Le Monde Diplomatique - Edición Nro 211 - Enero de 2017
Los hispanos a la conquista del noreste.
Fuente: Pew Hispanic Center Analysis, 2009.
Inmigración
Por Frédérick Douzet
as minorías están en el corazón del crecimiento de la población de Estados Unidos, una nación cada vez más diversa, en constante recomposición demográfica y territorial, y cuya identidad no es estática sino que, por el contrario, está en continua evolución, basada en una fuerte adhesión al proyecto de nación y al sueño americano. Más allá de su potente aumento numérico, las minorías, en particular los hispanos, se convierten en una verdadera fuerza política en Estados Unidos, que fue importante en las elecciones de 2012.
A lo largo de la última década, las minorías han
representado el 91,7% del crecimiento de la población de Estados Unidos,
de ellos un 56% los hispanos, frente a únicamente el 8,3% de los
blancos de origen no hispano, una población en envejecimiento que crece
débilmente. La proporción de blancos en la población no deja de caer
(64% en 2010 frente al 80% en 1980) y cada vez más estadounidenses,
particularmente los jóvenes, se declaran de raza mixta (3%), superando
así todas las previsiones del censo. Los hispanos ya son más de 50
millones, es decir, el 16% de la población, por delante de los
afroamericanos (12%) y de los asiáticos (5%).
Estos avances son especialmente
sorprendentes en las grandes ciudades, donde los hispanos se han
convertido en la primera minoría por delante de los negros, mientras que
los blancos ya sólo son una minoría en más de la mitad de las ciudades
estadounidenses (frente al 43% en 2000). La significativa migración de
los afroamericanos hacia los suburbios, combinada con la dispersión
geográfica de los inmigrantes, transforma las representaciones
tradicionales de las “ciudades de chocolate” y de los “suburbios de
vainilla”. Se confirma la tendencia a la no segregación, aunque con
matices.
Este dinamismo demográfico no afecta de la misma manera a
todas la regiones: algunas viejas ciudades industriales del noreste,
como Baltimore o Cleveland, tienen dificultades para atraer a la
inmigración y los afroamericanos de allí todavía se encuentran en
situación de hipersegregación. La ciudad de Detroit, con 83% de negros,
continúa perdiendo habitantes de forma masiva: 713 000 en 2011 frente a
951 000 en el año 2000 y 1 850 000 en 1950. Otras ciudades como Chicago,
Nueva York o Washington se han salvado gracias a la inmigración,
mientras que poco a poco comienza el regreso de los blancos a los
centros de las ciudades. El débil dinamismo económico y demográfico de
los Estados sureños del interior, el Bible Belt, fomenta las
rencillas con respecto a la transformación del país, tal y como
demuestra la emergencia del Tea Party Movement, que preconiza una vuelta
a los “Estados Unidos de antaño”.
Las transformaciones más rápidas y
espectaculares se concentran en los Estados del sudoeste. California
dejó de tener una mayoría racial en el año 2000 y cerca de la mitad de
los habitantes de Los Ángeles son latinos. Ante la creciente diversidad
de la población se obtiene como respuesta una “autosegregación” de los
blancos y de las poblaciones acomodadas.
El crecimiento demográfico y la concentración regional de
los hispanos significan su poderoso aumento entre el electorado. En las
ciudades y en los Estados, el voto por circunscripción ha favorecido la
multiplicación de los elegidos por las minorías. En 2008, una
movilización masiva de latinos salvó los escaños de los senadores
Barbara Boxer en California o Harry Reid en Nevada. Ese mismo año, los
latinos marcaron la diferencia en tres Estados clave (Nevada, Nuevo
México y Colorado), que bastaron, junto con los Estados tradicionalmente
demócratas, para asegurar la victoria de Barack Obama. En la
actualidad, la parte de los latinos en el electorado del sudoeste no
deja de crecer, a pesar de que hay serios inconvenientes (fuerte
proporción de menores de 18 años, de no ciudadanos, baja participación
electoral).
En 2008, la radicalización de los debates sobre la
inmigración movilizó a los latinos a favor del campo demócrata. “Hoy nos
manifestamos, mañana votamos”, coreaban los manifestantes latinos en
2006, en oposición al proyecto de ley de los republicanos. En 2012, su
participación electoral fue crucial para Obama, mientras que la recesión
económica les golpea de frente y las relaciones de fuerza en el
Congreso impiden cualquier perspectiva de reforma de la inmigración, tal
y como pretende el presidente demócrata.
El desajuste entre la diversidad creciente de la población
y la virulencia de los debates sobre la inmigración ilustra claramente
la larga historia de un país que se construyó mediante olas sucesivas de
inmigración y que, a pesar de las rivalidades de poder, las
resistencias xenófobas y los conflictos, las ha ido integrando
progresivamente. Y, sin embargo, la cuestión racial conserva toda su
pertinencia para comprender una sociedad que, a la vez que toma en
consideración los desafíos de la diversidad, está todavía lejos de
haberlos superado.
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