuas dos enviados do Departamento de Estado); e, finalmente, fomentou o Prosur, lançado por Piñera este ano e cujo futuro, após estas semanas, é claramente sombrio.
Por trás dessas iniciativas, o objetivo dos Estados Unidos é reposicionar a OEA, qualificada nos anos de 1960, por Fidel e por Che Guevara, como um “ministério de colônias” dos Estados Unidos. Seu atual secretário-geral, Luis Almagro, ocupa-se de atacar a Venezuela há anos. Recentemente, a pedido do governo dos Estados Unidos e de seus aliados, convocou uma reunião, não para repudiar o golpe cívico-policial-militar na Bolívia, mas para acusar Evo de ser responsável por um “autogolpe”. Nunca o cinismo ficou tão exposto.
A América Latina enfrenta grandes perigos na atualidade, no momento em que o declínio relativo dos EUA se traduz, paradoxalmente, como disse Evo Morales, “numa maior agressividade imperial”, com alguns elementos novos. No lugar das invasões militares diretas, como as que sofreram o Afeganistão e o Iraque em 2002 e 2003, os casos da Síria e Ucrânia mostram o funcionamento de novas estratégias e táticas, como as denominadas “guerras híbridas”.
Através de grupos paramilitares, guerra psicológica, corporações midiáticas, processos judiciais, pressões diplomáticas, penetrando nas forças de segurança e de defesa, manipulando organizações e movimentos sociais mediante uma rede de ONGs bem-financiadas, com golpes de mercado ou manipulando os processos eleitorais, os Estados Unidos seguem perseguindo os objetivos do século XX: controlar os territórios e suas populações para se apropriar de seus recursos e de seus mercados.
GRUPO DE PUEBLAO triunfo de Fernández, na Argentina, deu impulso ao Grupo de Puebla, que reuniu, em julho, mais de 30 líderes regionais com a ideia de promover uma série de agendas progressistas que tenham a ver com os problemas de distribuição de renda, o respeito à soberania de cada país e a resolução pacífica dos conflitos. Nos dias 8, 9 e 10 de novembro, realizou-se o segundo encontro desse grupo em Buenos Aires, que passou rapidamente de festejar a libertação de Lula a condenar o golpe na Bolívia. Na quarta, 13, Evo e Álvaro García Linera, asilados no México, anunciaram sua incorporação a este foro, no qual também participam outros ex-mandatários derrocados ou perseguidos, como Dilma, Lula, Correa ou Lugo.
Em um momento de ofensiva dos Estados Unidos, é importante que se estabeleça uma voz autônoma na região, que se recuperem princípios básicos no sistema interamericano, como o de não intervenção nos assuntos internos dos países, de solução pacífica das diferenças e de autodeterminação dos povos. A América Latina deve seguir sendo uma “zona de paz”.
Neste cenário, o Grupo de Puebla deve exercer um papel fundamental. Fernández falou nas horas posteriores ao golpe com os presidentes do México, do Peru e do Paraguai para negociar o asilo político de Evo Morales e evitar um magnicídio. Do México, Evo declarou: “O golpe de Estado foi uma conspiração política e econômica dos EUA. Condenamos à decisão de Trump de reconhecer o governo de fato, e autoproclamado pela direita com a cumplicidade da polícia e forças armadas”. Também afirmou que a OEA “não está a serviço dos povos latino-americanos, está a serviço do império norte-americano. Dever-se-ia mudar o nome e colocar Organização de Estados do Norte, e não da América.”
Vendo o papel de Luis Almagro na OEA – argumentou que Evo havia realizado um “autogolpe” – entende-se por que os aliados de Trump trabalharam para destruir a Unasur, que outrora permitiu que se resolvesse pacificamente, sem a onipresença norte-americana, conflitos na Bolívia, no Equador, na Venezuela e na Colômbia, que atualmente também enfrenta sua crise. Macri, Temer, Duque (Colômbia), Piñera e Lenin Moreno (Equador) foram cúmplices desse dano irreparável, ao se retirar da Unasur em 2018 e, agora, ao se negar a condenar o golpe cívico-policial-militar na Bolívia.
O continente está convulsionado e em disputa. Os Estados Unidos pretendem sustentar seu domínio, inclusive por meio de golpes. Os povos resistem. A integração latino-americana autônoma é mais necessária do que nunca. Uma grande incógnita é como se processará a relação entre Argentina e Brasil, levando em conta a péssima relação entre Bolsonaro e Fernández. O primeiro se envolveu na campanha eleitoral da Argentina, apoiando Macri e pedindo que não votassem no kirchnerismo. O agora eleito presidente argentino visitou Lula na prisão e participou da campanha internacional pela sua libertação. O presidente brasileiro não irá à posse de Fernández no dia 10 de dezembro, quando se espera a presença de Lula. Além de serem sócios comerciais estratégicos, é importante acompanhar de perto a evolução do vínculo Brasília-Buenos Aires. Enquanto isso, o futuro presidente da Argentina tenta recuperar uma perspectiva de coordenação e integração política latino-americana, abandonada por Brasília desde a concreção do golpe parlamentar contra Dilma Rousseff, há três anos.
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LEANDRO MORGENFELD é doutor em História na Argentina. Professor da Universidade de Buenos Aires (UBA). Investigador do Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) e cocoordenador do GT Clacso Estudos sobre os Estados Unidos. Autor de Bienvenido Mr. President – De Trump a Roosevelt: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Buenos Aires: Ed. Octubre). Dirige el sitio www.vecinosenconflicto.com.
EDUARDO CESAR MAIA, crítico literário, mestre em Filosofia, doutor em Teoria da Literatura e professor da UFPE.
El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín se erigía como el primer presidente democrático de la Argentina, tras casi ocho años de dictadura, y quince días más tarde creaba la CONADEP. En tanto, Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de provocar una guerra nuclear sin precedentes. El temerario y ambicioso programa de defensa militar de Ronald Reagan, rebautizado “la Guerra de las Galaxias” por la amenaza de utilizar armas tecnológicas que había popularizado la película de George Lucas, puso al mundo en jaque. Justamente, ese año se estrenaba “La Guerra de las Galaxias, episodio seis, el regreso del Jedi”, generando un suceso de taquilla. Asimismo, un término con importantes relevancias para la paleontología, la ecología y la biología fue acuñado por primera vez: “taxón”. Y se publicaban obras literarias de enorme trascendencia, como “Los pichiciegos”, de Rodolfo Fogwill; “Los autonautas de la cosmopista”, de Julio Cortázar y Carol Dunlop y “Los robots del amanecer”, de Isaac Asimov.
Para conversar sobre estos temas, recibimos a Marcos Novaro, profesor de Teoría Política contemporánea; y a Leandro Morgenfeld, Dr. en Historia. Además, entrevistamos a Magdalena Ruiz Guiñazú, periodista e integrante de la CONADEP en 1983.
Emitido por la Televisión Pública Argentina el 21 de noviembre de 2019.
El grupo de trabajo de Estudios sobre Estados Unidos (CLACSO) condena el golpe de Estado contra el presidente de Bolivia, Evo Morales, perpetrado el domingo 10 de noviembre. Representa un paso atrás significativo para la democracia y el desarrollo de los pueblos latinoamericanos y del mundo. Los actores políticos responsables de esta tragedia han actuado siguiendo un guión preparado con un fuerte cariz de odio racista y fundamentalismo religioso. Los golpistas movilizaron la derecha política cuyo centro está en Santa Cruz, con sus pandillas que aterrorizaron a la población. Lograron generar motines significativos en varios cuarteles de policía. La nota triunfal fue el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas bolivianas, que no protegieron el orden constitucional. El actor principal de esta tragedia fue Estados Unidos. Ni los grupos dominantes en los Estados Unidos, ni los ejecutores neofascistas del golpe de Estado en Bolivia podían tolerar el “mal ejemplo” boliviano. Por poderosas razones geopolíticas, político-ideológicas y civilizatorias-culturales siempre estuvieron conspirando contra el gobierno presidido por Evo Morales y su bien denominada Revolución Democrática y Cultural. Para ellos siempre fue intolerable que, por primera vez en toda la historia boliviana, un genuino representante de los movimientos sociales y de uno de los 36 pueblos originarios existentes ocupara la presidencia de Bolivia, e institucionalizara uno de los pocos estados plurinacionales del mundo. El racismo y el fundamentalismo religioso de las clases dominantes bolivianas, de los Estados Unidos y sus aliados son un elemento clave para entender el golpe. Además del petróleo y el gas, Estados Unidos tiene especial interés en los yacimientos de litio boliviano, en la frontera que comparte el altiplano con Argentina y Chile. En septiembre de 2019, Ivanka Trump, hija del presidente de Estados Unidos, visitó la provincia de Jujuy, en Argentina, con una delegación formada por altos funcionarios del Pentágono, la Secretaría de Estado y la USAID. El grupo visitó los campos de litio en el norte argentino, fronterizo con Bolivia. Además, durante su visita, desde Jujuy envió un avión a Santa Cruz, que supuestamente llevaba “asistencia” para combatir los incendios en los bosques tropicales bolivianos. Casualmente, fue en la capital cruceña donde se desató un mes después la reacción fascista contra el presidente Evo Morales. Los trabajadores, los mineros, cocaleros e indígenas bolivianos llegaron al poder en 2006 con la asunción de Evo Morales a la Presidencia. Era el poder popular. El golpe de Estado del domingo pasado descubrió que en realidad el poder era compartido. En Bolivia se estaba ejerciendo un poder dual. Visto desde afuera, días después de los acontecimientos, todo indica que el gobierno de Evo Morales se vio con las manos atadas sin poder reaccionar ante la presión de los empresarios, fanáticos de derecha y, sobre todo, del Ejército. El pueblo no logró montar una contraofensiva. Los mineros - bastión tradicional de resistencia boliviana - se pronunciaron en forma tardía, pero ya están movilizados y resistiendo el golpe, pese a la brutal represión que ya se cobró cuantiosas víctimas. En el plano internacional, los países vecinos de extrema derecha aplaudieron el cambio de gobierno. Luis Almagro, al frente de la OEA, tuvo un papel lamentable, mostrando cómo ese organismo opera según los intereses de la Casa Blanca. Los grandes beneficiarios serán las corporaciones norteamericanas que entrarán a Bolivia para apropiarse de las minas de litio y saquear sus riquezas. Para ellos será muy fácil, ya que Evo Morales organizó la explotación de los recursos naturales para beneficio de los bolivianos. Las corporaciones extranjeras sólo tendrán que reorientar las ganancias hacia el exterior. Estados Unidos cuenta con la mano larga del FMI. Otro gran ganador es la burguesía paulista de Brasil, que ya tiene muchos intereses en Bolivia. Otros vecinos como Argentina, Chile y Perú, así como Paraguay, podrán aprovechar la coyuntura para “pescar en río revuelto” y sacar ventajas políticas y económicas. Durante los casi 14 años de gobierno de Morales hubo crecimiento económico y desarrollo social. Si el golpe cumple con sus metas, todo el desarrollo social será eliminado. La pobreza, el analfabetismo y la desnutrición fueron erradicados en tres períodos presidenciales. La riqueza material se multiplicó casi 6 veces, pasando el producto interno bruto de 5 mil millones en 2004 a 30 mil millones de dólares en 2019. Evo dijo que su renuncia la entregaba para evitar un baño de sangre. ¿A qué se refería? A la masacre contra el pueblo, como la ocurrida el viernes 15 de noviembre en el Chapare. Ya son más de 20 los muertos en menos de una semana. La derecha fundamentalista boliviana pretende barrer con los militantes del MAS y de los simpatizantes del presidente Morales. Los fascistas, con Camacho a la cabeza, sueñan con la ‘cristianización’ de Bolivia y acabar con los pueblos indígenas. En estos momentos cabe solidarizarse con el pueblo boliviano, sus trabajadores y juventud cuya soberanía ha sido violada. Respaldamos su lucha por recuperar las riendas del país. Los mineros, los cocaleros y los indígenas bolivianos regresarán pronto al gobierno para instaurar el poder popular.
¡Viva el pueblo boliviano!
Grupo de Trabajo Estudios sobre Estados Unidos (CLACSO) 17 de noviembre de 2019
Uno de los engranajes del golpe de Estado en Bolivia consistió en una puesta en escena de la ministra de Comunicación de facto, que intentó desprestigiar a Evo Morales con una visita guiada a la residencia en la que vivía "como un jeque árabe". Las imágenes lo desmienten. Una arqueóloga y un historiador consultados por Página/12 explican por qué a un presidente "blanco y rubio" no se lo hubieran hecho.
El viernes, mientras en Cochabamba las Fuerzas Armadas reprimían a balazos a los cocacoleros que marchaban en contra del golpe de Estado, los portales de noticias y las redes sociales se entregaron al show fiscalizador de los "lujos" de la vida de Evo Morales. Durante la mañana, la ministra de Comunicación Roxana Lizárraga decidió abrir las puertas de la "suite presidencial" del derrocado presidente de Bolivia en la Casa Grande del Pueblo y organizó un tour guiado por las dependencias personales del exmandatario. “Parece la habitación de un jeque árabe", les dijo a los periodistas que había convocado. De manera simultánea, cuando el video del recorrido recién comenzaba a circular, se viralizaron imágenes de Evo Morales saliendo de un elegante restaurante en la ciudad de México, en donde se encuentra actualmente exiliado.
Desde muchos sectores se denunció el racismo implícito (y a veces no tanto) de aquella cobertura y Página 12 conversó con expertos sobre el tema. "Hay un componente absolutamente racista en la presunción de que un presidente de origen humilde, cocalero, campesino, procedente de los pueblos originarios, no pueda salir a comer a un restaurante cinco estrellas o tener un baño con jacuzzi", explicó a Página/12 Leandro Morgenfeld, historiador e investigador del Conicet. "A otro presidente, blanco, occidental y rubio, no le hubieran hecho eso", coincidió Alejandra Korstanje, directora del Instituto de Arqueología y Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
"El objetivo es trabajar sobre un público que no cree que un dirigente del Movimiento Al Socialismo con cara de indio pueda ocupar esos lugares, la idea es apelar a esa reacción racista", agregó Morgenfeld, quien además remarcó el doble estándar utilizado por varios medios nacionales a la hora de denunciar las supuestas riquezas de los líderes populares, pero omitir las del resto.
"A otro presidente, blanco, occidental y rubio, no le hubieran hecho eso", coincidió Alejandra Korstanje, directora del Instituto de Arqueología y Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Pero a Evo no se la dejaron pasar. Los medios compartieron compulsivamente fotos de la casa de Gobierno en La Paz en las que se ve un escritorio de trabajo cubierto de papeles, un cama de madera de dos plazas con las mesas de luz abiertas para espiar en su interior, un baño con un pequeño jacuzzi, una sala de reuniones: las imágenes mostraban dependencias más bien humildes, sin embargo la ministra de Comunicación de la "autoproclamada" Jeanine Áñez - la misma que denunció que los periodistas que cubrían la crisis en Bolivia "hacían sedición" - hablaba de "palacete" y aquel discurso impregnó las notas periodísticas que hicieron del recorrido. "Los lujos que rodeaban a Evo Morales", titularon.
"Hay que entender que el golpismo en el Siglo XXI tiene objetivos similares pero modalidades distintas al golpismo del Siglo XX. Los intereses geopolíticos son los mismos pero las formas son diferentes", destacó Morgenfeld. "Las ofensivas ya no se dan solamente adiestrando militares en la Escuela de las Américas (algo que sigue sucediendo, porque el militar que le recomendó a Evo que renunciase se había entrenado allí). Sino que hay elementos novedosos, como la operación de ONGs financiadas por los Estados Unidos, la guerra judicial o Lawfare y la cartelización de empresas periodísticas que las lleva a operar con una estrategia internacional", indicó.
En este sentido, Morgenfeld inscribió la operación contra Evo Morales en una "estrategia continental que apunta a satanizar a los lideres populares". El exhibicionismo morboso de las habitaciones de Evo en la Casa Grande del Pueblo recuerdan a otras incursiones mediáticas a las casas de dirigentes regionales. En el 2016, varios medios nacionales hicieron una extensa cobertura de la "lujosa" vivienda - siempre el mismo adjetivo - de Milagro Sala en San Salvador de Jujuy. Mostraban imágenes de la pileta o comentaban el valor del auto que la líder de la Tupac Amaru tenía, se planteaba un supuesta contradicción entre su discurso popular y la "opulencia" en la que vivía. Lo mismo se hizo con el "departamento de lujo" que terminó llevando preso al expresidente brasileño Lula Da Silva.
"Estos comentarios se explican por el racismo, pero también por el prejuicio que hay respecto a lo que debería ser el socialismo", agregó, por su parte, Alejandra Korstanje. "Es como si estuvieran obligados a vivir como espartanos", cuestionó la arqueóloga y comparó el show armado por la ministra de Comunicación con los videos que muestran la casa de Evo en Villa María, luego de que ésta hubiera sido destrozada tras su renuncia: "La gente joven se sorprendía de que un presidente como Evo, socialista e indígena, tuviera una cinta caminadora. Resumían la distancia que había entre él y el pueblo en ese detalle", explicó.
Por otro lado, Morgenfeld indicó que otro de los elementos que estructuraba la decisión de desnudar las aparentemente ostentosas intimidades de Evo Morales estaba relacionado a "la manera que la prensa boliviana busca ocultar, con esto, la represión que, según la Comisión de Derechos Humanos en Bolivia, ya lleva 24 muertos". "En vez de hablar de la inconstitucionalidad de la autoproclamada presidenta o de que Evo Morales debió renunciar obligado por las Fuerzas Armadas, distraen con estas nimiedades", agregó.
La "autoproclamada presidenta" Jeanine Áñez es una figura en Bolivia que se ha caracterizado, a su vez, por haber emitido numerosos comentarios racistas. En una serie de tuits que luego fueron borrados, Añez llama "satánicos" a los aymará y califica despectivamente de "indio" a Evo Morales. En este sentido, la exhibición de las habitaciones "lujosas" de Evo se inscriben en una serie de acciones racistas y anti pueblos originarios que se dieron luego del golpe de Estado, como el retiro de la Whipala en el Palacio de Gobierno. "Desde Argentina tendemos a subvalorar el elemento de la raza, y hacemos mas explicaciones de orden clasista o geopolíticas, pero en el caso de Bolivia no hay que olvidar nunca que el componente racista es enorme", finalizó Morgenfeld.
En Bolivia Jeanine Áñez recibió los atributos presidenciales por parte de militares. La imagen no deja dudas: lo que sucedió es un golpe, dice Leandro Morgenfeld. ¿Qué tiene en común con los ocurridos en Venezuela, Haití, Honduras, Paraguay y Brasil? En este ensayo, el doctor en Historia analiza cómo operó Washington para dinamitar la UNASUR e intentar reposicionar a la OEA, y explica por qué es importante que se reestablezca una voz autónoma en la región.
En mayo de 2012, Rafael Correa entrevistó a Julian Assange, líder de Wikileaks. El entonces presidente de Ecuador inició el diálogo con una frase premonitoria: “Vea, como dice Evo Morales, el único país que puede estar seguro que nunca va a tener golpes de estado es Estados Unidos, porque no tiene Embajada estadounidense”. Este domingo la profecía se cumplió: el mandatario boliviano fue depuesto por un golpe apoyado por Estados Unidos. Al día siguiente, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que celebraba el accionar militar, a la vez que amenazaba a otros dos países: Venezuela y Nicaragua. Se desmoronan así tres mitos muy difundidos: que las fuerzas armadas dejaron de ser un factor decisivo de poder, que los golpes de estado son algo del siglo pasado y que Estados Unidos ya no está detrás de las destituciones de gobiernos constitucionales.
Bolivia, Estados Unidos y el golpismo del siglo XXI La imagen de Jeanine Áñez, una presidenta autoproclamada por un congreso sin quorum, recibiendo los atributos presidenciales por parte de los militares que derrocaron al mandatario constitucional es clara: lo que ocurrió en Bolivia es un golpe. Un golpe clasista, racista, patriarcal y colonial que no solo destituyó a Evo Morales, sino que desestabiliza y pone en peligro a toda América Latina. Más que detenernos en las cuestiones institucionales, legales y en una coyuntura que cambia hora a hora, en un proceso todavía no cerrado –crece la resistencia popular-, hay que intentar entender qué hay detrás. Estamos en un momento crucial en el proceso de transición hegemónica, con una declinación estadounidense, pero sin vislumbrarse todavía con claridad cómo será el nuevo orden global. América Latina y el Caribe, en el actual escenario de disputa geopolítica, geoeconómica y geoestratégica entre Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia, es una región fundamental para la pretensión estadounidense de seguir conservando su primacía.
¿Por qué Donald Trump, como admitió en el comunicado de la Casa Blanca del lunes 11 de noviembre, estaba tan interesado en el derrocamiento del gobierno boliviano? A Evo nunca van a perdonarle la nacionalización de los hidrocarburos, su aporte en la construcción de una integración regional alternativa, su participación junto a Hugo Chávez en la movilización contra el ALCA en Mar del Plata en noviembre de 2005, ser el primer presidente de origen campesino y sindical, y haber expulsado de Bolivia a la DEA, la CIA, la USAID y hasta al embajador de Estados Unidos, cuando interfirió en los asuntos internos.
Evo tenía razón cuando denunciaba que Estados Unidos estaba detrás de su derrocamiento. El ahora ex asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, reivindicó hace seis meses la Doctrina Monroe, cuando avaló el intento golpista de Juan Guaidó en Venezuela. En diciembre del año pasado planteó la existencia de una troika de la tiranía, integrada por los gobiernos bolivarianos. Para Washington es estratégico derrotar a Evo, sofocar la revolución cubana a través del bloqueo, promover una guerra civil en Venezuela y voltear a Daniel Ortega en Nicaragua. Lograron que sus aliados sacaran del poder al PT en Brasil. Ahora intentarán avanzar para desarticular el flamante eje progresista Argentina-México y destronar a cualquiera que cuestione la preminencia política, económica, militar, cultural, diplomática e ideológica en su patio trasero.
Golpe a golpe
El martes 12 de noviembre, Alberto Fernández le contestó en duros términos al gobierno de Estados Unidos: “No comparto lo dicho por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Acá no hay ningún ejército victorioso y no es verdad que se haya garantizado la democracia, para nada. En todo caso se la impidió. A mi juicio, Estados Unidos retrocedió décadas y volvió a lo peor de los 70, cuando avalaron intervenciones militares contra gobiernos elegidos democráticamente”.
Sin embargo, no es necesario retroceder tanto en el tiempo para encontrar estas prácticas injerencistas, autoritarias y antidemocráticas. No es la primera vez en el siglo XXI que se produce un golpe de estado consentido por Estados Unidos. En 2016, se consumó el golpe parlamentario que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, elegida en 2014 por más de 54 millones de votos. Hace poco más de medio siglo, el 31 de marzo de 1964, los militares brasileros depusieron a João Goulart. Prometieron irse en 24 horas: se quedaron 21 años. Fue una de las dictaduras más duraderas de la región.
Aquel apoyo estadounidense a los golpistas envalentonó a otros militares latinoamericanos, muchos de ellos entrenados en la Escuela de las Américas. Medio siglo más tarde, el imperio pretende restablecer el dominio en su patio trasero, desafiado en los últimos años tanto por una creciente cooperación e integración regional, como por una diversificación de los vínculos extra hemisféricos, con China, la Unión Europea, Rusia y la India como actores fundamentales. Los objetivos son los mismos, pero los instrumentos otros. El sojuzgamiento ya no se impone a través de regímenes militares, pero sí con golpes parlamentarios, institucionales o cívico-militares, cuando no lo logran a través de las urnas. El año pasado, el lawfare sirvió en Brasil para encarcelar y proscribir a Lula, que lideraba todas las encuestas. Permitió así la llegada al poder de Jair Bolsonaro, un militar evangélico, misógino, homofóbico y neoliberal, pero sobre todo absolutamente subordinado a Estados Unidos.
En abril de 2002 Chávez fue secuestrado por militares, quienes lo apresaron bajo la amenaza de bombardear la casa de gobierno y lo llevaron a una isla. Los golpistas nombraron al empresario Pedro Carmona como su reemplazante -aunque el presidente constitucional no había renunciado-, que fue reconocido diplomáticamente casi en forma automática por George W. Bush. Sin embargo, la rebelión popular y la lealtad de la mayor parte de las fuerzas armadas desbarataron los planes y el carismático mandatario bolivariano fue liberado y dos días más tarde volvió al Palacio de Miraflores para reasumir sus funciones.
En Haití, el 29 de febrero de 2004 el presidente Jean-Bertrand Aristide fue obligado a dimitir. Desde la República Centroafricana, donde debió exiliarse, contó cómo un grupo de militares estadounidenses lo había obligado en su residencia en Puerto Príncipe, a firmar un documento a través del cual renunciaba a su cargo. Lo hizo bajo amenaza de una masacre contra la población de su país. Cinco años más tarde Manuel Zelaya fue depuesto en Honduras. Un comando de las Fuerzas Armadas lo sacó de la cama antes del amanecer del 28 de junio de 2009, lo retiró en pijamas de su residencia y lo condujo a un avión militar que lo trasladó a San José de Costa Rica. Tuvo que pedir asilo político y ya nunca más volvió a gobernar su país, que sufrió una violenta represión que asesinó a dirigentes sindicales y campesinos, entre ellos Berta Cáceres, y periodistas. Otro tanto ocurrió con Fernando Lugo en Paraguay en 2012, a quien el congreso quitó de su cargo con un juicio express, sin derecho a defensa y violando principios constitucionales básicos.
En estos dos últimos casos, Estados Unidos les dio cobertura diplomática a los golpistas. Y los nuevos gobiernos, que emergieron con un barniz de legalidad, recibieron apoyo financiero, se alinearon rápidamente con la Casa Blanca y fueron funcionales a sus intereses y agendas. En Brasil, ocurrió algo similar. Si bien el gobierno de Obama no se expresó explícitamente a favor del golpe contra Dilma, sí dio señales de que avalaba el impeachment impulsado por quienes habían sido derrotados en las urnas en 2014. Thomas Shannon, influyente funcionario del Departamento de Estado, se reunió en abril de 2016 con Aloysio Nunes, uno de los senadores que impulsaron la destitución, luego de que la Cámara de Diputados habilitara el proceso contra Dilma. Como señaló en ese entonces el analista Mark Weisbrot, co-director del Centro de Investigación en Economía y Política, en Washington DC, ese gesto envió una señal diplomática muy clara a los demás países de la región: la Casa Blanca estaba avalando la caída del gobierno del PT.
¿Qué tienen en común los golpes en Venezuela (2002), Haití (2004), Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016) y Bolivia (2018)? Salvo en el primer caso, que pudo ser revertido por la resistencia, en los otros cinco se derrocaron presidentes no alineados con Estados Unidos y quienes terminaron reemplazándolos actuaron en perfecta sintonía con la Casa Blanca. ¿Casualidad? Con distintas modalidades, más o menos abiertamente, Washington respaldó los golpes blandos o duros, como parte de su estrategia de fomentar la balcanización regional, fundamental para sostener su dominio regional. En los seis casos, los golpes los sufrieron presidentes que resistían la subordinación a Estados Unidos.
La ofensiva: romper la UNASUR, reposicionar la OEA
El avance de las derechas en la región, que se profundizó tras el triunfo electoral de Mauricio Macri en 2015, fue funcional al objetivo de Estados Unidos de derrotar cualquier proyecto alternativo de coordinación y cooperación política, fuera del comando de Washington.
La UNASUR sirvió en 2008 para frenar la secesión de la media luna rica que se alzó contra Evo en Bolivia. En 2010, para evitar que una rebelión policial terminara con el gobierno de Correa en Ecuador y para encontrar una solución pacífica en el conflicto entre Colombia y Venezuela. En otras palabras: la UNASUR actuó para dirimir los conflictos regionales sin la omnipresencia de Estados Unidos a través de la OEA, cuya sede no casualmente se encuentra en Washington DC, a escasos metros de la Casa Blanca.
La gravedad de la destrucción de ese organismo, decidida en 2018 cuando Bolivia asumió la presidencia pro tempore, termina de entenderse con los acontecimientos de esa semana.
En estos días Nuestra América atraviesa una oleada de rebeliones populares e inestabilidad política, económica y social. Washington fue hábil: operó junto a sus aliados locales para paralizar la CELAC y dinamitar la UNASUR. Promovió a través de sus aliados-vasallos la Alianza del Pacífico, durante la Administración Obama, hizo lo mismo con el Grupo de Lima para hostigar a Venezuela (del cual prometió salir Alberto Fernández, a pesar de las presiones continuas de los enviados del Departamento de Estado) y finalmente fomentó la PROSUR, lanzada por Piñera este año (cuyo futuro, luego de estas semanas, es claramente sombrío).
Detrás de estas iniciativas, el objetivo de Estados Unidos es reposicionar a la OEA, calificada en los sesenta por Fidel y el Che como un “ministerio de colonias” de Estados Unidos. Su actual Secretario General, Luis Almagro, se ocupa hace años de atacar a Venezuela. Esta semana, a pedido del gobierno de Estados Unidos y sus aliados, convocó a una reunión, no para repudiar el golpe cívico-policial-militar en Bolivia, sino para acusar a Evo de ser responsable de un “auto-golpe”. Nunca el cinismo quedó tan expuesto.
La región enfrenta grandes peligros en la actualidad, cuando la declinación relativa de Estados Unidos deviene paradójicamente en una mayor agresividad imperial, con algunos elementos novedosos. En vez de las invasiones militares directas, como las que sufrieron Afganistán e Irak en 2002 y 2003, los casos de Siria y Ucrania muestran la puesta en funcionamiento de nuevas estrategias y tácticas, como las denominadas “guerras híbridas”.
A través de grupos paramilitares, guerra psicológica, corporaciones mediáticas, procesos judiciales, presiones diplomáticas, penetrando en las fuerzas de seguridad y de defensa, manipulando organizaciones y movimientos sociales mediante una aceitada red de ONGs bien financiadas, con golpes de mercado o manipulando los procesos electorales, Estados Unidos sigue persiguiendo los objetivos del siglo XX: controlar los territorios y sus poblaciones para apropiarse de sus recursos y sus mercados.
La apuesta al Grupo de Puebla para frenar el golpismo
El triunfo de Fernández dio impulso al Grupo de Puebla, que reunió en julio a más de 30 líderes regionales con la idea de promover una serie de agendas progresistas que tengan que ver con los problemas de distribución del ingreso, el respeto de la soberanía de cada país y la resolución pacífica de los conflictos. El 8, 9 y 10 de noviembre se realizó el segundo encuentro de este grupo en Buenos Aires, que pasó rápidamente de festejar la liberación de Lula a condenar el golpe en Bolivia. El miércoles 13 de noviembre Evo y Álvaro García Linera, asilados en México, anunciaron su incorporación a este foro, en el que también participan otros ex mandatarios derrocados o perseguidos, como Dilma, Lula, Correa o Lugo.
En un momento de ofensiva de Estados Unidos es importante que se establezca una voz autónoma en la región, que se recuperen principios básicos en el sistema interamericano, como el de no intervención en los asuntos internos de los países, de solución pacífica de las diferencias y de autodeterminación de los pueblos. América Latina debe seguir siendo una zona de paz.
En este escenario, el Grupo de Puebla está llamado a tener un rol clave. Fernández habló en las horas posteriores al golpe con los presidentes de México, Perú y Paraguay para gestionar el asilo político a Evo Morales y evitar un magnicidio.
Desde México, Evo declaró: “El golpe de Estado fue una conspiración política y económica de los EE.UU. Condenamos la decisión de Trump de reconocer al gobierno de facto, y autoproclamado por la derecha con la complicidad de la policía y FFAA”. También señaló que la OEA, “tuvo una decisión política y no técnica ni jurídica”, al desestimar el resultado de la elección. “La parte más importante [del informe] dice que el MAS [el partido de Morales] ganó, pero no estamos seguros si ganó en la primera vuelta. Si hubiera sido que no hubiera ganado en primera vuelta entonces hay segunda; y no decir ‘nuevas elecciones’. La OEA no está al servicio de los pueblos latinoamericanos, está al servicio del imperio norteamericano. Hay que cambiarle el nombre y ponerle Organización de Estados del Norte, y no de América”.
Viendo el papel de Almagro en la OEA –argumentó que Evo había realizado un “autogolpe”- se entiende por qué los aliados de Trump operaron para destruir la UNASUR, que otrora permitió resolver pacíficamente, sin la omnipresencia estadounidense, conflictos en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Colombia. Macri, Temer, Duque, Piñera y Lenin Moreno fueron cómplices de ese daño irreparable. Al retirarse de la UNASUR en 2018 y ahora al negarse a condenar el golpe cívico-policial-militar.
El continente está convulsionado y en disputa. Estados Unidos pretende sostener su dominio, incluso a fuerza de golpes. Los pueblos resisten. La integración latinoamericana autónoma es más necesaria que nunca.