Trumpmanía
Entrevista a Leandro Morgenfeld, especialista en estudios internacionales y en relaciones interamericanas.
Por Dolores Amat.
“La izquierda tiene la oportunidad de transformarse en una alternativa frente a esta descomposición del sistema político y esta ofensiva neoconservadora”Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, docente universitario e Investigador Adjunto del CONICET, Leandro Morgenfeld se ha convertido en el último tiempo en una referencia ineludible para comprender las transformaciones que vienen teniendo lugar en Estados Unidos y que dieron como resultado el triunfo de Dondald Trump en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre pasado. Morgenfeld participa de distintos grupos de investigación, es autor de libros y capítulos de libros, y publicó numerosos artículos y reseñas bibliográficas en revistas académicas de Argentina, Brasil, México, Estados Unidos, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela y Panamá. Consultado por diferentes publicaciones periódicas, radios y programas de televisión, Morgenfeld ofrece una mirada informada y lúcida sobre ciertos cambios que no afectan solamente a la mayor potencia mundial, sino también al resto del planeta.
Amat: Empecemos por la primera pregunta que surge después de la victoria de Donald Trump: ¿Por qué? ¿Por qué ganó, en contra de todos los pronósticos?
En un artículo publicado recientemente en la revista Anfibia, Martín Plot sugiere lo siguiente: “Lo que la interpretación de las tendencias electorales basadas en modelos demográficos no toma en cuenta es ese pequeño asunto llamado ‘política’”. Se refiere al entusiasmo político que generó Trump con sus propuestas antisistema, frente a un electorado que viene percibiendo hace años a su elite “como exclusiva y crudamente interesadas en la acumulación y preservación de privilegios políticos y económicos”. ¿Estás de acuerdo con este diagnóstico?
Morgenfeld: Creo que no hay una única explicación de por qué ganó Trump. Siendo parte del 1% que concentra riqueza a expensas del otro 99%, logró presentarse como el candidato anti-sistema y, más importante, mostró que Hillary Clinton era la preferida de los lobistas de Washington, los banqueros de Wall Street y las corporaciones mediáticas. Más que ganar Trump, perdió la candidata demócrata.
El magnate cosechó el apoyo de los sectores más ultraconservadores, que tradicionalmente votan a los republicanos (y eso explica la decisión de llevar como compañero de fórmula al cristiano homofóbico Mike Pence). Son sectores con un claro componente misógino y xenófobo, que no iban a tolerar tener a una mujer como presidente, después de dos mandatos de un afroamericano. Se trata de aquella fracción de la población que en general se manifiesta a favor de la desregulación total en la tenencia de armas y en contra de la despenalización del aborto.
Pero Trump también terminó ganando en los estratégicos estados del Rust Belt –Ohio, Pennsylvania, Michigan y Wisconsin-, ubicados en esa región industrial tan golpeada por la desindustrialización en las últimas dos décadas. Con su discurso iconoclasta, logró capturar a su favor parte del descontento con la globalización neoliberal que los Clinton promovieron desde los años noventa. En este sentido, coincido con Plot en que la campaña demócrata no entusiasmó a nadie, no sólo por la falta de carisma de su candidata, sino porque proponía más de lo mismo, es decir, profundizar políticas que produjeron desigualdad y exclusión. Bernie Sanders, como decían las encuestas, seguramente hubiera logrado derrotar a Trump, ya que también era una figura que venía de afuera y siempre luchó con coherencia contra todo aquello que representaba Clinton.
Por otro lado, yo veo a Trump como un capitalista que logró ganar las elecciones en el colegio electoral (no en el voto popular) con un discurso anclado en lo que se conoce como la anti-política. O sea, él se presentó como alguien que viene de afuera, que va a barrer con los burócratas y lobistas de Washington. Barack Obama ganó en 2008 también con esa promesa, pero luego negoció con todos ellos (empezando por la elección de Hillary como su Secretaria de Estado, después de haberla criticado durante meses por haber votado a favor de la invasión a Irak en 2003). Creo que Trump es un emergente del rechazo a la hipocresía del sistema político. Que él sea parte de ese establishment económico, que él mismo sea un hipócrita, es otra cuestión. En todo caso, rompiendo ciertos moldes tradicionales de la política estadounidense, Trump ganó prometiendo defender a los que habían quedado rezagados. El problema es que, sabemos, su programa económico no va a lograr cumplir con sus promesas de campaña. Con lo cual, creo, en el corto o mediano plazo habrá nuevas y crecientes tensiones en Estados Unidos.
Amat: ¿Qué dice el triunfo de Trump sobre la cultura política actual de Estados Unidos? ¿Qué presagia?
Morgenfeld: Trump ganó a pesar de haber obtenido casi un millón y medio de votos menos que Clinton. El colegio electoral es algo anacrónico, antidemocrático. Va a ser muy criticado. Pero no es lo único ni lo más importante. Hoy hay una plutocracia en Estados Unidos. Gastaron más de 6.000 millones de dólares en la campaña. La desregulación de los aportes por parte de corporaciones y lobistas hizo que se llegara a un extremo injustificable. Fueron las elecciones más caras de toda la historia. Así y todo, ambos candidatos concitaron elevadísimos índices de rechazo. Votó poco más de la mitad de la población. O sea que Trump va a gobernar habiendo obtenido el 25% de los votos del padrón. 61 millones, en un país que tiene más de 320 millones de habitantes. El terremoto que generó su aparición cuestiona la idea de que los establishments de ambos partidos son inexpugnables. Sanders reclama el fin de los “superdelegados” en el Partido Demócrata. Distintas fuerzas de izquierda plantean la necesidad de crear un movimiento o partido por fuera del demócrata. Trump va a profundizar las tensiones internas en Estados Unidos y, creo, se van a ampliar las críticas a un sistema político que, hasta hace poco, nos querían vender como el mejor del mundo.
Amat: ¿Qué puede esperar América Latina de Trump? ¿Un repliegue que disminuya el intervensionismo sobre la región o, por el contrario, una búsqueda de controlar el continente como su zona de influencia?
Morgenfeld: Todavía es temprano para darse cuenta. En general, Trump propone un “repliegue selectivo”, o sea, abandonar la política de “promoción de las democracias” y concentrarse en algunos adversarios (Irán y China, por ejemplo). Pero nunca van a abandonar América Latina. Trump nombró recientemente como asesor a un lobista que se opuso fuertemente a la política de Obama de deshielo hacia Cuba. Va a hacerse más lento el levantamiento del bloqueo. También habrá gestos duros hacia el gobierno de Venezuela. Por otra parte, si Trump aplica el proteccionismo comercial que prometió en la campaña, esto va a afectar las exportaciones de muchos países de la región, en particular México. Respecto a la región en conjunto, va a intentar mantenerla dentro de su área de influencia, pero con una modalidad distinta a la de Obama (menos multilateral y más bilateral, negociando con cada país).
Amat: Si Estados Unidos se repliega, ¿podrían gobiernos como el de Argentina, que hasta ahora pretendían privilegiar las relaciones con los países centrales, verse obligados a buscar alianzas regionales? ¿Podrían tratar de salvar procesos de integración como el Mercosur (Mercado Común del Sur), hoy a la deriva, como vos explicás en la nota que escribiste para Bordes?
Morgenfeld: Esto ya está pasando. Los gobiernos neoliberales que apostaban a la continuidad con Clinton y a la firma y extensión de acuerdos como el NAFTA (siglas en inglés para Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, también llamado por sus siglas en inglés), ahora están recalculando. Se les dificultará seguir con la política de promoción del libre comercio, endeudamiento externo masivo y concesiones para atraer inversiones estadounidenses. El contexto internacional va a ser mucho más adverso. Incluso quedaron sin su “modelo” de democracia y mercado. Cantan loas a la globalización neoliberal, cuando en Estados Unidos y Europa está siendo impugnada. En Argentina, por ejemplo, ya hablan de la necesidad de diversificar mercados y desplegar una política exterior menos enfocada en Washington y la Unión Europea, justo lo contrario que hicieron en el último año. Creo que quienes fueron críticos de este alineamiento, de tomar de manera acrítica la agenda de Estados Unidos, de promover la neoliberal Alianza del Pacífico, ahora van a tener más argumentos para defender la necesidad de reconstruir una integración regional, una coordinación y una cooperación política alternativas. Hay que recuperar instrumentos como el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Un Mercosur flexible y sin Venezuela es más débil para desplegar una estrategia autónoma. Creo que el contexto internacional es muy crítico para las economías regionales, lo que va a hacer más difícil que las nuevas derechas en el poder (en Argentina y Brasil, por ejemplo) puedan mostrar un supuesto éxito de esta vuelta al neoliberalismo.
Amat: Europa también parece estar virando (el Brexit parece sólo un ejemplo extremo del cambio de actitud de la población de ese continente frente a la política aceptada hasta ahora). ¿Se está terminando la globalización neoliberal como la conocemos? En ese caso, ¿qué papel puede tocarle a América Latina en esta transformación?
Morgenfeld: No sé si se está terminando. Al menos está en crisis. El problema es que el rechazo está siendo canalizado por líderes y movimientos de derecha o ultraderecha. Es de esperar que esto siga en las próximas elecciones en Austria, Italia, Holanda y Francia. En este contexto, es muy importante que las fuerzas populares y de izquierda tomen la iniciativa. El fracaso de las opciones socialdemócratas, que abrazaron los planes de ajuste ortodoxos, es una oportunidad para construir otro camino. La opción de defender a la troika europea para evitar el avance de candidatos xenófobos ya mostró su ineficacia en Gran Bretaña, que votó el Brexit. Algo similar ocurrió en Estados Unidos y posiblemente siga ocurriendo en Europa. América Latina venía desplegando, con limitaciones y muchas contradicciones, otro camino. En los últimos 12 meses se profundizó un giro derechista. Las elites festejaron el “fin del populismo”, la “vuelta al mundo” y la adopción de políticas aperturistas. Esos discursos están ahora en crisis. América Latina tiene el gran desafío de derrotar esta ofensiva neoliberal y construir una alternativa superadora de lo que ocurrió en los últimos 15 años.
Amat: El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, dijo hace poco que la derecha parece estar canalizando el malestar social en lugares como Estados Unidos y ciertos países de Europa, en los que la izquierda no ha podido actuar. ¿Estás de acuerdo con esta interpretación?
Morgenfeld: Sí. Lograron aggiornar su discurso y conectar con demandas sociales de distintos sectores de la población. Las izquierdas tienen muchas variantes y es difícil englobarlas todas en un único diagnóstico. Es necesario, a mi juicio, construir unidad en la resistencia frente a los embates del capital contra el trabajo, pero a la vez desarrollar una estrategia autónoma y no caer en el error de plantear la vuelta acrítica a experiencias pasadas. La crisis del sistema político y de los partidos tradicionales en casi toda la región y en Occidente en general permiten ser ambiciosos en la concepción de novedosas herramientas políticas.
Amat: En este sentido, ¿puede el triunfo de Trump ser, como sugirió Slavoj Žižek, una oportunidad para la izquierda?
Morgenfeld: El triunfo de Trump expresa, en parte, una crisis del sistema político en Estados Unidos, y también en el mundo entero. En ese sentido, claro, es una oportunidad para la izquierda. Pero también es muy peligroso. Está habiendo un reverdecer o reforzamiento de expresiones racistas, xenófobas, misóginas, homofóbicas en Estados Unidos y Europa, que pueden extenderse. Aparece claramente el peligro de una regresión en términos de derechos civiles y democráticos. La izquierda tiene la oportunidad de transformarse en una alternativa frente a esta descomposición del sistema político y este ofensiva neoconservadora.
Amat: ¿Pueden las actitudes de Trump y sus seguidores en contra de musulmanes y otras minorías despertar más violencia fuera de los Estados Unidos? ¿Va a servir la violencia de ese país para que movimientos radicales o terroristas como Estado Islámico consigan mayor adhesión?
Morgenfeld: En las primeras dos semanas tras el triunfo de Trump se registraron más de 700 ataques racistas. Un gran incremento. Las expresiones discriminatorias de seguidores de Trump y de funcionarios que ya confirmó, como Steve Bannon, Jeff Sessions, Mike Pompeo o Mike Flynn, contra hispanos, afroamericanos, musulmanes, mujeres, judíos, gays y lesbianas auguran crecientes tensiones y conflictos internos. Creo que Trump va a concitar un amplísimo rechazo internacional, como ocurrió con George W. Bush, o peor. Efectivamente, su estigmatización de los musulmanes puede alentar la emergencia de grupos terroristas.
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