Si
bien su hegemonía perdió fuerza, la primacía en los campos militar,
económico y de la innovación aleja la imagen de una potencia en
decadencia; anticipan un mayor repliegue del tablero mundial tras las
elecciones.
Las
señales del gran declive americano se acumulan. La diplomacia de
Estados Unidos fracasa en cada intento de detener la masacre en Siria.
Rusia le plantea desafíos dignos de la Guerra Fría. China se convierte
en la mayor economía global, medida por poder adquisitivo. La influencia
de Washington se vuelve difusa en América latina y pierde fuerza en
Europa.
La narrativa de la decadencia es el motor de la campaña presidencial de Donald Trump : "Hagamos América grande otra vez", clama el candidato republicano.
Pero
¿asistimos de verdad al fin de la supremacía? ¿Es sólo un reflejo
nostálgico que el mundo asista en vilo al duelo electoral entre Trump y
la demócrata Hillary Clinton que definirá dentro de ocho días al nuevo jefe de la Casa Blanca?
Mejor
pensarlo dos veces. El mundo unipolar que siguió al derrumbe de la
Unión Soviética se acaba, pero la magnitud del poder económico, militar,
político y cultural de Estados Unidos resulta incontestable. Los
expertos en geopolítica coinciden: aunque ya no ostente la hegemonía, es
la única superpotencia y no dejará de serlo en un futuro cercano.
"Se
ha exagerado mucho la visión de una supuesta decadencia norteamericana.
La amenaza de China o la actitud hostil de Rusia son señales de un
debilitamiento de la capacidad de Estados Unidos para imponer sus
intereses. Estamos entrando en otra era, pero en todas las áreas
decisivas su primacía se mantiene inalterable", sostiene sir Michael
Leigh, experto en relaciones internacionales y directivo del German
Marshall Fund.
El
historiador Charles Powell, director del Real Instituto Elcano (RIE),
apunta que la idea de que Washington pierde posiciones ha sido asumida
por la propia administración de Barack Obama , como se refleja en su política poco intervencionista.
"El
relativo declive se expresa en el sentido de que su poder, medido en
función de sus recursos domésticos y su capacidad para influir en el
comportamiento de otros actores, está menguando -explica-. Pero [aunque
Obama acepte esa idea] tampoco contempla la sustitución de la hegemonía
norteamericana por otra china, sino más bien el desarrollo gradual de un
mundo en el que ninguna potencia ostente el predominio que tuvo Estados
Unidos en el pasado."
En esa lógica, el dilema que enfrenta el
país no pasa tanto por la amenaza de que otro lo supere, sino por los
obstáculos para la gobernanza planetaria que le plantea el ascenso de
nuevos actores de alcance internacional o regional. La incapacidad para
salir de la trampa siria y para poner límites a la ambición rusa son
señales claras de esa limitación.
"Las elecciones presidenciales
afectarán profundamente a todo el mundo justamente porque se enfrentan
dos modelos antagónicos de gestionar las alianzas dentro de ese esquema
de liderazgo global compartido", indica José M. de Areilza, secretario
general del Aspen Institute en España.
Cualquier estadística
global relevante retrata la anatomía de una superpotencia. En ningún
rubro es tan patente la primacía norteamericana como en el militar.
Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de
Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés), el gasto bélico de Estados
Unidos en 2015 fue de 596.000 millones de dólares, un 36% del total
mundial. China, a pesar de un incremento del 132% en los últimos diez
años, toca el 13%, mientras que la carrera armamentística de Vladimir
Putin le permite alcanzar el 4% (queda por detrás de Arabia Saudita).
"El
presupuesto militar norteamericano está a años luz de sus competidores.
Cualquier pretensión de rivalizar en esta materia es vana, incluso
cuando la diferencia es mucho más pequeña que hace 25 años. La brecha
tecnológica, el gasto sostenido en el tiempo y el dominio territorial lo
hacen inalcanzable", opina el especialista en defensa Gonzalo García
del Campo, en un informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos
(IEEE).
Más dudas despierta la primacía económica. El avance de
China amenaza el dominio global de Estados Unidos, condenado a un
crecimiento crónico de baja intensidad del orden del 2%. Este año por
primera vez el Fondo Monetario Internacional (FMI) colocó a China como
la mayor economía del mundo, tomando como referencia el PBI ajustado por
el poder real de compra. Medido en dólares corrientes, Estados Unidos
continúa en primer lugar, con un producto bruto de 18.561 billones,
contra 11.391 billones de su rival asiático.
La creciente
desigualdad y la frustración social que despierta ahondan la sensación
de fin de época. Sin embargo, los datos fríos reflejan que la economía
norteamericana goza de una salud bastante mejor que la percibida por sus
ciudadanos. Puestos en el contexto global, refuerzan la noción de su
liderazgo. Según el Banco Mundial, el PBI per cápita norteamericano es
de 53.000 dólares, contra 6900 de China. De las 100 empresas más
valiosas del mundo, 54 son de Estados Unidos (eran 32 hace 10 años).
Aunque China sea el mayor exportador mundial, el 80% de las operaciones
comerciales del mundo se pacta en dólares y Estados Unidos sigue siendo
el principal comprador planetario.
Eso enlaza con otra faceta de
una superpotencia: la innovación. De las diez mayores compañías
tecnológicas del mundo, ocho surgieron en Estados Unidos. El país es
responsable del 30% del dinero que se gasta en el mundo para
investigación y desarrollo, a pesar de que China (15%) y Japón (10%)
registraron saltos espectaculares durante la última década. El
desarrollo del fracking le permitió en los últimos años
convertirse en el principal productor de petróleo y gas natural. Además,
las universidades norteamericanas permanecen en la cima de las mejores
del mundo.
Jeremy Shapiro, ex diplomático norteamericano y actual
investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, señala que el
papel decisivo de Estados Unidos en el equilibrio global es
indiscutible, como también lo es "que la proporción de su poder y la
capacidad de influir sobre otros se reduce". Considera que el relativo
declive anticipa un repliegue mayor de Estados Unidos en el tablero
internacional a partir del recambio presidencial: "Trump representa una
visión extrema pero muy extendida entre los americanos. Un sentimiento
creciente de que el país está obteniendo poco rédito de su relación con
sus aliados históricos. Gane quien gane, podemos encontrarnos con una
América más centrada en sí misma y menos predecible como socio
internacional".
El profesor Leigh coincide en que Clinton, si
gana, no podrá ignorar el humor social que refleja el ascenso tanto de
Trump como del demócrata de izquierda Bernie Sanders. La imagina
actuando en el mundo bajo las reglas del smart power. Una
estrategia más adecuada a la era poshegemónica y que consiste en elegir
sus recursos de intervención según el tamaño de sus desafíos.
Dónde está parado EE.UU.
596.000
Millones fue el gasto bélico de EE.UU. en 2015
La
primacía norteamericana es contundente en el plano militar. Según el
Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo
(Sipri), el gasto bélico de Estados Unidos representa un 36% del total
mundial. A pesar de su crecimiento, el gasto bélico de China toca el 13% 18.561
Billones es el PBI de EE.UU. en dólares
Con
respecto al tamaño de la economía, Estados Unidos continúa en primer
lugar, ya que el PBI de China es de 11.391 billones. Pero este año, por
primera vez, el FMI colocó a China como la mayor economía del mundo,
tomando como referencia el PBI ajustado por el poder real de compra. 13,8
Millones de barriles por día produce EE.UU.
Es
es el principal productor de petróleo del mundo y de gas natural. Le
siguen Arabia Saudita, con 11,9 millones de barriles por día; Rusia, con
11 millones de barriles, y China, con 4,6.
Luego del mailgate, muchos critican la excesiva lealtad que tiene la candidata con su grupo de asesores
MIAMI
(AP).- La renovada controversia sobre los correos electrónicos de
Hillary Clinton dejó nuevamente bajo la lupa al entorno que rodea a la
ex primera dama: un grupo de asesores y confidentes que a veces le
causaron problemas.
Y
definitivamente para la candidata presidencial demócrata, ahora le
están causando bastantes problemas. Poco más de una semana antes de la
elección, su campaña se vio sacudida por la polémica provocada por los
mensajes con connotaciones sexuales del distanciado esposo de su
asistente más cercana.
Es una coincidencia casi increíble: una
mezcla de noticia típica de los diarios sensacionalistas, con una
campaña electoral que superó los tintes de cualquier noticia
amarillista.
Pero
para aquellos que han estado conscientes de la compañía que rodea a los
Clinton, fue un recordatorio de las desventajas de la lealtad de Bill y
Hillary así como su renuencia a distanciarse de personajes
controversiales.
La campaña de Hillary declaró anteayer que respaldan completamente a Huma Abedin, la veterana asistente cuyos mailsaparecieron
en una de las computadoras incautadas por las autoridades que
investigan el contacto de su esposo, Anthony Weiner, con una menor de
edad.
En
su momento figura ascendente dentro del Partido Demócrata e incluso
aspirante a la alcaldía de Nueva York, Weiner cayó al abismo cuando se
le descubrieron casos de acoso sexual. Varias veces pidió perdón, varias
veces volvió a caer y Abedin se separó de él luego de haber integrado
el círculo íntimo de los Clinton.
Fue la decisión del FBI de
revisar los nuevos correos electrónicos, como parte de su investigación
al servidor privado de Hillary, lo que revivió las controversias al
respecto.
No se sabe si los nuevos mailsesconden algún
indicio de delito, o si son del todo irrelevantes. Tampoco cuántos mails
examinarán los agentes, ni si los envió la propia Clinton, ni si
pasaron por su famoso servidor privado. Pero sí se sabe que son un
mazazo para todo el equipo de campaña.
"Desde luego que la
apoyamos'', dijo el jefe de campaña de Clinton, John Podesta, a la
prensa, al indicar que Abedin "ha cumplido y cooperado con la
investigación de manera total y voluntaria''.
Abedin es la persona
más reconocida del círculo leal a Hillary. Elegante y distinguida, se
destacó como figura reconocible entre los seguidores de la ex primera
dama.
Hillary de hecho la considera como su segunda hija. Fue
becaria en la Casa Blanca en 1996 y desde entonces su carrera está
ligada a la suya.
Fue una de sus máximas colaboradoras durante la etapa de la candidata demócrata como secretaria de Estado entre 2009 y 2013.
El
candidato republicano, Donald Trump, fue tal vez el primero en expresar
su preocupación de que el matrimonio de Abedin podría ser un problema
para Clinton, al tuitear hace más de un año que Weiner era "un gran
riesgo de seguridad como recolector de información''.
Abedin se
mantuvo siempre al lado de Clinton en el Departamento de Estado como su
principal asistente. El equipo de Clinton defendió su inusual acuerdo de
trabajo en su momento, en el que el salario de Abedin era cubierto por
la Fundación Clinton, un despacho de consultores de nombre Teneo y el
Departamento de Estado, todos al mismo tiempo.
WASHINGTON.- Con el viento a favor del FBI, que está investigando nuevamente a Hillary Clinton, el republicano Donald Trump
parece revigorizado. Recupera algo de lo que había perdido en las
encuestas, pone más dinero de su bolsillo en la campaña -algo que no le
gusta hacer- y afirma que está "listo para refundar el país".
Los
números en el sondeo general empiezan a acercarse un poco en la
intención global de voto, aunque por colegio electoral la ventaja parece
seguir siendo claramente de la candidata demócrata.
Hubo
inquietud ayer en oficinas demócratas. Un nuevo sondeo de ABC News/The
Washington Post situó a ambos a apenas un punto de distancia y mostró
cómo se disolvió, por lo tanto, la ventaja de más de cinco puntos que,
hace sólo diez días parecía tener Hillary. Según la medición, la ex
primera dama tendría hoy un 46% de la intención de voto; su oponente,
45%. Una diferencia que entra en el margen de error del estudio.
Para
Trump, fue como una inyección de energía. "Jamás pensé que diría esto.
Pero... ¡gracias, Huma Abedin! ¡Gracias, Anthony Weiner!", dijo,
sarcástico, ante una multitud en Colorado, un estado en el que está muy
atrás y en el que, sin embargo, ahora está dispuesto a invertir.
Abedin
es la ayudante de confianza de Clinton y Weiner, el ex marido. En la
computadora que ambos compartieron se encontró "evidencia pertinente"
para que el FBI reabriera el caso contra Clinton por el manejo de
información clasificada
Por
eso Trump estaba tan contento. Por eso y porque encima ayer se supo que
ese material llevaba "semanas" en poder del FBI, pero que, por alguna
razón, sólo decidió hacer público lo que ocurría el viernes pasado,
pocos días antes de las elecciones.
En un cambio de estrategia, Clinton ayer optó por no
hablar del tema. Trump, en cambio, no parecía tener otro. "Esto es peor
que el Watergate. Hay que terminar con los corruptos", repetía.
Usó
luego su cuenta de Twitter, como lo hace habitualmente, pero esta vez
para insistir en que "varias encuestas" lo dan por arriba de Hillary o,
al menos, en empate técnico. Eso es una gran escalada respecto del
retroceso que tuvo días atrás, cuando llegó a situarse a más de seis
puntos de distancia.
La tendencia a la mejora de Trump y el
retroceso de Clinton fue confirmada por varios sondeos, algunos aun
manteniendo a la demócrata por delante, como el caso del promedio
general del sitio RealClearPolitics, que dio 47,6% para la demócrata y
43,3% para Trump, con un margen que queda dentro de lo que podría ser el
error de la muestra.
"Todos estos sondeos se hicieron antes de
que se conociera lo del FBI", se ufanaba Trump, en relación con el
sorpresivo anuncio del jefe de la Oficina Federal de Investigaciones,
James Comey, en el sentido de que se reabría una investigación que él
mismo había dado por cerrada meses atrás.
"Con lo que hemos visto,
nadie, en forma razonable, puede acusar de nada que no sea imprudencia a
la señora Clinton", dijo Comey. Cuando faltan días para las elecciones,
la reapertura del caso fue un golpazo para los demócratas.
La
gran duda es qué hay en esa computadora que el malogrado matrimonio
entre Abedin y Weiner compartían. Según fuentes citadas por The
Washington Post, la mujer que es mano derecha de Clinton "no se explica"
cómo esos documentos llegaron allí y tampoco a qué se refieren. Cuanto
mayores sean la duda y la confusión que alimente la sospecha, más aire
para la aspiración de Trump.
– ¿La ex secretaria de
Estado Hillary Clinton representa un muro de contención para las
políticas más reaccionarias dentro de Estados Unidos? ¿El magnate Donald
Trump encabeza un movimiento que busca resolver los problemas internos
en un país azotado por la crisis económica? ¿La ex senadora, nacida en
Chicago en 1947, intenta llegar a la presidencia prometiendo moderación
ante la bravura de su oponente? ¿El candidato republicano, que llegó al
mundo en 1946 bajo el paraguas de un conglomerado inmobiliario
construido por su padre, es la encarnación misma del racismo y los
miedos profundos de la sociedad estadounidense? ¿Ambos candidatos se
presentan hostiles hacia América Latina, en particular frente a los
procesos progresistas y de izquierda como en Cuba, Venezuela y Bolivia?
A pocos días de las elecciones presidenciales estadounidenses del 8 de noviembre, El Furgón
dialogó sobre estos temas con Leandro Morgenfeld, historiador,
investigador del CONICET y autor de los libros “Vecinos en conflicto:
Argentina y Estados Unidos en las Conferencias Panamericanas,
1880-1955”, “Relaciones peligrosas: Argentina y Estados Unidos” y “El
ALCA: ¿a quién le interesa? La posición de sectores socioeconómicos y
políticos en Estados Unidos, México, Brasil y Argentina con respecto al
ALCA”.
–¿Existen diferencias sustanciales entre Hillary Clinton y Donald Trump?
-Existen diferencias. Pero siempre, en las campañas electorales, se
tienden a exagerar las diferencias. En realidad, hay consensos de fondo
en el establishment, que se van a mantener gane quien gane. Y esto lo
garantiza no sólo el presidente electo, sino el Congreso y la Corte
Suprema. O sea, el margen de maniobra del presidente en Estados Unidos
es relativamente estrecho. Todo indica que Clinton será la primera mujer
presidente, pero si ello no ocurre habrá un reacomodamiento del sistema
político y Trump será forzado a mantenerse dentro de los parámetros
permitidos. En el proceso electoral, para generar la sensación de que
los votantes realmente eligen, se exageran y magnifican las diferencias.
Así, parece que va a haber un país radicalmente distinto si gana uno u
otro. Eso ocurre en otros países y con otros sistemas electorales y
políticos. En Estados Unidos, no. Pero el marketing político, como
ocurre con la propaganda comercial, gasta millones para vendernos
candidatos con packaging muy distinto, pero contenido similar. La
política estadounidense está cooptada por el marketing y depende de los
cientos y cientos de millones de dólares que se gastan en construir
consenso en torno a los candidatos. En “venderlos”.
-¿La política exterior de Estados Unidos puede variar según qué candidato gane las elecciones?
-Hace décadas, existe un “gobierno permanente” de Estados Unidos, más
allá de las diferencias entre republicanos y demócratas, y entre los
sucesivos candidatos. El sistema político estadounidense, más que
alternancia, garantiza continuidad. Los dos partidos del orden
representan dos caras aceptables para el establishment. Nunca se pone en
discusión el carácter imperial de Estados Unidos. Pueden discutir si en
Siria hay que crear o no una zona de exclusión aérea, o si hay que
bombardear más o menos al Estado Islámico, pero no cuestionan el
fundamento, el carácter de gendarme planetario que cumple Estados
Unidos. En general, se van tamizando los candidatos y el sistema purga a
los que quieran romper el consenso bipartidista en materia de política
exterior. Bernie Sanders sí proponía una modificación sustantiva de la
política exterior, pero no pudo llegar, entre otras cosas porque el
aparato del partido –y millones de dólares de las coporaciones– se
encolumnó atrás de Hillary, como probaron los emails filtrados por
Wikileaks.
-¿Los debates presidenciales entre los dos candidatos son reales o simplemente un espectáculo de televisión?
-Los tres debates presidenciales, y el de los vicepresidentes Pence y
Kaine, concitaron mucha atención, especialmente por la figura de Trump.
La campaña se caracteriza por el altísimo rechazo que provocan ambos
candidatos –reflejo de una crisis del sistema político en Estados
Unidos– y por su inusual tono agresivo. Estados Unidos es el país donde
la telepolítica, o sea la transformación de la política en un show,
alcanzó niveles más desarrollados en las últimas décadas. La
particularidad de estos debates es que Trump, en algún sentido, es un outsider
y no se aviene a muchas de las reglas del establishment político. Basó
su campaña en romper con lo políticamente correcto, para intentar
canalizar el rechazo al sistema, y en particular a Hillary, que es una
fiel representante del establishment económico y político. Como dijo
algún editorialista, Trump será muy malo para la política
estadounidense, pero es una máquina de generar rating. Todas las
primarias, y ahora la elección general, para bien o para mal, giraron en
torno a su figura, sus exabruptos, sus acosos a mujeres. Esto impide
que se discuta con mayor profundidad sobre los temas centrales de la
política, la economía y la sociedad. Es un factor distractivo
importante.
-¿Qué análisis se puede hacer de las posturas de Clinton y Trump con respecto a América Latina?
–América Latina apareció poco en los debates presidenciales y
en la campaña, salvo por dos temas. Inmigración: Trump culpa a los
indocumentados de la crisis de empleo y propone endurecer los controles
fronterizos y un plan de deportaciones masivas, mientras que Clinton
quiere aprobar una reforma migratoria en los papeles más progresista,
pero en realidad con Obama se deportaron más de 3 millones de
indocumentados en 8 años, un récord histórico; el Acuerdo Transpacífico:
ambos dicen oponerse al TPP, aunque Clinton fue la que lo impulsó como
Secretaria de Estado, y en privado dijo a financistas de Wall Street que
está a favor de este tipo de acuerdos de libre comercio.
En
cuanto al reestablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y a
la relación con los países bolivarianos, no puede esperarse nada
demasiado nuevo por parte de los dos candidatos. Trump, con un discurso
más aislacionista, insiste en que no hay que gastar recursos
“promoviendo la democracia” en países que no la quieren. Su discurso
xenófobo y anti-hispano cosecha rechazos en América Latina. Por eso los
gobiernos de derecha en la región, a pesar de tener una prédica que a
priori sintonizaría más con las propuestas del magnate inmobiliario,
señalaron que prefieren a Clinton en la Casa Blanca. Clinton
garantizaría la continuidad de las políticas de Obama y tendría mejores
condiciones para avanzar con el TPP, al que miran con esperanzas no solo
los gobiernos neoliberales. Un eventual triunfo de Trump complicaría la
estrategia estadounidense de recuperar el dominio en Nuestra América,
desafiado en los últimos años. La victoria de Clinton, en cambio,
implicaría mayor continuidad, pero más agresiva hacia los gobiernos no
alineados.
-¿El gobierno argentino mantiene afinidad ideológica con alguno de los candidatos en particular?
–Macri tiene una vieja relación de negocios con la familia
Trump, y hasta lo alojó personalmente en en su quinta Los Abrojos, hace
algunos años. Además, podríamos decir que tiene afinidad electiva por
Trump, por ser ambos empresarios y con un discurso neoliberal y
promercado. Sin embargo, tanto él como la canciller Malcorra declaran
públicamente que prefieren que gane Clinton. Suponen que así habrá
continuidad y podrán seguir alineados y subordinados a Washington sin
pagar un costo interno. En esa línea, de avanzar el TPP que en su
momento impulsó Hillary como Secretaria de Estado, Macri podría llevar
al país a sumarse a este mega acuerdo de libre comercio. Trump, como
decíamos antes, generaría más rechazo y reflotaría un sentimiento
anti-yanqui, con lo cual la subordinación de Macri a la agenda de
Washington tendría un mayor costo político interno.
-Tanto Clinton como Trump, ¿tienen políticas concretas para paliar
la crisis económica que atraviesa Estados Unidos desde hace varios
años?
-En sus discursos, Clinton enfatiza que van por el buen camino y que
lo peor de la crisis ya pasó, mientras que Trump señala que Estados
Unidos está estancado, no crece hace años, se desindustrializó y perdió
millones de empleo. Clinton promete más libre comercio para volver a
crecer, mientras que Trump se inclina por una prédica proteccionista.
Dice que va a renegociar los tratados de libre comercio y obligar a las
empresas estadounidenses a volver a producir en su país, y a la vez
insiste con la receta neoliberal de bajar impuestos a los ricos y
achicar el Estado, para que las empresas ganen competitividad e
inviertan. Ninguno de los dos se enfoca en los aspectos estructurales de
la crisis y, como bien señaló el moderador del tercer y último debate,
más allá de sus propuestas, las consecuencias de ambos programas serían
una escalada aún mayor del déficit fiscal y el endeudamiento público,
que ya supera holgadamente el 100% del PBI anual estadounidense. O sea,
ninguno tiene un plan para superar el estancamiento estructural de la
economía estadounidense. Esto lo señaló Trump en el debate del 19 de
octubre: India crece al 8% anual, China al 7% y Estados Unidos al 1%.
El ministro de producción Francisco Cabrera
sinceró que la Argentina está buscando un tratado de libre comercio con
Estados Unidos. Luego Malcorra salió a matizarlo y él tuvo que dar
explicaciones. En la semana de un nuevo aniversario del No al ALCA en Mar del Plata, Macri insiste con las recetas neoliberales.
El mediocre crecimiento de la economía mundial, con una
tendencia débil del comercio internacional, plantea interrogantes
acerca del desenlace de la actual fase de la globalización.
Por Eduardo Lucita *
Página/12
La globalización –fase actual de la tendencia histórica del
capital a su mundialización– parece haber encontrando sus límites.
Numerosos indicadores dan cuenta de ello y la duda es si solo será un
impasse para retomar con nuevas fuerzas o si fortalecerá la tendencia al
estancamiento de larga duración de la economía mundial.
El largo período de la fase globalizadora iniciada en 1989-1991 con
la caída del Muro de Berlín e implosión de la URSS –que pusieron fin al
enfrentamiento Este-Oeste y dieron un nuevo impulso a la mundialización
capitalista– pareciera completar la mundialización de las relaciones
capitalistas con los acuerdos del Consejo de Seguridad de la ONU más
Alemania e Irán; la apertura de relaciones EE.UU.-Cuba y el impulso dado
por Estados Unidos a los macro tratados de libre comercio. Sin embargo
nada alcanzaría a contrarrestar los síntomas de retroceso.
Hasta el 2008 se verificó una rápida integración del comercio y las
finanzas mundiales, las nuevas tecnologías permitieron reducir
rápidamente los costos del transporte y de las comunicaciones, el
intercambio comercial se expandió a altas tasas y las multinacionales
multiplicaron sus inversiones. En ese tiempo la fuerza de trabajo
mundial más que se duplicó (llegando a 3500 millones de trabajadores),
la precarización pasó a ser un nuevo precio de la economía y la
productividad se expandió fuertemente fijando un nuevo piso a la
competitividad internacional.
El resultado más general ha sido que mientras la tasa de rentabilidad
del capital alcanzó niveles desconocidos el promedio mundial de los
salarios reales de los trabajadores cayó –en Europa y Estados Unidos se
mantienen estancados desde los años ‘90– y la desocupación global
creció. La riqueza se concentró, en todos los países se consolidaron
niveles de pobreza elevados y la desigualdad se entronizó.
Contradictoriamente mientras que con los acuerdos con Cuba e Irán se
suponía se ampliarían las bases para la acumulación capitalista y el
comercio, todos los indicadores del 2016 muestran una realidad muy
diferente. La desaceleración de la integración iniciada en 2008 se ha
profundizado y el mundo ha ingresado en una fase de bajo crecimiento, de
fuerte reducción del comercio internacional, de caída de la
productividad y alto endeudamiento.
En el reciente informe Perspectivas de la Economía Mundial, el FMI ha
revisado a la baja sus previsiones para el crecimiento mundial, ahora
proyecta 3,1 y 3,4 por ciento para 2016 y 2017, respectivamente. El
crecimiento de las economías de los llamados emergentes alcanzaría al
4,2 por ciento, completando así seis años seguidos de declive.
El Fondo caracteriza que ha sido la caída sin precedentes de los
intercambios internacionales la causa principal del bajo crecimiento del
PIB global. Efectivamente el comercio mundial está creciendo a la mitad
de lo que lo hizo en las últimas tres décadas. Las perspectivas para
este año indican que la tasa de crecimiento será la más baja desde el
2007 (1,6 por ciento para la OMC; 2,8 según otras fuentes), sería el
quinto año consecutivo de una expansión menor al 3 por ciento, cuando
hasta la crisis del 2008 la tasa de crecimiento era el doble de la del
PIB mundial.
La formación de capitales ha seguido este mismo curso bajista, aún
cuando las tasas de interés son extraordinariamente bajas, incluso
cuando tanto en Japón como en varios países europeos las bancas
centrales cobran tasas de redescuento negativas. En los 15 años
anteriores al 2008 la inversión extranjera directa (IED) de las
multinacionales aumentaba el triple que el PIB global, en 2015 resultó
un 40 por ciento inferior al monto más alto registrado antes de la
crisis. La desaceleración de la economía China es la principal
responsable de esta tendencia a la baja, pero no es menor el
comportamiento de la economía de Estados Unidos. Su fase de recuperación
iniciada en 2009 es la más débil desde los años ‘30, este año se estima
crecerá entre 1,6 y 1,8 por ciento y ese crecimiento débil se proyecta
al menos 5 años para adelante, se habla así de una “nueva normalidad” en
la economía estadounidense. Es que el impacto positivo de la expansión
monetaria para enfrentar la crisis ha terminado conformando un escenario
de muy bajo consumo, debilidad del crecimiento y casi nula inflación.
Para el FMI “el crecimiento ha perdido fuerza y advierte que el
estancamiento económico podría alentar los llamados al proteccionismo”,
mientras que la OCDE ve “…un decepcionante bajo crecimiento que afectará
las expectativas y tendrá como consecuencia un debilitamiento del
comercio, la inversión, la productividad y los salarios”.
Los Estados Unidos impulsan macro acuerdos globales: el Tratado
Transpacífico (TTP), el Tratado Transatlántico (TTIP) y el Tratado de
Servicios (TISA) con los cuales busca recuperar el ritmo de la
globalización y también aislar o condicionar a China. Pero este curso no
está exento de inconvenientes. El TPP ha sido suscripto por 12 países
integrantes pero ahora debe ser probado por los respectivos Congresos lo
que no es un mero trámite. El presidente de Francia acaba de pedir y
conseguir la suspensión temporaria de las negociaciones por el TTIP, en
tanto que el canciller alemán ha declarado que estas negociaciones “son
un fracaso”. Mientras en distintos países europeos se suceden las
manifestaciones en contra de estos acuerdos y la presión de los
sindicatos y otros sectores de la sociedad estadounidense hizo que la
discusión por el TPP se colara en los debates preelectorales y los
principales candidatos terminaron por pronunciarse contra el tratado.
Los pilares en los que se apoyó la globalización en las tres décadas
pasadas: fuerte crecimiento del comercio internacional y de la
acumulación capitalista, libertad de comercio y del movimiento de
capitales junto con la idea futurista de alcanzar una “sociedad mundial
uniforme, armónica y cooperativa”, pareciera se están desdibujando. Todo
se potencia ante la incertidumbre de las perspectivas políticas y
económicas a futuro, que a su vez impactan y desalientan el presente.
Para algunos analistas la fase de la globalización ha concluido sin
que esté claro como se sigue, para otros la economía mundial ha
ingresado en un tiempo de estancamiento estructural. Quienes vivimos en
esta Argentina aperturista, estamos obligados a pensar qué nos deparará
el virtuoso “regreso al mundo” que ha prometido el gobierno.
* Integrante del colectivo EDI - Economistas de Izquierda.
La ventaja de la candidata demócrata Clinton, que hace
dos semanas parecía irremontable, se redujo sensiblemente en los
promedios de las encuestas, que ahora la muestran entre cuatro y cinco
puntos arriba de Trump.
Por Nicolás Lantos
Desde San Francisco
Página/12
La memorable campaña entre Hillary Clinton y Donald Trump hacia la
presidencia de los Estados Unidos guarda todavía algunas sorpresas, a
diez días de que se cuenten los votos. La ventaja de la candidata
demócrata, que hace dos semanas parecía irremontable, se redujo
sensiblemente en los promedios ponderados de encuestas, que ahora la
muestran entre cuatro y cinco puntos arriba. Una luz considerable, sin
dudas, pero que deja la puerta abierta para una sorpresa de última hora.
En ese contexto apareció el jueves la noticia de que el FBI decidió
reabrir la investigación sobre el uso indebido de emails privados por
parte de Clinton cuando era Secretaria de Estado, cuyas consecuecias aún
no se ven en los sondeos y podrían acentuar en los próximos días la
tendencia a emparejar el cotejo en la recta final, a medida que
disminuye el número de indecisos y votantes de terceros partidos. Del
otro lado, en medio de una batalla a campo abierto entre el candidato
presidencial y el establishment republicano, los votantes parecen
haberse volcado definitivamente hacia el lado de Trump, que recuperó así
terreno para llegar con chances a la noche de la elección mientras
siembra dudas acerca de lo que pasará con ese partido a partir del día
siguiente. Una diferencia inédita de recursos volcados en la campaña, en
operaciones de territorio y en avisos de televisión no pudo garantizarle
a Clinton el final tranquilo que ella imaginaba cuando comenzó esta
carrera presidencial. A medida que la diferencia que tiene a nivel
nacional se achica, también se complica su panorama en algunos estados
clave que parecían estar en su bolsillo, como Nevada, Florida y North
Carolina y hoy aparecen nuevamente en juego. El despliegue de figuras
populares en el Partido Demócrata, como el presidente Barack Obama, la
primera dama, Michelle Obama, y la senadora por Massachusetts Elizabeth
Warren, que acompañaron a la candidata en actos esta semana en esos
distritos, no alcanzan para hacer crecer su intención de voto por encima
de los 47 puntos, muy poco para llegar al 8 de noviembre sin
sobresaltos. La reapertura de la investigación contra Clinton, llega, entonces, en
el peor momento posible. La ex Secretaria de Estado había estado bajo
la lupa durante más de un año por haber utilizado servidores personales
para tratar asuntos oficiales, algunos calificados como confidenciales o
secretos. Esa pesquisa inicial no reveló datos suficientes para
iniciarle una causa penal, decidió el Bureau en julio, en un fallo en el
que sostiene sin embargo que hubo un “descuido extremo” por parte de la
candidata en el manejo de sus comunicaciones. Sin embargo el viernes se
supo que el FBI encontró nuevos emails que podrían complicar su
situación. Si bien el contenido de estos mensajes no se va a conocer
hasta después de los comicios, la noticia puede afectar negativamente a
su candidatura en la recta final de la campaña. En una carta enviada al comité legislativo que entiende en este tema,
el director James Comey, el mismo que había aconsejado cerrar la
investigación contra Clinton en julio, solicitó ahora ampliar su
testimonio en base a que “en conexión con un caso no relacionado el FBI
entró en conocimiento de emails que aparentan ser pertinentes” a la
pesquisa contra la candidata. “A pesar de que el FBI no puede asegurar
que este material sea o no relevante, y no puedo predecir cuánto tiempo
tomará completar el trabajo adicional, creo que es importante informar
al comité sobre estos esfuerzos”, agrega Comey, un funcionario
republicano designado por la admistración demócrata hace tres años.
Aparentemente, los emails provienen de una investigación sobre el ex
legislador demócrata Anthony Wiener por enviar mensajes indebidos a una
menor de edad. Wiener está casado con una de las más cercanas asesoras
de Clinton, Huma Abedine. Según informaron los medios locales, sería una
serie de mensajes en la casilla de correo de ella los que reflotaron
las sospechas contra la ex Secretaria de Estado. La falta de detalles despertó las suspicacias en el equipo Clinton,
que sospechan que se trata de una maniobra para perjudicarla
políticamente. En un acto el viernes por la tarde, ella se refirió
directamente sobre el tema, exigiendo explicaciones al FBI. “Es
imperativo que expliquen el asunto en cuestión, sea cual sea, sin
ninguna demora. Que se sepa”, dijo, en un tono enojado que no es el que
acostumbra a mostrar en sus discursos de campaña. Las suspicacias se
agravaron ayer, cuando la prensa reportó, citando fuentes off the
record, que la fiscal general Loretta Lynch, cabeza el Departamento de
Justicia, recomendó no hacer públicas estas novedades tan poco tiempo
antes de la elección, sugerencia que el director del Bureau desoyó. “Me
sentí obligado a informarlo porque muchas veces en estos meses dije que
la investigación estaba cerrada y sería engañoso hacia el pueblo
americano no hacerle saber que hubo avances”, explicó Comey. Estas novedes lograron lo que hace algunos días parecía imposible:
encontrar coincidencias entre Trump y los principales dirigentes de su
partido. “La corrupción de Hillary Clinton está en una escala que no
hemos visto nunca antes. No podemos dejar que lleve su plan criminal al
salón oval”, dijo el candidato en un discurso en New Hampshire. Por su
parte, el jefe de la cámara baja del Congreso y némesis republicano de
Trump, Paul Ryan dijo a Clinton “se le confiaron algunos de los secretos
más importantes de esta nación y ella traicionó esa confianza al
manejar sin cuidado información altamente clasiificada” y solicitó al
director nacional de Inteligencia que “suspenda todo acceso” de la ex
secretaria de Estado a material secreto “hasta que este asunto se
resuelva totalmente”. Está por verse aún si estas nuevas revelaciones afectan las chances
de Clinton de ganar las elecciones. Hasta ahora, cada vez que la
investigación del FBI en su contra ocupó el centro de las noticias, su
intención de voto sufrió una erosión de alrededor de de dos puntos,
incluso cuando, en julio, se cerró la investigación en su contra sin
iniciarle acciones penales. Sin embargo, el margen para oscilaciones de
envergadura ahora es pequeño ya que disminuyó desde entonces el número
de indecisos e incluso millones de personas ya emitieron su voto de
forma anticipada. Como sea, ella sigue siendo amplia favorita para
ganar: su intención de voto promedió durante toda la campaña los 46 o 47
puntos, uno o dos por encima del techo que Trump nunca pudo perforar, y
por ahora continúa en esa magnitud, a la espera inquieta de los últimos
sondeos que reflejen, o no, las novedades.
La entrevista tuvo lugar en la casa de la ex funcionaria, en Belgrano.
-
En 2007 Cristina prometía dos cosas: más calidad institucionalidad y
mayor inserción en el mundo con dos mujeres como espejo: Hillary y
Merkel. ¿Cómo se produce el giro hacia Venezuela?
- No sé si
hubo un giro en esos términos, a lo mejor fue una caracterización
pública. Quizás en términos comunicacionales no terminamos de explicar
la política exterior que se llevó adelante. O en algunos sectores no se
terminó de entender cuáles eran los ejes principales. A partir de 2008
los países más desarrollados pasaron a tener una situación económica
crítica. Hubo crisis o crecimiento muy moderado en el caso de EE.UU.
Entonces las mayores oportunidades de inversiones e intercambio estaban
por lejos en los países emergentes. No fue irracional, había un
diagnóstico sólido. Se llevó adelante una política exterior autónoma en
un mundo multipolar, priorizando la defensa de los intereses nacionales y
la integración con la región.
- ¿Entonces qué es lo que no comunicaron bien de la política exterior?
-
No se comunicó o no fue reproducido fielmente por los medios
mayoritarios. El resultado fue que muchas veces se terminó
caracterizando nuestra política como confrontativa o aislacionista. Un
ejemplo: en 2012, después de más de 10 años de reclamos unilaterales a
EEUU porque nos impedían exportar carne o limones con excusas
fitosanitarias, pedimos a la OMC que se expida. La lectura de los medios
fue que Argentina peleaba contra EE.UU. porque sí. De hecho, este año
el gobierno de Mauricio Macri cosechó los frutos de las demandas
argentinas en el caso del biodiesel con la Unión Europea y de la carne
con los Estados Unidos. -
Usted dice que Macri cosechó la siembra del gobierno de Cristina. ¿No
es vital para poder "cosechar" que haya sintonía política?
-
Si EE.UU o algún país reconoce algo así, estarían violando lo
establecido por la Organización Mundial de Comercio. Tienen la
obligación de cumplir con el fallo, que en el caso de la carne fue
contundente a favor de la Argentina.
- ¿No cree que el famoso episodio del alicate de Timerman fue un gesto que no ayudó en la relación con EEUU?
-
Las relaciones bilaterales se construyen de a dos. Dejame decir que
EE.UU fue un socio muy importante para la Argentina. Sus empresas
mantuvieron y, en muchos casos, acrecentaron sus inversiones. No es
cierto que se retiraban del país. Hubo una relación, incluso en los
momentos de mayor tensión, que se mantuvo muy activa en términos
económicos, comerciales y de cooperación científica.
- ¿Y cómo se inscribe entonces lo del alicate en este contexto de colaboración que usted relata?
-
Por supuesto tuvimos muchas áreas de tensión con EE.UU, no las vamos a
negar. Argentina fue durante la última década un país que,
afortunadamente, cuestionó con argumentos las reglas injustas del
sistema económico y financiero internacional, las cuales fueron escritas
por los países más desarrollados. No lo digo yo. Recomiendo leer a un
economista surcoreano brillante que trabaja en la Universidad de
Cambridge, que se llama Ha-Joo Chang, que escribió el libro "Pateando la
Escalera", donde dice que las herramientas que tuvieron los países
desarrollados para crecer en el siglo diecinueve y veinte, fueron
abolidas luego para que los países como el nuestro no pudieran hacerlo.
- ¿EE.UU nos pateó la escalera?
-
Sí, nos pateó la escalera. Junto con Japón y Europa han escrito reglas
de comercio internacional que los favorecen, especialmente a los
sectores más concentrados del capital norteamericano. La tensión
bilateral surge cuando tenés intereses y posiciones que no confluyen, lo
que a veces es inevitable entre países con dimensiones, necesidades e
identidades estructuralmente diferentes. Excepto si se elige una
política de alineamiento automático, o subordinación. Pero nosotros
elegimos en cambio una política exterior independiente y soberana.
Además, en este caso hubo una brutal campaña anti argentina que los
fondos buitres llevaron adelante en Estados Unidos. No sé si desde
Argentina se dimensionó.
- ¿Qué posición tomó Obama?
-
Ellos siempre dijeron que cuestionaban la decisión del juez Griesa
sobre el fallo pari passu. Avanzaron fuertemente en el FMI solicitando
cláusula antibuitres en futuras emisiones de deuda. Pero cuando se
ratificó el fallo nunca se animaron a denunciar lo nocivo de estas
prácticas. A pesar de que Obama durante la campaña los calificó como
"especuladores de Wall Street", el gobierno de EE.UU fue el único país
sistémico y grande que no se expresó públicamente contra los buitres. Lo
hizo China, Francia, Rusia, Brasil, Reino Unido, estos países fueron
muy claros, no fueron ambiguos.
- ¿Obama fue ambiguo?
-
No se expresó. Y quedarse callado en ese momento fue elocuente. El
silencio aturdía. Y eso también generó un daño en la relación bilateral.
- ¿Obama podría haber hecho más por Argentina?
-
Sí, pero priorizó más su política doméstica porque la campaña
antiargentina instalada por los fondos buitres en el congreso y los
medios de comunicación de EE.UU aumentaron mucho el costo político
interno que él debía pagar si expresaba públicamente su solidaridad con
nuestra posición.
- ¿Cómo entiende usted el Tratado de Entendimiento con Irán?
-
Fue un intento muy osado de contribuir con la búsqueda de justicia y
terminar con la impunidad en los ataques terroristas, en particular el
de la AMIA; pero no se pudo implementar. Se quería facilitar la toma de
declaración de los acusados e imputados para iniciar un juicio en
Argentina.
- ¿De verdad pensaban que esos acusados, varios de
los cuales fueron candidatos a presidente de Irán, declararían ante la
Justicia? ¿No fue algo ingenuo?
- Se corrió un riesgo intentándolo, porque era una prioridad hacer justicia en el caso AMIA.
-
Generó muchas suspicacias que el tratado sea más impulsado por el
gobierno que por la mayoría de las organizaciones judías. ¿Para qué
pagaría Cristina semejante costo político?
- La Presidenta y
el canciller Timerman estaban muy interesados en avanzar y contribuir en
el avance de la causa AMIA. Estoy convencida de eso pero también se
despertaron fantasmas de todo tipo que contaminaron el proceso de
discusión.
- ¿Ese fue un déficit del gobierno de Cristina, la imposibilidad de comunicar mejor?
-
Creo que podríamos haber sido mejores en nuestra comunicación. Lo digo
desde mi individualidad en la embajada en EE.UU y como parte de la
Cancillería.
- ¿Qué hubiese comunicado mejor usted?
-
Los fundamentos de la política exterior, las razones que motivaron
muchas decisiones que fueron tildadas de caprichosas cuando no fue así. - Asumió Macri y fue visitado por Hollande, por Obama, se reunió con Cameron, también fue a...
-
(interrumpe) El viaje de Hollande ya estaba pactado desde el año pasado
antes de asumir Macri pero se postergó por los atentados terroristas en
París, esas son las cosas que no se dicen.
- ¿Qué opina de esta frase: "con Macri, Argentina volvió al mundo"?
-
Argentina nunca se fue del mundo, lo que está cambiando es la forma de
vincularse con el resto del mundo. Donde sí volvimos fue al mega
endeudamiento, a Davos, al FMI. En ausencia de una estrategia propia y
seria de inserción internacional, se adoptan hoy agendas y prioridades
de los países dominantes.
- Usted habla de agenda propia y durante el gobierno anterior no se pudo concretar ni la venta de una cosechadora a Angola.
-
El caso de Angola fue una anécdota. Las exportaciones más que se
duplicaron durante los doce años del kirchnerismo y se diversificó la
matriz exportadora como no sucedió nunca antes. Este gobierno, con el
latiguillo de volver al mundo, en realidad acepta pasivamente agendas de
otras latitudes. Más que una lluvia de inversiones hubo una lluvia de
concesiones en todos los órdenes de la política.
- ¿Qué pasaría si se firma un tratado de libre comercio con EE.UU como impulsa el gobierno?
-
Me parece que hay sobreactuación en la relación con EEUU. A los que sí
hay que felicitar es a los funcionarios del Departamento de Estado y de
la Casa Blanca que consiguieron que Argentina firme en pocos meses todos
los acuerdos que buscaban. Hubo concesiones en finanzas, comercio,
cambio climático, seguridad, defensa y narcotráfico. No hay que venderle
a la gente pescado podrido. Además no existe el libre comercio porque
todos los tratados tienen reglas que generalmente las escriben los
países más fuertes. Esto arrasaría con la industria nacional y
destruiría millones de empleos.
- ¿Macri no podría firmar acuerdos con EEUU que a la vez contemplen la protección de la industra nacional?
-
Macri implementa un programa neoliberal con un envase new age, con una
pátina de revolución de la alegría que no es tal salvo para los sojeros,
los mineros y los buitres.
- ¿Es neoliberal sin sacar los planes sociales?
- Hay una reducción en términos reales de todos los programas de transferencias de ingresos a los sectores más vulnerables.
- Pero su gobierno terminó con 30 por ciento de pobreza.
-
La pobreza se redujo a la mitad, la midas como la midas. No te olvides
del punto de partida de 2003. Macri adopta un programa neoliberal porque
la esencia se inspira en la teoría del derrame, que dice que al darle
beneficios a las grandes empresas, a las mineras, a los sojeros y las
corporaciones redundará en un derrame que beneficiará al resto de la
gente. Pero eso no pasó nunca ni en Argentina ni en el mundo. Hoy
Hillary Clinton es la principal crítica en EEUU de la teoría del
derrame.
- ¿Cómo ve la gestión de Martín Lousteau como embajador en EEUU?
-
Me sorprende la actitud de Lousteau, con quien tuvimos una buena
reunión de transición cuando yo terminé en la embajada. Alguien que
estuvo a punto de ganarle al Pro en la ciudad con una alternativa
supuestamente progresista ahora en Washington es parte de este proyecto
neoliberal acompañando el acuerdo de libre comercio. Al menos en la foto
está. Creo que debe una explicación.
WASHINGTON.- La canciller Susana Malcorra
aclaró ayer que "no hay nada concreto" sobre un posible acuerdo de
libre comercio entre la Argentina y Estados Unidos o entre el Mercosur y
ese país, al que calificó como "una idea aspiracional".
Malcorra fijó de esa manera la posición oficial de la Argentina luego de que el ministro de la Producción, Francisco Cabrera
, dijera en una reunión con empresarios, anteayer en esta ciudad, que
el país aspira a tener un tratado comercial con Estados Unidos.
"La
referencia al tratado de libre comercio con Estados Unidos es una señal
inicial, aspiracional, a que podemos avanzar en ese sentido", aclaró la
jefa del Palacio San Martín, quien agregó que siempre sería dentro del
Mercosur.
Pese
a estos vaivenes discursivos, el viaje de Cabrera por Estados Unidos
tuvo un resultado positivo, según quienes participaron de él. "Luna de
miel". Así definió un empresario argentino el status actual de la
relación entre la Argentina y EE.UU., que posiblemente continúe en este
idilio si las elecciones en este país las gana la candidata presidencial
demócrata Hillary Clinton. La percepción es casi uniforme en el sector
público, empresarial y en los círculos académicos en Washington: el
inicio del gobierno de Mauricio Macri significó un punto de quiebre
respecto de los problemas iniciados luego de la explosión de la
convertibilidad, pero particularmente desde 2005. Y si bien todo lo que
rodea al candidato republicano Donald Trump es incierto (sus ideas y su
probable equipo), nadie espera que haya un cambio violento en este tema
si todas las encuestas están equivocadas y el excéntrico empresario
vence a Hillary.
La
frase más repetida en estos días es el asombro por el ritmo de las
reformas económicas del gobierno de Macri en sus primeros 10 meses en el
poder.
Lejos de los cuestionamientos domésticos, aquí los
funcionarios, empresarios y académicos valoran la salida del cepo, el
arreglo con los holdouts, el reconocimiento y el inicio de la baja de la
inflación, la normalización de las estadísticas oficiales, la
regularización del comercio exterior, la revisión del artículo IV del
FMI y la predisposición al diálogo.
En
el campo de los desafíos aparecen las dudas en torno del crecimiento
económico, el déficit fiscal, la falta de marcos regulatorios claros y
la cuestión de la propiedad intelectual en general y de las patentes en
particular.
La sensación de agrado es tan fuerte que inclusive
supera el fuerte sentimiento negativo que predomina en la campaña
electoral norteamericana en torno del libre comercio, por parte de los
dos candidatos principales.
Es que, como comentó a LA NACION un
experimentado funcionario de Washington, en la campaña se pueden decir
muchas cosas radicalizadas, pero luego en EE.UU. naturalmente quien
asume la presidencia tiende a adoptar posiciones más moderadas, en el
centro del pensamiento.
Por esta razón, es posible que el
entusiasmo en torno de cualquier nuevo acuerdo de libre comercio
permanezca congelado hasta que el sucesor de Barack Obama logre que se
supere el enojo de una parte de la ciudadanía hacia la globalización que
este país ha exportado al mundo y con la cual consolidó su poder
económico. En cualquier caso, el reconocimiento hacia Macri surge de los
dos partidos.
"La Argentina muestra que la democracia funciona y
que es una historia exitosa", señaló Dan Fisk, ejecutivo del Instituto
Internacional Republicano.