G20: "Puede ser la cumbre más conflictiva de toda la historia"
En diálogo con El País Digital, el historiador e investigador del Conicet Leandro Morgenfeld analizó las características de la Cumbre del G20, la intención del Gobierno de "mejorar su imagen hacia adentro", el rol de Estados Unidos y su relación con China.
En diálogo con El País Digital, el historiador e
investigador del Conicet Leandro Morgenfeld analizó las características
de la Cumbre del G20, la intención del Gobierno de "mejorar su imagen
hacia adentro", el rol de Estados Unidos y su relación con China, y
advierte: "Puede ser la cumbre más conflictiva de toda la historia".
-¿En qué puede beneficiar y en qué puede perjudicar a la Argentina la organización de la cumbre del G20?
-El Gobierno de Macri va a tratar de usufructuar la cumbre en tres sentidos: primero, para seguir vendiendo hacia afuera la imagen de un Gobierno que fue capaz de dejar atrás la mala experiencia de un Gobierno populista, según su consideración; la segunda, para seguir con aquello que sigue fracasando hace tres años, que es traer inversiones; y en tercer lugar, para el juego político interno, en un momento donde está muy golpeada la administración por el fracaso de su programa económico, por la profunda crisis social, por el desplome de su imagen, va a tratar de utilizarla para mejorar su imagen hacia adentro, para tratar de decir que el camino elegido es el que aplauden los líderes del mundo y el único posible, es decir el que nos impone el Fondo Monetario Internacional. De hecho, Christine Lagarde va a tener un rol clave en la cumbre del G20, como lo tiene siempre el FMI. En cuarto lugar, va a querer generar un escenario para legitimar la represión interna sobre la cual viene avanzando el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich.
Puede perjudicarlo si esto termina mal en dos sentidos. Macri está leyendo muy mal los cambios en el contexto geopolítico internacional. Hoy, el G20 está paralizado y en crisis, el orden multilateral está en crisis, ese mundo de la globalización neoliberal tan bien ponderado por Macri al cual quería insertar a la Argentina hoy está siendo rechazado por los países centrales, con un presidente como Trump, que está tratando de modificar ese escenario o esos instrumentos de la globalización neoliberal y de la burguesía más trascnacionalizada. En ese sentido, puede ser la cumbre más conflictiva en toda su historia.
-¿Pueden venir inversiones tras la cumbre? (se habla, por ejemplo, de algunos anuncios con China, también de exportaciones de carne a EEUU).
-El Gobierno que ya se está mostrando muy cauto en relación con los posibles resultados, es decir que no se van a resolver ninguno de los grandes conflictos que tienen que ver con la disputa entre el proteccionismo y el librecambismo, con la salida de Estados Unidos del Acuerdo del París, con el actual enfrentamiento de Estados Unidos y algunos socios con Irán, con los chisporrroteos entre Estados Unidos y Rusia de las últimas semanas por el programa de desarme nuclear, con la gran discusión a nivel global de la salida represiva que proponen muchos líderes y Gobiernos frente a la catástrofe humanitaria que provocan la represión de las grandes migraciones hacia Europa y Estados Unidos. Sobre todos estos temas no hay consenso. El Gobierno va a querer hacer la resolución más lavada posible y si quiere mostrar algo, entonces va a tener que ceder posiciones frente a las grandes corporaciones trasnacionales que quieren por ejemplo venir a explotar el petróleo argentino y usufructuarlo en Vaca Muerta, profundizando el esquema estractivista, diciendo que este es un gran logro para Argentina. Van a tratar de anunciar que Argentina va a empezar a exportar carne y lo curioso que hace 17 años que el Estados Unidos bloquea la compra de carne Argentina, después de muchos reclamos en 2015 el Gobierno gana un reclamo contra Estados Unidos en la OMC, es decir esto es una gestión del Gobierno anterior y hace tres años que Estados Unidos viene trabando la resolución de una disputa que Argentina ya había ganado. La Argentina anunció el año pasado con bombos y platillos que por fin se iban a exportar limones a Estados Unidos. En realidad eso ya lo había anunciado Obama antes de irse, Trumpo posteriormente dio marcha atrás y finalmente le dio una de las pocas concesiones al Gobierno de Macri, pero la exportación de limones sólo le significaría a la Argentina 50 millones de año. Al mismo tiempo, la Argentina abrió la exportación de carne porcina de Estados Unidos a la Argentina, que significa un montón mucho más grande que ese. Y el año pasado después de que se fue Mike Pence cerraron la compra de biodiesel de la Argentina perdiendo exportaciones por 1400 millones de dólares. Por eso, más allá de cómo presenta los temas el Gobierno argentino, es un fracaso absoluto desde el punto de vista comercial porque Estados Unidos aplica políticas que afectan las exportaciones argentinas, y eso que Estados Unidos tiene un fuerte superavit con Argentina. Es decir, muy poco tiene por ofrecer, salvo decirle gracias Trump por haber apoyado a la Argentina ante el Fondo Monetario Internacional, por el cual ahora tenemos una deuda de 57 mil millones de dólares y además tenemos un plan de ajuste condicionado por el Fondo.
Macri decide ofrecer a la Argentina como sede de la cumbre, porque desde que asumió el poder planteaba que Argentina había estado aislada al mundo en el período anterior, cosa que es una falacia. Con el kirchnerismo, lo que pasó es que la Argentina se vinculó con determinados países, y Macri tuvo la intención de retomar los vínculos tradicionales, esto es, con Estados Unidos y las potencias de Europa occidental. Por eso se incorpora a los foros prvilegiados que se habían sido dejado de lado. Vuelve al Foro Económico de Davos, organiza los Mini Davos en Argentina, organiza la primera reunión ministerial de la OMC que se hizo en diciembre de 2017 en Buenos Aires, y la frutilla del postre, para mostrar esta inserción internacional “exitosa”, pareciera ser organizar esta mega cumbre que es la primera vez que se hace en América del Sur.
-¿Hacia dónde va América Latina? Parece haber un momento de incertidumbre tras el fin del ciclo progresista (Macri, Bolsonaro, Maduro, AMLO).
-Los grandes medios de comunicación pretenden hacernos creer que vamos hacia un giro pospopulista, un giro hacia gobiernos de derecha irreversibles en la región, y algunos indicadores parecieran indicarlo, como el reciente triunfo de Bolsonaro. Sin embargo, a mi juicio, creo que es una lectura apresurada y errónea. América Latina sigue siendo una región en disputa de las principales potencias del mundo, las tradicionales y las emergentes. No casualmente, el secretario de Estado estadounidense en febrero de este año reivindicó la doctrina Monroe y dijo que los dos enemigos estratégicos de Estados Unidos en la región, en su patio trasero, según la denominación despectiva de parte de Estados Unidos, son China y Rusia.
La administración Trump está tratando de recuperar esa hegemonía en la región. Apela a gobiernos como el de Macri, como el de Temer y el de Bolsonaro, para atacar a todos los países y los gobiernos no alineados. Acaba de decir el asesor de Trump, Boltón, durante la reciente campaña, que hay un nuevo triangulo del mal (retomando aquello del eje del mal de Bush en América Latina) que son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Quieren alinear a los países de la región para fragmentarla y para atacar a todos los países incluyendo Bolivia y otros, que no están explícitamente alineados con Estados Unidos.
Por eso utilizan a la OEA, lograron debilitar y casi paralizar a la UNASUR y la CELAC, y quieren posicionar a la OEA para atacar a los países no alineados. Pero al mismo tiempo que ocurre eso, tenemos en el caso de México que el día sábado va a asumir Andrés Manuel López Obrador, es decir, esto mostraría que la caracterización del fin del ciclo progresista, por lo menos como generalidad, es errónea. En el caso de Colombia, el ex alcalde de Bogotá, Petro, no sólo llegó a la segunda vuelta, sino que una propuesta izquierdista o centroizquierdista sacó más del 40% de los votos en ballotage. Hoy Iván Duque acaba de asumir pero está en una enorme crisis política, y por lo tanto si hubiera elecciones ahora llegaría seguramente Petro con su columna humana al poder. En el caso de la Argentina, Cambiemo atraviesa una crisis política, económica y social, y la discusión es cómo va a llegar al 2019. Por lo tanto, no hay que apresurarse en las conclusiones. Estamos en un continente que está atravesando una enorme crisis económica y una enorme crisis de los sistemas políticos y de representación.
-¿Qué aspectos se pueden destacar del rol de Estados Unidos en la región, a partir de Trump?
-Trump a nivel global y también en la región, quiere consolidar la posición que supo tener Estados Unidos en los 25 años de la posguerra fría, pero lo esta haciendo aplicando más instrumentos del Hard Power, poder duro, en relación con el Soft Power, es decir, pateó buena parte de los instrumentos que habían utilizado las administraciones anteriores, pidió renegociar y descartó muchos de los mega acuerdo de libre comercio que había impulsado el sector globalista encarnado en los últimos 8 años en Obama y Hillary Clinton. Habrá que ver si va hacia un unilateralismo o hacia una discusión bilateral con cada uno de los gobiernos hacia una mayor utilización de la Force, porque está ampliando el presupuesto militar y, en el caso de América Latina, está tratando de imponerse nuevamente en la región, apelando a la injerencia y a un mayor protagonismo del Pentágono, de las organizaciones, de las agencias de seguridad y de alinearse con gobiernos que negocia duramente y que le sirvan justamente para atacar a los gobiernos no alineados. Al mismo tiempo que esto genera un gran peligro por su racismo, hispanofobia, su xenofobia.
A pesar de todo esto tiene un grave problema: el alto rechazo en toda la región, quizás más alto de los que tuvo Bush. Según la última encuesta de Pier Global Research, tiene una muy mala imagen en todo el mundo, especialmente en América Latina, destancándose México y la Argentina, donde apenas el 11% de los habitantes de este país tienen confianza en Donald Trump. Justamente nunca viajó a la Región, este va a ser su primer viaje, lo cual es algo bastante inédito, porque lleva casi dos años en el gobierno, no fue a México, no fue a Centroamérica ni a ningún país de América del Sur, esta va a ser su primer visita a la Región.
-¿Qué se puede esperar en la cumbre respecto de la relación China-Estados Unidos?
Sin dudas, el mundo está observando qué es lo que va a pasar con China. Durante toda la campaña en el 2016, Trump dijo que iba a tratar de equilibrar el déficit de 350 mil millones de dólares que tiene Estados Unidos en la relación comercial, y atacó permanentemente a China. Sin embargo, cuando asumió el primer año tuvo relativamente una buena relación con Xi Jinping. Desde principios de este año, más bien desde marzo, recalentó el enfrentamiento, e instrumentó aquello que muchos vieron como una jugada geopolítica arriesgada y audaz: buscar una aproximación con la Rusia de Putin para tratar de tener mas posibilidades de confrontar con China y con la consolidación de un eje euroasiático, Pekin-Moscú. Estrategia de Kisinger que en los años 70, con Nixon, había promovido un acercamiento con China, justamente para confrontar con Moscú. O sea, una estrategia similar pero en sentido inverso. La única manera que tiene Estados Unidos de evitar este ascenso chino es tratar de quebrar el eje Pekin-Moscú y para eso tiene que entenderse bien con la Rusia de Putin y enfrentar así con mejores condiciones a China.
Ahora, esto tiene dos obstáculos. Por un lado, no sólo el vinculo consolidado que tienen Rusia y China y el vinculo que están ampliando en todo el eje euroasiático, sino también las enormes resistencias internas que hay a la aproximación con Rusia por parte del establishment más globalista norteamericano.
-Y en este contexto, llega la cumbre del G20, donde se generó mucha expectativa sobre la relación China-Estados Unidos.
-Bueno, hay mucha expectativa porque desde que empezó esta guerra con China y la incertidumbre económica global, esta va a ser la primer gran reunión que tienen desde marzo-abril, cuando se produjo este enfrentamiento. Hay anunciada una reunión. Lo que no sabremos es si esa reunión del viernes apenas será el comienzo de una distensión más duradera o solo un pequeño paréntesis.
De todas formas, en cualquiera de los dos escenarios, no va a resolver el gran dilema geopolítico y geoeconómico de los próximos años y las próximas décadas, que es cómo se va a tramitar la transición hegemonica de un mundo donde Estados Unidos con Europa y Japón como socios eran claramente los que gobernaban el mundo a través del G7, a un mundo donde va a haber dos polos grandes de poder, Estados Unidos y China, y la gran incógnita es cómo se va a hacer esa transición y como se van a llevar esos dos polos de poder.
-Parece consolidarse una tendencia más proteccionista en el mundo, que contrasta con la posición favorable al libre comercio del gobierno argentino.
Efectivamente la globalización neoliberal está dejando a los trabajadores y a las clases populares cada vez más al margen, con un reparto de la riqueza cada vez mas asimétrico, generando desigualdades cada vez mayores y, por lo tanto, más frustración social, y esa frustración social en muchos casos está siendo canalizada por líderes políticos y movimientos que se presentan al menos discursivamente como enfrentándose a ese establishment y a la globalización noliberal. Por supuesto que hay que aclarar que el proteccionismo de los países centrales, que históricamente aplicaron Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, por ejemplo en el tema agrícola, pero no solamente en el tema agrícola, no tiene el mismo carácter que el que aplican países no desarrollados o países en vías de desarrollo como les gusta llamarlos, o países del tercer mundo del sur global, tiene otro contenido.
Hoy los acuerdos de libre comercio están paralizados: el acuerdo transpacífico, el acuerdo transatlantico, el Tiza, la propia ronda de negociaciones en la Organización Mundial de Comercio y en ese momento donde el mundo se está dando esta discusión, el gobierno argentino aplica un aperturismo bobo que lo que hace es desmantelar la endeble estructura industrial, provocando una caída de la actividad, una crisis económica, y primarizando la economía argentina. Lo cual hizo que el año pasado cerráramos con el peor déficit comercial de toda nuestra historia: 8.471 millones de dólares, y los primeros 7-8 meses de este año profundizáramos aún más el déficit comercial, muy lejos de esa promesa de Macri de transformarnos en un supermercado del mundo.
-¿En qué puede beneficiar y en qué puede perjudicar a la Argentina la organización de la cumbre del G20?
-El Gobierno de Macri va a tratar de usufructuar la cumbre en tres sentidos: primero, para seguir vendiendo hacia afuera la imagen de un Gobierno que fue capaz de dejar atrás la mala experiencia de un Gobierno populista, según su consideración; la segunda, para seguir con aquello que sigue fracasando hace tres años, que es traer inversiones; y en tercer lugar, para el juego político interno, en un momento donde está muy golpeada la administración por el fracaso de su programa económico, por la profunda crisis social, por el desplome de su imagen, va a tratar de utilizarla para mejorar su imagen hacia adentro, para tratar de decir que el camino elegido es el que aplauden los líderes del mundo y el único posible, es decir el que nos impone el Fondo Monetario Internacional. De hecho, Christine Lagarde va a tener un rol clave en la cumbre del G20, como lo tiene siempre el FMI. En cuarto lugar, va a querer generar un escenario para legitimar la represión interna sobre la cual viene avanzando el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich.
Puede perjudicarlo si esto termina mal en dos sentidos. Macri está leyendo muy mal los cambios en el contexto geopolítico internacional. Hoy, el G20 está paralizado y en crisis, el orden multilateral está en crisis, ese mundo de la globalización neoliberal tan bien ponderado por Macri al cual quería insertar a la Argentina hoy está siendo rechazado por los países centrales, con un presidente como Trump, que está tratando de modificar ese escenario o esos instrumentos de la globalización neoliberal y de la burguesía más trascnacionalizada. En ese sentido, puede ser la cumbre más conflictiva en toda su historia.
-¿Pueden venir inversiones tras la cumbre? (se habla, por ejemplo, de algunos anuncios con China, también de exportaciones de carne a EEUU).
-El Gobierno que ya se está mostrando muy cauto en relación con los posibles resultados, es decir que no se van a resolver ninguno de los grandes conflictos que tienen que ver con la disputa entre el proteccionismo y el librecambismo, con la salida de Estados Unidos del Acuerdo del París, con el actual enfrentamiento de Estados Unidos y algunos socios con Irán, con los chisporrroteos entre Estados Unidos y Rusia de las últimas semanas por el programa de desarme nuclear, con la gran discusión a nivel global de la salida represiva que proponen muchos líderes y Gobiernos frente a la catástrofe humanitaria que provocan la represión de las grandes migraciones hacia Europa y Estados Unidos. Sobre todos estos temas no hay consenso. El Gobierno va a querer hacer la resolución más lavada posible y si quiere mostrar algo, entonces va a tener que ceder posiciones frente a las grandes corporaciones trasnacionales que quieren por ejemplo venir a explotar el petróleo argentino y usufructuarlo en Vaca Muerta, profundizando el esquema estractivista, diciendo que este es un gran logro para Argentina. Van a tratar de anunciar que Argentina va a empezar a exportar carne y lo curioso que hace 17 años que el Estados Unidos bloquea la compra de carne Argentina, después de muchos reclamos en 2015 el Gobierno gana un reclamo contra Estados Unidos en la OMC, es decir esto es una gestión del Gobierno anterior y hace tres años que Estados Unidos viene trabando la resolución de una disputa que Argentina ya había ganado. La Argentina anunció el año pasado con bombos y platillos que por fin se iban a exportar limones a Estados Unidos. En realidad eso ya lo había anunciado Obama antes de irse, Trumpo posteriormente dio marcha atrás y finalmente le dio una de las pocas concesiones al Gobierno de Macri, pero la exportación de limones sólo le significaría a la Argentina 50 millones de año. Al mismo tiempo, la Argentina abrió la exportación de carne porcina de Estados Unidos a la Argentina, que significa un montón mucho más grande que ese. Y el año pasado después de que se fue Mike Pence cerraron la compra de biodiesel de la Argentina perdiendo exportaciones por 1400 millones de dólares. Por eso, más allá de cómo presenta los temas el Gobierno argentino, es un fracaso absoluto desde el punto de vista comercial porque Estados Unidos aplica políticas que afectan las exportaciones argentinas, y eso que Estados Unidos tiene un fuerte superavit con Argentina. Es decir, muy poco tiene por ofrecer, salvo decirle gracias Trump por haber apoyado a la Argentina ante el Fondo Monetario Internacional, por el cual ahora tenemos una deuda de 57 mil millones de dólares y además tenemos un plan de ajuste condicionado por el Fondo.
Macri decide ofrecer a la Argentina como sede de la cumbre, porque desde que asumió el poder planteaba que Argentina había estado aislada al mundo en el período anterior, cosa que es una falacia. Con el kirchnerismo, lo que pasó es que la Argentina se vinculó con determinados países, y Macri tuvo la intención de retomar los vínculos tradicionales, esto es, con Estados Unidos y las potencias de Europa occidental. Por eso se incorpora a los foros prvilegiados que se habían sido dejado de lado. Vuelve al Foro Económico de Davos, organiza los Mini Davos en Argentina, organiza la primera reunión ministerial de la OMC que se hizo en diciembre de 2017 en Buenos Aires, y la frutilla del postre, para mostrar esta inserción internacional “exitosa”, pareciera ser organizar esta mega cumbre que es la primera vez que se hace en América del Sur.
-¿Hacia dónde va América Latina? Parece haber un momento de incertidumbre tras el fin del ciclo progresista (Macri, Bolsonaro, Maduro, AMLO).
-Los grandes medios de comunicación pretenden hacernos creer que vamos hacia un giro pospopulista, un giro hacia gobiernos de derecha irreversibles en la región, y algunos indicadores parecieran indicarlo, como el reciente triunfo de Bolsonaro. Sin embargo, a mi juicio, creo que es una lectura apresurada y errónea. América Latina sigue siendo una región en disputa de las principales potencias del mundo, las tradicionales y las emergentes. No casualmente, el secretario de Estado estadounidense en febrero de este año reivindicó la doctrina Monroe y dijo que los dos enemigos estratégicos de Estados Unidos en la región, en su patio trasero, según la denominación despectiva de parte de Estados Unidos, son China y Rusia.
La administración Trump está tratando de recuperar esa hegemonía en la región. Apela a gobiernos como el de Macri, como el de Temer y el de Bolsonaro, para atacar a todos los países y los gobiernos no alineados. Acaba de decir el asesor de Trump, Boltón, durante la reciente campaña, que hay un nuevo triangulo del mal (retomando aquello del eje del mal de Bush en América Latina) que son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Quieren alinear a los países de la región para fragmentarla y para atacar a todos los países incluyendo Bolivia y otros, que no están explícitamente alineados con Estados Unidos.
Por eso utilizan a la OEA, lograron debilitar y casi paralizar a la UNASUR y la CELAC, y quieren posicionar a la OEA para atacar a los países no alineados. Pero al mismo tiempo que ocurre eso, tenemos en el caso de México que el día sábado va a asumir Andrés Manuel López Obrador, es decir, esto mostraría que la caracterización del fin del ciclo progresista, por lo menos como generalidad, es errónea. En el caso de Colombia, el ex alcalde de Bogotá, Petro, no sólo llegó a la segunda vuelta, sino que una propuesta izquierdista o centroizquierdista sacó más del 40% de los votos en ballotage. Hoy Iván Duque acaba de asumir pero está en una enorme crisis política, y por lo tanto si hubiera elecciones ahora llegaría seguramente Petro con su columna humana al poder. En el caso de la Argentina, Cambiemo atraviesa una crisis política, económica y social, y la discusión es cómo va a llegar al 2019. Por lo tanto, no hay que apresurarse en las conclusiones. Estamos en un continente que está atravesando una enorme crisis económica y una enorme crisis de los sistemas políticos y de representación.
-¿Qué aspectos se pueden destacar del rol de Estados Unidos en la región, a partir de Trump?
-Trump a nivel global y también en la región, quiere consolidar la posición que supo tener Estados Unidos en los 25 años de la posguerra fría, pero lo esta haciendo aplicando más instrumentos del Hard Power, poder duro, en relación con el Soft Power, es decir, pateó buena parte de los instrumentos que habían utilizado las administraciones anteriores, pidió renegociar y descartó muchos de los mega acuerdo de libre comercio que había impulsado el sector globalista encarnado en los últimos 8 años en Obama y Hillary Clinton. Habrá que ver si va hacia un unilateralismo o hacia una discusión bilateral con cada uno de los gobiernos hacia una mayor utilización de la Force, porque está ampliando el presupuesto militar y, en el caso de América Latina, está tratando de imponerse nuevamente en la región, apelando a la injerencia y a un mayor protagonismo del Pentágono, de las organizaciones, de las agencias de seguridad y de alinearse con gobiernos que negocia duramente y que le sirvan justamente para atacar a los gobiernos no alineados. Al mismo tiempo que esto genera un gran peligro por su racismo, hispanofobia, su xenofobia.
A pesar de todo esto tiene un grave problema: el alto rechazo en toda la región, quizás más alto de los que tuvo Bush. Según la última encuesta de Pier Global Research, tiene una muy mala imagen en todo el mundo, especialmente en América Latina, destancándose México y la Argentina, donde apenas el 11% de los habitantes de este país tienen confianza en Donald Trump. Justamente nunca viajó a la Región, este va a ser su primer viaje, lo cual es algo bastante inédito, porque lleva casi dos años en el gobierno, no fue a México, no fue a Centroamérica ni a ningún país de América del Sur, esta va a ser su primer visita a la Región.
-¿Qué se puede esperar en la cumbre respecto de la relación China-Estados Unidos?
Sin dudas, el mundo está observando qué es lo que va a pasar con China. Durante toda la campaña en el 2016, Trump dijo que iba a tratar de equilibrar el déficit de 350 mil millones de dólares que tiene Estados Unidos en la relación comercial, y atacó permanentemente a China. Sin embargo, cuando asumió el primer año tuvo relativamente una buena relación con Xi Jinping. Desde principios de este año, más bien desde marzo, recalentó el enfrentamiento, e instrumentó aquello que muchos vieron como una jugada geopolítica arriesgada y audaz: buscar una aproximación con la Rusia de Putin para tratar de tener mas posibilidades de confrontar con China y con la consolidación de un eje euroasiático, Pekin-Moscú. Estrategia de Kisinger que en los años 70, con Nixon, había promovido un acercamiento con China, justamente para confrontar con Moscú. O sea, una estrategia similar pero en sentido inverso. La única manera que tiene Estados Unidos de evitar este ascenso chino es tratar de quebrar el eje Pekin-Moscú y para eso tiene que entenderse bien con la Rusia de Putin y enfrentar así con mejores condiciones a China.
Ahora, esto tiene dos obstáculos. Por un lado, no sólo el vinculo consolidado que tienen Rusia y China y el vinculo que están ampliando en todo el eje euroasiático, sino también las enormes resistencias internas que hay a la aproximación con Rusia por parte del establishment más globalista norteamericano.
-Y en este contexto, llega la cumbre del G20, donde se generó mucha expectativa sobre la relación China-Estados Unidos.
-Bueno, hay mucha expectativa porque desde que empezó esta guerra con China y la incertidumbre económica global, esta va a ser la primer gran reunión que tienen desde marzo-abril, cuando se produjo este enfrentamiento. Hay anunciada una reunión. Lo que no sabremos es si esa reunión del viernes apenas será el comienzo de una distensión más duradera o solo un pequeño paréntesis.
De todas formas, en cualquiera de los dos escenarios, no va a resolver el gran dilema geopolítico y geoeconómico de los próximos años y las próximas décadas, que es cómo se va a tramitar la transición hegemonica de un mundo donde Estados Unidos con Europa y Japón como socios eran claramente los que gobernaban el mundo a través del G7, a un mundo donde va a haber dos polos grandes de poder, Estados Unidos y China, y la gran incógnita es cómo se va a hacer esa transición y como se van a llevar esos dos polos de poder.
-Parece consolidarse una tendencia más proteccionista en el mundo, que contrasta con la posición favorable al libre comercio del gobierno argentino.
Efectivamente la globalización neoliberal está dejando a los trabajadores y a las clases populares cada vez más al margen, con un reparto de la riqueza cada vez mas asimétrico, generando desigualdades cada vez mayores y, por lo tanto, más frustración social, y esa frustración social en muchos casos está siendo canalizada por líderes políticos y movimientos que se presentan al menos discursivamente como enfrentándose a ese establishment y a la globalización noliberal. Por supuesto que hay que aclarar que el proteccionismo de los países centrales, que históricamente aplicaron Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, por ejemplo en el tema agrícola, pero no solamente en el tema agrícola, no tiene el mismo carácter que el que aplican países no desarrollados o países en vías de desarrollo como les gusta llamarlos, o países del tercer mundo del sur global, tiene otro contenido.
Hoy los acuerdos de libre comercio están paralizados: el acuerdo transpacífico, el acuerdo transatlantico, el Tiza, la propia ronda de negociaciones en la Organización Mundial de Comercio y en ese momento donde el mundo se está dando esta discusión, el gobierno argentino aplica un aperturismo bobo que lo que hace es desmantelar la endeble estructura industrial, provocando una caída de la actividad, una crisis económica, y primarizando la economía argentina. Lo cual hizo que el año pasado cerráramos con el peor déficit comercial de toda nuestra historia: 8.471 millones de dólares, y los primeros 7-8 meses de este año profundizáramos aún más el déficit comercial, muy lejos de esa promesa de Macri de transformarnos en un supermercado del mundo.
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