29 de
marzo de 2017
Los
países Latinoamericanos se miran unos a otros estupefactos con el nuevo
discurso que ha llegado a la Casa Blanca. Donald Trump se muestra dispuesto a
cambiar las relaciones comerciales y económicas que ha mantenido Estados Unidos
durante las últimas décadas, y eso supone un motivo de inquietud para sus
vecinos de continente. El nuevo presidente de Estados Unidos ha lanzado
mensajes a favor del proteccionismo y en contra de la globalización,
apartándose de las negociaciones de importantes tratados comerciales
internacionales, como el del TPP o Asociación Transpacífica, y avisando de que
renegociará otros como el que mantiene con México y Canadá (TLCAN o NAFTA, por
sus siglas en inglés). De hecho, el país mexicano se ha convertido en su
principal campo de batalla, amenazándolo con imponer duros aranceles a todos
sus productos.
Si como
todo indica, la nueva administración se va a dedicar a dificultar los lazos
comerciales con sus principales socios económicos, Latinoamérica puede tener
mucho que perder. EEUU es clave para la región, ya que más del 40% de las
exportaciones se dirigieron allí durante los últimos años, según cifras de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL).
No solo eso, EEUU es, con diferencia, el principal país extranjero inversor en
la región. Según los últimos datos disponibles del CEPAL, correspondientes a
2015, EEUU fue responsable del 25,7% de las entradas de inversión extranjera,
muy por encima de los siguientes en la lista, que fueron Países Bajos (15,4%) y
España y (11,5%). Además, en México y muchos países de Centroamérica y el
Caribe, las inversiones directas de EEUU suponen más del 50% del total.
Lo que
para muchos se ha convertido en un motivo de preocupación, para otros se ha
visto como una oportunidad. ¿Ha llegado el momento de que Latinoamérica una
fuerzas y se plantee una mayor integración desde el punto de vista económico?
Así lo
cree, por ejemplo, Leandro Morgenfeld, profesor del Instituto de
Investigaciones de Historia Económica y Social, de la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Considera que la actitud del
presidente estadounidense hacia los hispanos puede ser un impulsor de la unidad
en la región. “El discurso xenófobo de Trump, y en especial su desprecio a los
hispanos, está generando un amplio rechazo no sólo en México, sino en toda
América Latina y el Caribe. La estigmatización de los indocumentados y de los
más de 55 millones de personas de origen hispano que hoy viven en Estados
Unidos también supone una humillación para el resto del continente”. En este
contexto, cree que se están generando condiciones para retomar la senda de la
coordinación política y la integración regional. Recuerda como un indicativo
importante que en la última cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América o Tratado de Comercio de los Pueblos) hubo un fuerte
rechazo a las iniciativas xenófobas de Trump. Afirma que sería “bueno” que
todos los países de la región, en el marco de la CELAC (La Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), establecieran una posición conjunta de
solidaridad regional y de rechazo al muro y a las deportaciones masivas. “La
única estrategia posible para los 33 países de ‘Nuestra América’ es retomar la
postergada integración regional. Sólo así se puede ganar autonomía frente a
Estados Unidos y demás potencias extrahemisféricas”.
El
profesor Eugenio Gómez, del área académica de Entorno Económico de IPADE
Business School, opina que la integración económica tiene sentido con o sin
políticas proteccionistas en EEUU. “Desde los inicios de la ciencia económica
como tal, se ha desarrollado claramente la idea de que la especialización y la
colaboración entre países es una fuerza importante para incrementar el
bienestar de sus habitantes.
Si un
país confía en otro para que produzca un bien o un insumo que necesita, le
permite enfocarse en ser más productivo en la producción de otros bienes con
base en la especialización, el aprovechamiento de economías de escala o de una
mayor capacidad o recursos a nivel local”, explica. Por tanto, defiende la idea
de que una mayor integración económica generará bienestar y será buena
independiente de las políticas que siga Donald Trump, aunque reconoce que esta
amenaza puede servir como pretexto o aliciente para una mayor integración, “lo
que sería muy bueno para América Latina”. A pesar de ello, advierte de que una
mayor integración en la región podría ser insuficiente para enfrentar un fuerte
proteccionismo en EEUU. En este sentido, destaca el caso de México, cuyas
exportaciones a su vecino del norte representan alrededor de un 36% de las
importaciones totales del resto de América Latina. Es decir, según Gómez,
México tendría que conquistar más de un tercio del mercado latinoamericano para
compensar la pérdida del mercado estadounidense. Por esta misma razón,
manifiesta que “el reto está también en conquistar otros mercados como el
europeo o el asiático”.
David
Castells-Quintana, profesor de Economía Aplicada de la Facultad de Economía de
la Universidad Autónoma de Barcelona, también considera que el giro
proteccionista de EEUU puede representar una oportunidad para generar una mayor
unión en América Latina. Recuerda que la integración en la región avanzó mucho
en las décadas de los Setenta, Ochenta y Noventa, pero se frenó con las
disputas políticas del presente siglo, por ejemplo entre Colombia y Venezuela.
Y lamenta que se perdieran organizaciones e iniciativas como la Comunidad
Andina de Naciones (CAN). “Para que la oportunidad de mayor integración
comercial se materialice falta mayor voluntad política”, advierte.
Para
Julio César Gambina, profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de
la Universidad Nacional de Rosario, “los momentos de ofensivas del capitalismo,
como el ascenso de Trump en EEUU, no son la mejor ocasión para avanzar con
proyectos autónomos en la región”. Opina que la actitud del presidente
estadounidense y su Gobierno contra los hispanos no será suficiente para
propiciar una mayor unidad regional, algo que ve complicado con Enrique Peña
Nieto en el Gobierno de México, con Michel Temer en el de Brasil y con Mauricio
Macri en el de Argentina. “La continuidad de la lucha de los pueblos puede
recrear condiciones de posibilidad para reinstalar la perspectiva de la
integración alternativa. No será por vía diplomática y menos por la iniciativa
de gobiernos de derecha sumisos a los designios de la potencia hegemónica, aun
con declaraciones críticas a las posiciones que hoy asume el Gobierno Trump”,
opina.
Papel de
Mercosur
En estos momentos, el Mercado Común del Sur, conocido como Mercosur es el mayor proceso de integración regional que existe en Latinoamérica. Fundado en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, posteriormente incorporó a otros países como Venezuela (suspendido) y Bolivia (en proceso de adhesión). También integran el bloque, aunque como “estados asociados” Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam. Mientras que México y Nueva Zelanda son “estados observadores”.
Los
expertos no se ponen de acuerdo a la hora de hablar sobre el papel que debería
jugar Mercosur en el nuevo contexto internacional y sobre si tendría que ser la
piedra angular de una gran integración regional. Morgenfeld mantiene que
debería reincorporar a Venezuela y abandonar la estrategia aperturista y a
favor de los tratados de libre comercio que hoy le imprimen fundamentalmente los
gobiernos neoliberales de Michel Temer y Mauricio Macri. Asegura que en 2005
fue una herramienta útil para frenar el Área de Libre Comercio de las Américas
(o ALCA), impulsado por George W. Bush, y cuyo objetivo era expandir el TLCAN
al resto de los estados del continente americano excluyendo a Cuba. “Creo que
sería un grave error volver al Mercosur de los Noventa, pensado como mera
plataforma para consolidar el ‘regionalismo abierto’”. El pacto de libre
comercio con la Unión Europea que ambos bloques llevan años negociando, pero
cuyas conversaciones se han relanzado en los últimos tiempos el cierre de
fronteras impulsada por Trump “sería una muy mala noticia”,
advierte. “Es paradójico que los gobiernos de derecha de la región impulsen
acuerdos de libre comercio perjudiciales para la mayoría de la población y que,
además, están siendo rechazados en Estados Unidos y Europa. Proponen una
apertura comercial extemporánea”, añade.
Gómez
reconoce que Mercosur representa un esfuerzo importante para la integración en
América Latina pero subraya que excluye a más países de los que incluye, por lo
que considera imprescindible que se amplíe y reforme para estar a la altura del
reto que podrían representar las políticas proteccionistas de EEUU.
Castells-Quintana
sostiene que Mercosur podría ser una herramienta útil para la integración
regional, pero debería ser más incluyente y tener en cuenta acuerdos regionales
anteriores como el de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Este profesor de
la Universidad Autónoma de Barcelona pone de manifiesto que existen muchos
factores que explican el hecho de que no haya una voz común ante el reto que
supone Trump y que los países de Latinoamérica no avancen hacia una integración
económica. Pero cree que una de las claves es esta: “Desde hace unas décadas
muchos países latinoamericanos se han empezado a fijar más en las diferencias
entre ellos que en sus semejanzas. Así dar una respuesta común, o avanzar en
una integración, es muy difícil. La Unión Europea empezó a avanzar cuando los países
europeos se dieron cuenta que era más lo que los unía que lo que los separaba.
En Latinoamérica aún no hemos llegado a entender esto”.
Para
Morgenfeld, el principal obstáculo de la integración es político. “Con los
golpes parlamentarios en Paraguay y Brasil, el triunfo de Macri en Argentina y
la crisis económica que afecta a la región a partir de la caída de precio y
demanda de materias primas, la derecha neoliberal supuso que había llegado su
hora, que era inexorable la derrota de los procesos de cambio del eje
bolivariano y de las experiencias reformistas. Sin embargo, Peña Nieto, Temer y
Macri están enfrentando un creciente rechazo social y político”, explica.
Asegura que las derechas regionales impulsan una agenda librecambista y apuntan
a revertir conquistas sociales. “Abandonan cualquier estrategia de coordinación
y cooperación política latinoamericana y se disputan el rol de socios
privilegiados de Estados Unidos. Sin embargo, el triunfo de Trump los dejó
descolocados”, argumenta. Cree que los mencionados gobiernos defienden una
agenda que está siendo impugnada, al menos discursivamente, en los países que
ellos toman como “modelo” a seguir.
Este
profesor de la Universidad de Buenos Aires asegura que “impulsar una
integración latinoamericana debería estar en el norte de cualquier proceso de
transformación social en la región”. Declara que en los próximos meses se verá
si las “derechas regionales” consolidan el “proceso de restauración
conservadora” o si las “resistencias y rebeliones populares” revierten esa
tendencia.
Gómez
cree que la mala situación económica y política por la que pasan algunos países
importantes como Argentina, Brasil y Venezuela es un obstáculo para que haya
una política común en la región y una agenda política que apunte a la colaboración.
“Parece que siempre ha faltado un liderazgo importante o la voluntad de los
gobernantes latinoamericanos para darle una voz común a los intereses que
persigue la región a nivel mundial”, apunta. Pone de relieve que este es un
tema muy importante ya que tiene la convicción de que América Latina podría
tener un nivel de influencia considerable en el mundo. “Su Producto Interno
Bruto combinado es de más de 5 billones de dólares, lo que equivaldría a ser la
tercer economía más grande del mundo. Es una lástima que no se aproveche más
esta posible fortaleza cuando hay tantos intereses comunes para estas
naciones”, se lamenta.
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