De
no mediar algún imprevisto, Donald Trump llegará a Buenos Aires el 30
de noviembre, para asistir a la Cumbre del G20. Va a ser su primer viaje
a América Latina, luego de haber cancelado su participación en la
Cumbre de las Américas realizada en Lima en abril. Y el séptimo
presidente estadounidense que visite la Argentina, desde Franklin D.
Roosevelt (1936).
Pero, antes, deberá afrontar uno de sus mayores desafíos políticos desde que llegó a la Casa Blanca: sortear las cruciales elecciones del 6 de noviembre. Ese día se renuevan los 435 integrantes de la Cámara de Representantes y 34 de los 100 de la de Senadores, además de elegirse 39 gobernadores y otras autoridades estatales y locales. Estas elecciones de medio término son cruciales para Trump, ya que, si pierde el control de la cámara baja, ésta podría iniciar, con mayoría simple, un impeachment (juicio político). En estos días, Paul Manafort, ex jefe de campaña del magnate, se declaró culpable de los delitos de conspiración contra Estados Unidos y obstrucción a la Justicia, y aceptó colaborar con el fiscal Robert Mueller en la investigación de la “trama rusa”. Se reavivan las expectativas de un juicio político contra Trump, que complicaría sus planes reeleccionistas en 2020.
El final de las primarias arroja dos conclusiones. La primera, los demócratas se revitalizaron por el avance de candidatos jóvenes, diversos y de izquierda, siguiendo la tendencia que inauguró Bernie Sanders hace dos años cuando enfrentó al establishment de ese partido, que se encolumnó tras Hillary Clinton. La socialista hispana Alexandria Ocasio-Cortez sorprendió venciendo a Joe Crawley, veterano cuadro de ese partido. En Massachusetts, la afroamericana Ayanna Pressley derrotó a Michael Capuano, que llevaba diez mandatos representando a su distrito. Algo similar ocurrió en Nebraska y en Georgia. Este inédito giro a la izquierda de un partido que entró en crisis en 2016 genera expectativas en quienes auguran una “ola azul” en noviembre. La segunda, la suerte de los republicanos, por ahora, depende de Trump. Los críticos del magnate no lograron en las internas derrotar a los candidatos que juraron lealtad al presidente, quien se involucró intensamente en las primarias.
Durante las próximas semanas, la principal potencia se agitará al ritmo de una campaña apasionante y con repercusiones internacionales. El reciente anuncio de Trump de aumentar los aranceles a los bienes que Estados Unidos importa desde China escala la guerra comercial a niveles inéditos y debe leerse en función de una de las principales promesas electorales que lo llevó a la Casa Blanca: confrontar con el gigante asiático para disminuir el brutal déficit comercial. Los enfrentamientos con la prensa, los choques con la justicia y la dificultad para ratificar al ultraconservador Brett Kavanaugh en la Corte Suprema, tras una denuncia de acoso sexual, serán solo algunos de los escándalos que se multiplicarán en los próximos días.
Como recordaron Barack Obama, al sumarse la semana pasada a la campaña, o varias actrices en la entrega de los Premios Emmy el lunes pasado, la clave para derrotar a Trump estará en que los descontentos se registren y acudan a votar. En Estados Unidos el voto es voluntario y es alto al abstencionismo, y mucho más en elecciones de medio término. El resultado dependerá de tres claves: el compromiso de los independientes y los moderados, y en particular de los jóvenes; lo que ocurra en el rust belt que agrupa a los estados industriales de los grandes lagos y el noroeste (si en 2016 esta región le permitió a Trump volcar a su favor el colegio electoral, esta vez podría haber avance demócrata en Michigan, Ohio, Wisconsin y Iowa); y el compromiso inédito de las mujeres empoderadas: a la cifra récord de 239 mujeres candidatas a la Cámara de Representantes (187 demócratas y 52 republicanas) se suman las 12 aspirantes a gobernadoras, además de las cuatro que pelean por la reelección.
Estados Unidos se polariza. Igual que la Argentina. Macri, cada vez más subordinado a la Casa Blanca, va a tenderle una alfombra roja a Trump en noviembre. Pero decenas de miles se van a manifestar en rechazo al misógino, xenófobo y militarista magnate, como sucedió en junio en Londres. La movilización internacional contra el G20 y el FMI, como ocurrió con Bush en Mar del Plata en 2005, va a mostrar que el rechazo a Trump crece dentro y fuera de Estados Unidos.
* Profesor UBA. Investigador adjunto del Conicet. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Ed. Octubre, 2018).
Pero, antes, deberá afrontar uno de sus mayores desafíos políticos desde que llegó a la Casa Blanca: sortear las cruciales elecciones del 6 de noviembre. Ese día se renuevan los 435 integrantes de la Cámara de Representantes y 34 de los 100 de la de Senadores, además de elegirse 39 gobernadores y otras autoridades estatales y locales. Estas elecciones de medio término son cruciales para Trump, ya que, si pierde el control de la cámara baja, ésta podría iniciar, con mayoría simple, un impeachment (juicio político). En estos días, Paul Manafort, ex jefe de campaña del magnate, se declaró culpable de los delitos de conspiración contra Estados Unidos y obstrucción a la Justicia, y aceptó colaborar con el fiscal Robert Mueller en la investigación de la “trama rusa”. Se reavivan las expectativas de un juicio político contra Trump, que complicaría sus planes reeleccionistas en 2020.
El final de las primarias arroja dos conclusiones. La primera, los demócratas se revitalizaron por el avance de candidatos jóvenes, diversos y de izquierda, siguiendo la tendencia que inauguró Bernie Sanders hace dos años cuando enfrentó al establishment de ese partido, que se encolumnó tras Hillary Clinton. La socialista hispana Alexandria Ocasio-Cortez sorprendió venciendo a Joe Crawley, veterano cuadro de ese partido. En Massachusetts, la afroamericana Ayanna Pressley derrotó a Michael Capuano, que llevaba diez mandatos representando a su distrito. Algo similar ocurrió en Nebraska y en Georgia. Este inédito giro a la izquierda de un partido que entró en crisis en 2016 genera expectativas en quienes auguran una “ola azul” en noviembre. La segunda, la suerte de los republicanos, por ahora, depende de Trump. Los críticos del magnate no lograron en las internas derrotar a los candidatos que juraron lealtad al presidente, quien se involucró intensamente en las primarias.
Durante las próximas semanas, la principal potencia se agitará al ritmo de una campaña apasionante y con repercusiones internacionales. El reciente anuncio de Trump de aumentar los aranceles a los bienes que Estados Unidos importa desde China escala la guerra comercial a niveles inéditos y debe leerse en función de una de las principales promesas electorales que lo llevó a la Casa Blanca: confrontar con el gigante asiático para disminuir el brutal déficit comercial. Los enfrentamientos con la prensa, los choques con la justicia y la dificultad para ratificar al ultraconservador Brett Kavanaugh en la Corte Suprema, tras una denuncia de acoso sexual, serán solo algunos de los escándalos que se multiplicarán en los próximos días.
Como recordaron Barack Obama, al sumarse la semana pasada a la campaña, o varias actrices en la entrega de los Premios Emmy el lunes pasado, la clave para derrotar a Trump estará en que los descontentos se registren y acudan a votar. En Estados Unidos el voto es voluntario y es alto al abstencionismo, y mucho más en elecciones de medio término. El resultado dependerá de tres claves: el compromiso de los independientes y los moderados, y en particular de los jóvenes; lo que ocurra en el rust belt que agrupa a los estados industriales de los grandes lagos y el noroeste (si en 2016 esta región le permitió a Trump volcar a su favor el colegio electoral, esta vez podría haber avance demócrata en Michigan, Ohio, Wisconsin y Iowa); y el compromiso inédito de las mujeres empoderadas: a la cifra récord de 239 mujeres candidatas a la Cámara de Representantes (187 demócratas y 52 republicanas) se suman las 12 aspirantes a gobernadoras, además de las cuatro que pelean por la reelección.
Estados Unidos se polariza. Igual que la Argentina. Macri, cada vez más subordinado a la Casa Blanca, va a tenderle una alfombra roja a Trump en noviembre. Pero decenas de miles se van a manifestar en rechazo al misógino, xenófobo y militarista magnate, como sucedió en junio en Londres. La movilización internacional contra el G20 y el FMI, como ocurrió con Bush en Mar del Plata en 2005, va a mostrar que el rechazo a Trump crece dentro y fuera de Estados Unidos.
* Profesor UBA. Investigador adjunto del Conicet. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Ed. Octubre, 2018).
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