jueves, 5 de noviembre de 2015

Hace 10 años le dijimos No al ALCA!



Hace exactamente 10 años, el 5 de noviembre de 2005, en el medio de una movilización multitudinaria de organizaciones sociales y políticas de todo el continente, para repudiar el proyecto del ALCA y la política agresiva del gobierno de Bush, se terminó para siempre con una iniciativa para liberalizar el comercio en el continente, que hubiera implicado una consolidación y profundización de la hegemonía estadounidense en la región. 

A lo largo de todo ese año realicé, con una beca CLACSO, una investigación sobre quiénes apoyaban y quiénes se oponían al ALCA en Estados Unidos, México, Brasil y Argentina, que terminó con mi Tesina de Especialización en Historia Económica, presentada en diciembre de ese año en la FCE-UBA. Unas semanas antes, en Mar del Plata, habíamos participado en la Cumbre de los Pueblos y en la movilización continental contra ese proyecto de dominación estadoundiense. 
Esa tesina se convirtió, en marzo de 2006, en mi primer libro. Comparto acá las Conclusiones: 


Conclusiones

A modo de síntesis, se exponen aquí algunas tendencias que, de acuerdo a lo desarrollado en esta Tesina, parecieran confirmarse en relación con el ALCA. En términos generales, el ALCA se enmarca en las tres contradicciones principales del capitalismo contemporáneo: la contradicción capital-trabajo, la contradicción entre países centrales y países dependientes y la contradicción entre distintas potencias a nivel mundial por el dominio del llamado Tercer Mundo (en este caso, América Latina). El ALCA implicaría un avance del capital sobre el trabajo. Al mismo tiempo, profundizaría la dependencia de los países latinoamericanos. Por último, esta dependencia se profundizaría en relación a Estados Unidos, en disputa con otras potencias europeas y asiáticas.
En primer lugar, el ALCA implica una ofensiva del capital sobre el trabajo. Otorgando mayor movilidad a los capitales y a las mercancías, pero no así a la fuerza de trabajo, el capital tiene mejores condiciones para explotar al trabajo. A lo largo de este trabajo se intentó mostrar cómo el NAFTA, antecedente del ALCA, afectó los reclamos sindicales en Estados Unidos y cómo los empresarios de ese país amenazaron a sus trabajadores con relocalizar las empresas en México, donde las condiciones de trabajo son muchos más duras y los salarios más bajos. Las inversiones extranjeras que llegaron a México, por otra parte, se orientaron al sector de las maquilas, meras industrias de ensamblaje orientadas a la exportación, que no hicieron sino profundizar el trabajo informal, precario y flexible. En el caso de América del Sur, y de Argentina y Brasil en particular, la apertura comercial llevaría al cierre de las empresas locales que no puedan competir con las estadounidenses o con las exportaciones de las maquilas mexicanas –también, mayoritariamente, de capitales estadounidenses-, lo cual aumentaría las ya elevadas tasas de desocupación y subocupación, presionando a los trabajadores ocupados con un mayor ejército de reserva y, por lo tanto, peores condiciones para luchar por sus derechos laborales. Además, al quitarle al estado herramientas para intervenir y para eventualmente establecer regulaciones laborales, un acuerdo como el ALCA flexibilizaría aún más las condiciones laborales. La década de 1990 ya demostró cabalmente tanto en Brasil como en Argentina que la afluencia de capitales extranjeros no era sinónimo de desarrollo ni mucho menos de mejoramiento de las condiciones de vida para la mayoría de los trabajadores. Más bien trajo desocupación, subocupación, aumento de la flexibilidad laboral y del trabajo en “negro” y niveles de pobreza e indigencia inéditos. Es por esto que el movimiento obrero organizado de cada país fue tomando conciencia de las consecuencias que tendría un acuerdo de este tipo y organizó distintas resistencias frente al ALCA, tanto a nivel nacional –y en forma coordinada con otros actores sociales- como continental (Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, Alianza Social Continental) y mundial (Foro Social Mundial).
En segundo lugar, el ALCA responde a la necesidad de Estados Unidos de ejercer un dominio y una explotación más acabada y con el aval institucional que cristalizaría una realidad que se viene plasmando en las últimas décadas con el desenvolvimiento del capitalismo. El proyecto del ALCA se inscribe en un proceso de largo plazo que, desde fines del siglo XIX, muestra cómo Estados Unidos intentó consolidar a nivel político, jurídico y militar la superioridad económica y la hegemonía que mantuvo y mantiene en la región, aún en disputa con otras potencias y con Europa en particular. El análisis del conflicto entre Estados Unidos y la Argentina en las Conferencias Panamericanas –como se expuso en la primera parte de esta Tesina- muestra los antecedentes directos de la actual disputa en torno del ALCA y la potencialidad de los países sudamericanos para limitar los proyectos estadounidenses. Estados Unidos, para lograr consolidar su amplio “patrio trasero”, precisa avanzar en el viejo proyecto de unión panamericana –que se le niega hace más de un siglo, desde el primer intento en la Conferencia de Washington de 1889- y, fundamentalmente, obturar cualquier proceso de integración alternativa como podría ser el Mercosur, el Pacto Andino o la más reciente Comunidad Sudamericana de Naciones. No es casual que el ALCA fuera lanzado en el marco del Consenso de Washington y cuando Brasil y Argentina, los “gigantes” del sur, estaban por fin iniciando el viejo proyecto de unión sudamericana. El ascenso de Chávez en Venezuela, su radicalización política y su permanente intento de retomar el viejo proyecto de Bolívar, a partir de su propuesta de ALBA, encienden una luz de alarma en el gobierno estadounidense. Más aún cuando, en la XV Cumbre Iberoamericana se anunció que Venezuela se incorporaría como miembro pleno del Mercosur en diciembre de 2005. Como en los últimos dos siglos, la capacidad de Estados Unidos para establecer un dominio sobre América Latina depende de que no se constituya una integración latinoamericana o sudamericana que se resista a aceptar los mandatos de la potencia del norte. El ALCA sería un instrumento fundamental para abortar esa alternativa –la profundización de la Comunidad Sudamericana de Naciones- y para aislar a Venezuela y Cuba, los vecinos más díscolos del continente, consolidando la dependencia de los países latinoamericanos.
En tercer lugar, la concepción del ALCA responde a la necesidad de Estados Unidos y sus capitales más concentrados de competir con los otros bloques económicos. Estados Unidos, con el ALCA, pretende contrarrestar el proceso de conformación de bloques en Europa y Asia, estableciendo un área donde su hegemonía se consolide. Por su creciente déficit comercial y fiscal y por el excesivo endeudamiento, Estados Unidos necesita revertir ciertas tendencias económicas de los últimos años. Los sectores financieros, los grandes exportadores y las empresas estadounidenses más concentradas son las bases de apoyo del ALCA. Este acuerdo responde a la necesidad del capital estadounidense de apropiarse de un área que históricamente estuvo disputada con Europa, consolidando la supremacía del dólar. Este acuerdo profundizará las condiciones del capital para explotar el trabajo y del capital estadounidense frente al de otros países, lo cual es clave cuando la Unión Europea está en pleno proceso de expansión –e intenta profundizar la penetración en América Latina a partir del acuerdo Mercosur- Unión Europea y de las Cumbres Iberoamericanas- y nuevas potencias como China vienen estableciendo importantes acuerdos comerciales con la región en los últimos meses. El ALCA otorgaría mejores condiciones al capital estadounidense para avanzar, en América Latina, frente al europeo y asiático.
¿Qué le espera a América Latina de concretarse el acuerdo de libre comercio? El ALCA permitiría una apertura comercial sin precedentes, una liberalización de la actividad financiera y una privatización en áreas sensibles como la salud y la educación, que llevarían a disminuir aún más la capacidad de los estados latinoamericanos de establecer políticas económicas para el desarrollo. La constitución del ALCA llevaría a una reprimarización de las economías latinoamericanas y a una consolidación de las políticas económicas establecidas en los años noventa, profundizando el proceso de desindustrialización, concentración y extranjerización que afectó a muchos países de la región. Ampliaría las áreas bajo el dominio del capital estadounidense (el más concentrado), al mismo tiempo que restringiría los instrumentos de los estados para aplicar políticas económicas que puedan regular el mercado.
Como ya fue ampliamente señalado, el objetivo del ALCA no es sólo económico. Este acuerdo permitiría a Estados Unidos, además, avanzar en el control geopolítico y militar de Sudamérica -Plan Colombia, Plan Puebla-Panamá, inmunidad y bases militares estadounidenses en varios países-. Por eso las organizaciones sociales y políticas que se oponen al ALCA y a los demás acuerdos de libre comercio señalan que el ALCA viene de la mano de la militarización y la deuda externa. El ALCA acentuaría la dominación financiera sobre los países latinoamericanos, quitándoles herramientas para negociar en forma conjunta el cada vez más acuciante problema de la deuda externa, al mismo tiempo que favorecería el traspaso de la banca pública a manos privadas (con el consiguiente riesgo para muchos pequeños y medianos productores agropecuarios de perder sus tierras, por ejemplo en la Argentina, en donde tienen hipotecadas millones de hectáreas en bancos públicos) y la extranjerización del sistema financiero, como ocurrió en México tras la firma del NAFTA.
Asimismo, y pese a las expectativas de los grandes exportadores latinoamericanos, el ALCA no traería significativos beneficios comerciales para los países de la región, dado que Estados Unidos no tiene altos aranceles aduaneros y basa su proteccionismo en medidas no arancelarias que se resiste, entre otras razones por motivos electorales y por los lobbies, a levantar. Así, mantendría los subsidios al sector agrícola y a parte del sector industrial, que incluso fueron incrementados desde el 2002, a partir de la nueva Ley Agrícola. Salvo para un pequeño segmento de empresarios exportadores, los que puedan acceder al protegido mercado estadounidense, el ALCA perjudicaría a la mayor parte de los sectores económicos y sociales de los países latinoamericanos.
En relación al futuro de las negociaciones, diversos analistas latinoamericanos destacan las dificultades en las conversaciones sobre del ALCA. Jorge Sienra, un experto negociador uruguayo, planteó lo siguiente: “El ALCA ha quedado inmerso desde hace un buen tiempo en una suerte de detención programada. Tanto Estados Unidos como Brasil, sus actuales Co-Presidentes, parece que han llegado a un punto que no les permitió seguir el proceso de negociación, hasta que se destraben algunos puntos centrales. Pero como esos puntos centrales también están siendo objeto de estudio y negociación en el ámbito internacional, nadie querría arriesgar en el ámbito regional más avances o retrocesos. Mercosur no está negociando con Estados Unidos. Se advierte un acercamiento bilateral de integrantes del Mercosur con los Estados Unidos. Y esa es una decisión que el Mercosur no ha tomado, pero que en la práctica, todos lo observamos. Con la Unión Europea hay una agenda de trabajo después de octubre del 2004, con un nuevo equipo negociador de la UE. También debemos advertir que el nuevo jefe de la OMC –que asumirá en septiembre/octubre de 2005- era el ex negociador comercial de la UE”[1]. Este análisis muestra lo difícil que será avanzar, no sólo en un acuerdo con Estados Unidos, sino también con la Unión Europea. Los intereses contradictorios, incluso de los sectores económicamente más poderosos, crean dificultades en las negociaciones en curso. Luiz Alberto Moniz Bandeira también expresa sus reticencias en relación con la posibilidad de que se arribe a algún acuerdo en el futuro: “La implantación del ALCA llevaría al fin del Mercosur, porque acabaría el arancel común, que caracteriza toda unión aduanera. Con respecto al ALCA, en Brasil ni siquiera se habla de ese asunto. Está muerto. No hubo estancamiento, sino colapso, en virtud, principalmente, de los intereses económicos contradictorios y, claro, de la resistencia de la sociedad civil. El interés principal de Estados Unidos en el ALCA era, sobretodo, el Mercosur y, dentro del Mercosur, Brasil, que representa alrededor de 70% de la economía de la región. Brasil no está dispuesto a permitir que su parque industrial se torne una chatarra. Así, cualquiera que fuese el gobierno, Brasil no podría aceptar las cláusulas que Estados Unidos querían imponer. Y, se aceptase, el tratado difícilmente sería aprobado, en virtud de la oposición de la sociedad civil. Si en el futuro empiezan otras negociaciones ya serán de tipo diferente y no más para la ‘Iniciativa de las Américas’. Veo remotas las posibilidades que las negociaciones avancen con EEUU y con la Unión Europea, mientras haya el problema de los subsidios agrícolas. No creo que Estados Unidos los vayan a abolir temprano y tampoco la Unión Europea, debido sobre todo a Francia”[2]. En el proceso de negociaciones, hoy prácticamente suspendido, operan en forma diversa las tres contradicciones mencionado más arriba. Hoy en día, la posibilidad de avanzar con el acuerdo hemisférico depende de los resultados de las negociaciones en la OMC. El 13 de diciembre de 2005 está previsto que se retomen en Hong Kong las negociaciones de la Ronda de Desarrollo de Doha (que se iniciaron en 2001 y  que deberían finalizar dentro de un año) para definir las modalidades de la liberalización comercial en agricultura, servicios y acceso a los mercados de productos industriales, entre otros. El Grupo de los Veinte países en desarrollo (G-20) pretende que el tema de los subsidios agrícolas y las diversas formas de protección ejercidas por Europa y Estados Unidos sea el eje de la negociación. Si no se llega a un acuerdo satisfactorio, sostienen sus representantes, no se podría avanzar en otros temas.
El estancamiento del ALCA, como ya fue señalado, no se explica solamente a partir de las contradicciones entre diferentes grupos de interés al interior de cada uno de los países americanos y de la reticencia de Estados Unidos a recortar sus subsidios, sino también por la creciente oposición política en Latinoamérica: por el cambio de signo de los gobiernos de distintos países latinoamericanos (Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Uruguay), por las sublevaciones populares -Ecuador (1999), Perú (2000), Argentina (2001) y Bolivia (2003-2005)-, por la creciente movilización anti-ALCA (Foro Social Mundial, Alianza Social Continental, Cumbres de los Pueblos), por la movilización continental y mundial contra el libre comercio que incluso favoreció la confluencia de países exportadores del G-20, que se oponen a los subsidios agrícolas de Estados Unidos y la Unión Europea (que, entre otros factores, llevó al fracaso de la Cumbre de la OMC en Cancún en 2003) y por el proyecto de integración alternativa que significa el ALBA, impulsado por Venezuela y Cuba y tomado como bandera por diversas organizaciones de la sociedad civil de otros países. Al mismo tiempo, aunque aún con poco desarrollo real, se constituyó en los últimos meses la Comunidad Sudamericana de Naciones, que en septiembre de 2005 realizó su primera cumbre presidencial. En este sentido, el futuro del ALCA y el tipo de integración y/o acuerdo comercial que vaya a concretarse dependerá en buena medida de la movilización de la sociedad civil y de su capacidad para profundizar los proyectos alternativos de integración.
Hoy, ante al avance de Estados Unidos y su intento de implementar el ALCA y de profundizar su presencia militar en la región –logrado en parte al obtener la inmunidad para sus tropas en Paraguay en 2005-, sin duda se constituye como una estrategia vital la consolidación de una unión latinoamericana que exceda los acuerdos meramente comerciales. Al mismo tiempo, es hora de abandonar la idea de que el mejor horizonte posible para Brasil, Argentina o cualquier otro país latinoamericano es constituirse como satélite privilegiado de la potencia de turno -“realismo periférico”-. Estas naciones, por el contrario, están llamadas a consolidar un eje alternativo al proyecto de Estados Unidos de establecer una hegemonía total en América Latina. Los países del Cono Sur tienen la necesidad de establecer algún margen de autonomía mayor, en el contexto de un mundo multipolar en el cual las principales potencias incrementan la presión para controlar sus áreas de influencia. La inserción internacional, entonces, debe tener como objetivo potenciar el desarrollo de sus pueblos, que permita el crecimiento según las necesidades de la población y no que se limite, como plantea la perspectiva “comercialista”, a establecer un “regionalismo abierto” que solo utilice la “integración” como un trampolín para las colocaciones de ciertos productos exportables en el mercado mundial.
México debe realizar un balance de la década que lleva en el NAFTA. O se subordina cada vez más a Estados Unidos, o se integra a América Latina. Es fundamental profundizar los estudios sobre los resultados del NAFTA, ya que a partir de un buen diagnóstico sobre la situación del México actual se pueden establecer críticas a la unión comercial como la que integró en la última década, similar al proyecto estadounidense del ALCA. Brasil, actualmente en una crisis política, se debate también entre profundizar el modelo económico heredado o plantarse firmemente frente a Estados Unidos. La crisis de la coalición gobernante muestra las limitaciones de la política desarrollada hasta ahora. Brasil, hasta el momento, impidió la conformación del ALCA, pero no avanzó en el desarrollo de alternativas. Por otra parte, en los últimos tiempos morigeró su retórica anti ALCA y ya no plantea una oposición tan fuerte. La Argentina debate su política exterior en el marco de las permanentes presiones que recibe tanto para integrarse al ALCA como para estrechar lazos con la Unión Europea. Tiene la oportunidad de alejarse de la doctrina del “realismo periférico” que estructuró su inserción internacional en los últimos años.
Por fuera de estas alternativas “realistas” aparece la “otra integración posible” que se plantean los distintos actores sociales y políticos que construyen la resistencia al ALCA. Esta integración se basa en una integración de los pueblos, en el respeto a los derechos de los trabajadores, en una superación de la integración al servicio de los capitales (y dentro de ellos, de los más concentrados –la mayoría, de los países desarrollados, aunque también comparten sus intereses los sectores intermediarios de los países no desarrollados-). Por supuesto, la unidad en la resistencia a la integración que propone Estados Unidos no se traduce, como también pudo apreciarse a lo largo de la historia del proceso americano, en un único proyecto de integración. Mientras ciertos sectores se oponen a la subordinación a Estados Unidos porque tienen mayores vínculos económicos y políticos con otras potencias (Europa, China, Rusia), otros sectores -pequeñas y medianas empresas, productores orientados al mercado interno- defienden sus intereses burgueses o pequeñoburgueses, que se verían vulnerados por la ampliación de la competencia estadounidense y por el retiro del estado. Por otra parte, los obreros y campesinos se oponen, a través de sus organizaciones, a una integración que ampliaría la concentración y centralización del capital en detrimento del trabajo. Si bien muchos de los sindicatos y organizaciones campesinas plantean proyectos alternativos reformistas, en alianza con sectores de las burguesías de cada país, también existen diversas tendencias políticas que entienden que la “otra integración posible”, para estas mayorías, requiere de un proyecto de superación del régimen social vigente.


[1] Entrevista realizada por el autor a Jorge Sienra, en mayo de 2005. Este negociador uruguayo ofició como Director de la Comisión Sectorial del MERCOSUR de Uruguay (1991 hasta el 14 de abril de 2005) y como Director General de Comercio de Uruguay (2001 y 2002). Participó en las delegaciones del Uruguay ante las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio –lanzamiento de la Rueda de Doha-, negociaciones del MERCOSUR con la Unión Europea, negociaciones del MERCOSUR con el ALCA y negociaciones intra MERCOSUR, así como en negociaciones bilaterales de Uruguay con Estados Unidos, México y China.
[2] Entrevista realizada por el autor a Luiz Alberto Moniz Bandeira, en agosto de 2005. Este analista brasilero publicó recientemente un libro donde analiza las relaciones entre Estados Unidos, Brasil y Argentina, y estudia especialmente el proceso vinculado al Mercosur y al ALCA (Moniz Bandeira, 2004).



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