martes, 20 de diciembre de 2016

Pablo Gentili, sobre el libro "América Latina: la democracia en la encrucijada": “La democracia es, o debería ser, mucho más que votar”

“La ciudadanía no se expresa, y los pocos que lo hacen es a favor de políticas regresivas o reaccionarias.”
 
Pablo Gentili y La democracia en la encrucijada, un libro imprescindible
 
“La democracia es, o debería ser, mucho más que votar”
 
El libro realizado en conjunto por Editorial Octubre, la UMET y Clacso sirve como homenaje a Dilma Rousseff, presidenta brasileña destituida de modo irregular, que ofrecerá el jueves una conferencia magistral en Sarmiento 2037.

“El gran problema hoy no es solamente resistir, sino organizarnos mejor. Hay que entender muy bien cuáles son los retos que tenemos para hacer de América Latina una región más justa, más democrática y más igualitaria”, dice Pablo Gentili, uno de los compiladores junto a Nicolás Trotta de América Latina. La democracia en la encrucijada, edición en homenaje a la visita de la presidenta Dilma Rousseff a la Argentina –que dará una conferencia magistral este jueves a las 17 en Sarmiento 2037–, publicado conjuntamente por la editorial Octubre, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), que PáginaI12 ofrecerá con el diario de mañana en compra opcional de 70 pesos. Los ensayos del libro proponen analizar los desafíos que enfrentan los países de la región ante un presente complejo y perturbador, con amplios sectores de la sociedad que no votan o, cuando lo hacen, eligen gobiernos que “claramente se contraponen a los derechos que afirman su reconocimiento como sujetos ciudadanos”. Hay textos indispensables de Ignacio Ramonet, Daniel Filmus, Alejandro Grimson, Julio C. Gambina, Leandro Morgenfeld, Pablo González Casanova, Theotônio dos Santos, Cecilia Nahón, Boaventura de Sousa Santos, Antonio Elías, Fernando Mayorga, Darío Salinas, Casandra Castorena Sánchez; un trabajo conjunto de Yamandú Acosta, Verónica Giordano y Lorena Soler; y una entrevista al filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas.
Después del golpe institucional contra Dilma Rousseff en Brasil, el futuro de América Latina, ante un nuevo ciclo conservador que se cierne sobre la región, demanda una gran dosis de creatividad política para fortalecer alternativas democráticas que puedan superar un modelo de exclusión que multiplica la injusticia social en el continente. “América Latina vivió un período de grandes transformaciones democráticas en los últimos años, pero hoy se enfrenta a algunas evidencias que son preocupantes. El triunfo de Mauricio Macri significó la regresión de algunas de las conquistas más importantes que se habían logrado y un aumento de la desigualdad y de la pobreza: hay casi cinco millones nuevos de pobres que ha creado el gobierno de Macri, una gran inestabilidad económica, un profundo endeudamiento externo del país con más de 45 mil millones de dólares de deuda nueva contraída en un año. Argentina ha dado un paso atrás enorme, lo que ha significado perder en un muy pocos meses lo que tardamos muchísimo tiempo en construir”, plantea Gentili a PáginaI12. “En Brasil estamos viviendo las consecuencias de un golpe de Estado que puso al país al borde del abismo de la ilegalidad, con un gobierno deslegitimado y que tiene como principal salida a la crisis congelar el gasto público por veinte años. Colombia ha tenido un gran avance con el proceso de paz, pero el plebiscito lo derrotó y ahora trata de recomponerse, aunque hay cada vez más dudas sobre la efectividad que tendrá el proceso de paz. América Latina hoy está en una verdadera encrucijada democrática, donde lo que parecía ser un tiempo atrás un gran laboratorio de experimentación de políticas progresistas y de promesas de justicia social ha regresado al pasado de forma muy vertiginosa”, advierte Gentili, secretario ejecutivo de Clacso y profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

–Las democracias en la región están en un momento de mucha fragilidad, especialmente por la baja participación de la ciudadanía a la hora de votar. ¿Por qué crece el abstencionismo en América Latina?

–Los altísimos niveles de abstinencia electoral reflejan un cierto agotamiento de la democracia para un significativo sector de la población. En el marco de la democracia representativa, delegativa, liberal, republicana, el momento más importante de realización de la responsabilidad ciudadana es elegir a los representantes. La democracia es, o debería ser, mucho más que votar. Sin embargo, lo básico de la democracia que es votar cada vez despierta menos interés en los ciudadanos y ciudadanas, en buena medida porque reconocen que no es a partir de ahí que se cambian de manera significativas las cosas. En Colombia, el 66 por ciento de la sociedad no votó y de los que votaron el 19 por ciento le dio el triunfo nada más y nada menos que al “No” a los acuerdos de paz. Cuando se dice que en Colombia ganó el “No”, esto es falso; en Colombia ganó el “no te metás”, “eso no tiene que ver conmigo”, expresiones que manifiestan un alejamiento de los ciudadanos de la participación política más elemental que es el ejercicio del voto. Las tasas de abstención son grandes en Chile y en Brasil, donde a pesar de ser el voto obligatorio miles de brasileños y brasileñas no votan. Esto es un síntoma de una realidad sobre la que tenemos que reflexionar porque no está solamente en crisis la democracia participativa. La ciudadanía simplemente no se expresa y los pocos que se expresan lo hacen a favor de políticas regresivas o reaccionarias, lo cual también es más perturbador.

–Esta indiferencia, ese “no te metás”, parecía una peculiaridad de gobiernos autoritarios o dictaduras que ejercen el terror, pero hoy es una característica de las democracias en el mundo. ¿Qué fue lo que pasó?

–Este es uno de los grandes temas que hay que discutir y analizar de manera urgente, porque la falta de interés en la participación está originada en el no reconocimiento de la gente del valor que tiene ejercer el derecho a elegir de manera eventual. ¿Por qué la gente no vota? Evidentemente no confía más en esta promesa de que votando puede cambiar la realidad, que la puede mejorar, que puede construir un horizonte nuevo para sus demandas y necesidades. En Colombia, el abstencionismo de más del 66 por ciento de la población revela que la mayoría de la población no creía que el plebiscito era un mecanismo legítimo y eficiente para contribuir a eso que debería ser un principio esperado por toda la sociedad que es la paz. ¿Por qué la gente no confía en la democracia? Debe ser como consecuencia de la mala gestión de los políticos y también del nivel cada vez más subalterno que ha tenido la participación popular en la toma de decisiones de los grandes asuntos públicos en América Latina, donde se llama a la gente a votar cada dos años, pero no se la llama a opinar, a decidir, a discutir espacios más activos para el ejercicio de los derechos ciudadanos.

–Una cuestión acuciante tiene que ver con un interrogante que emerge a la par del triunfo de gobiernos de derecha en la región: ¿por qué los ciudadanos, cuando votan, votan contra sus propios intereses?

–En el caso de la Argentina es una cuestión que deberíamos examinar especialmente los que hemos defendido el proceso de cambio que vivió nuestro país en la última década. La derecha ha tenido capacidad para organizarse y reaccionar después de las conquistas progresistas. Al mismo tiempo, los sectores más conservadores han logrado reposicionarse en la batalla política y dar una respuesta que les permitió llegar al poder. Hay un factor que tuvo que ver con la debilidad, con la incapacidad o con los límites que ha demostrado el progresismo para mantenerse en el poder. Cuando se pierden espacios en la política, se pierden por los aciertos que tienen unos y por los errores que tienen otros. Acá la derecha consiguió acertar, para desgracia del progresismo, el tono en las campañas, el mensaje, la narrativa que ha elaborado acerca de cómo estábamos y hacia dónde deberíamos ir. Pero también hubo una cierta incapacidad por parte de los sectores populares, nacionales, progresistas, de poder expresar una alternativa que sea más confiable, que genere más adhesión e interés por parte de la sociedad. Por eso creo que es necesario hacer una autocrítica desde el campo del progresismo de los errores que se cometieron y que nos llevaron a estar como estamos, para no llegar a una posición un poco cínica de pensar que nuestra derrota se debe sólo a la capacidad que tenía la derecha de organizarse. Esta es una parte de la historia, pero hay otra parte que tiene que ver con nosotros y es bueno que la indaguemos para evitar cometer los mismos errores en el futuro.

–¿Cuáles serían los errores más importantes?

–Los sectores progresistas en toda América Latina consiguieron alcanzar algunas victorias democráticas muy significativas: reducir la pobreza, ampliar y aumentar la esfera de derechos, poner a los pobres en el centro de las prioridades de la política pública, generar mayores espacios de participación, afirmar derechos que históricamente fueron negados –también nuevos derechos que fueron conquistados mediante las luchas, que los Estados reconocieron mediante leyes que significaron un inmenso avance democrático en nuestras sociedades–, pero a la vez hubo una gran dificultad para poder mostrar qué venía después de todo esto en Brasil, en Argentina, en Venezuela, y probablemente en Bolivia y en Ecuador. Hay una gran dificultad para poder construir un discurso que permita que la ciudadanía entienda que lo que hemos vivido es la primera etapa de un proceso de cambio y no “el” cambio. Quizá hemos exagerado mucho el énfasis en que lo que hemos vivido fue una gran transformación, que la tarea ya se había cumplido, pero en realidad lo que hicieron nuestros gobiernos populares fue el primer paso de un proceso de democratización sustantiva de nuestra sociedad que necesitaba consolidarse con nuevas reformas. La derecha fue mucho más inteligente porque ni Macri ni un gobierno golpista como el de (Michel) Temer niegan que hay que hacer políticas sociales, no dejan de enfatizar que disminuir la pobreza y la desigualdad es un gran desafío. Han incorporado este discurso con una gran tranquilidad, aunque no pase de una retórica que sirve más para legitimar que para describir lo que hacen. Si los gobiernos progresistas no tienen condición para demostrar que estas transformaciones que realizaron son la primera etapa de un proceso de cambio y de reforma social, política, cultural y educativa más profunda y más duradera, de lo que se trata en definitiva es ver quién está en mejores condiciones para mantener lo que se logró. Eso es lo que la derecha supo aprovechar. La propuesta de Macri, que para nada cumplió, fue el programa “pobreza cero”, que lo lanzó como promesa y generó en su primer año de gobierno cinco millones de pobres. Lo que Macri entendió es que la polarización no se tenía que hacer en torno a los que creaban o no pobreza porque iba a ser un pésimo negocio decir que iba a generar más pobreza en el país. Al mismo tiempo, lo que no deja de ser un problema es que no haya habido capacidad por parte de los sectores progresistas para mostrar que la agenda de la transformación es mucho más larga, mucho más compleja y necesita de un compromiso de la gente y de los gobiernos para afianzar los cambios que se vivieron, para fortalecerlos y radicalizarlos. Si la promesa electoral del progresismo es mantener lo que se conquistó, y en definitiva todo el mundo promete mantener lo que se conquistó, cómo diferenciamos griegos de troyanos, si todo acaba pareciendo lo mismo. Y si todo acaba pareciendo lo mismo, la gente puede tender a confiar también en lo que parece nuevo.

–¿Cómo impactará la próxima presidencia de Donald Trump en la región?

–La situación es muy compleja porque la propuesta de Trump es la construcción de un muro en la frontera con México que muestra el profundo desprecio y la visión prejuiciosa y autoritaria que tiene respecto de América Latina. Pero al mismo tiempo preanuncia también una relación militarizada que va a tener los Estados Unidos con la región, revirtiendo algunos de los muy tímidos avances que ha habido en relación a Cuba. Hay algunas coincidencias que son bastantes sorprendentes en la intervención que los Estados Unidos parece estar teniendo en algunos de los procesos de desestabilización democrática que ha habido en América Latina, en la crisis de nuestros propios procesos de integración regional, que tiene motivos propios como lo estamos viviendo ahora en el Mercosur, que son producto de nuestras incapacidades para mantener los espacios que construimos de cooperación, de intercambio y de integración regional; pero también es una crisis en la cual los Estados Unidos operan y se benefician notoriamente. Esto está ocurriendo ahora con el gobierno de Barack Obama; con el gobierno de Trump todo indica que será muchísimo peor, al menos en lo que se refiere a América Latina. El libro expresa algunas de estas preocupaciones, que van mucho más allá de la retórica xenófoba, machista y racista que tiene Trump, que es sin lugar a dudas importante, pero que no puede ser utilizada solamente para describir la enorme gravedad que significará para la región tener como presidente de la principal potencia del planeta, que ocupa una buena parte de nuestro continente, a un energúmeno como Trump.

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