El Secretario de Estado Henry Kissinger con el dictador Jorge Rafael Videla
¿Quién les teme a los derechos humanos?
Página/12
Antes de
que se conociera oficialmente el viaje del presidente Barack Obama a la
Argentina –es decir, mucho antes de que Taty Almeida sugiriera, con
sensatez, que el presidente norteamericano debería pedir perdón al
pueblo argentino–, otro demócrata, Bernie Sanders, aspirante
presidencial a la Casa Blanca en 2017, aludió a la complicidad de
Estados Unidos con los crímenes y violaciones a los derechos humanos.
Fue el pasado 11 de febrero en Milwaukee. En pleno debate con su
rival Hillary Clinton (quien dijo contar con el apoyo político de
Kissinger), Sanders se diferenció con una frase demoledora: “Henry
Kissinger ha sido el secretario de Estado más destructivo en la historia
de EE.UU. No voy a pedir su consejo y estoy orgulloso de no ser su
amigo”.
El revuelo fue inmediato. Los medios de Europa y EE.UU. se refirieron
al “polémico legado de Kissinger” y publicaron la lista de los peores
crímenes autorizados o promovidos por él, entre otros el caso argentino.
La BBC escribió, por ejemplo, que “en Argentina, el autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional no sólo gozó de la simpatía de
Kissinger. Según los documentos desclasificados en 2004 del Archivo de
Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kissinger instó a los militares
argentinos a terminar con la ‘guerra sucia’ cuanto antes, en referencia a
la represión contra movimientos guerrilleros y de izquierda en aquel
país”.
Sigue la BBC: “Kissinger le dijo al entonces canciller argentino
César Guzzetti que ‘deseaba que (los militares) tuvieran éxito, cuanto
antes mejor’ y les quitó importancia a las denuncias sobre violaciones a
los derechos humanos en aquel país”. (ver http://www.bbc.com/mundo/no
ticias/2016/02/160212_polemi co_legado_henry_kissinger_con
troversia_eeuu_bm).
Sería demasiado ingenuo, casi malintencionado, creer que Obama
desconoce la actuación de EE.UU. en el golpe de Estado del 24 de marzo
de 1976. Como sugirió Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo, sería un
enorme gesto hacia Argentina y el Cono Sur si el presidente
norteamericano pidiera disculpas, con la misma dignidad que lo hizo la
canciller alemana, Angela Merkel, durante su visita a Israel en marzo de
2008 y el papa Francisco el año pasado en Santa Cruz (Bolivia) y hace
pocas semanas en Chiapas.
El otro aspecto polémico que se anunció desde la Casa Blanca es la
mención que al parecer haría Obama, durante su visita, sobre “la
contribución en la defensa de los derechos humanos en la región” que el
presidente Mauricio Macri habría hecho en estos dos meses de gestión.
En este punto, es imperioso analizar dos hechos irrefutables. Es
cierto que Obama demuestra intenciones de dejar, antes de irse, algún
precedente honorable (aunque difícil de llevar a la práctica) al
presentar un plan para cerrar la cárcel de Guantánamo.
Pero esta intención queda sepultada bajo la avalancha de violaciones
reiteradas que comete sin cesar EE.UU. Dejemos de lado a los policías
blancos jamás castigado por matar muchachos negros desarmados. O a las
conocidas prácticas en Guantánamo.
Hay hechos menos difundidos pero igualmente atroces. Cito al menos
dos. La denuncia del senador suizo Dick Marty, en junio de 2006, sobre
la detención ilegal de prisioneros, trasladados en vuelos secretos de la
CIA a diversas cárceles clandestinas en Europa y otras partes del mundo
donde se los retenía en forma ilícita y se los torturaba. El escándalo
fue tan grande que el ex presidente George W. Bush tuvo que reconocer la
existencia de un programa secreto y el ex premier británico Tony Blair
debió pedir disculpas ante el Parlamento por el tránsito de
detenidos-desaparecidos incluso en el reino.
En febrero de 2007 el Parlamento Europeo publicó un informe donde
confirma que “entre 2001 y 2005 los aviones de la CIA hicieron al menos
1245 escalas en aeropuertos europeos llevando con frecuencia a bordo a
sospechosos víctimas de ‘desapariciones forzadas’, conducidos
ilegalmente hacia la cárcel de Guantánamo o hacia prisiones clandestinas
de países cómplices (Egipto, Marruecos), en las que la tortura es una
práctica habitual”. Según el informe del Parlamento Europeo, en los
aviones se registraron apremios ilegales y el objetivo de estas cárceles
aéreas, en continuo movimiento, era impedir que existiese un lugar
geográfico en el que pudiera hacerse una denuncia.
No hablamos del pasado remoto, sino del siglo XXI, por lo que cabe
preguntarse: ¿tiene la Casa Blanca autoridad moral para decidir quién
contribuye y quién no a la defensa de los derechos humanos?
* Autora de Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario