A la orden de los halcones del Pentágono
El
titular de la Defensa estadounidense realizó una fugaz visita al país y
se entrevistó con su par argentino Oscar Aguad. En su primer gira
regional, el halcón James Perro Rabioso Mattis incorporó a la
Argentina en su hoja de ruta junto a Brasil, Chile y Colombia:
precisamente, los cuatro socios estratégicos de la Administración Trump
para temas militares en el Cono Sur. Aguad se comprometió ante Mattis
profundizar el giro implementado en las FFAA, un molde doctrinario en
línea con la difusa e intervencionista agenda de “nuevas amenazas” que
promueve Washington.
Cuando James Mattis, actual secretario
de Defensa de los Estados Unidos, estaba a cargo del Comando Central -la
unidad del Pentágono para coordinar las operaciones en Medio Oriente-
aconsejaba a las tropas asentadas en Irak y Afganistán que se dejarán
crecer el bigote para poder mimetizarse con la población local. Ese
particular seguimiento de los detalles en el terreno militar y su fama
de hombre rudo, Mattis se ganó el mote de “Perro Rabioso”, están
consignados en el bestseller Fiasco -the American Military Adventure in Iraq (2006), escrito por Thomas Ricks, periodista del The Washington Post.
En ese libro se narran los siempre peculiares discursos de Mattis al
momento de arengar a los marines: “Sé cortés, sé profesional, pero
siempre ten un plan para matar a todos los que conozcas”; “hay que
demostrarle al mundo que no hay mejor amigo ni peor enemigo que un
marine de Estados Unidos”.
Con su par Oscar Aguad, Mattis se
mostró, claro, más cortes y utilizó un lenguaje menos seco, acorde a su
nuevo rol político. Es más, previa a la declaración conjunta ofrecida
por ambos a la prensa, una escueta y anodina exposición sin lugar a
preguntas de los medios acreditados, Perro Rabioso Mattis aclaró previamente a la colega del diario Clarín
Paula Lugones -uno de los pocos medios regionales que acompañaron a
Mattis en su gira sudamericana- que venía a la Argentina “predispuesto a
escuchar”. Sin embargo, los pasos que vienen dando Aguad y la ministra
de Seguridad Patricia Bullrich para amoldar la agenda de sus carteras
con la visión hemisférica promovida por el Comando Sur sugieren otra
cosa. Mattis podrá escuchar pero, dado el rediseño estratégico de las
Fuerzas Armadas y de Seguridad establecidos por el gobierno de Mauricio
Macri, parecería que también ha logrado hacerse oír en la Casa Rosada.
En términos informativos, Aguad y Mattis
se reunieron durante 60 minutos en el Edificio Libertador y, luego,
cada uno a su turno, ofrecieron un testimonio protocolar, que no ahondó
en detalles relevantes sobre el anunciado refuerzo de la “alianza
conjunta en temas militares”. Eso sí sorprendió los desmedidos elogios
del dirigente radical cordobés que, además de hacer una crítica
furibunda, como se suponía, sobre la política vincular del anterior
gobierno con el Comando Sur, utilizó una caracterización sorprendente
sobre el carácter “amistoso” y “leal” de la principal potencia militar
del mundo: “…porque si bien la Argentina se había apartado durante
varios años de sus leales socios y amigos hemos regresado al camino del
que no debimos alejarnos”.
En la lectura del comunicado de ambos
ministros no se abordó, como se suponía, la profusa agenda bilateral en
defensa y seguridad que el gobierno de Mauricio Macri viene suscribiendo
con Estados Unidos desde su asunción presidencial. La lista es tan
extensa como sensible en cuánto a grados de cesión en soberanía
nacional: ofrecimiento de espacio territorial en la frontera norte para
que la agencia antinarcóticos DEA pueda instalar una Task Force con el
pretexto de monitorear a células fundamentalistas, acuerdo entre la
Gobernación de Neuquén y el Comando Sur para la creación de una base de
ayuda humanitaria en una localización petrolera y de fuerte presencia de
la comunidad mapuche y, por último, la incorporación de la tesis de las
nuevas amenazas -el enemigo a vencer según el Pentágono desde la caída
del socialismo real- al patrón doctrinario del instrumento militar y la
consecuente utilización de las Fuerzas Armadas en tareas que le estaban
vedadas.
En paralelo, Mattis volvió a
exteriorizar, tanto en Brasil como en declaraciones dadas a bordo del
Jumbo militar que lo trasladó, el deseo de su gobierno de recibir el
apoyo de las administraciones que estaba visitando para subir la
escalada intervencionista contra el gobierno de Venezuela. Sin embargo,
el rechazo del gobierno de Michel Temer a sumar sus Fuerzas Armadas a un
cerco militar conjunto contra Caracas fue apagando la dura retórica de
“Perro Rabioso” contra el Palacio Miraflores. Por último, el jefe del
Pentágono estimó a Oscar Aguad el rol regional que viene cumpliendo
Argentina como presidente pro témpore del Grupo de los 20. En ese
sentido, el portal Infobae, de usual buen acceso a “trascendidos” del
Edificio Libertador que luego son confirmados por la realidad, especuló
ayer con la posibilidad de que el viaje de Mattis podría concretar “el
apoyo de aviones norteamericanos supersónicos apostados en los
aeropuertos de Mendoza o Carrasco, Uruguay, para dar cobertura logística
durante la cumbre argentina del G20. También se mencionó la posibilidad
del eventual involucramiento de un portaaviones norteamericano apostado
en el Pacífico con aviones F-18 a disposición para la cobertura aérea”.
De todo lo mencionado, la reciente
anunciada reconversión de las Fuerzas Armadas argentinas para
desarrollar tareas, aparentemente logísticas, contra el terrorismo y el
crimen organizado es el hecho que más consagra el alineamiento militar
de nuestro gobierno con los Estados Unidos. La literatura en defensa a
favor y en contra del tutelaje castrense interamericano promovido por
Washington post Guerra Fría es abundante. El Pentágono advierte que los
militares latinoamericanos, al carecer de una hipótesis de conflicto
contra un actor estatal, deben combatir todo lo que se mueva en la mira
y conformen la ambigua lista de enemigos no estatales: narcos, mafias,
terroristas.
Ese modelo reviste varias críticas pero,
sin duda, la objeción más lúcida fue hecha por el periodista Horacio
Verbitsky en un ya histórico face to face con el entonces uno
del Comando Sur James Hill cuando compartieron años atrás una mesa de
debate en el programa del periodista Andrés Oppenheimer. “Nosotros
queremos hacer como ustedes, que el ejército se ocupe de las amenazas
externas y que la policía se ocupe de la criminalidad”, le espetó el
director del portal El cohete a la luna a Hill, quién no pudo atinar a contraatacar con una respuesta precisa.
Es más, la promocionada carrera exitosa
de los militares en temas de seguridad interior no parece arrojar los
resultados prometidos por Mattis. La politóloga y ex asesora del
Pentágono durante la Administración Obama Rebbeca Bill Chavez publicó
ayer una columna de opinión en The New York Times – titulada The Return of Latin America’s Military–
donde explica con datos significativos el retroceso de México en
índices de seguridad a pesar del involucramiento de las Fuerzas Armadas.
“La necesidad de seguridad es urgente e
innegable, pero el caso mexicano ilustra que los militares no son la
solución. Desde 2006, cuando el presidente Calderón convocó a las
Fuerzas Armadas a liderar la pelea contra el crimen organizado, la
violencia y el crimen se ha incrementado dramáticamente. El año pasado,
la tasa de homicidio creció a 25 cada 100 mil ciudadanos, muy por encima
del promedio regional ubicado en 21,5. Estudios recientes advierten que
el 48 por ciento de los ciudadanos mexicanos se sienten inseguros en
sus vecindarios”, detalla Chavez.
En el tramo final de la columna, la
experta advierte que si bien los gobiernos regionales adscriptos a la
línea del Pentágono han coincidido en remarcar como “temporal” la
utilización del instrumento militar en tareas domésticas; luego, se hace
muy difícil instrumentar un “retorno” de las Fuerzas Armadas a su
agenda tradicional.
Ver también: "Macri, soldado regional de los EEUU" y "La base está (y es de EEUU)"
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