TreceDoce Volumen 3, octubre 2015, pp. 19-21
Dossier digital de la Asociación Nacional de Politólogos (ANAP)
Por Leandro Morgenfeld*
Uno de los interrogantes frente a la
elección del nuevo presidente argentino es qué curso tomará la política
exterior en general y la relación con Estados Unidos en particular. Si bien es
un tema poco debatido en la campaña, es fundamental preguntarse qué esperan los
candidatos del vínculo con la Casa Blanca.
A lo largo de la historia, Argentina
tendió a confrontar con Estados Unidos, entre otras cuestiones por el carácter
más competitivo que complementario de ambas economías: los intereses del
poderoso “bloque agrícola” del país del Norte lograron, en los últimos 150
años, limitar el acceso al codiciado mercado estadounidense de lanas, carnes y
limones provenientes de la Argentina. Además, desde que Estados Unidos
pretendió erigir un sistema interamericano en la Conferencia de Washington (1889-1890),
Argentina, con vínculos más fluidos con Europa, fue uno de sus principales
obstáculos, tanto por los citados motivos económicos como por diferencias
políticas. Las tensiones bilaterales se incrementaron durante la segunda guerra
mundial y especialmente con el ascenso de Perón. En general, a lo largo de los
dos últimos siglos, primaron las diferencias y las tensiones, salvo en momentos
puntuales, como durante las presidencias de Guido, Onganía, Menem y De la Rúa.
El kirchnerismo tuvo un relación tirante
con Estados Unidos, en particular luego de la visita de Bush a Mar del Plata
hace una década, cuando se coronó la derrota del proyecto del Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA). La relación entre Obama y Cristina Kirchner,
por su parte, mostró en los últimos años marcadas oscilaciones. La mandataria
argentina elogió a su par estadounidense cuando asumió en 2009. Sin embargo, a
fines del 2010, cuando se filtraron los cables de Wikileaks -2500 de los cuales referían a la Argentina- emergieron
cortocircuitos con la embajada estadounidense en Buenos Aires.
En febrero de 2011, se produjo el
incidente por el avión militar requisado en Ezeiza por el propio canciller
Héctor Timerman, que profundizó los recelos de la Casa Blanca y pospuso los
intentos de acercamiento. La Administración Obama, presionada por la American Task Force Argentina -el
influyente grupo que defiende a los especuladores y hace lobby en favor de los "fondos buitre"-, votó en el BID y
el Banco Mundial en contra del otorgamiento de créditos a la Argentina. En
aquel año electoral, el kirchnerismo profundizó su retórica nacionalista y
latinoamericanista y las relaciones atravesaron el peor momento. Tras la
reelección de Cristina hubo un tenue acercamiento, que se manifestó en la reunión
que mantuvo con Obama durante la cumbre del G-20 en Cannes, pero ya a
principios de 2012 reaparecieron las tensiones.
Hasta ahora, persisten las diferencias
bilaterales en materia comercial –Estados Unidos critica el control de las
importaciones, a pesar de que ostenta un superávit comercial de 5000 millones
de dólares anuales con la Argentina; mientras que la Casa Rosada demanda el fin
de las restricciones paraarancelarias que bloquean el ingreso de carnes y
limones al mercado estadounidense, habiendo logrado recientemente un fallo
favorable en la OMC-; financiera –Argentina sostiene una batalla internacional
contra los fondos buitre, para la cual no logró el apoyo de la Administración
Obama (en septiembre, la ONU aprobó una iniciativa argentina para poner restringir
el accionar de los fondos buitres en futuras reestructuraciones de deudas soberanas,
aunque Estados Unidos votó en contra)-; inversiones –empresas estadounidenses
litigan contra el Estado argentino en el CIADI-; y fundamentalmente
geopolíticas –se acentúan las diferencias en torno a la militarización, lucha
contra el narcotráfico, injerencia, integración regional y gobernanza mundial.
La mandataria argentina se reunió este año con sus pares de China y Rusia, pero
no así con Obama, a quien criticó abiertamente la última vez que se vieron
personalmente, en la Cumbre de las Américas (Panamá).
Actualmente, en Estados Unidos hay
expectativas frente a las elecciones presidenciales de octubre. Como bien
muestran los cables filtrados por Wikileaks,
los tres principales candidatos, Scioli, Macri y Massa, supieron cultivar
fluidos vínculos con la embajada estadounidense en Buenos Aires. La Casa Blanca
espera que el nuevo gobierno se aleje de la retórica nacionalista,
latinoamericanista y autonomista que cultivó el kirchnerismo, instrumentando un
“giro realista” que lleve a retomar los lazos diplomáticos con los centros de
poder mundial. Si bien los principales candidatos no admiten públicamente sus
deseos de estrechar las relaciones con Washington –históricamente, en
Argentina, manifestar ese alineamiento es piantavotos-,
sus asesores, articulados en el autodenominado “Grupo Consenso”, dieron a
conocer un documento en abril de este año, llamando a recomponer los vínculos
tradicionales con Estados Unidos y Europa e, incluso, pidiendo seguir el camino
de los gobiernos que impulsan la Alianza del Pacífico. Además, según dejaron
entrever sus asesores a la prensa en las últimas semanas, Scioli, Macri y Massa
tienen previsto sentarse a negociar con los fondos buitre para volver a tomar
deuda.
Ante la inminencia de este giro, es importante recordar que la
posibilidad de ampliar la autonomía nacional y regional depende de mantener una
relación no subordinada con Estados Unidos. Potenciar la integración
latinoamericana –que hoy atraviesa un momento de relativa parálisis- es
fundamental para desplegar iniciativas que amplíen el margen de maniobra, como
la creación de mecanismos de defensa o financiamiento regional. Si se
resquebrajan los mecanismos latinoamericanos de cooperación y coordinación
política, como la UNASUR y la CELAC, y de integración alternativa, como el
ALBA, en función de recomponer los vínculos subordinados con Estados Unidos y
las demás potencias, Argentina seguramente recorrerá el sendero que ya tantas
veces en la historia la llevó a crisis económicas, ajustes sociales y tensiones
políticas.
* Profesor de la Universidad de Buenos Aires.
Investigador del CONICET, radicado en el IDEHESI. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina
y Estados Unidos en las conferencias panamericanas, de Relaciones peligrosas.
Argentina y Estados Unidos y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
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