“La Cumbre del G20 es funcional a las grandes empresas transnacionales de los países centrales”
El investigador Leandro Morgenfeld analiza la reunión de las potencias mundiales que se realizará a fin de mes en Argentina.
Por Leandro Albani para La tinta
En paralelo a la Cumbre del G20, las calles de la capital argentina también serán escenario de movilizaciones y diversas actividades convocadas por la Confluencia Fuera G20-FMI, que tendrán como objetivo denunciar las políticas y resoluciones a las que se lleguen en el encuentro multilateral, y discutir las agendas alternativas de los pueblos.
La cumbre que se realiza en Argentina estará marcada por la guerra comercial entre China y Estados Unidos, por el arribo del presidente Donald Trump y por una fuerte crisis política y económica en el país, generada por las medidas neoliberales tomadas por la administración de Macri.
Para despejar dudas sobre la Cumbre del G20, La tinta dialogó con Leandro Morgenfeld, doctor en Historia, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador adjunto del CONICET. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Editorial Octubre, 2018) y director del portal Vecinos en conflicto, Morgenfeld analiza la posición de Argentina ante el G20, reflexiona sobre las pujas entre las principales potencias y alerta sobre las medidas represivas planeadas por el gobierno de Cambiemos para los días que dura la cumbre.
—¿Qué significa para Argentina que se realice la cumbre del G20 en el país?
—Fue una idea de Macri, hace dos años, que iba en línea con su planteo de que Argentina, durante el kirchnerismo, estuvo aislada del mundo y que había que recuperar los alineamientos tradicionales con Europa Occidental y con Estados Unidos, y volver a los foros internacionales. Macri volvió a participar, después de catorce años, del Foro Económico de Davos, en el 2016, y lo hizo también en 2018. Además, organizó los “mini Davos” en Argentina y les dio la espalda a los organismos latinoamericanos, por eso nunca participó en las cumbres de la Unasur y, mucho menos, de la Celac. Apostó al debilitamiento de estos espacios, incluso del Mercosur, con la suspensión de Venezuela. En cambio, dijo que el gran reingreso al mundo iba a ser organizar reuniones multilaterales en Argentina. El año pasado, el país fue sede de la décimo primera reunión ministerial de la OMC. Y la frutilla del postre de esta supuesta reinserción internacional exitosa era organizar, por primera vez en América del Sur, la cumbre de presidentes del G20, que se hace, desde 2008, todos los años en distintos países. Una vez se hizo en México, pero nunca se había realizado en Sudamérica.
El gobierno argentino leyó muy mal el contexto internacional, porque después del Brexit en 2016, de la elección de Donald Trump, de la emergencia de líderes o gobiernos que impugnan el orden multilateral y la globalización, como también los mega acuerdos de libre comercio, o, por lo menos, lo hacen discursivamente, el G20 entró en una crisis importante. Esto se plasmó el año pasado, en la cumbre de Hamburgo, donde hubo una manifestación de las tensiones entre Trump, Angela Merkel y otros de sus aliados europeos. Hubo una manifestación de esa crisis de este orden multilateral.
Aparte, la cumbre se va a realizar en un muy mal momento interno de Argentina, porque desde hace diez u once meses que la imagen del gobierno de Macri no para de caer. Y, desde abril o mayo, Argentina está sumida en una crisis económica y en una tensión social y política que hace que la cumbre se concrete en el peor momento del gobierno de Macri. Además, se hace cuando está escalando la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Por lo tanto, desde la propia dinámica del sistema multilateral y de la propia política interna, no hay un peor momento para que se haga en Argentina.
El gobierno de Macri ahora está tratando de hacer una “reducción de daños” y que no sea una cumbre del G20 donde se plasmen estas diferencias globales, y que no se produzca una tensión en Argentina que complique su proyecto político de reelección para el año que viene.
—¿Qué resoluciones importantes se podrían tomar en la cumbre del G20?
—No va a haber grandes resoluciones, sino que se van a concretar declaraciones ambiguas, que contengan temas ríspidos, como la liberalización del comercio, pero, a la vez, aceptando ciertas prácticas proteccionistas que, hasta 2017, el G20 venía condenando. En las últimas declaraciones acordadas, se buscaron formulaciones más imprecisas que no condenaran algunas formas de proteccionismo, como, por ejemplo, las que Trump está implementando. Por eso, buscaron redacciones muy confusas que hablaran de libre comercio, al mismo tiempo que aceptaban la búsqueda de un comercio justo, que cada país pueda tomar ciertas decisiones soberanas. No creo que haya resoluciones importantes, sino se va a ejercitar esa especie de gimnasia diplomática y lingüística con las que se construyen las declaraciones finales, que no digan demasiado para que no se pongan de manifiesto las tensiones internas.
Va a suceder algo muy similar a la reunión ministerial de la OMC (Organización Mundial de Comercio) del año pasado, que terminó en un gran fracaso, con el representante de Estados Unidos retirándose antes y con una declaración final lavada, que no avanzaba sobre ninguno de los temas fundamentales de debate.
—¿Existe la posibilidad de que en la cumbre surjan rupturas entre las principales potencias?
—Hay dos escenarios posibles. O esta cumbre es utilizada por Trump para manifestar esas tensiones y su desdén por el sistema multilateral, que es lo mismo que hizo en Hamburgo el año pasado o, peor todavía, en la cumbre del G7 que se hizo en junio en Canadá, donde terminó retirándose antes y, vía Twitter, atacó al gobierno anfitrión y al primer ministro canadiense. De hecho, los rumores de que Trump acorta la visita a la Argentina y que se va a retirar el mismo día 30 por la noche podrían ser una demostración de querer exhibir bien claro el desdén que tiene con este tipo de organismos multilaterales.
La otra posibilidad es que, ya habiendo pasado las elecciones en Estados Unidos -donde, la semana previa, volvió a una retórica muy confrontativa con China, con la guerra comercial y la subida de aranceles por parte de Estados Unidos, y con las retaliaciones por parte de China, que tiene al mundo en vilo en los últimos meses-, en la cumbre se busque, después de todo esto, distender la relación bilateral. Se viene hablando de una reunión bilateral entre Trump y Xi Jinping, que se produciría el día 30 en Buenos Aires, para distender el vínculo entre esos dos gobiernos.
En los próximos días, y en función de las conversaciones entre Washington y Pekín, ese encuentro bilateral será una reunión más importante, que haga una pausa en el enfrentamiento bilateral, que es la manifestación de la disputa hegemónica de este momento entre Estados Unidos y China, o que sea una reunión más corta y protocolar, si no se avanza en un entendimiento de mayor alcance entre los dos países. La Cumbre del G20 va a permitir medir cómo está la relación entre China y Estados Unidos, y también con otros actores, porque se espera una bilateral entre Trump y Putin, que también indicará cómo se reconfiguran las relaciones entre Washington y Moscú.
—¿La cumbre puede ser un espacio donde se intenten reflotar proyectos como el ALCA?
—No. El ALCA fue un proyecto de Estados Unidos para la región y esto es una cumbre multilateral, que no tendría que ver con ese tipo de proyectos. Desgraciadamente, el gobierno de Macri no solo no planteó temas propios para la Cumbre del G20, más allá de los ejes que puso para discutir, que pueden sonar muy lindos o pomposos, como “el trabajo del futuro”, la “infraestructura para el desarrollo” y un “futuro alimentario sostenible”. En realidad, lo que hace Macri es tomar acríticamente los ejes de las potencias centrales. La Cumbre del G20, básicamente, discute la agenda del G7, aunque se hayan incorporado otros temas.
La finalidad es extender la desregulación económica, defender la apertura a la inversión extranjera, limitar la capacidad de los estados, sobre todo, de los emergentes para implementar políticas soberanas. En ese sentido, la cumbre es funcional a los intereses de las grandes empresas transnacionales de los países centrales. Por eso, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la OMC y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), son organismos multilaterales que tienen un rol clave en la estructura del G20.
En el caso de Macri, no hubo una convergencia con México y Brasil, los otros dos países de América Latina que participan en este selecto club, y tampoco un intento de convergencia con los países del BRICS ni con los demás países emergentes, que fueron incorporados a la mesa del G20, como Sudáfrica o Indonesia. Argentina abandonó la pretensión, justamente, de coordinar con esos países para poner otros temas en la agenda de discusión global. Se alentó la estrategia de los países centrales de fragmentar potenciales bloques de las naciones emergentes, como ocurre muchas veces en el ámbito de Naciones Unidas. Esta es una gran oportunidad perdida para América Latina en la Cumbre del G20. Y Macri, mucho menos, planteó la discusión en órganos como la Celac o Unasur, de agendas o posiciones comunes para llevar a este ámbito de discusión.
—Teniendo en cuenta tu reciente libro, ¿cómo analizás la llegada de Trump a Argentina?
—Trump va a ser el séptimo presidente de Estados Unidos que viene a la Argentina, desde que Franklin Delano Roosevelt llegó en 1936. Trump es un presidente que no solo tiene una muy baja imagen internamente, sino a nivel global. Hay una institución norteamericana, el Pew Globlal Research, que, desde 2002, mide todos los años la imagen de Estados Unidos y de su gobierno en varios países del mundo. El 1 de octubre, dio a conocer su última medición y mostró que Trump apenas tiene un 23 por ciento de aprobación a nivel global. Tiene una imagen mucho peor que la del gobierno y la sociedad de Estados Unidos. En el caso de Argentina, esa imagen baja del 23 al 11 por ciento. Está por debajo de los presidentes de China, Rusia o Francia. Argentina es uno de los pocos países donde la encuesta reveló que se prefiere el liderazgo de China por sobre el de Estados Unidos. Además, Trump es un presidente que tiene una política tan xenófoba, tan hispanofóbica, que ha denostado a los pueblos de América Latina sistemáticamente durante su campaña presidencial, acusando a los inmigrantes latinoamericanos de querer invadir Estados Unidos, de ser lo peor y despreciables.
En enero de este año, Trump se refirió a algunos países de África, de América Latina y el Caribe como países de mierda. Un presidente que genera tanto rechazo es un problema para los mandatarios como Macri, que quieren una política exterior alineada con Estados Unidos. En ese sentido, su visita va a ser mucho más parecida a la de George W. Bush en 2005, que tenía un enorme rechazo regional y local en Argentina. Cuando vino Obama en 2016, no hubo grandes movilizaciones, porque coincidió con el 24 de marzo. Sí se repudió el rol de Estados Unidos durante la dictadura, en un masivo acto en Plaza de Mayo el mismo 24 de marzo. Macri buscó sacar un rédito político al mostrarse cercano o compinche con Obama, un tipo que, más allá de las políticas de Estados Unidos, generaba respeto, tenía carisma o era bien considerado en términos personales. Esto no ocurre con Trump, que es una persona desagradable, prepotente, unilateralista, militarista, xenófoba, misógina y plutocrática. Como dijo Julián Assange, a diferencia de Obama, que era un lobo con piel de cordero, Trump es un lobo con piel de lobo. Mostrarse cerca de una persona como Trump va a tener un costo político para Macri. En ese sentido, va a haber una enorme movilización el 30 de noviembre, no sólo contra el G20 y el FMI, sino contra la presencia de Trump en Argentina. Esto ocurrió, hace unos meses, cuando Trump hizo una visita de Estado a Reino Unido y que, por primera vez, hubo grandes movilizaciones contra un presidente norteamericano.
—¿Cómo se articulan las actividades y protestas para contrarrestar el peso de la Cumbre del G20?
—Hace varios meses, se viene armando lo que se constituyó como la Confluencia Fuera G20-FMI, una articulación de distintos grupos. Muchos de esos colectivos, hace años, formamos la Autoconvocatoria No al ALCA, que es la que armó la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata. Hace dos años, se formó la Asamblea Argentina mejor sin TLC, para luchar contra la política de Macri de sumarse a los mega acuerdos de libre comercio que se están negociando a nivel global y para denunciar el Tratado de Libre Comercio que negocia el Mercosur con la Unión Europea (UE). Desde ese espacio, el año pasado, se amplió la convocatoria y se formó la Confluencia Fuera OMC. En diciembre, hicimos una Cumbre de los Pueblos durante cuatro días, que empezó con un festival frente al Congreso de la Nación y después fueron tres días de debate, con foros temáticos sobre cuáles son las alternativas, y una gran movilización contra la OMC. Este año, desde esos espacios, se armó esta confluencia el 1 de setiembre, en rechazo al G20 y al FMI, y de la agenda oficial de la cumbre, con el objetivo de mostrar cuáles son los mitos de esta organización, que, por más que se presente como un organismo multilateral, es profundamente antidemocrático, donde hay una representación asimétrica de las diferentes regiones del mundo. Asia, África y América Latina están subrepresentadas. En el G20, se pretende que participe la sociedad civil, pero en forma absolutamente sesgada. Se incorporan temas que tienen que ver con las perspectivas de género, los derechos sindicales y laborales, pero desde una visión totalmente arbitraria.
Del 25 de noviembre al 1 de diciembre, la confluencia organizó una semana de acción global contra el G20 y el FMI, con actividades en distintas sedes en todo el país y en otras ciudades del mundo. El jueves 29 de noviembre, en la Plaza de los Dos Congresos, se va a hacer una Cumbre de los Pueblos, con foros temáticos donde se van a discutir las alternativas, y se va a cerrar con un gran acto político y un festival. Y el 30 de noviembre, se está organizando una movilización unitaria y bien amplia contra el G20 y el FMI.
Hay que denunciar que el gobierno de Macri no solo dispuso el feriado en la ciudad de Buenos Aires para el 30 de noviembre para tratar de evitar esta movilización de rechazo al G20, al FMI y a la visita de Trump, sino también su intento de militarizar y reprimir la protesta y la manifestación democrática y legítima que se está organizando. El enorme despliegue, con más de 25 mil agentes policiales, la compra de armamento, la posibilidad de que tropas extranjeras, sobre todo, de Estados Unidos, puedan articular la represión interna, con la excusa de garantizar la seguridad, es una situación muy preocupante por la deriva que está intentando imponer el Ministerio de Seguridad, liderado por Patricia Bullrich, incluso haciendo espionaje interno en las organizaciones que conforman la Confluencia Fuera G20-FMI.
*Por Leandro Albani para La tinta
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