La caravana migrante en la opinión de los analistas
La caravana migrante que inició desde Centroamérica y cruza a pie por todo México, ha encendido la atención de la comunidad internacional. Del otro lado de la frontera, en los Estados Unidos, cuadrillas de civiles armados se preparan para enfrentar la “invasión”. Conclusión entrevista a distintos analistas internacionales que reflexionan sobre el colosal fenómeno que sacude al continente, y que insinúa con tener un desenlace impredecible.
Enviado especial- Varios hombres
se reúnen alrededor de un tanque de agua para sumergir sus prendas y
refregarlas entre sus nudillos. Los atavíos traen consigo un sudor y
tierra que cuenta el periplo que transitan más de 4.000 hondureños,
salvadoreños y guatemaltecos, que cruzaron a pie desde sus países hasta
la Ciudad de México, para proseguir hasta la frontera con los Estados
Unidos.
A esos más de 1.500 kilómetros caminados, les quedan
otros 1.200 que recorrerán hasta los puntos fronterizos al sur del
gigante del norte. El éxodo de las familias centroamericanas se produce
en momentos donde la violencia urbana en la región ha alcanzado niveles
escalofriantes. Barrios enteros tomados por el narcotráfico y las bandas
delictivas llamadas “maras”, que han puesto en jaque el rol del Estado
en la tutela de la seguridad pública.
Del otro lado, el Ejército de los Estados Unidos aparece por televisión con armas y movimientos de patrulla, para lograr disuadir psicológicamente a los inmigrantes del propósito de ingresar al país de manera ilegal.
La masa humana se mueve a pie con algunos bolsos a
cuestas y una organización precaria. A través de las redes sociales,
cientos de familias se dispusieron a compartir la travesía hacia el
norte, sin recursos más que la solidaridad. Caminar juntos les
garantizaba no ser asaltados por bandas criminales mientras continuaban
por las rutas del sur de México.
A este contingente, se han sumado otra decena de
cientos de personas que, anoticiadas del paso de la caravana por su
ciudad por algún medio local, decidieron sumarse al grupo de personas y
compartir el trayecto. Algunas ONGs de derechos humanos asentadas en
México, colaboran con los inmigrantes ofreciendo calzados usados, algo
de comida y un techo donde acampar para poder asistir principalmente a
personas que presentan cuadros de fatiga y enfermedades productos del
desgaste físico.
Sin embargo, en los Estados Unidos también la gente se está organizando. A través de las redes sociales, grupos
de hombres se juntan para preparar cuadrillas civiles con armas de
portación legal, para poder repeler la “amenaza” que sugieren estas
personas.
Esta “inminente invasión”, como señalan, los obliga a
viajar al sur para proteger las fronteras. Cargan municiones de alto
calibre y drones comandados por control remoto, para poder pilotear la
zona y dar aviso a las patrullas de frontera en caso de detectar
anomalías.
La inmigración latinoamericana en los Estados Unidos es entendida como una amenaza a la identidad y a la cultura estadounidense.
Una identidad que es percibida como una entidad estática, rígida, que
no ha cambiado en el tiempo y que, mucho menos, es producto de una
amalgama de otras culturas, paradójicamente de origen anglosajón e
indoeuropeo.
De la islamofobia a la latinofobia
Después de los atentados del 11 de septiembre, el gigante del norte emprendió una guerra sui generis.
Esta vez no contra un Estado, sino contra un grupo político: el
terrorismo. Esta organización transnacional fue inmediatamente conexa
con una etnicidad y una religión concreta: el árabe musulmán.
De esta manera, se delimitó un enemigo
público que debía ser aniquilado. Si pudiéramos hacer hablar al
politólogo alemán Carl Schmitt fallecido a mediado de los 80s,
éste posiblemente nos diría que Estados Unidos construyó a ese enemigo
público, precisamente para construir y delimitar un “nosotros” que nada
tiene que ver con los “otros”, con la “otredad”1.
Una segmentación tajante y sin matices que conduce a desterritorializar al enemigo2
de sus países de origen, y presentarle batalla en todos los lugares
donde tendiera sus tentáculos. La razonable demarcación del terrorismo
como enemigo público, dio su paso a la lamentable estigmatización de los
árabes y la religión del islam.
¿Pero cuál es la relación de los árabes y el
terrorismo, con los inmigrantes latinoamericanos? Ese enemigo público,
señalado con las características ya mencionadas, era (y posiblemente es)
un enemigo externo, un enemigo que había que ir a buscar y aniquilar
fronteras afuera.
El nuevo enemigo público que se está
(mal)constituyendo en los Estados Unidos, “está acá”, se encuentra
adentro, utiliza “nuestras” instituciones, se beneficia de “nuestro”
mercado laboral y amenaza “nuestra” identidad cultural3.
Las consecuencias que tiene la demarcación de un
nuevo enemigo público, supone señalar como enemigo a hombres sin armas,
con una organización primitiva y una situación de delicada
vulnerabilidad social. Securitizar las migraciones y entender a éstas
como una amenaza, conlleva la consecuente delimitación del
“mexicano”, moreno y bajito, como representación de una latinidad que se
presenta como amenaza, y que a diferencia de la islamofobia, ésta ya
“invadió” a los Estados Unidos: ¡el enemigo está adentro!
Leandro Morgenfeld es un destacado
investigador del CONICET y desde hace años estudia a los Estados Unidos.
Recientemente ha publicado “Bienvenido Mr. President” (2018) por la
editorial Octubre. Consultado por Conclusión,
el escritor analiza la construcción de los flujos migratorios como
amenaza a la seguridad de Estados Unidos. Para el historiador de la UBA,
estamos en presencia de “una estrategia política para canalizar
el descontento de sectores trabajadores con salarios estancados hace
años, y promover las tensiones contra los migrantes como salida”.
Morgenfeld señala que “existen 45 millones de estadounidenses pobres”
que son codiciados por ciertos sectores políticos, y que son “utilizados
recurrentemente en las elecciones para ganar Estados claves del
interior”.
Desde Chiapas, México, contactamos al licenciado en relaciones internacionales, Héctor David Cameras Robles.
El investigador coincide con Morgenfeld en la “visión xenófoba” que
adquiere la Casa Blanca y subraya que el presidente Trump “entretiene al
pueblo estadounidense de los temas fundamentales” para mostrarse
imprescindible en la lucha contra esta “amenaza”. “Él sería el único que
puede combatir los males del país”, ironiza Cameras.
Para Juan Cruz Tisera, doctor en
relaciones internacionales, debemos buscar el origen del problema más
atrás. Autor de “Latinoamérica: ¿en los Estados Unidos? El dilema de la
seguridad societal y el reto hispano” (2016) de Editorial Almaluz,
dialoga con Conclusión y entra de lleno en el
debate. “(…) La actitud en contra del latino está fuertemente vinculada
al año 1965, con el aumento de la inmigración indocumentada”, amplía.
Para el docente universitario, la clave está en el miedo. “El miedo necesita de una visualización, y la narrativa de la amenaza latina encuentra en éste último su chivo expiatorio”,
y continua, “la guerra contra el terror pronto se convirtió en una
guerra anti-inmigrante. ‘Construir al Enemigo’, tiene hoy su máxima
expresión en el presidente Trump, pero no como algo novedoso, sino como
un volver a construir”.
La construcción del enemigo4
en clave identitaria y cultural, incorpora una novedad en la política
exterior de Washington. A diferencia del comunismo como ideología
enemiga; o el terrorismo, como un enemigo desterritorializado de un
Estado concreto; el nuevo enemigo es identitario y permanente.
No existe reconciliación con un enemigo que lleva consigo la marca de la
latinoamericanidad, porque precisamente no la puede cambiar, está en su
rostro. Lo que nos conduce a una tensión indisoluble, solo
contenible por la distancia prudente entre las fronteras. Cruzarlas de
manera ilegal, es para muchos grupos conservadores, una amenaza total.
Para Morgenfeld, “la idea de que viene una caravana
de criminales a invadir a los Estados Unidos y a atacar a los ciudadanos
norteamericanos es una construcción ideológica utilizada por el
presidente Donald Trump para justificar la remilitarización de la
frontera con México.”
Tisera, además advierte “(…) recordemos que el famoso
muro tuvo su inicio con la administración Clinton y durante la
presidencia de Obama se registraron los mayores números de deportación
de inmigración latinoamericana de la historia”. Insinuando con ello, que
el rechazo al inmigrante latinoamericano sería una constante entre las
últimas administraciones estadounidenses.
En las próximas semanas, la caravana llegará a la
frontera con los Estados Unidos. La posibilidad de que algunos de ellos
reciban asilo por parte de Washington, son muy remotas. Por lo pronto,
Donald Trump ha sido categórico y ha tuiteado “¡Cualquier persona que
ingrese ilegalmente a los Estados Unidos será arrestada y detenida,
antes de ser devuelta a su país!”. Huir de la violencia urbana y la
miseria en sus países, podría conducir a un nuevo tormento: una prisión
en la tierra de la libertad.
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