Un cambio a medida de Washington
Página/12
La
vertiginosa agenda inicial de Mauricio Macri, que contempló decenas de
DNU a fin de dejar sin efecto importantes políticas del kirchnerismo
–como la ley de medios– también tiene su correlato en el área de las
relaciones internacionales. La vuelta de un presidente argentino al Foro
Económico Mundial de Davos así lo demuestra, visto y considerando que
los tres antecesores directos en ese ámbito (Menem, De la Rúa y Duhalde)
no fueron precisamente gobernantes que hayan planteado una
diferenciación respecto a Washington y el FMI, como si lo hicieran los
Kirchner. Más bien, fueron dirigentes que cumplieron al pie de la norma
las exigencias de los organismos multilaterales de crédito para endeudar
al país, en un círculo defectuoso que lamentablemente la Argentina
parece dispuesta a retomar.
¿Está mal ir a Davos per se? No. Dilma y Lula lo han hecho, por
ejemplo, visto y considerando el peso de la economía brasileña en el
mundo contemporáneo. Pero ambos se cansaron de plantear allí la urgencia
de la reforma del sistema financiero internacional. Y antes de viajar
concurrían al Foro Social Mundial de Porto Alegre, mostrando un apego a
otras instancias de participación internacional. Es decir: no iban a
Davos a acatar, sino a intentar influir dentro de un movimiento de
países emergentes, que luego configuraron los Brics, mostrando una
alternativa a estas propias instancias. Esto en Macri es impensable, por
su formación, pero sobre todo por su orientación ideológica y su marco
de alianzas, proclive a aceptar condicionamientos externos.
Una particularidad más en este sentido: a la par de la confirmación
del viaje a Suiza, nada ha dicho (ni el ni la cancillería argentina) en
relación a la próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (Celac), que se realizará el 27 de enero en Quito, Ecuador.
Esto se relaciona con un dato evidente para cualquier persona que siga
el ámbito de las relaciones regionales: ni Unasur ni Celac han sido
organismos que el actual presidente haya mencionado en alguna ocasión en
público. No forman parte de su consideración. En esto Macri se
diferencia de otros dirigentes conservadores de la región, que
contemplan que en la Celac se puede dar una “unidad en la diversidad”:
Juan Manuel Santos (Colombia), Enrique Peña Nieto (México), Ollanta
Humala (Perú), y hasta en su momento Sebastián Piñera (Chile) tuvieron
participaciones en las diversas reuniones que la Celac. Piñera llegó a
presidir la misma, y hasta tuvo que cederle la presidencia pro témpore a
Raúl Castro, más allá de que indudablemente el “bloque posneoliberal”
ha tenido una nítida conducción de este proceso integracionista. El
propio Santos, por su parte, cumplió un destacado rol dentro de Unasur a
través de su cancillería, antecedente que Macri tampoco parece tomar en
consideración.
En relación a estos cambios en la política exterior argentina, en las
últimas horas se conoció una noticia que debe ser analizada
puntillosamente: Obama parece dispuesto a visitar Buenos Aores tras el
viaje que hará a Perú en noviembre próximo, según da a conocer The New
York Times. ¿Cuál es el objetivo del viaje a Lima del saliente
presidente norteamericano? Su participación en la reunión del Foro de
Cooperación Económica Asia-Pacífico, instancia que impulsa el
recientemente firmado TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica). Detrás del TPP hay un objetivo bien concreto, planificado
durante la presidencia de George W. Bush: aumentar la influencia
nortamericana en la región asiática, a expensas de la no participación
de China –la segunda economía del mundo– en este tipo de acuerdos
comerciales. ¿Qué busca en concreto EE.UU.? Que China no defina las
reglas del comercio internacional. ¿Qué significará en concreto el TPP?
Que los Estados tengan obligaciones, y las corporaciones derechos, como
bien lo demuestra el lobby de la industria farmaceútica contra la
elaboración de medicamentos genéricos.
Entonces, ¿es casual que Obama planifique venir a la Argentina luego
de este viaje, siendo que antes –y desvinculado de este acuerdo– viajará
a Cuba (deshielo) y Colombia (paz), según informa el propio NYT? La
respuesta es no. Macri ya se ha mostrado favorable a “flexibilizar” el
Mercosur para converger con la Alianza del Pacífico (de la que si habló,
siempre elogioso, a diferencia de Unasur y Celac). Por ende, la visita
de Obama podría tener un condimento especial para Argentina: sería la
piedra fundacional para intentar sumar a un actor clave de la economía
regional al TPP. EE.UU. sabe que no será sencillo, puesto que todo
acuerdo comercial del país debe pasar por el Mercosur; sin embargo,
buscará romper definitivamente la sólida unidad que hasta 2015 tuvo el
eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas (buscando asimismo formar un nuevo
triángulo: Buenos Aires-Asunción-Montevideo).
Este último punto tiene relación, asimismo, con un cambio vertiginoso
en relación a los Brics: Argentina ha pasado de pedir el ingreso al
bloque –tal como hizo Cristina Fernández ante el propio Lula meses
atrás– a decir que revisará los acuerdos firmados con China, entre los
cuales están dos importantes represas en el sur del país.
Paradójicamente, a sólo diez años de haberle dicho “no” a Bush en la IV
Cumbre de las Américas de Mar del Plata –donde Néstor Kirchner ofició de
anfitrión– la política exterior argentina sufre una ciclotimia veloz
que la puede llevar nuevamente a negociar su participación en un nuevo
tratado de libre comercio con hegemonía de la primera economía del
mundo. Como se ve, un “cambio” a medida de Washington.
* Politólogo UBA. Analista Internacional.
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