Por Leandro Morgenfeld*
Cambio, Número 53
23 de Noviembre 2016
El triunfo de Trump generó
una conmoción mundial mucho mayor al Brexit, la decisión de Gran Bretaña,
hace apenas 5 meses, de abandonar la Unión Europea. Ambas elecciones
expresan el creciente rechazo que está generando la globalización
neoliberal impulsada desde los centros financieros. Mientras líderes
xenófobos están, por ahora, canalizando a su favor el hartazgo social,
crece la incertidumbre internacional y se teme que en las próximas
elecciones en Austria, Italia, Francia, Holanda y Alemania se profundice
esa línea y la propia Unión Europea se sumerja en un declive
irreversible.
Ante este nuevo contexto, es
necesario repensar la geopolítica de Nuestra América y cómo se va a
plantear el siempre conflictivo vínculo con Washington a partir del
próximo 20 de enero, cuando el magnate neoyorkino pase a ocupar la Casa
Blanca. Más allá de los interrogantes sobre el rumbo que tomará su
gobierno y de las apuestas sobre en qué medida el establishment lo
disciplinará o, en cambio, se iniciará una era “trumpista” más
disruptiva, en este artículo aventuraremos algunos posibles escenarios
para la región.
Trump va a cumplir parte de sus
promesas de endurecer la política migratoria. En su primer reportaje
luego de ganar las elecciones, anunció que expulsará inmediatamente a
entre 2 y 3 millones de indocumentados, la mayoría hispanos, luego
avanzará en reforzar el muro y, finalmente, decidirá qué hacer con los
otros 8 o 9 millones de indocumentados. El nombramiento del racista Jeff
Sessions como futuro Fiscal General da una pista de su compromiso
xenófobo. Este tipo de discursos y políticas, que pretenden culpar a los
inmigrantes por la desocupación, pobreza y criminalidad, augura
crecientes tensiones sociales internas, así como un rechazo en todo el
continente latinoamericano. El presidente Peña Nieto, por ejemplo, se
derrumbó en las encuestas tras haber recibido al candidato Trump luego
de haber denostado a los mexicanos durante meses.
Esto obliga a los gobiernos
derechistas a recalcular su política exterior y, en particular, su
vínculo con la Casa Blanca. La mayoría de los mandatarios se mostraron a
favor de Hillary Clinton, suponiendo que iba a continuar con la
política pro TLC, a pesar de lo que había dicho en la campaña. Trump, en
cambio, señaló que renegociaría el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (NAFTA) y que no ratificaría el Acuerdo Transpacífico (TPP).
La caída de este último mega-acuerdo, que en la región habían firmado
México, Perú y Chile, pero al que aspiraban a ingresar Argentina,
Colombia y Brasil, echa por tierra la estrategia aperturista a la que
apostaron los presidentes neoliberales de la región. La Alianza del
Pacífico va a entrar en proceso de redefinición, se trabaron los TLC con
Estados Unidos, no va a llegar la “lluvia de inversiones” que Macri y
otros vienen prometiendo y se encarecerá el crédito externo, con lo cual
la estrategia de endeudamiento encontrará un límite más temprano que
tarde.
El Brexit y la elección de Trump
cuestionan la idea de que la globalización neoliberal es un camino
inexorable y sin retorno. El discurso de la “vuelta al mundo” y la
apuesta a una política exterior subordinada a Estados Unidos muestran
sus límites como nunca antes. Tal fue la sobreactuación de la
subordinación a Estados Unidos por parte de algunos gobiernos
latinoamericanos que quedaron descolocados al día siguiente de las
elecciones. El caso argentino fue elocuente: presidente, canciller y
embajador en Estados Unidos manifestaron explícitamente su preferencia
por Hillary Clinton hasta el día mismo de la elección. Recibieron
fuertes críticas por este error diplomático, incluso entre analistas y
medios de comunicación que siempre festejaron el alineamiento con la
Casa Blanca.
El triunfo de Trump augura tensiones
en Estados Unidos. Las expresiones discriminadoras contra hispanos,
afroamericanos, musulmanes, mujeres, gays y lesbianas están produciendo
reacciones y movilizaciones, en particular entre los jóvenes. Habrá que
ver cómo estas luchas se articulan con las de los trabajadores cuando
perciban que las promesas de campaña de Trump –recuperar millones de
empleos, reconstruir el sueño americano de la movilidad social
ascendente– no se cumplan. La política de rebaja masiva de impuestos a
los ricos y recortes en salud y educación simplemente va a profundizar
la desigualdad que hace cuatro décadas hace más rico al 1% en detrimento
del resto de la población. Esa situación debilitará la pretensión
estadounidense de presentarse como “faro” de las democracias y primera
potencia global, lo cual puede reactivar un escenario más multipolar.
¿Aislacionismo?
La duda, para Nuestra América, es si
eso derivará en un repliegue de Estados Unidos (Trump coqueteó con
ciertos postulados “aislacionistas”), enfocando su política exterior a
limitadas confrontaciones externas (Estado Islámico, Irán y China eran
los enemigos predilectos en sus discursos de campaña) o bien en una
negociación con China y Rusia para el reparto de áreas de influencia. En
el primer escenario, no habría un incremento del injerencismo en la
región. En el segundo, Estados Unidos buscaría reforzar su presencia en
lo que consideran su patio trasero, obstaculizando las iniciativas más autónomas y alejando a potencias extra hemisféricas.
Más allá del inestable escenario
geopolítico que se despliega a partir del terremoto Trump, lo cierto es
que Estados Unidos no abandonará la región. Habrá que ver cómo se
posiciona frente a la normalización de las relaciones con Cuba, el
diálogo en Venezuela y el proceso de paz en Colombia. Cuál será la
modalidad de intervención, nunca prescindente.
Lo interesante del proceso
eleccionario en Estados Unidos es que desnuda las contradicciones de una
sociedad que está lejos de ser el modelo de democracia, pluralismo y
tolerancia con el que nos insisten las derechas vernáculas. La crisis en
el centro, en Estados Unidos y Europa es un riesgo pero también una
oportunidad para retomar los caminos alternativos, apostar a un mundo
más multipolar, agudizar las críticas al imperialismo y al capitalismo y
reconstruir una integración regional alternativa que, necesariamente,
debe abandonar cualquier alineamiento con la Casa Blanca.
*Docente UBA e Investigador Adjunto
del IDEHESI-CONICET. Co-Coordinador del GT CLACSO “Estudios sobre
Estados Unidos”. Dirige el blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com. Esta nota fue enviada por el autor como colaboración para Cambio.
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