Revista OLAC, número 1, Año 2017
TABLA DE CONTENIDOS
DOSSIER "AMÉRICA LATINA: ESCENARIOS EN DISPUTA"
Breve nota sobre la colonialidad de los saberes hegemónicos, el eurocentrismo y la promesa de los saberes populares
Atilio Borón 1-13
O papel da mídia na batalha ideológica da América Latina
Dênis de Moraes 14-30
América Latina, la política de Estados Unidos y el conflicto con Cuba
Jorge Hernández Martínez 31-50
Usos del concepto gramsciano de revolución pasiva en América Latina
Massimo Modonesi 51-79
ARTÍCULOS
Actores y territorialidad en las políticas sociales argentinas entre 2003 y 2009
Vanesa Ciolli 80-108
El regionalismo post-hegemónico en perspectiva crítica: una mirada neogramsciana. Brasil, Venezuela y la opción contrahegemónica
Dario Clemente 109-130
Elecciones con doble vuelta. Análisis del impacto del empleo del balotaje sobre el funcionamiento democrático en América Latina
Ariadna Gallo Frassineti 131-174
Direito, crise e impeachment no Brasil.
Alysson Leandro Mascaro 175-194
Gramsci y su lugar de enunciación: una crítica a la geopolítica del conocimiento de Walter Mignolo
Stefan Pimmer 195-218
ENTREVISTAS
Entrevista con Álvaro García Linera. “El socialismo es una lucha intersticial que hacen la sociedad y el estado en medio de un mar infinito de capitalismo”
Paula Klachko 219-238
Entrevista con Juan Carlos Monedero. “De nada sirve ocupar los palacios de gobierno si no tenemos un pueblo organizado y consciente en las calles”
Hernán Ouviña 239-251
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Reseña de "Luchas por lo común. Antagonismo social contra el despojo capitalista de los bienes naturales en México" de Mina Morena Navarro Trujillo
Pablo Miguez Diaz 252-257
Reseña de "Latin America Confronts the United States. Asymmetry and influence" de Tom Long
Leandro Morgenfeld 258-263
Disponible en http://publicaciones.sociales.uba.ar/…/observatoriola…/index
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Dênis de Moraes 14-30
América Latina, la política de Estados Unidos y el conflicto con Cuba
Jorge Hernández Martínez 31-50
Usos del concepto gramsciano de revolución pasiva en América Latina
Massimo Modonesi 51-79
ARTÍCULOS
Actores y territorialidad en las políticas sociales argentinas entre 2003 y 2009
Vanesa Ciolli 80-108
El regionalismo post-hegemónico en perspectiva crítica: una mirada neogramsciana. Brasil, Venezuela y la opción contrahegemónica
Dario Clemente 109-130
Elecciones con doble vuelta. Análisis del impacto del empleo del balotaje sobre el funcionamiento democrático en América Latina
Ariadna Gallo Frassineti 131-174
Direito, crise e impeachment no Brasil.
Alysson Leandro Mascaro 175-194
Gramsci y su lugar de enunciación: una crítica a la geopolítica del conocimiento de Walter Mignolo
Stefan Pimmer 195-218
ENTREVISTAS
Entrevista con Álvaro García Linera. “El socialismo es una lucha intersticial que hacen la sociedad y el estado en medio de un mar infinito de capitalismo”
Paula Klachko 219-238
Entrevista con Juan Carlos Monedero. “De nada sirve ocupar los palacios de gobierno si no tenemos un pueblo organizado y consciente en las calles”
Hernán Ouviña 239-251
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Reseña de "Luchas por lo común. Antagonismo social contra el despojo capitalista de los bienes naturales en México" de Mina Morena Navarro Trujillo
Pablo Miguez Diaz 252-257
Reseña de "Latin America Confronts the United States. Asymmetry and influence" de Tom Long
Leandro Morgenfeld 258-263
Disponible en http://publicaciones.sociales.uba.ar/…/observatoriola…/index
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Tom Long.
New York, Cambridge University Press, 2015, 260 páginas.
Reseña bibliográfica por Leandro Morgenfeld
Discípulo de Robert A.
Pastor -miembro del Consejo de Seguridad Nacional durante la Administración
Carter-, Tom Long es un joven investigador formado en American University,
quien actualmente se desempeña como profesor en la University of Reading, en
Gran Bretaña. Este libro, cuyo origen es su tesis doctoral, tiene, entre muchos
méritos, el de abordar la discusión teórica –aportando herramientas analíticas
novedosas en el campo de las relaciones internacionales-, en base a una
profunda investigación histórica, que abrevó en una docena de archivos de seis
países (Argentina, Brasil, Colombia, México, Panamá y Estados Unidos) y se
nutrió de entrevistas a políticos y diplomáticos que protagonizaron los cuatro
casos de estudio: la Operación Panamericana (OPA), las negociaciones por el
Canal de Panamá, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido
como NAFTA, su sigla en inglés) y el Plan Colombia.
Lejos
de todo dogmatismo, Long presenta en cada uno de los procesos analizados el
correspondiente estado de la cuestión, hace dialogar a las distintas corrientes
y expone finalmente sus originales aportes. Estando o no de acuerdo con sus
conclusiones, este libro es un aporte fundamental para entender las relaciones
entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe, a través de un abordaje
complejo, que a la vez que reconoce las profundas asimetrías entre Estados
Unidos y sus vecinos del sur, intenta mostrar cómo los países no centrales
pueden desplegar una cierta capacidad de influencia en los más poderosos. O
sea, se propone discutir la idea de que los países latinoamericanos
prácticamente no tienen espacio para tomar la iniciativa en sus relaciones con
el coloso del Norte.
En el
primer capítulo se explicita cuál es el aporte teórico del libro: contribuir a
la literatura sobre relaciones internacionales entre estados poderosos y
débiles, mostrando que América latina ejerció una mayor influencia en las
relaciones con Estados Unidos que la que usualmente le atribuye la
bibliografía, especialmente la anglosajona: “Los líderes latinoamericanos
lograron conseguir niveles altos de autonomía. Es más, algunas veces pudieron
influir en la política estadounidense. En vez de implícitamente tratar a los
países latinoamericanos como actores pasivos frente a las políticas
estadounidenses, este libro demuestra que contribuyeron activamente a dar forma
a las dinámicas de las relaciones asimétricas. Los líderes latinoamericanos
también fueron políticos. La capacidad coercitiva de los Estados Unidos fue
central para la estructura de las relaciones, pero por sí misma no las
determina. La asimetría material no elimina la posibilidad de influencia de los
poderes más débiles” (p. 3). En este capítulo inicial, Long repasa las
distintas corrientes historiográficas que abordaron las relaciones Estados Unidos-América
Latina, señalando que en la mayor parte de las mismas hay una minusvaloración
de la capacidad de acción de los estados pequeños y medianos. El autor describe
tres corrientes: la del “establishment” (se centra en la política de Estados
Unidos de alejar de América Latina a potencias extra-hemisféricas, considera la
mera presencia de Estados Unidos como benéfica, se focaliza en las reacciones
de América Latina frente a Estados Unidos, pero no en sus acciones); la
revisionista (potenciada en las décadas 1980 y 1990, y en la que se destaca actualmente
Greg Grandin, es crítica del intervencionismo estadounidense, destacando sus
imperfecciones o aberraciones, pero siempre manteniendo el foco de su atención
en Estados Unidos); y la “internacionalista”, en la que se inscribe el autor,
que amplía su centro de análisis, para incluir la perspectiva de los demás
países latinoamericanos, logrando una visión más multilateral. El capítulo
termina con un extenso análisis teórico de las dinámicas de la asimetría, concepto
que el autor prefiere, en vez del de jerarquía, ya que el primero es un
requerimiento práctico para establecer jerarquía en las relaciones
internacionales. Finalmente, explica cómo y por qué se seleccionaron los cuatro
fenómenos analizados y las cinco dimensiones que se observaron en cada uno de
ellos: objeto de controversia, objetivos de la política exterior, estrategias
de la política exterior, acciones y respuestas, resultados.
El
primero de los casos analizados es el de la OPA. A contramano de la mayor parte
de la literatura estadounidense, Long muestra que fue un antecedente directo de
la Alianza para el Progreso, a la que usualmente se la analiza casi
exclusivamente como una respuesta a la Revolución Cubana y una excrecencia de
la teoría de la modernización. Así, los reclamos a Estados Unidos por parte de
presidentes latinoamericanos, como Juscelino Kubitschek, algunos de ellos
materializados en el proyecto de la OPA, permiten al autor mostrar que la
iniciativa venía del sur y que el proyecto de Kennedy, anunciado en marzo de
1961, tenía un antecedente que no se vinculaba, exclusivamente, a los desafíos a
la hegemonía estadounidense que provocó el triunfo de los guerrilleros
caribeños. El autor muestra cómo el presidente brasilero aprovechó el ataque
contra el vicepresidente Richard Nixon en Caracas (1958) para movilizar las
agendas estadounidense y latinoamericana hacia una orientación desarrollista,
logrando atraer la atención de Dwight Eisenhower y otros presidentes de la
región, como los de México, Argentina y Colombia. En su análisis, la respuesta
estadounidense a la Revolución Cubana debió contemplar esta iniciativa
latinoamericana, y de ese antecedente emergió la Alianza para el Progreso.
El
segundo proceso estudiado, es el de la restitución del Canal de Panamá, tras
años de negociaciones impulsadas por Omar Torrijos luego del rechazo del
tratado de 1967, que se plasmaron en los acuerdos con James Carter. Long
reconstruye minuciosamente las extensas negociaciones, con sus interminables
idas y vueltas, tras las cuales el país más pequeño de América Latina logró
conseguir la integridad territorial, el control del Canal y mejorar los
beneficios económicos que extrae del mismo. Claro que el precio fue aceptar una
larguísima y gradual transferencia, que se prolongó por 23 años. El autor
desarrolla las distintas etapas de un proceso marcado por la cooperación, el
conflicto y el compromiso. Long argumenta que, si comparamos los objetivos que
se propuso Torrijos en 1972 con el tratado final, alcanzado un lustro más
tarde, Panamá logró un resultado satisfactorio en casi todos ellos. La mayoría
de los anteriores abordajes, que privilegiaban la mirada sobre Estados Unidos
en las negociaciones, no pudieron entender hasta qué punto las agendas
políticas, las definiciones de intereses y los resultados emergieron de un
proceso interactivo. Por ejemplo, Long critica la idea generalizada de que la
asunción de Carter fue un momento clave para las negociaciones, ya que en
realidad los avances de Panamá en las mismas habían empezado cuatro años antes.
El país centroamericano logró construir una coalición de aliados, tanto a nivel
internacional como al interior de Estados Unidos, al punto que al coloso del
Norte le hubiera generado un costo mayor mantener el status quo: “La toma de posesión de Carter y su énfasis en renovar
la política de Estados Unidos hacia la región presentó otra oportunidad que los
panameños supieron usar para concluir un tratado que incluyó compromisos de las
dos partes. A pesar de la fuerza de sus ideas y argumentos, Panamá moldeó el
entendimiento del problema del Canal enfatizando cómo se vinculaba con la
soberanía y la justicia; Panamá transformó su condición de país pequeño en una
fortaleza, convenciendo a los Estados Unidos de que una nueva política hacia el
Canal era necesaria” (p. 128).
El
tercer caso analizado es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(NAFTA), que entró en vigencia el 1 de enero de 1994. El eje de este capítulo
es mostrar cómo, durante la presidencia de Carlos Salinas de Goltari, México
recalculó su interés nacional, tras la crisis de la deuda de 1982, y se
focalizó en garantizar el libre mercado, atraer inversión extranjera y
profundizar los vínculos comerciales con Estados Unidos, para lo cual la firma
de un TLC pasaba a ser un objetivo primordial. Long detalla cómo el gobierno de
ese país se involucró en los asuntos domésticos de su poderoso vecino del
Norte, y hasta hizo un intenso lobby
en el congreso, cuando debió ratificarse el tratado, con apoyo de
parlamentarios demócratas y republicanos. Más allá del “éxito” que supuso para
Salinas de Goltari la puesta en funcionamiento de este acuerdo, Long reconoce
al final del capítulo que el NAFTA, a pesar de las promesas, no catapultó a
México al “Primer Mundo”.
El
último objeto de análisis es el Plan Colombia. Contra la interpretación de que
el mismo fue parte del diseño imperial en la posguerra fría, impuesto a una desesperada y reacia Bogotá, o fue
una perversión del plan original de paz propuesto por el presidente Andrés
Pastrana, o un modelo exitoso de “construcción de estado” de acuerdo a la
seguridad nacional de Estados Unidos, para Long fue más bien una iniciativa del
mandatario colombiano, teniendo en cuenta las condiciones adversas que
enfrentaba su gobierno y cómo el mismo era percibido en Washington. Tan
polémico es el tema que el capítulo correspondiente incluye un apartado sobre
las diversas interpretaciones del Plan en la bibliografía especializada. Luego
desarrolla una detallada cronología de las negociaciones, incluyendo las
sucesivas versiones del acuerdo bilateral, y destacando las rupturas y
continuidades entre los acuerdos Pastrana-Clinton y la impronta Uribe-Bush,
posterior a los atentados de septiembre de 2001. Tomando a Arlene Ticker, Long
caracteriza al Plan Colombia como una “intervención por invitación”,
descartando la extendida visión de que fue escrito en el Departamento de
Estado.
En las Conclusiones, Long afirma que los
cuatro casos analizados ilustran cómo “los líderes latinoamericanos pueden, a
través de ciertas estrategias y bajo ciertas condiciones, influir en la
política exterior de Estados Unidos, a pesar de sus posiciones más débiles en
relaciones bilaterales que son asimétricas” (p. 217). En esta consistente obra,
pretende mostrar cómo diversos presidentes de países pequeños lograron no sólo
defender con éxito los intereses de los mismos, sino incluso incidir en la
política doméstica estadounidense, para modificar la forma en que el gigante del
Norte se relacionaba con la región. Según el autor, los estados más débiles, en
determinadas circunstancias, pueden imponer sus intereses frente a los más
poderosos. La inferioridad material puede ser transformada en una fortaleza,
cuando logran reivindicar principios como los de la justicia y la soberanía, e
incluir a otros estados en el reclamo. Los pequeños estados, en general, pueden
concentrar su agenda exterior en un tema, mientras que los estados centrales
deben dispersar su atención en un conjunto amplio de objetivos diplomáticos.
Los estados latinoamericanos pueden ganar más apelando a la búsqueda de
soluciones cooperativas y a la acción diplomática persistente, que a través de
confrontaciones agresivas o exacerbando las formas de autonomía.
Entendemos
que más allá de los méritos mencionados (el aporte de la corriente
“internacionalista”, que permite superar las visiones unilaterales
predominantes; el trabajo como múltiples archivos y documentos diplomáticos, no
sólo de Estados Unidos; la incorporación del punto de vista de los negociadores
latinoamericanos, a través de las entrevistas; la complejización de las
relaciones asimétricas, incorporando los intereses y acciones de los actores
más débiles), quizás sea necesario complejizar aún más el vínculo entre los
intereses del centro imperial –Estados Unidos- y las clases dominantes
latinoamericanas. Identificar el “interés nacional” mexicano con el del
gobierno neoliberal de Salinas de Goltari, por ejemplo, lleva a realizar un
análisis demasiado benevolente del NAFTA y de la subordinación de la política
exterior de ese país a Washington. Algo similar puede mencionarse respecto al
Plan Colombia. Quizás sea demasiado simplista señalar que las clases dominantes
latinoamericanas sean una mera “correa de transmisión” o un instrumento de la
dominación imperial, ya que poseen sus propios intereses, no siempre
coincidentes totalmente con los de la metrópoli. Pero eso no implica, de ningún
modo, que no operen en forma asociada. Así, mostrar que en estos cuatro casos
la iniciativa la tuvieron mandatarios latinoamericanos, no alcanza para concluir
que el Tratado de Libre Comercio no fue funcional a los intereses del gran
capital estadounidense y perjudicial para las mayorías populares en México. O
que la militarización que se desplegó con el Plan Colombia no fue impulsada por
el Pentágono para profundizar la hegemonía estadounidense no sólo en ese país,
sino en el resto de la región. O sea, falta indagar hasta dónde los intereses
imperiales determinan cuál es el margen de acción y la suerte de estas
iniciativas latinoamericanas.
Más
allá de que no extraemos las mismas conclusiones que el autor, creemos que este
libro es un aporte fundamental para conocer con mayor profundidad los
pormenores de los cuatro casos históricos analizados, y a la vez abordar las
relaciones interamericanas desde una perspectiva crítica y revisando lugares
comunes que se repitieron por décadas, con un alto grado de desconocimiento de
los procesos de negociación reales. Que desde la academia anglosajona se
aborden esas relaciones superando las visiones estadounidense-céntricas ya es
una excelente noticia. Cuestionar la subordinación a los intereses imperiales
que reivindican parte de las clases dominantes locales supone conocer en
profundidad los procesos históricos, con sus contradicciones, alcances y
límites.
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