ECONOMIA › TEMAS DE DEBATE: QUE IMPACTO PUEDE TENER LA VUELTA DEL FMI AL PAIS
El Fondo Monetario acecha de nuevo
Página/12
Argentina nunca se retiró del organismo, pero Néstor
Kirchner canceló las deudas y nunca más le pidió dinero para evitar las
condicionalidades económicas que habían llevado a la crisis. Ahora
vuelve a sobrevolar la economía local de la mano del macrismo.
Producción: Javier Lewkowicz
Es el mismo de siempre
Por Noemí Brenta *
Volver al FMI, del que Argentina nunca se fue pero al que tampoco le
pidió más préstamos ni le rindió sus políticas, parece una pesadilla. Es
que desde Aramburu hasta De la Rúa el FMI nos marcó el paso, de la mano
del establishment local con el que comparte ideología y ciertos
intereses. Solo los gobiernos de Cámpora-Perón y los Kirchner no
tuvieron acuerdos con el FMI, también Illia por casi dos años. Y no por
casualidad hicieron crecer la economía, bajaron el desempleo,
fortalecieron la soberanía, que sí sabían lo que era, en temas como el
petróleo, los servicios públicos, los medicamentos, por nombrar solo
unos pocos, y bajaron la carga de la deuda externa.
Todos los demás gobiernos, sin excepción, solicitaron recursos al
FMI, e implementaron programas de ajuste y medidas pro mercado, sesgados
en favor del capital transnacional. Esta bolsa incluye a los
“libertadores”, Frondizi, Guido, la “Revolución Argentina” excepto los
seis meses de Aldo Ferrer como ministro de economía, Isabel, la última
dictadura, Alfonsín, Menem y De la Rúa. Unos pocos lograron algún
crecimiento durante un par de años tras la recesión inicial, pero
terminaron en medio de crisis y más endeudados que antes. Otros ni
llegaron a arrancar, y se quedaron en el ajuste perpetuo.
La cantidad de acuerdos de Argentina con el FMI es impresionante.
Entre 1956 y 2006, el país firmó dieciocho stand by, dos acuerdos de
facilidades extendidas, uno de complementación de reservas; siete
compensatorios por fluctuaciones de exportaciones, y uno del servicio
financiero del petróleo. A pesar de esta profusión, el FMI contribuyó
poco a financiar el país, en promedio representó solo el 4 por ciento de
la deuda externa pública. Y aunque las malas lenguas digan lo
contrario, el comportamiento de Argentina como deudor del FMI fue
ejemplar: cumplió el 71 por ciento de los acuerdos, mucho más que el 35
por ciento de los demás países.
El FMI se lavó la cara después de caer en desgracia por su desempeño
desastroso en las crisis de los 90, y tras una liviana autocrítica y
algunas reformas, dice que ya no impone programas de talle único, que
tiene en cuenta la protección de los más vulnerables, la creación de
empleo, el crecimiento; hasta se atrevió a criticar al neoliberalismo, y
recomienda invertir en infraestructura y energías renovables, como si
fuera casi keynesiano, eso sí, después de subir las tarifas. ¿Verdad o
montaje? Es fácil saberlo a través de los países que están bajo
programas del FMI desde hace algunos años, es decir que ya tuvieron
tiempo de superar el golpe del ajuste inicial, y de probar frutos menos
amargos.
Veamos a Grecia, aunque tal vez no sirve como ejemplo de cliente del
FMI porque tiene al euro que no puede devaluar y a los otros gendarmes
de la troika, pero con su nuevo rostro humano el FMI le recomienda,
entre otras medidas, a este país, que prevé mantener un desempleo de dos
dígitos hasta mediados del siglo, bajar el gasto público en
jubilaciones y reducir las exenciones del impuesto a las ganancias que
pagan los trabajadores. Y atribuye la caída de las inversiones en más
del 60 por ciento, a que todavía quedan regulaciones, profesiones
cerradas, pese a la flexibilización laboral adoptada en 2011, por eso el
gobierno debe facilitar la concesión de licencias y privatizaciones, en
fin, la lista sigue en este mismo tenor. Nada nuevo bajo el sol.
Un caso más cercano, México, desde 2009 mantiene y renueva, aumentada
en 2016, un acuerdo de crédito flexible, que el FMI otorga a los países
con políticas adecuadas a su paladar. Aunque no lo use, México paga
unos 200 millones de dólares anuales por la renovación, un monto
importante para los ingresos del FMI. México sigue un programa de
reformas similares a las del menemismo, espera el milagro de la
inversión externa y del sector privado para el despegue, que pasados ya
siete años ni asoma. Su crecimiento, pegado al de Estados Unidos, apenas
se mueve; pero el FMI recomienda continuar la consolidación (ajuste)
fiscal, para mantener la confianza de los mercados, mientras el 46 por
ciento de población sigue por debajo de la línea de pobreza. Colombia
tiene un acuerdo similar al de México, desde 2009 y tampoco aquí aparece
el tan mentado cambio del FMI. Cualquier otro caso que se revise de
cualquier región, Ucrania, Jamaica, países de Medio Oriente, africanos,
muestra situaciones parecidas. Todo esto quiere decir que el FMI que
está hoy en Argentina para el informe del artículo IV es el de siempre.
Quienes cambiaron son sus interlocutores, mucho más afines con la
idiosincrasia fondomonetarista.
* Doctora en Economía de la UBA. Autora de Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI, Eudeba, 2013.
Un poco de historia
Por Oscar Ugarteche *
El FMI como organismo internacional tiene una historia con algunos
aciertos y otros desaciertos. Quizá los desaciertos más recientes los
hayamos vistos en América latina en su papel en Argentina en el periíodo
de los años 90 que culminó en diciembre del 2001, cuando ellos se
retiraron voluntariamente del país. Un informe de Isabel Mateo y Lagos
de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI publicado en 2004 dejó
claramente definido como para una institución que apoyaba el tipo de
cambio libre en teoría, en Argentina había decidido apoyar el tipo de
cambio fijo como instrumento de control de inflación. Lo mantuvo fijo
entre 1991 y 2001 llevando a un embalse de la inflación que mantuvo bajo
control frenando la liquidez lo que llevó a la crisis espectacular de
diciembre del 2001. Es decir, el responsable de la crisis argentina del
2001 fue el FMI que estaba apoyando y financiando de manera conspicua al
gobierno desde 1991 no en misiones itinerantes sino residiendo allí. Se
fue el 14 de diciembre del 2001.
Esta autocrítica fue seguida de un libro publicado por el recordado
Michael Mussa que pasó a escribir Argentina: del triunfo a la tragedia,
el ex director de investigaciones del FMI se lavó las manos como si no
hubieran financiado al gobierno argentino durante 11 años sin ponerle
condiciones ni sobre déficit fiscal ni sobre tipo de cambio. En lo que
es un completo atentado contra el sentido común dijo Mussa que la
responsabilidad integra de la tragedia argentina estaba en manos de
Menem y su gobierno.
Ya había tenido la institución el episodio de la crisis de Tailandia
en 1997 donde erró de diagnóstico al sacar una plantilla de crisis
externa generada por problemas fiscales y retraso cambiario, cuando el
gobierno japonés por primera vez habló de la importancia de un fondo
asiático de estabilización, dado el desatino del diagnóstico y la
lentitud de los procedimientos. El problema era un ataque cambiario
fabricado por un retraso cambiario junto con un superávit fiscal. Fue
una crisis del siglo XXI efecto de la libertad de los movimientos de
capitales de corto plazo y la desregulación financiera.
La consecuencia fue un derrumbe de la demanda de su asistencia y la
búsqueda y diseño de mecanismos regionales alrededor del mundo. La
potencia que tuvo el FMI en los año 70 y 80 no la tiene ahora por el
descrédito que fue su papel en la Argentina de los años 90 y la “lavada
de manos” ante la crisis que ellos fabricaron.
Lo que aprendimos de la actuación del FMI en el país fue que la
institución diseña las políticas, las financia, pero que en última
instancia no se hace responsable de ellas porque el sistema democrático
exige que los responsables de las política económica sean los políticos
que rinden cuentas ante el congreso de la republica, De esta manera, lo
que se construyó desde los años 70 es un sistema multilateral donde la
irresponsabilidad es el signo. Si las políticas funcionan positivamente,
la institución se lleva el mérito, y cuando falla, la culpa la tienen
los políticos internos.
Desde entonces, han habido reconsideraciones teóricas y técnicas
dentro de la institución. Mientras tanto pasaron algunos directores
ejecutivos reflejo del deterioro institucional. Uno está en la cárcel
por el escándalo de la banca española, otro por ser un incontinente
sexual y uno tercero desaparecido sin pena ni gloria entre el año 2003 y
el 2011. En lo que parece cada vez más una institución francesa
(Jacques de la Rosiere, 1976-1987, Michel Camdessus, 1987-2003 y Strauss
Khan, 2007-2011 y Christine Lagarde, 2011-2021. Con Lagarde se abrió la
posibilidad a las autocríticas de Blanchard donde se reconoció que se
habían equivocado en su estimado del impacto del ajuste fiscal en el
crecimiento del PIB.
* Instituto de Investigaciones Económicas UNAM, SNI/Conacyt, coordinador del www.OBELA.org. Autor de Historia crítica del FMI, el Gendarme de las Finanzas, 3ra ed., Capital intelectual, Buenos Aires, 2016.
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