Los mexicanos merecemos algo mejor
Por Diego Luna (El País)
El actor Diego Luna critica la actitud del Gobierno de Enrique Peña Nieto frente a los ataques del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Soy mexicano: aquí nací y aquí vivo. Y aunque la llegada de Donald Trump
a la presidencia de Estados Unidos ha sido una de las peores noticias
de nuestra historia reciente, peor ha sido el pasmo y la respuesta
temerosa del Gobierno que está a cargo de cuidar nuestros intereses ante
la voz que nos amenaza.
El
Gobierno mexicano invitó a Trump a la residencia presidencial cuando
era candidato y lo recibió en nuestro país con bombo y platillo,
validando su discurso de odio y dándole un foro para repetir sus
promesas de campaña. El presidente de México le regaló a Trump la palabra
y no pudo contradecirlo cuando realmente importaba: no por Twitter,
horas después, sino ahí, en la escena. Después de aquello, el Gobierno
ha perdido la capacidad de exigir una comunicación más sana y
respetuosa.
Pero
no solo eso. Mi Gobierno (y digo que es mi Gobierno porque formalmente
así es, aunque aclaro que no me representa en ningún sentido) ha tenido
varias oportunidades de demostrar legitimidad moral y las ha dejado ir
sin excepción. Pudo recibir, por ejemplo, a las víctimas del decreto que
prohibía la entrada a inmigrantes y refugiados de varios países
musulmanes y que afectó a miles antes de que un juez los detuviera. Era
una oportunidad invaluable para ponernos del lado correcto de la
historia y mostrar empatía con aquellos que, como nosotros, sufren las
consecuencias de un Gobierno autoritario. Pero Peña Nieto lo dejó pasar, temeroso, quizá, de una confrontación con el bully de Washington.
No
hay ni siquiera una voluntad de autocrítica. Después de todo, hay pocos
Gobiernos más duros e injustos con los migrantes que el mexicano. Basta
leer los testimonios de los centroamericanos que cruzan por México
hacia la frontera norte para conmovernos e indignarnos con sus
terribles historias de abuso y extorsión. Para los migrantes
centroamericanos, la injusticia comienza y a veces culmina en México.
Este sería el momento de reconocer nuestras propias carencias. Nada más
valiente, al final del día, que aceptar un error. Pero el Gobierno
mexicano tampoco ha mostrado ese tipo de imaginación. Y ni hablar de la
unidad latinoamericana. ¿Cómo es posible que Peña Nieto no voltee
activamente al sur y convoque a la solidaridad? ¿Cómo no ha buscado
crear un frente común que nos fortalezca frente al racismo del
presidente de Estados Unidos?
En
el fondo, es un misterio: a pesar de tener los niveles de aprobación
más bajos de la historia de México, Enrique Peña Nieto insiste en no
aprovechar el momento para hacer lo correcto y dar un golpe de timón. No
tiene nada que perder políticamente y podría ganar mucho, empezando por
la defensa de los más vulnerables: los millones de mexicanos que viven
en Estados Unidos.
Enrique Peña Nieto insiste en no aprovechar el momento para hacer lo correcto y dar un golpe de timón
Las
víctimas más cercanas del odio y la cerrazón hoy nos necesitan. Este
martes, el Gobierno del presidente Trump informó de nuevas directrices
con el objetivo de ampliar el número de inmigrantes indocumentados que puede deportar
y acelerar su salida del país. A partir de ahora, los agentes de
inmigración y de aduanas tienen la orden de deportar a cualquiera que
haya sido condenado por cualquier delito. No hay tiempo que perder, no
podemos permitir el dolor, la separación e incertidumbre de tantas
familias. Actuemos a tiempo antes de que sea demasiado tarde.
Trump,
después de todo, es una amenaza, pero también el posible comienzo de
cosas mejores. El odio nos da la oportunidad de responder
reconociéndonos en los demás, de mostrar solidaridad y respeto a los
que, como nosotros, hoy la tienen más difícil que nunca. Hoy, el mundo
siente una empatía natural con México y es nuestro deber aprovecharla.
La clave está en ser parte activa de la resistencia, demostrar que somos
capaces de practicar la compasión no solo por los mexicanos que viven
dentro de nuestras fronteras, sino por los millones que están del otro
lado, los mexicanos e hispanos en general a los que hoy pretenden
callar, a los que pretenden quitarles el derecho a luchar. Contemos sus
historias, dentro y fuera de Estados Unidos. No permitamos que su voz se
apague. No hay mejor manera de manifestarse que dejar testimonio: todos
merecemos algo mejor.
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