Las ideas que maneja el gobierno para las Malvinas
Deshielo entre Argentina y Gran Bretaña. Examina la posibilidad de que, en el futuro, se pueda volver a propuestas que circularon antes de la guerra de 1982, como el “retroarriendo”, con la transferencia de la soberanía de las islas a la Argentina y el alquiler simultáneo a Gran Bretaña.
Desde que asumió,
el gobierno anunció un cambio de estrategia en el tratamiento del
reclamo por la soberanía en las islas Malvinas. La estrategia también
incluye un cambio en las formas. Consiste en bajar el tono de
confrontación y dureza con el Reino Unido y poner en la agenda bilateral
todos los temas de interés, entre ellos Malvinas, pero no únicamente
Malvinas. La reunión del presidente Mauricio Macri y el primer ministro
David Cameron en Davos, en enero pasado, habilitó ese cambio de
perspectiva. El gobierno conducirá la negociación por Malvinas a través
de una Subsecretaría del Atlántico Sur, que incluirá también la
Antártida.
Medio siglo después de que la ONU en la resolución 2065 reconociera la existencia del conflicto e invitara a las partes a dirimirlo, la diplomacia argentina intentará un regreso a los orígenes de la negociación.
Entonces, entre 1966 y 1982, a través de reuniones bilaterales y propuestas mutuas, la posibilidad de acceder a la soberanía, aunque fuese con la firma de un entendimiento a largo plazo, parecía cercana para Argentina. Una de ellas fue el retroarriendo, o “lease-back”, un tratado propuesto por el Foreing Office en 1980 en el que cedía la soberanía de las islas a la Argentina pero las retendría “en alquiler” por una cantidad de años a estipular.
“Cuando nos sentemos a negociar la soberanía, esa puede ser una salida”, dice el nuevo embajador ante Naciones Unidas, Martín García Moritán, en entrevista a Clarín en la Cancillería. “Es una manera para que, gradualmente, la parte continental vaya asumiendo responsabilidades y obligaciones respecto a las islas y los habitantes, para que se vayan incorporando al territorio nacional en forma plena”.
García Moritán plantea recuperar el espíritu de cooperación con los isleños, como sucedió a partir de los Acuerdos de 1971. “Si los isleños conciben que el territorio que tienen enfrente los acoge con la misma simpatía como lo hace Chile o el Reino Unido, hoy es probable que por comodidad o necesidad se acerquen más seguido al continente. Podrían tener a Ushuaia como base de operaciones para viajar por el mundo o educar a sus hijos. Queremos restablecer la confianza y darle más contenido a la relación bilateral en todos los ámbitos de Naciones Unidas”.
El plan de la diplomacia local apunta a conquistar el corazón y la mente de los malvinenses, como se había intentado en la década del ‘70; aunque hoy, después de la guerra, parece una posibilidad dífícil: en el referéndum de marzo de 2013, los isleños votaron, por el 99,8 % ,continuar bajo administración británica. (Ver Pág. 36)
Aún con divergencias para una solución definitiva, después de la Resolución 2065, Argentina y el Reino Unido acordaron “medidas prácticas”, que fueron la base para los Acuerdos de Comunicaciones de 1971. Entonces, la Fuerza Aérea Argentina construyó el aeropuerto de Puerto Stanley (Puerto Argentino), los isleños atendían su salud en el Hospital Británico porteño, existían becas que les permitían estudiar en colegios de Buenos Aires y tenían un documento argentino que les eximía el trámite de migraciones.
En tres años alrededor de 1.600 personas, es decir, casi toda la población de Malvinas, fueron y vinieron de las islas al territorio continental.
“Queremos darle a los isleños, gradualmente, el mismo trato que puede tener un argentino del continente –agrega García Moritán-. Para que haya confianza mutua tiene que haber continuidad, que las políticas de Estado se perpetúen en el tiempo. Si todas esas acciones del año ’71 se hubieran mantenido, hoy la bandera argentina estaría en las islas”, concluye.
“El objetivo de aquellos acuerdos –dice el especialista en Malvinas y ex funcionario de la Cancillería, Guillermo García- era que, por “efecto derrame”, se contemplara compartir en el futuro ‘algunos aspectos de la soberanía’, en tanto no hubiera rechazo de los isleños, que eran representados por el gobierno británico. La ventaja política para el Reino Unido era que en los hechos, tomaba medidas concretas para el desarrollo económico de las islas con la colaboración de los argentinos. Y la ventaja para los argentinos fue que se consiguió algún deshielo en la relación con los isleños”, afirma García.
El corolario de los Acuerdos de 1971 fue la propuesta británica de ofrecer a la Argentina el condominio de las islas. Según la estimación del ya fallecido embajador Carlos Ortiz de Rozas, en una conferencia que realizó el 21 de junio de 2006 en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, “la finalidad (del condominio) era resolver la disputa sobre la base de una soberanía compartida con la Argentina con la conclusión de un tratado que permitiese que los isleños se desarrollasen conforme a sus intereses”. Durante la vigencia del tratado conjunto habría presencia de banderas de ambos países, idioma oficial inglés/español y un sistema legal adaptado a las “necesidades del condominio”.
El historiador inglés, profesor Lawrence Freedman, autor de “The Official History of the Falklands Campaing”, la Historia Oficial de Malvinas que le encargó el gobierno británico, reveló que con el condominio Londres le reconocería a la Argentina de manera parcial los derechos de soberanía. El temor de los ingleses era que Argentina no fuese capaz de aceptar algo que no implicara la soberanía total.
La propuesta de condominio, entregada por la embajada británica en Buenos Aires a la Cancillería argentina el 11 de junio de 1974, aún con sus límites, encandiló al presidente Perón. Le pidió a su canciller Alberto Vignes que le diera curso: “Es muy conveniente. Hay que aceptarla. Una vez que pongamos pie en las Malvinas no nos saca nadie y tiempo después tendremos la soberanía plena”. Perón murió 20 días después y “su viuda, que lo sucedió en la Presidencia, no creyó tener el poder suficiente para convencer a la opinión pública de que debía aceptar dicho ofrecimiento. Ante esa circunstancia el gobierno británico decidió retirarlo”, según reveló Ortiz de Rozas en la citada conferencia.
El ex embajador en Londres, Vicente Berasategui considera que tanto la propuesta del condominio de 1974 como la de retroarriendo (“lease-back”) de 1980, o la de 1982, en plena guerra, que se narra aparte (Ver “Donde hay...) fueron algunas de las oportunidades malogradas. La del ex canciller Guido Di Tella, que regaló los ositos de felpa Winnie the Pooh a los isleños como parte de una política de seducción, en cambio, no obtuvo resultados.
“Hoy estamos lejos de aproximarnos a una solución de la cuestión y es necesario superar la situación de deterioro en las relaciones bilaterales a las que nos llevó una política equivocada de inútiles presiones. Es necesario abandonar una posición de dureza. Lo más aconsejable es recurrir a la persuasión y no a un choque permanente”, afirma Berasategui en entrevista con Clarín.
El ex embajador Carlos Pérez Llana también menciona las oportunidades que se perdieron por las políticas erráticas y cambiantes. “El camino diplomático debe basarse en una estrategia y en un diagnóstico de fuerzas y debilidades. Decididamente hace falta tiempo, ingenio y talento. Pero nada será para mañana. Tal vez el nuevo eje estratégico debería pasar por el “soft power”: mantener nuestro capital de aliados en el sistema multilateral y de convencer básicamente en Londres, una ciudad donde el 40% de sus habitantes, que pagan impuestos, no nacieron en Gran Bretaña”.
El ex embajador apunta el nuevo escenario que produciría la perspectiva de un divorcio de Gran Bretaña de la Unión Europea (“Brexit”), que se decidirá por referéndum a mitad de este año. “Si se produjera la salida, Gran Bretaña quedará devaluada estratégicamente en el mundo. Sus apoyos se debilitarán. Esto lo sabe la City londinense que impulsa el voto pro-Europa. Otro dato insoslayable: con este precio del petróleo la autonomía financiera de las Malvinas no está a la vista”, afirma Pérez Llana.
El reclamo por los derechos soberanos de las islas, con otras modalidades de negociación, pero con la misma determinación, podrá traer resultados en las próximas décadas. Como admite Lawrence Freedman en la Historia Oficial, “en lo referente a las Falklands (Malvinas), la ley ha importado menos que el poder y la determinación cuando se trata de decidir sobre la pertenencia”.
Medio siglo después de que la ONU en la resolución 2065 reconociera la existencia del conflicto e invitara a las partes a dirimirlo, la diplomacia argentina intentará un regreso a los orígenes de la negociación.
Entonces, entre 1966 y 1982, a través de reuniones bilaterales y propuestas mutuas, la posibilidad de acceder a la soberanía, aunque fuese con la firma de un entendimiento a largo plazo, parecía cercana para Argentina. Una de ellas fue el retroarriendo, o “lease-back”, un tratado propuesto por el Foreing Office en 1980 en el que cedía la soberanía de las islas a la Argentina pero las retendría “en alquiler” por una cantidad de años a estipular.
“Cuando nos sentemos a negociar la soberanía, esa puede ser una salida”, dice el nuevo embajador ante Naciones Unidas, Martín García Moritán, en entrevista a Clarín en la Cancillería. “Es una manera para que, gradualmente, la parte continental vaya asumiendo responsabilidades y obligaciones respecto a las islas y los habitantes, para que se vayan incorporando al territorio nacional en forma plena”.
García Moritán plantea recuperar el espíritu de cooperación con los isleños, como sucedió a partir de los Acuerdos de 1971. “Si los isleños conciben que el territorio que tienen enfrente los acoge con la misma simpatía como lo hace Chile o el Reino Unido, hoy es probable que por comodidad o necesidad se acerquen más seguido al continente. Podrían tener a Ushuaia como base de operaciones para viajar por el mundo o educar a sus hijos. Queremos restablecer la confianza y darle más contenido a la relación bilateral en todos los ámbitos de Naciones Unidas”.
El plan de la diplomacia local apunta a conquistar el corazón y la mente de los malvinenses, como se había intentado en la década del ‘70; aunque hoy, después de la guerra, parece una posibilidad dífícil: en el referéndum de marzo de 2013, los isleños votaron, por el 99,8 % ,continuar bajo administración británica. (Ver Pág. 36)
Aún con divergencias para una solución definitiva, después de la Resolución 2065, Argentina y el Reino Unido acordaron “medidas prácticas”, que fueron la base para los Acuerdos de Comunicaciones de 1971. Entonces, la Fuerza Aérea Argentina construyó el aeropuerto de Puerto Stanley (Puerto Argentino), los isleños atendían su salud en el Hospital Británico porteño, existían becas que les permitían estudiar en colegios de Buenos Aires y tenían un documento argentino que les eximía el trámite de migraciones.
En tres años alrededor de 1.600 personas, es decir, casi toda la población de Malvinas, fueron y vinieron de las islas al territorio continental.
“Queremos darle a los isleños, gradualmente, el mismo trato que puede tener un argentino del continente –agrega García Moritán-. Para que haya confianza mutua tiene que haber continuidad, que las políticas de Estado se perpetúen en el tiempo. Si todas esas acciones del año ’71 se hubieran mantenido, hoy la bandera argentina estaría en las islas”, concluye.
“El objetivo de aquellos acuerdos –dice el especialista en Malvinas y ex funcionario de la Cancillería, Guillermo García- era que, por “efecto derrame”, se contemplara compartir en el futuro ‘algunos aspectos de la soberanía’, en tanto no hubiera rechazo de los isleños, que eran representados por el gobierno británico. La ventaja política para el Reino Unido era que en los hechos, tomaba medidas concretas para el desarrollo económico de las islas con la colaboración de los argentinos. Y la ventaja para los argentinos fue que se consiguió algún deshielo en la relación con los isleños”, afirma García.
El corolario de los Acuerdos de 1971 fue la propuesta británica de ofrecer a la Argentina el condominio de las islas. Según la estimación del ya fallecido embajador Carlos Ortiz de Rozas, en una conferencia que realizó el 21 de junio de 2006 en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, “la finalidad (del condominio) era resolver la disputa sobre la base de una soberanía compartida con la Argentina con la conclusión de un tratado que permitiese que los isleños se desarrollasen conforme a sus intereses”. Durante la vigencia del tratado conjunto habría presencia de banderas de ambos países, idioma oficial inglés/español y un sistema legal adaptado a las “necesidades del condominio”.
El historiador inglés, profesor Lawrence Freedman, autor de “The Official History of the Falklands Campaing”, la Historia Oficial de Malvinas que le encargó el gobierno británico, reveló que con el condominio Londres le reconocería a la Argentina de manera parcial los derechos de soberanía. El temor de los ingleses era que Argentina no fuese capaz de aceptar algo que no implicara la soberanía total.
La propuesta de condominio, entregada por la embajada británica en Buenos Aires a la Cancillería argentina el 11 de junio de 1974, aún con sus límites, encandiló al presidente Perón. Le pidió a su canciller Alberto Vignes que le diera curso: “Es muy conveniente. Hay que aceptarla. Una vez que pongamos pie en las Malvinas no nos saca nadie y tiempo después tendremos la soberanía plena”. Perón murió 20 días después y “su viuda, que lo sucedió en la Presidencia, no creyó tener el poder suficiente para convencer a la opinión pública de que debía aceptar dicho ofrecimiento. Ante esa circunstancia el gobierno británico decidió retirarlo”, según reveló Ortiz de Rozas en la citada conferencia.
El ex embajador en Londres, Vicente Berasategui considera que tanto la propuesta del condominio de 1974 como la de retroarriendo (“lease-back”) de 1980, o la de 1982, en plena guerra, que se narra aparte (Ver “Donde hay...) fueron algunas de las oportunidades malogradas. La del ex canciller Guido Di Tella, que regaló los ositos de felpa Winnie the Pooh a los isleños como parte de una política de seducción, en cambio, no obtuvo resultados.
“Hoy estamos lejos de aproximarnos a una solución de la cuestión y es necesario superar la situación de deterioro en las relaciones bilaterales a las que nos llevó una política equivocada de inútiles presiones. Es necesario abandonar una posición de dureza. Lo más aconsejable es recurrir a la persuasión y no a un choque permanente”, afirma Berasategui en entrevista con Clarín.
El ex embajador Carlos Pérez Llana también menciona las oportunidades que se perdieron por las políticas erráticas y cambiantes. “El camino diplomático debe basarse en una estrategia y en un diagnóstico de fuerzas y debilidades. Decididamente hace falta tiempo, ingenio y talento. Pero nada será para mañana. Tal vez el nuevo eje estratégico debería pasar por el “soft power”: mantener nuestro capital de aliados en el sistema multilateral y de convencer básicamente en Londres, una ciudad donde el 40% de sus habitantes, que pagan impuestos, no nacieron en Gran Bretaña”.
El ex embajador apunta el nuevo escenario que produciría la perspectiva de un divorcio de Gran Bretaña de la Unión Europea (“Brexit”), que se decidirá por referéndum a mitad de este año. “Si se produjera la salida, Gran Bretaña quedará devaluada estratégicamente en el mundo. Sus apoyos se debilitarán. Esto lo sabe la City londinense que impulsa el voto pro-Europa. Otro dato insoslayable: con este precio del petróleo la autonomía financiera de las Malvinas no está a la vista”, afirma Pérez Llana.
El reclamo por los derechos soberanos de las islas, con otras modalidades de negociación, pero con la misma determinación, podrá traer resultados en las próximas décadas. Como admite Lawrence Freedman en la Historia Oficial, “en lo referente a las Falklands (Malvinas), la ley ha importado menos que el poder y la determinación cuando se trata de decidir sobre la pertenencia”.
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