Temer acorralado
Por Leandro
Morgenfeld
Revista Anfibia
19 de mayo de 2017
El escándalo de Temer en Brasil como punto cúlmine de una
serie de factores, desvanecen la ilusión, agitada con fuerza hasta hace poco,
de que podría despegarse de sus vecinos y sumarse al primer mundo. Hoy
constatamos que Brasil sigue siendo tan latinoamericano como siempre. La crisis
tiene una dimensión regional, dice el historiador Leandro Morgenfeld y analiza
el escenario más probable, en un maltrecho sistema político, con sus aliados
económicos, mediáticos y judiciales.
El escándalo que estalló el miércoles a la noche, cuando se
conoció que Temer había sido grabado aprobando una coima para garantizar el
silencio de Cunha, es un capítulo más de la crisis económica, social y política
en la que se sumergió Brasil desde el golpe parlamentario contra Dilma. Al
derrumbe económico –el PBI se desplomó en los últimos dos años un 7%- se le
suma una crisis social aguda -13% de desocupación. Profundizada por el plan
neoliberal de Temer y el ministro de economía Meirelles: recortes en salud,
educación y planes sociales, enmienda constitucional para congelar el
presupuesto en inversión social por 20 años, proyecto de flexibilización
laboral y extensión de la edad jubilatoria. Si América Latina sigue siendo la
región más desigual del mundo, Brasil encabeza ese oprobioso ranking. La
profunda degradación de las condiciones de vida de las mayorías, la
(re)emergencia de las guerras entre bandas narcos (PCC, Comando Vermelho),
que en enero se cobraron la vida de decenas y decenas de presos, y la creciente
ola de criminalidad en ciudades como Rio de Janeiro desvanecen la ilusión,
agitada con fuerza hace 4 o 5 años, de que Brasil podía despegarse de sus
vecinos y sumarse al primer mundo, jugando en las grandes ligas (logrando, por
ejemplo, un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU). Hoy
constatamos que Brasil sigue siendo tan latinoamericano como siempre.
Hasta hace una semana, Temer apenas era aprobado por el 5%
de los brasileros. Desde que le arrebató la presidencia a Dilma con la excusa
de las “pedaladas fiscales” (movimientos contables) casi no puede aparecer en
público. Después del audio, ni con el pulmotor mediático que le garantiza el
sistema político en putrefacción podría sobrevivir por mucho más tiempo. Hace
48 hs se conoció, a través de una operación espectacular que genera envidia
hasta en los guionistas de House of Cards
(en la cuenta oficial de la serie tuitearon “Tá difícil competir”), lo que
todos ya sabíamos y habíamos dicho: el tridente golpista –Temer, Neves y Cunha-
se valieron de la corrupción como excusa para voltear a un gobierno electo
democráticamente e imponer un plan de ajuste neoliberal, en el plano interno, y
una política exterior subordinada a Estados Unidos.
El desenlace de la crisis, todavía incierto, muestra el
acierto de la consigna “Fora Temer”: permitió unificar a todas
las fuerzas populares y democráticas –lulistas o no lulistas- en la lucha
contra la restauración neoliberal, xenófoba, misógina, homofóbica y antipopular
vislumbrada desde el instante en que el ilegítimo nombró a su gabinete. Esa
consigna sigue vigente –pende de un hilo, pero todavía no cayó-, pero ahora se
le suma otra: “Diretas já”. O sea, la disyuntiva es clara: un (nuevo) acuerdo
de cúpulas o elecciones directas. La primera opción tiene dos variantes. Una,
intentar mantener en el poder al cadáver político en que se convirtió Temer
hasta las presidenciales del 2018. El PSDB, luego de la renuncia de su
presidente Neves y las declaraciones de ayer de Cardoso –sugirió la
conveniencia de la renuncia de Temer-, hoy declaró que mantendría a sus cuatro
ministros en el gabinete presidencial. Esa primera variante es hoy en día
improbable, por el tembladeral que provocaron los audios y los videos y por las
nuevas informaciones que se conocen en estas horas (en delación premiada,
Joesley Batista, del grupo frigorífico JBS, declaró que desde 2010 pagó más de
1 millón y medio de dólares en coimas por requerimiento de Temer). La otra
opción sería forzar su renuncia, iniciar un impeachment,
que el tribunal electoral anule toda la fórmula de 2014 por el financiamiento
de la campaña o que avance una denuncia presentada por la Procuraduría General
de la República. Ante la eventual salida de Temer por cualquier de estas cuatro
vías, lo cual se perfila hoy como el escenario más probable, el maltrecho
sistema político, con sus aliados económicos, mediáticos y judiciales, ya
elaboran distintas alternativas para lograr la “reducción de daños”, que cambie
algo para que todo siga más o menos igual. Para descomprimir la indignación general,
que mejor que apurar la danza de nombres para suplantar al ya indefendible
Temer. ¿Lo reemplazará el líder de la Cámara de Senadores o la de Diputados, el
de la Corte Suprema, o el ministro de hacienda? Con eso intentarán
entretenernos en las próximas horas y días.
Más que mirar hacia arriba, hacia los juegos y luchas
palaciegas, valdría más la pena prestar atención a lo que pasa por abajo. Hace
pocos días hubo una poco frecuente huelga general. Ayer hubo manifestaciones en
San Pablo, Rio de Janeiro, Brasilia, Porto Alegre, Recife, Fortaleza, Curitiba
y otras muchas ciudades de Brasil. Para el domingo, los frentes Pueblo Sin
Miedo y Brasil Popular están convocando a movilizaciones masivas exigiendo no
sólo la renuncia de Temer, sino llamando a frenar el armado de un nuevo
gobierno ilegítimo. Para eso, el único camino son las elecciones directas y
anticipadas. El establishment resiste
esa salida porque el PSDB (Cardoso, Neves) y el PMDB (Temer, Cunha) no tienen
candidatos atractivos. Todas las encuestas las encabeza hoy Lula, ya lanzado a
la campaña, pero que enfrenta un panorama judicial complejo, que lo podría
terminar proscribiendo. Ayer, en conferencia de prensa, Gilmar Mauro, del
Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra
(MST) lo expresó con claridad: “Convocamos a todos y todas, inclusive a los
sectores que apoyaron el impeachment contra Dilma Rousseff, influidos por los
medios de comunicación, y que hoy se están dando cuenta de este golpe político.
Nosotros no queremos ningún tipo de conflicto. Queremos que la población venga
a las calles con sus banderas, que derrumbemos a Temer y que construyamos
elecciones que garanticen el voto”. Agrupaciones como el Movimiento Brasil Libre (MBL) o Vem
Pra Rua desistieron hoy de convocar a marchar el domingo. Los primeros, que
habían pedido ayer la renuncia de Temer, hoy plantean esperar a ver cómo
avanzan las investigaciones judiciales. Los segundos mantienen la convocatoria
a salir a las calles, pero la posponen. En estas horas, una vez más, la
resolución de la crisis dependerá de la capacidad de movilización popular y de
la disputa por el sentido de las concentraciones callejeras, que se auguran
masivas.
La crisis en Brasil tiene también una dimensión regional
ineludible. En primer lugar, muestra las dificultades que enfrenta la
restauración conservadora y neoliberal. Ni Peña Nieto, ni Temer, ni Macri
tienen demasiados logros para mostrar ni articulan un proyecto regional
coherente. América Latina está sumida en una recesión de la que no logra salir,
las instituciones de coordinación y cooperación regional, como la UNASUR y la
CELAC, están virtualmente paralizadas, frente a la ofensiva de Estados Unidos y
aliados para recomponer la legitimidad de la alicaída OEA. Crece la
desigualdad, la pobreza, el narcotráfico y la violencia. Ni siquiera avanzan
los tratados de libre comercio, presentados como panacea de la globalización
neoliberal, pero impugnados en Estados Unidos y Europa. El desplome de Temer,
la putrefacción del sistema político encabezado por el PRI y el PAN en México,
y su incapacidad para hacer frente a los embates de Trump, y la imposibilidad
de Macri de reactivar la economía argentina ponen en crisis el relato
anti-populista. Los máximos representantes del neoliberalismo latinoamericano
no entusiasman, no logran inversiones, ni bajar los déficits ni mejorar casi
ningún indicador económico y social. Tampoco pueden seguir blandiendo la
bandera del honestismo, menos aún después del papelón de Temer, de los
coletazos regionales de los Panamá Papers o el escándalo Odebrecht.
Si Temer va a pasar a la historia como traidor y corrupto,
Macri también tendrá que asumir la parte de responsabilidad que le compete.
Tempranamente, cuando se inició el proceso del ilegítimo desplazamiento de
Dilma, cuestionado por los gobiernos de otros países de la región, el líder del
PRO le dio un crucial respaldo diplomático y político. Luego se fotografiaron
sonriendo en muchas oportunidades, Macri fue recibido con honores en Brasilia e
invitó a Temer a la Argentina. Imaginaron que así sepultarían cualquier atisbo
de proyecto popular en la región, atacaron a Venezuela –suspendiéndola del
Mercosur- y pergeñaron una estrategia conjunta que preveía una apertura
comercial, firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y remolcar
al resto del continente hacia un nuevo ALCA. El desplome de Temer no hace más
que corroborar lo mal que la cancillería argentina lee los últimos
acontecimientos mundiales y lo errática que es la política exterior de
Macri.
En Brasil se asiste a una descomposición del sistema
político que implementó un brutal ajuste neoliberal. Ante esta grave situación,
que sin dudas tendrá un impacto económico negativo en la región (mayor riesgo
país, menos inversiones, más volatilidad e incertidumbre, presiones
devaluatorias, caída del comercio), hay que evitar las salidas neofascistas o
ultraconservadoras como las que vienen apareciendo en Europa o se expresaron en
Estados Unidos con el triunfo de Trump. Frente a la incertidumbre global,
Nuestra América requiere, una vez más, construir una alternativa original al
neoliberalismo en crisis, que se asiente en las mejores tradiciones populares,
latinoamericanistas y antiimperialistas.
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