Foto: Macri conversando con el ultraconservador colombiano Uribe
Macri y el peligro de la restauración conservadora en Nuestra América
Por Leandro Morgenfeld
www.notas.org.ar
Macri fue la
sorpresa en las elecciones del 25 de octubre y quedó bien posicionado de
cara al ballotage del próximo 22 de noviembre. Si bien trata de eludir
definiciones sobre las políticas que implementará en caso de ser elegido
presidente, sus principales referentes dieron señales de un amplio giro
en materia de política exterior e inserción internacional, apuntalando
la restauración conservadora y neoliberal que intenta imponerse en
Nuestra América.
En abril pasado, referentes de política exterior del macrismo y otros
opositores, que forman el Grupo Consenso, presentaron un documento
denominado “Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina: Seremos afuera lo que seamos dentro”.
Allí criticaban la política exterior de la última década, y planteaban
la necesidad de una apertura económica de la Argentina y de retomar los
vínculos tradicionales con Estados Unidos y Europa. Esas posiciones,
nostálgicas de las “relaciones carnales” de los noventa, fueron
explicitadas recientemente por el máximo referente diplomático del
macrismo: Fulvio Pompeo.
En una entrevista publicada en La Nación,
el 14 de octubre, el virtual futuro canciller del PRO señaló cuáles
serían los lineamientos de la política exterior de un eventual gobierno
de Macri. El objetivo central sería reinsertar la Argentina en el mundo,
para lo cual habría que retomar la agenda internacional que imponen los
países centrales. Señaló que pretenden activar la cláusula democrática
en el Mercosur, contra Venezuela, en una ofensiva abiertamente funcional
a los intereses desestabilizadores de Estados Unidos.
En toda la extensa conversación con Joaquín Morales Solá, el macrista
jamás mencionó ni a la UNASUR ni a la CELAC, pero sí planteó la
necesidad de confluir con la Alianza del Pacífico -impulsada por los
gobiernos de la región subordinados a Washington-, para insertarnos en el Acuerdo Transpacífico.
Repitiendo la muletilla neoliberal de que Argentina está aislada,
señaló que “tenemos que salir al mundo”. Criticó las reticencias del
gobierno argentino a avanzar con un Tratado de Libre Comercio del Mercosur con la Unión Europea:
“Somos la traba para firmar una acuerdo de libre comercio con la Unión
Europea”. Señaló como uno de los objetivos centrales la profundización
del vínculo con Washington: “Queremos tener una relación sensata,
constructiva y cooperativa con Estados Unidos. Una relación de
confianza”.
Para ello, y en línea con la postura de Macri de “hay que pagarles lo
que Griesa diga”, destacó que era necesario acordar con los “fondos
buitre” -aunque se refirió a ellos como los holdouts- y levantar el
“cepo” al dólar. Por supuesto, no aclaró que lo primero implicaría una
salida inmediata de ocho mil millones de dólares -el viernes 30 de
octubre Griesa dio lugar a la demanda de los “me too”, multiplicando el
monto de reclamos-, provocando un vaciamiento de las reservas del Banco
Central, y lo segundo, una devaluación brusca, produciendo una caída
drástica del poder adquisitivo del salario y por consiguiente un fuerte
enfriamiento de la economía, en línea con las recesiones que están
afectando a buena parte de los países emergentes.
Por último, deslizó una crítica a cómo fueron manejadas las
relaciones con Estados Unidos: “Tuvimos una relación plagada de
anti-cumbres”. Esta referencia es a la Cumbre de los Pueblos y
movilización popular que se realizó en Mar del Plata hace exactamente
diez años, para repudiar la presencia del guerrerista Bush y para
rechazar el ALCA, proyecto de dominación hegemónica impulsado por
Estados Unidos.
También señaló, en una entrevista publicada en The Telegraph
el 22 de octubre, que había que profundizar y desmalvinizar la relación
con Gran Bretaña, lo cual implicaría eliminar la Secretaría de Asuntos
Relativos a las Malvinas, justo en el momento en el que el apoyo
internacional contra la pervivencia de ese enclave colonial es más alto
que nunca.
El giro en política exterior que promueve Macri tendría efectos
regresivos en toda la región, por el particular contexto internacional.
Estados Unidos logró recientemente aprobar el Acuerdo Trans-Pacífico
(ATP), con el objetivo de crear un mercado común entre las Américas
(actualmente participan además Canadá, México, Perú y Chile), Australia y
Asia, sin China. En línea con una política exterior de la Casa Blanca
que mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los
principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente
en el Pacífico), la ATP cumple el doble objetivo de intentar contener y
limitar la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de
ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la
integración alternativa impulsada por el eje bolivariano.
En función de los intereses de las grandes corporaciones
estadounidenses, este acuerdo se negoció a puertas cerradas. Al mismo
tiempo, movimientos sociales de todo el mundo luchan contra la
concreción de esta nueva ofensiva del capital trasnacional que afectará
derechos laborales, regulaciones ambientales, acceso a medicamentos
genéricos, regulaciones financieras, a la vez que impulsará la
consolidación de oligopolios y disminuirá la potencialidad de
desarrollos locales.
Tanto la iniciativa de la Alianza del Pacífico como el Acuerdo
Trans-Pacífico son complementarios y funcionales a los intereses de la
Casa Blanca en América Latina. Washington busca meter una cuña en el
continente, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de
Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean
remolcados hacia la ATP. La llegada de Macri a la Casa Rosada sería
absolutamente funcional a ese objetivo estratégico de la diplomacia
estadounidense.
La crisis económica mundial iniciada en 2008 impulsó a las potencias a
intensificar las disputas para mantener o modificar la configuración
del poder mundial. En ese contexto, América Latina y el Caribe, con un
creciente mercado de consumo y una disponibilidad de bienes naturales
renovables y no renovables, está en el centro de las luchas entre
Estados Unidos, Europa y China, sean éstas comerciales, financieras,
políticas o militares.
El riesgo para Nuestra América es plantear, como lo hacen viejos
cultores de la teoría del “realismo periférico” y las “relaciones
carnales”, la conveniencia de avanzar en acuerdos de cuño neoliberal
como el ATP, establecer una alianza estratégica con el gigante asiático o
firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, con
características similares al ALCA. Eso implicaría consolidar la
dependencia, repitiendo patrones primario-exportadores como los
establecidos hace más de un siglo con Gran Bretaña.
Un triunfo de Macri, entonces, no sólo implicaría una regresión
neoconservadora en la Argentina, sino también modificaría el equilibrio
de fuerzas a nivel regional, potenciando la ofensiva neoliberal en toda
Nuestra América. La política de apertura comercial, endeudamiento y
avance del capital trasnacional, subordinándose a Estados Unidos y
Europa, ya fue ensayada repetidas veces en nuestra historia, y mostró
que sólo lleva a profundizar la dependencia y a que las mayorías pierdan
derechos sociales y políticos.
La alternativa, en cambio, debe construirse en alianza con los países
latinoamericanos y con autonomía respecto a las grandes potencias, no
resignándose a la conformación de un sistema capitalista mundial que
genera y regenera periferias.
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