Estados Unidos: empate, certezas y dudas
Por Leandro Morgenfeld
Diagonales
En dos años podría haber avances de la oposición, pero el núcleo duro del magnate sigue firme en un contexto de crecimiento económico y bajos niveles de desempleo
Ni
Trump logró el triunfo del que se vanaglorió, ni los demócratas le
asestaron el golpe que pronosticaban quienes se ilusionaban con una ola azul.
Más bien fue un empate. El análisis de las elecciones plantea algunas
certezas y otras dudas de cara a la campaña presidencial 2020, que ya se
lanzó.
Primero, Trump logró mantener el control del estratégico Senado, lo cual casi anula la posibilidad de que se vote allí su destitución, si la Cámara baja decidiera iniciar un proceso de impeachment. Desde allí podrá seguir nombrando jueces conservadores y no tendrá demasiados límites a sus polémicas decisiones de política exterior. Pero perdió la mayoría en la Cámara de Representantes, que desde hace ocho años ostentaban los republicanos. Así, tendrá una mayor dificultad para avanzar en la agenda legislativa. No le será tan fácil aprobar la reforma migratoria, ni leyes anti-abortistas ni terminar de destruir el plan de salud conocido como Obamacare. Su partido perdió siete gobernaciones a manos de los demócratas, pero menos de las que se esperaba. Perdió algunos estados del cinturón del óxido, en los que había ganado en 2016, pero logró triunfos en Florida (aunque por un margen tan estrecho que todavía no se define oficialmente), Texas y Georgia.
Segundo, Trump logró consolidar su liderazgo al interior del Great Old Party, con lo cual tiene despejado el camino para presentarse a la reelección en 2020. Las elecciones de medio término siempre son difíciles (Bush, Clinton y Obama las perdieron, y sin embargo los dos últimos igualmente fueron reelectos) y el resultado es satisfactorio para el magnate, quien a pesar del enorme rechazo que genera, conserva una base de apoyo que es fiel, y tiene la ventaja de un crecimiento económico que se mantiene constante, con bajísimos niveles de desempleo.
Tercero, los demócratas, que festejaron los resultados de las elecciones y se perfilan para dar batalla en las próximas presidenciales, no lograron resolver todavía el dilema que se abrió en el partido hace dos años, cuando el establishment del mismo cerró filas tras Hillary Clinton, y un outsider como Bernie Sanders (uno de los únicos dos senadores que se definen como independientes) casi le gana las primarias. O vuelven a optar por una opción centrista, como podría ser la candidatura del ex vicepresidente de Obama, Joe Biden (o, peor aún, Michael Bloomberg, el ex alcalde republicano de New York que acaba de pasarse al partido demócrata para intentar desde allí ganarle a Trump, apalancado en una fortuna personal que supera los 50.000 millones de dólares) o avanzan en una renovación partidaria que se apoye en el ala izquierda del partido, que vuelva a poner en el centro de su plataforma la defensa de los trabajadores, la confrontación con las corporaciones financieras de Wallstreet, la defensa de los derechos civiles, la representación de las minorías, la lucha por la preservación del medio ambiente, por la salud y la educación públicas y contra el complejo militar-industrial. Según como se resuelva ese dilema serán las chances de derrotar a Trump de aquí a dos años.
Cuarto, la polarización se profundiza en Estados Unidos. Mientras que los votantes blancos, anglosajones, protestantes y rurales votan a Trump, las ciudades optaron por los demócratas. Las mujeres tuvieron un rol clave y tendrán un récord histórico de representación parlamentaria. Habrá por primera vez diputadas de los pueblos originarios y musulmanas, y hasta un gobernador abiertamente gay. También hubo una mayor participación de los jóvenes, que suelen mantenerse al margen de este tipo de contiendas. La que más llamó la atención fue la latina Alexandria Ocasio-Cortez, quien con 78% de los votos arrasó en el distrito 14 de New York. Oriunda del Bronx y con 29 años, será la más joven representante de la historia. Militó en el movimiento que apoyaba a Bernie Sanders y, como él, se define como socialista democrática. Ella es uno de los símbolos de la resistencia contra Trump que aspira a sacarlo de la Casa Blanca en dos años.
*Doctor en Historia. Profesor UBA. Investigador Adjunto del CONICET. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Ed. Octubre, 2018) y co-editor de Estados Unidos contra el mundo. Trump y la nueva geopolítica (Siglo XXI-CLACSO, 2018). Dirige el sitio www.vecinosenconflicto.com. Twitter:@leandromorgen
Primero, Trump logró mantener el control del estratégico Senado, lo cual casi anula la posibilidad de que se vote allí su destitución, si la Cámara baja decidiera iniciar un proceso de impeachment. Desde allí podrá seguir nombrando jueces conservadores y no tendrá demasiados límites a sus polémicas decisiones de política exterior. Pero perdió la mayoría en la Cámara de Representantes, que desde hace ocho años ostentaban los republicanos. Así, tendrá una mayor dificultad para avanzar en la agenda legislativa. No le será tan fácil aprobar la reforma migratoria, ni leyes anti-abortistas ni terminar de destruir el plan de salud conocido como Obamacare. Su partido perdió siete gobernaciones a manos de los demócratas, pero menos de las que se esperaba. Perdió algunos estados del cinturón del óxido, en los que había ganado en 2016, pero logró triunfos en Florida (aunque por un margen tan estrecho que todavía no se define oficialmente), Texas y Georgia.
Segundo, Trump logró consolidar su liderazgo al interior del Great Old Party, con lo cual tiene despejado el camino para presentarse a la reelección en 2020. Las elecciones de medio término siempre son difíciles (Bush, Clinton y Obama las perdieron, y sin embargo los dos últimos igualmente fueron reelectos) y el resultado es satisfactorio para el magnate, quien a pesar del enorme rechazo que genera, conserva una base de apoyo que es fiel, y tiene la ventaja de un crecimiento económico que se mantiene constante, con bajísimos niveles de desempleo.
Tercero, los demócratas, que festejaron los resultados de las elecciones y se perfilan para dar batalla en las próximas presidenciales, no lograron resolver todavía el dilema que se abrió en el partido hace dos años, cuando el establishment del mismo cerró filas tras Hillary Clinton, y un outsider como Bernie Sanders (uno de los únicos dos senadores que se definen como independientes) casi le gana las primarias. O vuelven a optar por una opción centrista, como podría ser la candidatura del ex vicepresidente de Obama, Joe Biden (o, peor aún, Michael Bloomberg, el ex alcalde republicano de New York que acaba de pasarse al partido demócrata para intentar desde allí ganarle a Trump, apalancado en una fortuna personal que supera los 50.000 millones de dólares) o avanzan en una renovación partidaria que se apoye en el ala izquierda del partido, que vuelva a poner en el centro de su plataforma la defensa de los trabajadores, la confrontación con las corporaciones financieras de Wallstreet, la defensa de los derechos civiles, la representación de las minorías, la lucha por la preservación del medio ambiente, por la salud y la educación públicas y contra el complejo militar-industrial. Según como se resuelva ese dilema serán las chances de derrotar a Trump de aquí a dos años.
Cuarto, la polarización se profundiza en Estados Unidos. Mientras que los votantes blancos, anglosajones, protestantes y rurales votan a Trump, las ciudades optaron por los demócratas. Las mujeres tuvieron un rol clave y tendrán un récord histórico de representación parlamentaria. Habrá por primera vez diputadas de los pueblos originarios y musulmanas, y hasta un gobernador abiertamente gay. También hubo una mayor participación de los jóvenes, que suelen mantenerse al margen de este tipo de contiendas. La que más llamó la atención fue la latina Alexandria Ocasio-Cortez, quien con 78% de los votos arrasó en el distrito 14 de New York. Oriunda del Bronx y con 29 años, será la más joven representante de la historia. Militó en el movimiento que apoyaba a Bernie Sanders y, como él, se define como socialista democrática. Ella es uno de los símbolos de la resistencia contra Trump que aspira a sacarlo de la Casa Blanca en dos años.
*Doctor en Historia. Profesor UBA. Investigador Adjunto del CONICET. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Ed. Octubre, 2018) y co-editor de Estados Unidos contra el mundo. Trump y la nueva geopolítica (Siglo XXI-CLACSO, 2018). Dirige el sitio www.vecinosenconflicto.com. Twitter:@leandromorgen
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