Los presidentes Mauricio Macri y Michel Temer buscan llevar a la región a un alineamiento con Washington.
A tono con una política exterior alineada a los deseos de Washington, los gobiernos de derecha de la región anunciaron que suspenden su membresía en la Unasur, el organismo lanzado hace una década para integrar el continente.
Por Fernando Cibeira (Página/12)
El reverdecido sueño de una Patria Grande sudamericana quedó ayer en un paréntesis que se adivina largo. Argentina junto a otros cinco países de la región –que coinciden por esta época en tener gobiernos de derecha– anunció su decisión de suspender su participación en la Unasur, la organización creada una década atrás para integrar a los doce países del continente. En una carta dirigida al canciller de Bolivia, a cargo de la presidencia pro témpore, los seis países renunciantes expresaron su “extrema disconformidad” por la situación que atraviesa el organismo que no pudo designar a un nuevo secretario general que reemplace al colombiano Ernesto Samper por falta de consenso, con las consecuencias de desorden administrativo que puede generar eso. En verdad, una excusa para autoexcluirse de un organización que nunca les cayó en gracia.
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Las reacciones ante la decisión de Argentina y los otros cinco países | “Dinamita la integración”
“Los países firmantes han decidido no participar en las distintas instancias de Unasur a partir de la fecha hasta tanto no se produzcan resultados concretos en el curso de las próximas semanas que garanticen el funcionamiento adecuado de la organización. Al mismo tiempo, los países analizarán posibles cursos de acción”, fue el llamativo tono de ultimátum que utilizaron en el escrito los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. De paso, cuestionaron “los objetivos de la Unasur, su estructura y métodos de trabajo, incluido su mecanismo de toma de decisiones”. Es decir, todo.
El canciller boliviano, Fernando Huanacuni, confirmó la recepción de la carta ayer cuando llegó a Quito, justamente para asumir en el nuevo cargo en la moderna sede de la Unasur “Néstor Kirchner”, que tiene una estatua del ex presidente argentino en su entrada. Huanacuni adelantó que buscará organizar una cumbre urgente de los cancilleres sudamericanos para la designación del nuevo secretario general y reivindicó el diálogo como instrumento para encontrar una solución a la crisis. Con todo, reconoció que hoy el equilibrio en la región viró hacia otras direcciones. “El grupo llamado de Lima y la Alianza del Pacífico han cobrado una fuerza muy importante. Eso es evidente”, agregó.
Década ganada
El origen de la Unasur se remonta a 2004, cuando por impulso del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y el ex presidente argentino Eduardo Duhalde se reunió en la altura de Cusco –de hecho, Duhalde se apunó– la Comunidad Sudamericana de Naciones. Aunque no fue hasta 2008 que se lanzó formalmente la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que todavía tardó un tiempo más en ser aprobada por los Parlamentos de los países integrantes. Una de sus características principales fue que las decisiones debían tomarse por consenso, es decir, con el acuerdo de sus doce miembros, una reserva que tomaron países como Colombia y Chile que no querían quedar supeditados a la amplia mayoría que en aquel entonces tenían los gobiernos progresistas.
De movida, con el impulso que le dieron Lula, Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, principalmente, se mostró como un organismo activo y con mucho más contenido político que lo habitual en las instituciones regionales. Su primera intervención de importancia fue cuando se reunió de urgencia para expresar su apoyo institucional a Evo Morales y enviar una misión a Bolivia para investigar la matanza de campesinos en Pando. A partir de ahí se volvió una costumbre la convocatoria a cumbres de urgencia para discutir las crisis políticas en la región: ocurriría con el motín policial que enfrentó a Rafael Correa en Ecuador y el golpe legislativo que derrocó a Fernando Lugo en Paraguay. Lo novedoso fue lograr la solución de conflictos de manera autónoma, sin intervención de Estados Unidos, como fue habitual durante el siglo pasado.
Néstor Kirchner surgió como fuerte candidato para ser el primer secretario ejecutivo del organismo, pero su nombramiento llevó tiempo debido al veto del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, enojado con él por el conflicto de las pasteras. Finalmente, Kirchner resultaría electo en mayo 2010, apenas cinco meses antes de su muerte. Le alcanzó para encabezar una exitosa tarea de mediación entre los gobiernos de Venezuela y Colombia, en una crisis bilateral por la actuación de las FARC. Justamente, como parte de ese acuerdo, a su muerte lo sucederían en la secretaría primero un venezolano –Alí Rodríguez– y luego una colombiana –María Holguín–.
El fallecimiento de Hugo Chávez –un gran impulsor de imaginativas iniciativas “sureñas” como el Gasoducto del Sur, el Banco del Sur y hasta el Tren del Sur– resultó otro golpe para el bloque, que fue perdiendo dinamismo. La llegada de Mauricio Macri y de Michel Temer a las presidencias de Argentina y de Brasil terminó por enfriar definitivamente su funcionamiento. El impulso, por ahora con escasos resultados, es para los bloques que apuntan a los negocios con el mundo desarrollado como la Alianza del Pacífico o el Tratado de Libre Comercio Mercosur-Unión Europea.
En la reciente Cumbre de las Américas, en Perú, los actuales mandatarios de la región buscaron mostrar una postal del nuevo orden, en el que Estados Unidos es un aliado y Venezuela un enemigo. Les falló Donald Trump, ocupado en bombardear Siria. “Esta cumbre marca el fin de la preeminencia del chavismo”, celebró el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Como coletazo de esa afirmación, seis países suscribieron la carta de suspensión de membresía de la Unasur el día que Bolivia, otro país del eje bolivariano, asumía la conducción.
La mirada al norte
La presidencia pro témpore previa a la de Bolivia la ocupó Argentina que hizo poco y nada por avanzar en la organización del organismo, algo que ayer fue puesto como motivo principal de la deserción del sexteto. En estos meses, el único nombre que se echó al ruedo como posible reemplazante de Samper en la secretaría ejecutiva fue el del ex senador y actual embajador argentino en Chile, José Octavio Bordón, pero no tuvo consenso de parte de los países bolivarianos. “Esto ha tenido graves consecuencias para el organismo”, argumentaron en la carta enviada al canciller Huanacuni. “Preocupa enormemente que no se haya alcanzado consenso para dar por terminados contratos del personal directivo y el jefe de gabinete de la organización”, fue otra de las excusas utilizadas, que suena poco consistente para tomar un paso tan grave.
Un anticipo de lo que se venía fue que ante la exorbitancia de la detención de Lula por supuesta corrupción por un departamento que nunca ocupó, la Unasur se haya mantenido en absoluto silencio. Justo tratándose de Lula, el principal impulsor de la constitución del bloque y quien gestó algunos de sus acuerdos más importantes como el firmado con la Liga Arabe y con Africa. También la constitución del Consejo de Defensa Suramericano, una iniciativa que aspiraba a enterrar definitivamente la desconfianza que alguna vez existió entre los países de la región en materia de seguridad y equipamiento militar. Como tantos otros avances regionales que a partir de la resolución de ayer pueden quedar perdido en la neblina de los sueños.
“Dinamita la integración”
“Es indignante. Es un paso más para continuar con la estrategia de dinamitar la integración”, afirmó el diputado del Parlasur, Jorge Taiana, a propósito de la decisión tomada por el gobierno de Mauricio Macri junto a otros cinco países respecto de la Unasur. Taiana, que fue un activo participante del organismo durante sus años de canciller, evaluó que “en un mundo que se globaliza, destruir la integración es suicida”. Por su parte, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, adelantó que su país no evalúa apartarse del organismo. “La parálisis es por un funcionamiento inadecuado por falta de consenso”, explicó el ministro de Relaciones Exteriores, quien agregó que “es tiempo de una reflexión sobre los mecanismos de toma de decisiones en la Unasur”. En tanto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró que los seis países renunciantes están siendo presionados por Estados Unidos para destruir la Unasur. “Yo aspiro a que los líderes de la derecha que gobiernan en América del Sur tengan un poquito de conciencia sudamericana”, se esperanzó.
Divide y reinarán
Ya lo sabe Evo Morales, mandatario de Bolivia y en este momento presidente de la Unasur: seis países se irán de la Unión Suramericana de Naciones. Son la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Quedan Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Guayana y Surinam. Es decir, chau Unasur. No es posible que exista un organismo representativo de Sudamérica sin los dos países mayores, Brasil y la Argentina.
Una carta reservada que trascendió por información de las agencias de noticias EFE y Reuters indica que funcionarios de los seis países le anunciaron al canciller boliviano Fernando Huanacuni que suspenderían su participación en Unasur “por la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”. Unasur está sin secretario ejecutivo desde que terminó el mandato del ex presidente colombiano Ernesto Samper. Hace tres días Samper definió a la Unasur actual como “un hospital cerrado”. Los seis países parecen haber resuelto, además, dinamitarlo.
Si la Unasur queda destruida se esfumará con ella el Consejo de Defensa Suramericano, creado en 2008 para “consolidar una zona de paz suramericana”, “construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en materia de defensa” y apoyar “acciones de desminado, prevención, mitigación y asistencia a víctimas de desastres naturales”. No eran solo palabras. El CDS funcionó hasta la asunción de Mauricio Macri en la Argentina, en 2015, y la toma del gobierno por parte de Michel Temer en Brasil mediante un golpe, en 2016.
También quedarán archivados sin Unasur los planes para crear una plataforma informática única.
En caso de que, como parece, la suspensión efectivamente se mantenga en el tiempo y la Unasur quede vaciada, se confirmarán cinco pistas.
Primera pista: el boicot a un organismo existente es un paso más en el aislamiento de Venezuela, que marcha a sus elecciones del 20 de mayo bajo la conducción de Nicolás Maduro, quien viene sobreviviendo en la Presidencia contra los augurios en contra.
Segunda pista: es un castigo a Bolivia, que a la vez respeta el equilibrio fiscal y no abandona el camino de nacionalizar sus recursos y explotarlos. Esta misma semana descubrió una nueva reserva gasífera.
Tercera pista: es otra escalada hacia la autodisolución de Sudamérica como espacio plural y características relativamente homogéneas en cuanto a recursos naturales, complementariedad y potencial integrador en energía, conectividad de Internet e infraestructura.
Cuarta pista: a mayor dilución, mayor cercanía respecto de un ALCA de hecho, un Área de Libre Comercio de las Américas bajo la conducción de los Estados Unidos. Y ello sin que Washington haya necesitado hacer el mínimo gasto de energía.
Quinta pista, con pregunta incluida: si los países de Sudamérica se regalan, ¿habrá alguien que los acepte? El interrogante es si habrá alguien que los acepte como Estados. Los recursos, claro, siempre serán bienvenidos para las transnacionales, que sin Unasur habrán removido un obstáculo más en la continuidad de sus cadenas globales de valor.
Sexta pista: es una advertencia de hecho contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de centroizquierda favorito para las presidenciales mexicanas del 1° de julio. Hoy lleva diez puntos de ventaja sobre el derechista Ricardo Anaya. Para una eventual presidencia de AMLO, como lo conocen los mexicanos, una Unasur fulminada sería un resorte menos en las negociaciones con los Estados Unidos.
Las seis interpretaciones no son contradictorias. Habrá que ver qué sucede en el futuro pero el primer análisis arroja una fragmentación voluntaria.
El viejo “divide y reinarás”.
O reinarán.
El diario El Comercio de Lima atribuyó a una autoridad peruana este comentario: “Unasur funciona por consenso y dentro de Unasur hay tales discrepancias entre los miembros sobre las visiones políticas y económicas que hacen inoperante al organismo”.
En realidad la Unasur fue siempre plural. En su momento de oro, después de su puesta en funciones en 2010 con Néstor Kirchner de primer secretario ejecutivo, convivieron gobiernos como los de la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Brasil de Lula y la Venezuela de Hugo Chávez con la Colombia de Juan Manuel Santos y el Chile de Sebastián Piñera.
Sudamérica como espacio geopolítico es una antigua idea de Itamaraty, la cancillería brasileña, que recién pudo ponerse en práctica después de la asunción de la presidencia por parte de Lula, el 1° de enero de 2003.
Lula llegó incluso a un acuerdo con Eduardo Duhalde cuando el banfileño era presidente de la Argentina. El proyecto se llamaba entonces Comunidad Sudamericana de Naciones. Tras una negociación trabajosa, se estrenó el 8 de diciembre de 2004 en el Coricancha del Cusco, el viejo templo del sol de los incas sobre el que los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo. Néstor Kirchner no estuvo ese día entre los 12 presidentes. Por un lado le fastidiaba la altura cusqueña y por otro le molestaba la participación inicial de Duhalde. Después Brasil, la Argentina y Venezuela terminaron relanzando un organismo regional el 23 de mayo de 2008. Así nació, en Brasilia, la Unión de Naciones Suramericanas. Como la Argentina y Uruguay aún mantenían vivo el conflicto por las plantas procesadoras de papel, no hubo consenso para designar una cabeza. Recién fue posible hacerlo cuando José Pepe Mujica asumió en Uruguay, en 2010, y le prometió a CFK que no le pondría bolilla negra al candidato a secretario, Néstor Kirchner, que había dejado la presidencia de la Argentina el 10 de diciembre de 2007.
Kirchner dedicó ese 2010 que no terminaría con vida (murió el 27 de octubre) a dos actividades. A nivel interno se esforzó para que el Congreso aprobara la Ley de Matrimonio Igualitario. Quedó sancionada y Cristina la promulgó. A nivel externo puso la Unasur como un bombero regional para apagar incendios. El más extremo fue el que estaba derritiendo los nexos entre la Venezuela de Chávez y la Colombia de Santos. No bien asumió la presidencia, en agosto de 2010, Santos y Chávez aceptaron la mediación de Kirchner, que trabajaba en tándem con Lula, y la crisis quedó desarmada.
Sin Unasur, la región tendrá una herramienta común menos. Es otro logro de Temer y Macri.
Por Fernando Cibeira (Página/12)
El reverdecido sueño de una Patria Grande sudamericana quedó ayer en un paréntesis que se adivina largo. Argentina junto a otros cinco países de la región –que coinciden por esta época en tener gobiernos de derecha– anunció su decisión de suspender su participación en la Unasur, la organización creada una década atrás para integrar a los doce países del continente. En una carta dirigida al canciller de Bolivia, a cargo de la presidencia pro témpore, los seis países renunciantes expresaron su “extrema disconformidad” por la situación que atraviesa el organismo que no pudo designar a un nuevo secretario general que reemplace al colombiano Ernesto Samper por falta de consenso, con las consecuencias de desorden administrativo que puede generar eso. En verdad, una excusa para autoexcluirse de un organización que nunca les cayó en gracia.
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Las reacciones ante la decisión de Argentina y los otros cinco países | “Dinamita la integración”
“Los países firmantes han decidido no participar en las distintas instancias de Unasur a partir de la fecha hasta tanto no se produzcan resultados concretos en el curso de las próximas semanas que garanticen el funcionamiento adecuado de la organización. Al mismo tiempo, los países analizarán posibles cursos de acción”, fue el llamativo tono de ultimátum que utilizaron en el escrito los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. De paso, cuestionaron “los objetivos de la Unasur, su estructura y métodos de trabajo, incluido su mecanismo de toma de decisiones”. Es decir, todo.
El canciller boliviano, Fernando Huanacuni, confirmó la recepción de la carta ayer cuando llegó a Quito, justamente para asumir en el nuevo cargo en la moderna sede de la Unasur “Néstor Kirchner”, que tiene una estatua del ex presidente argentino en su entrada. Huanacuni adelantó que buscará organizar una cumbre urgente de los cancilleres sudamericanos para la designación del nuevo secretario general y reivindicó el diálogo como instrumento para encontrar una solución a la crisis. Con todo, reconoció que hoy el equilibrio en la región viró hacia otras direcciones. “El grupo llamado de Lima y la Alianza del Pacífico han cobrado una fuerza muy importante. Eso es evidente”, agregó.
Década ganada
El origen de la Unasur se remonta a 2004, cuando por impulso del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y el ex presidente argentino Eduardo Duhalde se reunió en la altura de Cusco –de hecho, Duhalde se apunó– la Comunidad Sudamericana de Naciones. Aunque no fue hasta 2008 que se lanzó formalmente la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que todavía tardó un tiempo más en ser aprobada por los Parlamentos de los países integrantes. Una de sus características principales fue que las decisiones debían tomarse por consenso, es decir, con el acuerdo de sus doce miembros, una reserva que tomaron países como Colombia y Chile que no querían quedar supeditados a la amplia mayoría que en aquel entonces tenían los gobiernos progresistas.
De movida, con el impulso que le dieron Lula, Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, principalmente, se mostró como un organismo activo y con mucho más contenido político que lo habitual en las instituciones regionales. Su primera intervención de importancia fue cuando se reunió de urgencia para expresar su apoyo institucional a Evo Morales y enviar una misión a Bolivia para investigar la matanza de campesinos en Pando. A partir de ahí se volvió una costumbre la convocatoria a cumbres de urgencia para discutir las crisis políticas en la región: ocurriría con el motín policial que enfrentó a Rafael Correa en Ecuador y el golpe legislativo que derrocó a Fernando Lugo en Paraguay. Lo novedoso fue lograr la solución de conflictos de manera autónoma, sin intervención de Estados Unidos, como fue habitual durante el siglo pasado.
Néstor Kirchner surgió como fuerte candidato para ser el primer secretario ejecutivo del organismo, pero su nombramiento llevó tiempo debido al veto del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, enojado con él por el conflicto de las pasteras. Finalmente, Kirchner resultaría electo en mayo 2010, apenas cinco meses antes de su muerte. Le alcanzó para encabezar una exitosa tarea de mediación entre los gobiernos de Venezuela y Colombia, en una crisis bilateral por la actuación de las FARC. Justamente, como parte de ese acuerdo, a su muerte lo sucederían en la secretaría primero un venezolano –Alí Rodríguez– y luego una colombiana –María Holguín–.
El fallecimiento de Hugo Chávez –un gran impulsor de imaginativas iniciativas “sureñas” como el Gasoducto del Sur, el Banco del Sur y hasta el Tren del Sur– resultó otro golpe para el bloque, que fue perdiendo dinamismo. La llegada de Mauricio Macri y de Michel Temer a las presidencias de Argentina y de Brasil terminó por enfriar definitivamente su funcionamiento. El impulso, por ahora con escasos resultados, es para los bloques que apuntan a los negocios con el mundo desarrollado como la Alianza del Pacífico o el Tratado de Libre Comercio Mercosur-Unión Europea.
En la reciente Cumbre de las Américas, en Perú, los actuales mandatarios de la región buscaron mostrar una postal del nuevo orden, en el que Estados Unidos es un aliado y Venezuela un enemigo. Les falló Donald Trump, ocupado en bombardear Siria. “Esta cumbre marca el fin de la preeminencia del chavismo”, celebró el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Como coletazo de esa afirmación, seis países suscribieron la carta de suspensión de membresía de la Unasur el día que Bolivia, otro país del eje bolivariano, asumía la conducción.
La mirada al norte
La presidencia pro témpore previa a la de Bolivia la ocupó Argentina que hizo poco y nada por avanzar en la organización del organismo, algo que ayer fue puesto como motivo principal de la deserción del sexteto. En estos meses, el único nombre que se echó al ruedo como posible reemplazante de Samper en la secretaría ejecutiva fue el del ex senador y actual embajador argentino en Chile, José Octavio Bordón, pero no tuvo consenso de parte de los países bolivarianos. “Esto ha tenido graves consecuencias para el organismo”, argumentaron en la carta enviada al canciller Huanacuni. “Preocupa enormemente que no se haya alcanzado consenso para dar por terminados contratos del personal directivo y el jefe de gabinete de la organización”, fue otra de las excusas utilizadas, que suena poco consistente para tomar un paso tan grave.
Un anticipo de lo que se venía fue que ante la exorbitancia de la detención de Lula por supuesta corrupción por un departamento que nunca ocupó, la Unasur se haya mantenido en absoluto silencio. Justo tratándose de Lula, el principal impulsor de la constitución del bloque y quien gestó algunos de sus acuerdos más importantes como el firmado con la Liga Arabe y con Africa. También la constitución del Consejo de Defensa Suramericano, una iniciativa que aspiraba a enterrar definitivamente la desconfianza que alguna vez existió entre los países de la región en materia de seguridad y equipamiento militar. Como tantos otros avances regionales que a partir de la resolución de ayer pueden quedar perdido en la neblina de los sueños.
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Las reacciones ante la decisión de Argentina y los otros cinco países“Dinamita la integración”
“Es indignante. Es un paso más para continuar con la estrategia de dinamitar la integración”, afirmó el diputado del Parlasur, Jorge Taiana, a propósito de la decisión tomada por el gobierno de Mauricio Macri junto a otros cinco países respecto de la Unasur. Taiana, que fue un activo participante del organismo durante sus años de canciller, evaluó que “en un mundo que se globaliza, destruir la integración es suicida”. Por su parte, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, adelantó que su país no evalúa apartarse del organismo. “La parálisis es por un funcionamiento inadecuado por falta de consenso”, explicó el ministro de Relaciones Exteriores, quien agregó que “es tiempo de una reflexión sobre los mecanismos de toma de decisiones en la Unasur”. En tanto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró que los seis países renunciantes están siendo presionados por Estados Unidos para destruir la Unasur. “Yo aspiro a que los líderes de la derecha que gobiernan en América del Sur tengan un poquito de conciencia sudamericana”, se esperanzó.
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OpiniónDivide y reinarán
Por Martín Granovsky (Pagina/12)
Ya lo sabe Evo Morales, mandatario de Bolivia y en este momento presidente de la Unasur: seis países se irán de la Unión Suramericana de Naciones. Son la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Quedan Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Guayana y Surinam. Es decir, chau Unasur. No es posible que exista un organismo representativo de Sudamérica sin los dos países mayores, Brasil y la Argentina.
Una carta reservada que trascendió por información de las agencias de noticias EFE y Reuters indica que funcionarios de los seis países le anunciaron al canciller boliviano Fernando Huanacuni que suspenderían su participación en Unasur “por la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”. Unasur está sin secretario ejecutivo desde que terminó el mandato del ex presidente colombiano Ernesto Samper. Hace tres días Samper definió a la Unasur actual como “un hospital cerrado”. Los seis países parecen haber resuelto, además, dinamitarlo.
Si la Unasur queda destruida se esfumará con ella el Consejo de Defensa Suramericano, creado en 2008 para “consolidar una zona de paz suramericana”, “construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en materia de defensa” y apoyar “acciones de desminado, prevención, mitigación y asistencia a víctimas de desastres naturales”. No eran solo palabras. El CDS funcionó hasta la asunción de Mauricio Macri en la Argentina, en 2015, y la toma del gobierno por parte de Michel Temer en Brasil mediante un golpe, en 2016.
También quedarán archivados sin Unasur los planes para crear una plataforma informática única.
En caso de que, como parece, la suspensión efectivamente se mantenga en el tiempo y la Unasur quede vaciada, se confirmarán cinco pistas.
Primera pista: el boicot a un organismo existente es un paso más en el aislamiento de Venezuela, que marcha a sus elecciones del 20 de mayo bajo la conducción de Nicolás Maduro, quien viene sobreviviendo en la Presidencia contra los augurios en contra.
Segunda pista: es un castigo a Bolivia, que a la vez respeta el equilibrio fiscal y no abandona el camino de nacionalizar sus recursos y explotarlos. Esta misma semana descubrió una nueva reserva gasífera.
Tercera pista: es otra escalada hacia la autodisolución de Sudamérica como espacio plural y características relativamente homogéneas en cuanto a recursos naturales, complementariedad y potencial integrador en energía, conectividad de Internet e infraestructura.
Cuarta pista: a mayor dilución, mayor cercanía respecto de un ALCA de hecho, un Área de Libre Comercio de las Américas bajo la conducción de los Estados Unidos. Y ello sin que Washington haya necesitado hacer el mínimo gasto de energía.
Quinta pista, con pregunta incluida: si los países de Sudamérica se regalan, ¿habrá alguien que los acepte? El interrogante es si habrá alguien que los acepte como Estados. Los recursos, claro, siempre serán bienvenidos para las transnacionales, que sin Unasur habrán removido un obstáculo más en la continuidad de sus cadenas globales de valor.
Sexta pista: es una advertencia de hecho contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de centroizquierda favorito para las presidenciales mexicanas del 1° de julio. Hoy lleva diez puntos de ventaja sobre el derechista Ricardo Anaya. Para una eventual presidencia de AMLO, como lo conocen los mexicanos, una Unasur fulminada sería un resorte menos en las negociaciones con los Estados Unidos.
Las seis interpretaciones no son contradictorias. Habrá que ver qué sucede en el futuro pero el primer análisis arroja una fragmentación voluntaria.
El viejo “divide y reinarás”.
O reinarán.
El diario El Comercio de Lima atribuyó a una autoridad peruana este comentario: “Unasur funciona por consenso y dentro de Unasur hay tales discrepancias entre los miembros sobre las visiones políticas y económicas que hacen inoperante al organismo”.
En realidad la Unasur fue siempre plural. En su momento de oro, después de su puesta en funciones en 2010 con Néstor Kirchner de primer secretario ejecutivo, convivieron gobiernos como los de la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Brasil de Lula y la Venezuela de Hugo Chávez con la Colombia de Juan Manuel Santos y el Chile de Sebastián Piñera.
Sudamérica como espacio geopolítico es una antigua idea de Itamaraty, la cancillería brasileña, que recién pudo ponerse en práctica después de la asunción de la presidencia por parte de Lula, el 1° de enero de 2003.
Lula llegó incluso a un acuerdo con Eduardo Duhalde cuando el banfileño era presidente de la Argentina. El proyecto se llamaba entonces Comunidad Sudamericana de Naciones. Tras una negociación trabajosa, se estrenó el 8 de diciembre de 2004 en el Coricancha del Cusco, el viejo templo del sol de los incas sobre el que los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo. Néstor Kirchner no estuvo ese día entre los 12 presidentes. Por un lado le fastidiaba la altura cusqueña y por otro le molestaba la participación inicial de Duhalde. Después Brasil, la Argentina y Venezuela terminaron relanzando un organismo regional el 23 de mayo de 2008. Así nació, en Brasilia, la Unión de Naciones Suramericanas. Como la Argentina y Uruguay aún mantenían vivo el conflicto por las plantas procesadoras de papel, no hubo consenso para designar una cabeza. Recién fue posible hacerlo cuando José Pepe Mujica asumió en Uruguay, en 2010, y le prometió a CFK que no le pondría bolilla negra al candidato a secretario, Néstor Kirchner, que había dejado la presidencia de la Argentina el 10 de diciembre de 2007.
Kirchner dedicó ese 2010 que no terminaría con vida (murió el 27 de octubre) a dos actividades. A nivel interno se esforzó para que el Congreso aprobara la Ley de Matrimonio Igualitario. Quedó sancionada y Cristina la promulgó. A nivel externo puso la Unasur como un bombero regional para apagar incendios. El más extremo fue el que estaba derritiendo los nexos entre la Venezuela de Chávez y la Colombia de Santos. No bien asumió la presidencia, en agosto de 2010, Santos y Chávez aceptaron la mediación de Kirchner, que trabajaba en tándem con Lula, y la crisis quedó desarmada.
Sin Unasur, la región tendrá una herramienta común menos. Es otro logro de Temer y Macri.
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