6 de noviembre: ¿el plebiscito de Trump?
El presidente se ha tomado las elecciones legislativas como un todo o nada sobre sí mismo. Una derrota republicana le pondría al borde del abismo; una victoria, hundiría sin remedio a los demócratas. Este también es su referéndum.
Donald Trump
no figura en ninguna papeleta para el 6 de noviembre, cuando Estados
Unidos celebra sus elecciones legislativas, pero, como si del verdadero
candidato se tratara, ha llenado de mítines su agenda y disparado su
actividad mediática para arengar a las masas contra la inmigración y una
posible victoria de los “radicales” demócratas. Solo entre el 6 y el 17
de octubre, improvisó seis encuentros con la prensa, concedió ocho
entrevistas a distintos medios y celebró 18 actos públicos en los que
atendió a los reporteros. En total, respondió a 300 preguntas de
periodistas en tan solo 11 días, según un análisis de la cadena ABC, más que ningún otro presidente en la historia en el mismo periodo de tiempo.
Trump
se juega el todo o nada. En este momento de polarización extrema, los
consensos son difíciles y, si los republicanos pierden el control de una
o las dos cámaras, quedará maniatado el resto de su mandato . Ocurrió
después 2014, cuando el descontento con Barack Obama y la apatía de los
demócratas llevó a los conservadores a reconquistar el Senado y ampliar
su mayoría en la Cámara de Representantes. Para el neoyorquino, las
consecuencias se antojan peores: si vencen, los demócratas podrían
impulsar investigaciones a sus finanzas y presuntos delitos relativos a
la trama rusa, abriendo la puerta a un posible impeachment.
Las legislativas suelen servir de castigo al partido que
ocupa la Casa Blanca: la mayoría de presidentes, desde Franklin D.
Roosevelt, pierden escaños, aunque el presidente actual tiene algunas
bazas evidentes, como la extraordinaria marcha de la economía,
la euforia por la gran rebaja de impuestos y la victoria política de
haber nombrado a dos jueces conservadores para el Tribunal Supremo en
menos de dos años. Las cosas que marchan bien, sin embargo, movilizan
poco al ser humano, así que Trump está azuzando al miedo a la inmigración
y alerta de una ola izquierdista en EEUU si los demócratas ganan
terreno. “Los demócratas quieren caravanas [de inmigrantes, como la que
trata de llegar ahora a EE UU desde Centroamérica]”, dijo este sábado.
Lo repetirá mañana, miércoles, en Winsconsin; el viernes, en Carolina
del Norte; el sábado, en Illinois. Y así, sucesivamente, en cada mitin.
Claves para las legislativas
SENADO
-Hay 35 escaños en juego, de los cuales solo 9 son republicanos.
Eso pone más difíciles las cosas a los demócratas: deben reafirmar los
26 que ya poseen y, además, robar otros 2 a algún republicano.
-¿Dónde? Nevada, Arizona y Tennessee suponen las mejores oportunidades. Texas, en menos medida, también.
-Escaños en riesgo para los demócratas: Al mismo tiempo, hay seis
plazas hoy demócratas que peligran, en la mayor parte de casos porque se
encuentran en territorios trumpistas: Mirsuri, Indiana, West Virginia,
Montana, Wisconsin y Florida.
CÁMARA DE REPRESENTANTES
-Salen a jugar los 435 escaños aunque solo 48 (aprox.) se
consideran “disputables”, es decir, que no están históricamente
garantizados sí o sí para algún partido.
-Los demócratas necesitan mantener los 194 que ya tienen y robar 24 a los republicanos.
La ventaja es que, de esos 48 que se consideran disputables, la inmensa mayoría es republicana.
-¿Dónde? Está más repartido por todo el territorio. Los demócratas
se han fijado como estrategia atacar esos territorios donde ganó Clinton
o donde perciben que sus candidatos están recibiendo más donaciones que
el rival demócrata. Varias plazas de Cañifornia, así como el distrito
19 de NYork (Antonio Delgado) o el 2nd de Arizona (Martha McSally son
algunos ejemplos famosos).
GUBERNATURAS
-36 Estados escogerán a su nuevo gobernador. Destaca la batalla de
Florida, donde el demócrata Andrew Gillum puede convertirse en el primer
afroamericano en el cargo si derrota a un trumpista de pro como el congresista Ron DeSantis.
Lo frenético de la agenda deja claro que el magnate se toma
las midterm (en español, medio mandato, la forma más común de referirse
a estos comicios) como un plebiscito sobre su persona. Y los demócratas
también lo plantean como un voto sobre Trump para azuzar a sus bases.
La cuestión es si se lo tomarán así los electores, si acudirán a las
urnas pensando en el presidente, y si los cientos de candidatos
republicanos que están peleando por los votos en todo el país contemplan
al mandatario como un activo o como un lastre. ¿Cuántos conservadores
votan republicano a pesar de Trump? ¿Cuántos lo hacen animados por
Trump?
Una encuesta de la Quinnipiac University Poll, muy
reconocida en el ámbito de los sondeos, arrojaba algunas pistas este
verano. Entre los republicanos, el 39% ha mejorado su opinión sobre el
Partido debido a Donald Trump, frente a solo un 18% que piensa peor de
la formación por el neoyorquino, y para una mayoría, el 42%, cuyo
sentimiento hacia el partido no había cambiado por el fenómeno
trumpista. Su popularidad sigue exhibiendo una mala salud de hierro: ha
subido cuatro puntos en dos meses, hasta un discreto 44%, según Gallup.
Las crónicas de los mítines de Trump retratan a verdaderos
feligreses del presidente, entusiastas de su discurso belicoso que han
dejado lo que estaban haciendo para ir a escucharle a cualquier estadio
del Medio Oeste. Pero el magnate no hubiese ganado las presidenciales
solo con ellos, a Trump lo votaron el 80% de republicanos, los que
llevan con orgullo la gorra roja con el lema (Make America great again) y
los que se avergüenzan de ella.
“Hay republicanos que desde luego no están de
acuerdo con él en muchas cosas, pero le mantienen su apoyo, alrededor
del 80% está con él”, recuerda Tim Malloy, director asistente de la
Quinnipiac University Poll. “Mucha gente votará pensando en su
billetera, muchos republicanos dejarán a Trump a un lado, y otras
piedras del camino, porque la economía va a todo tren. En nuestra última
encuesta había un 70% de estadounidenses que decía que la economía iba
muy bien y su vida había mejorado, eso es muy difícil de combatir en la
urnas”, añade.
Y, aun así, tanto Malloy como la mayor parte de analistas
de la política americana coinciden en que pocas elecciones legislativas
se han celebrado en una clave tan nacional y tan presidencial como las
del 6 de noviembre. Para Russell Riley, de la Universidad de Virginia,
hay que remontarse a un siglo atrás, 1918, con Woodrow Wilson en la Casa
Blanca, para encontrar a un presidente tan entregado en la campaña como
si de un plebiscito se tratase. “Y eso es un error”, advierte. A
Wilson, dice, el ego le impidió ver que el público estaba fatigado de su
presidencia. Y Trump le puede ocurrir lo mismo. “Ha estado alimentando a
los impulsos de la oposición diciendo ‘Un voto para [Martha] McSally
[congresista republicana de Arizona] es un voto para mí’. Y esta
estrategia puede ser terrible si piensas que su ratio de aprobación es
de en torno al 40%”, explica por correo electrónico.
Una de las grandes diferencias de la batalla demócrata
estriba en que sus votantes no tienen hoy por hoy una figura clara a la
que amar u odiar, con la que inspirarse o aburrirse. Una ola de nuevos
candidatos, con una participación femenina sin precedentes y marcada
agenda progresista está copando la atención. El partido que viene de
perder unas elecciones nunca tiene lógicamente un líder único, pero en
el caso demócrata es más llamativa la ausencia de referencias. Barack
Obama aún no se ha implicado a fondo en la campaña y la actividad
pública de Hillary y Bill Clinton, que han comenzado una gira, despierta
recelos. Mientras, empiezan a circular los nombres para posibles
aspirantes presidenciales en 2020, como la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren o el exvicepresidente Joe Biden, ambos de más de 70 años para entonces.
Pero, si pese a las dificultades -la buena marcha de la
economía o la falta de un líder de referencia-, los demócratas no logran
movilizar a sus bases como reacción a Trump, que es uno de los
presidentes más impopulares de la historia; si no logran la reacción de
su gente tras el giro conservador en el Supremo o la ola de políticas regresivas en materia de mujeres o derechos LGTB,
la debacle será tal que el trauma por la derrota de 2016 puede quedarse
en una broma. El 6 de noviembre es también el gran plebiscito de los
demócratas. Malloy, de Quinnipiac University Poll, concluye: “Es
claramente un referéndum sobre Trump. Bueno, es un referéndum sobre
todo”.
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