Por Silvina Romano
Página/12
Hoy, el Consejo
Atlántico entregará su Premio al Ciudadano Global a Mauricio Macri. El galardón
se le otorga por su “incansable compromiso y dedicación para con su país y su
gente a través de la reforma económica y la revitalización del país mediante
una política pragmática que busca renovar las relaciones de Argentina a nivel
mundial, como lo demuestra el haber asumido la Presidencia del G20”. La
distinción se concede desde Estados Unidos a la Argentina. Es decir, viaja en
el mismo sentido que la dirección de la política económica de este país: desde
el FMI hasta Buenos Aires.
La trayectoria de
Macri es de sobra conocida. Pero desconocemos por completo instituciones como
el Consejo Atlántico, brazo ideológico de la OTAN. Creado
en las primeras décadas de la Guerra Fría, se ha encargado de mantener intacto
el espíritu de esa época. Su defensa a ultranza de los intereses del mercado se
forjó al calor de las tendencias y el discurso anticomunista de comienzos de la
confrontación de bloques. Su director ejecutivo es un reconocido periodista
especializado en la Guerra Fría, autor de un best seller sobre Kennedy y
Kruschev. Como reportero, cubrió los hitos de la desarticulación del mundo
bipolar.
El Consejo participó activamente en la
transición hacia el Fin de la Historia, organizando conferencias para la
reconstrucción de las relaciones Este-Oeste. En estos foros participaron
“guardianes” de la paz y la libertad como Ronald Reagan, instigador de la
contrainsurgencia en Centroamérica en la década de los 80, Zbigniew Brzezinski,
ideólogo del intervencionismo en Centroamérica y Oriente Medio, o Colin Powell,
jefe del Estado Mayor Conjunto durante la Guerra del Golfo.
En esta línea, en su Junta Directiva se
encuentra Henry Kissinger, otro de los grandes adalides de doctrinas
contrainsurgentes, muy especialmente en América Latina, incluido su papel
protagónico en la Operación Condor. El espíritu que lo alentó se actualiza en
medidas del presente como el programa de sanciones económicas a Rusia o los
planes de seguridad en Oriente Medio y en el espacio Transatlántico.
También hay que destacar que entre los
directores honorarios figuran otros ex funcionarios estadounidenses como Robert
Gates (secretario de Defensa), Leon Panetta (director de la CIA y secretario de
Defensa) y Condoleezza Rice (secretaria de Estado), todos partícipes de la
creciente oposición a los gobiernos progresistas en América Latina en las
últimas décadas.
Estas ideas y lineamientos son financiados
por poderosas multinacionales. Chevron, Ford y Lockheed Martin, con grandes
intereses en la región incluida Argentina, aportan más de 100.000 dólares
anuales al Consejo. Se suman con cantidades menos elevadas 21st Century Fox,
Boeing o Coca-Cola Company, entre otras.
No cabe duda de que se trata de la crema y
nata del neoliberalismo y la globalización, que se auguraban en peligro con el
proteccionismo a la Trump. Sin embargo, la designación de Macri como receptor
del premio simboliza el carácter cosmético de esta supuesta amenaza. Al final,
prevalece la unidad en contra de cualquier tipo de ampliación del Estado que
favorezca a las mayorías. De hecho, uno de los directores del Consejo Atlántico
fue Chuck Hagel (2009-2013), senador republicano a quien Obama nombró
secretario de Defensa. Hagel dijo acerca del Gobierno de Georg Bush hijo: “Este
partido que a veces no reconozco ha liderado una de las mayores expansiones del
Estado de toda la historia”.
Desde Nueva York, el Consejo Atlántico
reivindica una vez más al “mundo libre”, exaltando personalidades como la de
Macri. El pragmatismo y el retorno de Argentina a una espiral de endeudamiento
y dependencia es recompensado por los mismos que hace décadas lograron imponer
a sangre y fuego ese supuesto “mundo libre” que protegió a gobiernos
cívico-militares y garantizó el bienestar de minorías privilegiadas,
aniquilando cualquier posibilidad de democracia con justicia social.
* Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica, Celag.
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