Obama: time is running out!
Por Atilio A. Boron (Página/12)
En menos de
un año volverá a las sombras, corriendo la suerte de todos los
presidentes de Estados Unidos que, como lo observara con clarividencia
Juan Bosch en El Pentagonismo, una vez que dejan la Casa Blanca su voz
se desdibuja por completo hasta tornarse inaudible en medio de la
engañosa vocinglería que fomenta la dictadura mediática. Como salvo
escasísimas excepciones no son estadistas sino apenas funcionarios
surgidos de una tramposa maquinaria electoral, una vez que salen del
locus del poder formal rápidamente se convierten en oscuros “don
nadies”. Sus promesas y opiniones sólo cuentan mientras habiten en la
Casa Blanca. Una vez salidos de ella nada pueden hacer.
A Obama le queda menos de un año para hacer lo que dijo que quería
hacer: normalizar las relaciones con Cuba –digo: normalizarlas en serio,
sin bloqueos ni agresiones financieras– e iniciar una nueva etapa en
las relaciones bilaterales. A ello se le opone una importante parte del
Congreso, que en su decadencia se convirtió en el refugio de una turba
impresentable de ignorantes y reaccionarios de diversos pelajes (salvo
unas pocas excepciones, por supuesto) y no pocos sectores de su
administración. Pero la mayoría del pueblo norteamericano quiere acabar
con esa escandalosa rémora de la Guerra Fría y poder viajar y conocer a
Cuba y sus gentes; disfrutar de la maravilla de su cultura, su música,
sus bailes, sus playas y el sabor de sus rones y sus puros. De la misma
opinión es buena parte del mundo empresarial, que ve cómo algunos
jugosos negocios se le escurren entre los dedos por el intransigente
veto de algunas agencias del gobierno federal. En suma, si Obama
quisiera debilitar significativamente el bloqueo está en él poder
hacerlo. Pero no lo hace.
Esta disyunción entre palabras y acciones obliga a preguntar si hay
uno o dos Obamas. Uno dice que quiere que “el pueblo cubano sea libre”.
Se sobreentiende que el pueblo norteamericano ya lo es: por ejemplo,
libre para tener más afroamericanos entre 20 y 24 años en las cárceles
que en las universidades; libre para tener un 15 por ciento de la
población bajo la línea de pobreza; libre para que la mayoría de los
niños de Estados Unidos viva en la pobreza; libre para que policías
blancos maten a unos mil quinientos afroamericanos en el último año sin
tener que rendir cuentas ante la Justicia. Libres para no poder pagar la
matrícula universitaria, o comprar los medicamentos que necesitan.
Libres también para ver cómo el 1 por ciento más rico se enriquece cada
día más mientras que el 90 por ciento inferior en la distribución del
ingreso reduce su patrimonio a lo que poseía hace treinta años, en 1986,
mientras que el 3 por ciento más rico hoy se adueña de algo más de la
mitad del total de la riqueza de ese país según los datos de la Oficina
del Censo. El Obama de las bellas declaraciones se esfuma detrás del
otro que persiste en no utilizar las atribuciones que tiene como
presidente de Estados Unidos para ir desarmando la infernal maquinaria
del bloqueo. ¿Quiere que los cubanos elijan libremente su futuro?
Entonces, ¿por qué mantiene el bloqueo informático a la isla? Basta con
observar el diagrama de los cables submarinos que distribuyen el tráfico
de la Internet para comprobar como todos ellos sortean cuidadosamente a
Cuba. ¿Por qué mantiene la criminal política migratoria, la Ley del
Ajuste Cubano, que incentiva la migración ilegal de cubanos a Estados
Unidos y facilita la corrupción de las autoridades migratorias
norteamericanas y los negocios de la mafia de los “polleros” encargados
de introducirlos en territorio americano? ¿Por qué insiste en sancionar a
empresas estadounidenses o extranjeras que intermedian en actividades
económicas de Cuba? Días atrás la Oficina de Control de Activos
Extranjeros, OFAC, le aplicó una multa de 260.000 dólares a Watg
Holdings, una consultora con base en Irvine, California, porque había
participado en un proyecto arquitectónico para la industria hotelera
cubana. Luego de las alegaciones correspondientes la sanción se redujo a
140.000 dólares, y ahí se mantuvo firme.
En otras palabras: ¿cuál es el verdadero Obama? ¿El que habla bonito o
el que sigue actuando como un frío cancerbero imperial? Su dualidad
desvirtúa el valor de sus palabras. Si quiere pasar a la historia como
el presidente que puso fin a una injusticia tan enorme como el bloqueo
impuesto contra la Cuba revolucionaria tiene que comenzar a actuar ya,
sin más demoras. Si lo hace habrá probado que tiene pasta de estadista,
poseedor de una visión que se eleva por encima de las presiones y los
aprietes de la mafia anticastrista y sus poderosos lobistas. Si cede
ante ellos su suerte estará echada. No sé si será consciente que su
único mérito real al concluir su presidencia sería el haber sentado las
bases para acabar con el bloqueo. De la lectura de su reciente, y final,
discurso sobre “El Estado de la Unión” del 13 de enero del corriente
año se desprende que su política migratoria fracasó, la reforma
financiera fue un fiasco, y casi otro tanto puede decirse de la que
intentó en el sector salud. El desempeño económico es apenas mediocre y
en la arena internacional cosechó un traspié tras otro. Por una de esas
raras paradojas de la historia sólo le queda Cuba para anotarse un éxito
duradero y aprobar el examen. Pero tiene que apurarse. Le queda muy
poco tiempo.
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