Trump pidió la extradición del fundador de WikiLeaks
Lenín
Moreno entregó al australiano para acercarse a Washington y despegarse
del legado de su antecesor Rafael Correa. En Estados Unidos ya se
presentó una acusación por un supuesto complot para conseguir cables
diplomáticos.
La detención en Gran Bretaña no debería durar mucho. Está
acusado de un delito excarcelable, violar las condiciones de su libertad
condicional, basada en una orden de captura del gobierno sueco por una
investigación de presuntos delitos sexuales que ya fue archivada y en la
cual Assange nunca fue acusado. Si Estados Unidos no hubiera
intervenido, el fundador de WikeLeaks hubiera quedador libre tras
presentarse ante el juez, declarar y pagar la multa. Pero Estados Unidos
pidió la extradición de Assange para enfrentar cargos de traición y
espionaje por la megafiltración de cables diplomáticos conocida como
Cablegate. Un Gran Jurado convocado en Alexandria, Virginia, acaso el
distrito donde conviven más militares, espías y policías por metro
cuadrado en todo el país, ha presentado una acusación en contra de
Assange por supuesto complot con su fuente, Chelsea Manning, para
extraer los cables y darlos a conocer. Manning fue condenada a 35 años
por eso y perdonada por Obama después de siete. Gran parte del juicio a
Manning giró alrededor del tema de si WikiLeaks había sido un receptor
pasivo de los cables o si se había confabulado de alguna manera para
obtenerlos.
Si bien es cierto que es muy delgada la línea entre el periodismo de
investigación y el terrorismo a través del robo de información secreta,
así como es muy delgada la línea entre el espionaje y la diplomacia,
sería una hipocresía mantener que los periodistas somos meros receptores
pasivos de secretos que nos quieren contar. Explicarle a una fuente
cómo hacernos llegar un material de forma segura y anónima no es lo
mismo que urdir un plan criminal para hundir a un gobierno. Así, al
menos lo entendió el fiscal general de Obama, Eric Holder, y por eso se
negó a avanzar con la acusación en contra de Assange. Y le dijo al
Washington Post que no podía juzgar a Assange sin entrar en conflicto
con la primera enmienda de la Constitución estadounidense que garantiza
la libertad de expresión. Con el gobierno de Trump las cosas arrancaron
bien porque las publicaciones de WikiLeaks sobre Hillary Clinton le
dieron una gran mano para ganar la elección. El hoy presidente llegó a
tuitear “Amo a WikiLeaks”. Pero las cosas cambiaron rápidamente cuando
el sitio de Assange publicó “Vault 7”, la mayor filtración de documentos
de la CIA en la historia de la agencia. A partir de entonces, el
gobierno de Trump definió a WikiLeaks no como un medio de comunicación,
sino como un “servicio de inteligencia hostil, no estatal” y la
investigación de Alexandria cobró impulso con nuevas medidas y
citaciones de testigos, incluyendo a Manning, quien se negó a declarar y
por eso volvió a prisión hace un mes.
Trump se animó a pedir la extradición de Assange y a impulsar un juicio histórico y seguido por todo el mundo. Será un capítulo más en la pelea que Trump viene llevando con los medios de su país y las organizaciones de derechos humanos y libertad de expresión. A nadie le escapa que prácticamente todos los medios del mundo publicaron la información por la que Assange ha sido acusado y que varios de esos medios, incluyendo el New York Times, The Guardian El País y Página/12, fueron socios de WikiLeaks en distintos proyectos de publicación.
Más aún dicho juicio servirá para general un gran debate acerca de qué significa ser periodista en la era de internet, redes sociales, concentración mediática y megafiltraciones, cuáles son los límites al derecho a informar en sociedades democráticas, qué significa la noción de privacidad en la era de la hipertransparencia.
Trump está dispuesto a dar ese debate. Todo parece indicar que es el tipo de pelea más le gusta. Y sabemos que Assange se viene preparando para este momento desde hace mucho tiempo.
Más allá del ajedrez geopolítico, en un día así un no puede dejar de pensar que más allá del icono está el ser humano. Un tipo tierno, vivaz, tímido a su manera, obstinado, mandón ingenioso, amante del queso francés y el malbec argentino, que para poder publicar no tuvo miedo a enfrentarse al Pentágono ni a quemar puentes con China, Rusia y la Unión Europea hasta quedar completamente aislado, que pasó seis años y diez meses en un encierro atroz, vigilado, espiado, de a ratos incomunicado. Aprendí mucho de él. Una vez nos quedamos hablando catorce horas seguidas -¡catorce horas!- con él y su padre John Shipman en la sala de conferencias de la embajada. En otra ocasión me tiró una frase que nunca olvido: “Conseguir información es fácil”, me dijo. “Lo que es difícil es publicarla”.
Trump se animó a pedir la extradición de Assange y a impulsar un juicio histórico y seguido por todo el mundo. Será un capítulo más en la pelea que Trump viene llevando con los medios de su país y las organizaciones de derechos humanos y libertad de expresión. A nadie le escapa que prácticamente todos los medios del mundo publicaron la información por la que Assange ha sido acusado y que varios de esos medios, incluyendo el New York Times, The Guardian El País y Página/12, fueron socios de WikiLeaks en distintos proyectos de publicación.
Más aún dicho juicio servirá para general un gran debate acerca de qué significa ser periodista en la era de internet, redes sociales, concentración mediática y megafiltraciones, cuáles son los límites al derecho a informar en sociedades democráticas, qué significa la noción de privacidad en la era de la hipertransparencia.
Trump está dispuesto a dar ese debate. Todo parece indicar que es el tipo de pelea más le gusta. Y sabemos que Assange se viene preparando para este momento desde hace mucho tiempo.
Más allá del ajedrez geopolítico, en un día así un no puede dejar de pensar que más allá del icono está el ser humano. Un tipo tierno, vivaz, tímido a su manera, obstinado, mandón ingenioso, amante del queso francés y el malbec argentino, que para poder publicar no tuvo miedo a enfrentarse al Pentágono ni a quemar puentes con China, Rusia y la Unión Europea hasta quedar completamente aislado, que pasó seis años y diez meses en un encierro atroz, vigilado, espiado, de a ratos incomunicado. Aprendí mucho de él. Una vez nos quedamos hablando catorce horas seguidas -¡catorce horas!- con él y su padre John Shipman en la sala de conferencias de la embajada. En otra ocasión me tiró una frase que nunca olvido: “Conseguir información es fácil”, me dijo. “Lo que es difícil es publicarla”.
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