El Destape
La administración de Barack Obama
suspendió el tratamiento del TPP ante la inminente derrota por la
mayoría republicana y el corto tiempo que resta de gobierno.
El gobierno de Estados Unidos
dejó el suspenso sus gestiones y negociaciones en el Capitolio para
logar la aprobación parlamentaria del megaacuerdo de libre comercio
transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), según informaron fuentes gubernamentales.
La decisión tomada por la administración de Barack Obama se fundamentó en que la negociación la debe llevar adelante el presidente electo, Donald Trump y sus legisladores, que obtuvieron la mayoría en ambas cámaras.
Obama intentará explicar esta situación a los líderes de los otros 11 países firmantes de la asociación la próxima semana en Perú, cuando participe en la cumbre regional en Lima, reportó la agencia ANSA.
El TPP, firmado en febrero pasado, reúne a Australia,
Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva
Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam en un área de libre comercio, y
establece reglas comerciales para estos mercados.
Trump
se pronunció con claridad durante la campaña electoral en contra de la
participación de Estados Unidos en dicho megaacuerdo comercial, aseguró que renegociará el Nafta, el tratado de libre comercio que el país tiene vigente con México y Canadá.
El
presidente electo dejó, en la etapa proselitista, variadas
manifestaciones de querer encauzar al mercado estadounidense hacia un
mayor proteccionismo, e incluso planteó su intención de sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Mauricio Macri había ofrecido a la Argentina como veedor de la alianza del traspacífico con la esperanza de lograr meter a nuestro país dentro de ella. Con la victoria de Trump en las elecciones, es probable que la alianza se rompa.
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Diario BAE, 8 de noviembre de 2016
El
Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) es un tratado de libre
comercio multilateral fue firmado el 4 de febrero de este año por Estados
Unidos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam,
Canadá, México, Perú y Chile. Para entrar en vigencia, debe ser ratificado por
al menos 6 de los países signatarios, incluyendo a Estados Unidos y Japón. La
semana pasada, fracasó el intento del gobierno japonés de un rápido trámite
parlamentario, antes de las elecciones en Estados Unidos. Sólo el 38% de los
japoneses aprueban el TPP y justamente en ese país es donde se produjeron más
movilizaciones en su contra.
Luego de las elecciones del 8 d noviembre, Obama
pretende que el TPP sea ratificado por el congreso antes del recambio de enero.
Para eso, despliega un fuerte lobby
entre legisladores demócratas y republicanos, aunque el resultado es incierto.
Cuando el congreso aprobó, en junio de 2015, el fast-track sobre el TPP –ahora sólo puede aprobarlo o rechazarlo a
libro cerrado, sin introducir modificaciones-, lo hizo por un escaso margen de
10 votos en la Cámara de Representantes. En esa oportunidad, sólo 28 demócratas
acompañaron la propuesta de Obama, y muchos de ellos están siendo ahora
presionados para cambiar su voto. Entre los republicanos, 9 de los que votaron
a favor del fast-track ahora
manifestaron públicamente que no aprobarían el TPP. A esto hay que sumarle el
pronunciamiento de los dos principales candidatos presidenciales.
Trump, intentando captar el voto de
los trabajadores blancos, insistió recurrentemente, a lo largo de la campaña, en
los efectos nefastos que tuvo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(NAFTA), que entró en vigencia en 1994, durante la presidente de Bill Clinton.
Su prédica se apoya en un dato duro: Estados Unidos perdió 5 millones de
empleos fabriles en los últimos 15 años, producto de la relocalización de
empresas primero en México y luego en China. El peso de los votantes
disconformes con la economía es clave en estados con fuerte presencia de la
industria automotriz y siderúrgica (el rust
belt) y algunos de ellos son swing
states, o sea los que pueden definir las elecciones.
Por el lado demócrata, en las
primarias Bernie Sanders fue la gran sorpresa y tuvo posiciones muy críticas
frente al TPP, enfatizando cómo perjudicaría a los trabajadores y cómo
limitaría las regulaciones medioambientales, dándole un poder desproporcionado
a las grandes corporaciones. Su sorprendente performance electoral obligó a
Hillary a modificar su posición respecto al TPP. Si como Secretaria de Estado,
impulsó las negociaciones para firmar el TPP, en la campaña se vio obligada a
señalar que escuchaba los temores de sindicatos, asociaciones de consumidores,
pymes y ecologistas y señaló que no estaba de acuerdo con el TPP, tal como se
había firmado. En agosto, para convencer a los escépticos, declaró: “Me opongo
ahora, me voy a oponer tras las elecciones y también cuando sea presidente”.
Claro que, en octubre, se filtraron sus discursos ante Wall Street, en los que reivindicaba tener una posición pública y
otra privada, y aseguraba que promovería los tratados de libre comercio.
El posicionamiento público de Trump y Clinton,
y el rechazo de la mayor parte de los electores al TPP, genera una presión a
los congresistas de sus respectivos partidos. Y dificulta los objetivos de
Obama. Michael Froman, representante
comercial de Estados Unidos, volvió a mostrarse optimista el 1 de noviembre,
tras reunirse con senadores y representantes de ambos partidos, aunque también
advirtió los riesgos: “Estamos a un voto de cimentar nuestro liderazgo en la
región o de entregar las llaves del castillo a China”. Sin embargo, esa suerte
de chantaje no estaría funcionando entre legisladores que procuran ser
reelectos este martes. Un ejemplo: a mediados de agosto, el senador republicano
Pat Toomey, ex presidente del “Club para el Crecimiento” -bastión de la
economía de libre mercado-, se pronunció en contra del TPP, para intentar
ganarse los votos de la clase trabajadora de cara a la contienda electoral en
la que busca su reelección en Pensilvania. Mitch McConnell, líder de la mayoría
republicana en el Senado, expresó a fin de agosto que el TPP no se sometería a
votación este año. Y Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes,
insiste en que no avanzará.
Obama impulsó el TTP como el brazo económico
de su estrategia de reposicionamiento en Asia y América Latina, para contener a
China. El problema es que este enfoque geopolítico descuidó el frente interno.
En consecuencia, el acuerdo corre el riesgo de no ser refrendado en el Congreso
porque priorizó la política exterior y no lo suficientemente los beneficios
económicos. Puede terminar en un rotundo fracaso para la política exterior de
Washington. Muchos de sus gobiernos aliados ponen en duda su posible
ratificación, en un contexto en el que crecen las críticas a la globalización
neoliberal. En las próximas semanas, Obama buscará darle impulso internacional
al TPP en la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que
se realizará en Lima del 17 al 19 de noviembre.
La situación se resolverá entre el 9 de
noviembre y el 3 de enero, cuando quienes no consigan ser reelectos en sus
bancas, deberán abandonarlas. Obama sabe que decenas de ellos, ya sin las
consecuencias electorales de aprobar un tratado rechazado por las mayorías, se
convertirán en lobistas, a cambio de un suculento salario. En ellos radica su
esperanza. Son los que pueden vender su voto, sin consecuencias políticas. Y
con interesantes beneficios materiales. Así funciona la democracia
estadounidense, que más bien debería ser caracterizada como una plutocracia. Si
gana Trump, la ratificación será mucho más difícil. Si lo hace Clinton, hay más
chances de que avance el TPP, pero con un fuerte costo político interno: sería
la primera promesa electoral no cumplida.
Mientras tanto, dentro y fuera de Estados
Unidos crecen las resistencias. En distintos países del continente, como
ocurrió hace más de una década con el ALCA, se están organizando iniciativas
contra el TPP, como la Jornada Continental contra el neoliberalismo y por la
democracia, que se realizó el viernes 4 de noviembre en distintas capitales latinoamericanos.
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