Un alineamiento poco conveniente
La política exterior argentina en los
últimos 40 años ha "zigzagueado" entre el desarrollar grados de
autonomía y el alinearse con las potencias establecidas, en particular
los Estados Unidos. Esta tensión subsiste hasta nuestros días y se ha
observado a lo largo de la administración Macri.
El último régimen militar se vio obligado a desarrollar
una "autonomía mediante la distancia", resistiendo ciertas iniciativas
de los organismos internacionales, y algunos puntos de la agenda de las
potencias económicas. La Argentina se encontraba excluida además del
sistema político mundial, por su accionar en materia de derechos
humanos. Sin embargo, seguía comercializando sus productos a nivel
global y mantenía buenas relaciones económicas con la Unión Soviética.La búsqueda de autonomía del gobierno de Alfonsín fue reemplazada por lo que se convertiría en un alineamiento casi automático del gobierno de Menem con respecto a los Estados Unidos. En un contexto de fin de la Guerra Fría, la administración Menem buscó establecer una relación especial con EE.UU. a la que percibía como la mejor opción estratégica para obtener credibilidad internacional. Este giro en la relación se manifestó en diversas áreas, como la forma de votar en las Naciones Unidas (ONU) -incluido el apoyo a la invasión de Irak y Haití-, en la relación con Cuba -condenando la situación de Derechos Humanos-, en el envío de tropas al Golfo y en el retiro del movimiento de países no alineados.
Los gobiernos kirchneristas se distinguieron por una vuelta a una "autonomía mediante la distancia", simbolizada por una combativa y sobreactuada posición frente a los EE.UU. y los países europeos, y por un distanciamiento del FMI y el Banco Mundial. Este enfoque conviviría luego con un "deslizamiento hacia Caracas" y un estrechamiento de las relaciones con China, motivados por una pragmática mezcla de oportunidades financieras y afinidades ideológicas. También se caracterizó por obtener la presidencia del Grupo de los 77, de los países en desarrollo.
Con el comienzo de la administración Macri, se notó una inclinación a generar niveles de autonomía "mediante la diversificación" de relacionamientos a nivel global. Así, la canciller Malcorra dijo que "tenemos que maximizar nuestras alternativas y tener una relación madura y seria con todos aquellos que están dispuestos a trabajar con nosotros". Pero con la llegada del canciller Faurie, y bajo la influencia de la "diplomacia supraministerial" diseñada por la jefatura de Gabinete, se notaría una fuerte tendencia a alinearse con los EE.UU. Esta postura se hizo evidente con el apoyo en las votaciones en la ONU y en los comunicados de la Cancillería con respecto al accionar de los EE.UU.
Si en los años 90 un alineamiento con los EE.UU., los vencedores de la Guerra Fría, era por lo menos debatible, el escenario global actual hace difícil su justificación. En un mundo definido por Raymod Aron como pluripolar, el ascenso de potencias emergentes como China, India y la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), implican un deslizamiento del poder económico hacia el Asia. Elemento crítico si tenemos en cuenta el aumento de nuestras exportaciones hacia esa región.
En este contexto, el profesor Roberto Russell, verdadero baluarte tanto de la política exterior como de la moderación, afirmó que "nuestro país debe tener buenos vínculos con todo el mundo". Y agregaba que: "Les he comentado varias veces a mis amigos del Pro que salieran de la línea Uribe-Piñera-Aznar. Una línea de derecha que procura políticas de "aquiescencia" con Estados Unidos sin entender los cambios en el mundo".
Si a la disminución del poder relativo de los Estados Unidos, le sumamos el particular estilo de liderazgo de Donald Trump, se hace aún menos prudente el implementar esta estrategia de "aquiescencia", y más urgente el volver al enfoque de lograr una "autonomía mediante la diversificación".
Doctorando en Relaciones Internacionales, Miembro Consultor del CARI y del Cippec
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