Dos visiones de lo que pasa en Sudamérica, opiniones cruzadas Santoro-Morgenfeld
Sobre el proyecto de integración en Europa, parece que pesa
una “fatiga”, pero sobre el proyecto de integración regional en
Sudamérica, no podemos decir lo mismo. En Sudamérica fluye una cierta
“efervescencia”, hay mucho discurso político y mucho por hacer en
materia de integración. Pero con dos proyectos económicos opuestos, que
implican divergencias geopolíticas, vemos lejos el camino para pasar de
la cooperación a la integración. Pero tenemos que sumar a la dirigencia
política, que en vez de armonizar relaciones genera fricciones sobre
ellas. Nos preguntamos ¿qué pasa con la agenda regional? Acudimos a dos
referentes de visiones y opiniones diferentes, que nos explican dos
interesantes posiciones para ver qué pasa con la integración. Desde
Argentina, la voz del académico Leandro Morgenfeld y líder juvenil del
partido político PRO Yamil Santoro, proponen dos interpretaciones sobre
las fricciones que se están generando en la región (Colombia-Venezuela),
sobre el rol de las instituciones y sobre los interrogantes que emergen
cuando nos preguntamos por la integración en Sudamérica.
Pregunta 1: Les pedimos una opinión sobre el proceso de integración regional en Sudamérica, que hoy presenta dos proyectos muy divergentes. Por un lado UNASUR, por el otro lado la dinámica de la Alianza del Pacífico. ¿Cómo puede encaminarse una agenda común para los países de la región con dos espacios que describen objetivos diferentes, intereses superpuestos y visiones geopolíticas opuestas?
Yamil Santoro: En Sudamérica siguen acumulándose procesos de integración generando dificultades para una coordinación efectiva entre los distintos países. Creo que deberíamos apuntar a una discusión regional más seria buscando sintetizar los esfuerzos existentes en un único esquema regional o procurar evitar la superposición especialmente en aspectos de política económica a fin de que los compromisos internacionales sirvan para orientar la política interna y generar políticas de Estado.
Más allá de que la UNASUR y la Alianza del Pacífico tienen ejes diferentes, y que habría que buscar la forma de enfatizar la complementariedad, creo que nos resta una discusión mucho más seria e inmediata en relación al Mercosur. Argentina tiene una oportunidad enorme de aprovechar un mercado ampliado en la región pero para capitalizarla debe abandonar la política internacional errática e ineficientemente proteccionista que hemos tenido durante estos últimos años.
Leandro Morgenfeld: La coordinación y cooperación política –en torno a la UNASUR y la CELAC- y la integración regional alternativa –alrededor del ALBA-TCP- fueron fundamentales para contrarrestar la ofensiva de Estados Unidos para imponer el ALCA y reposicionarse luego en la región a partir de los Tratados de Libre Comercio bilaterales. Sin embargo, en los últimos años hubo una ralentización del impulso latinoamericanista, lo que permitió una nueva ofensiva de los gobiernos más cercanos a Washington. Así, en 2011 surgió en Lima la Alianza del Pacífico, impulsada por el entonces presidente Alan García, foro regional que incluyó originalmente a Perú, Colombia, Chile y México y se planteó como un espacio para contrarrestar la entonces creciente influencia bolivariana. El gobierno estadounidense, en los últimos años, viene impulsando la Alianza Trans-Pacífico (ATP), para establecer un mercado común entre las Américas, Australia y Asia, sin China. Esta iniciativa cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china –creciente socio comercial, financista e inversor en América Latina- y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada por el eje bolivariano. Tanto la Alianza del Pacífico como la Alianza Trans-Pacífico son funcionales a los intereses de la Casa Blanca. Estados Unidos busca erosionar la coordinación política en América del Sur, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean remolcados hacia la ATP. En términos geopolíticos, la UNASUR y la Alianza del Pacífico representan orientaciones y alianzas contradictorias. O se marcha hacia una cooperación política e integración regional por fuera de la órbita de Washington, o se vuelve a la vieja y fracasada estrategia de subordinarse a la principal potencia, profundizando así la histórica dependencia.
Pregunta 2: Venezuela y Colombia han tenido recientemente roces diplomáticos. ¿Cree Ud. que los argumentos de Caracas son unilaterales como acusó Bogotá. Y el caso del cierre de la frontera, ¿está de acuerdo con que países en la región lleguen a tomar estas medidas?
Yamil Santoro: Venezuela ha tenido un comportamiento irresponsable en materia de DDHH no sólo con los colombianos en este conflicto en particular, sino que se han cometido todo tipo de atropellos sobre la población venezolana en general durante años.
Si se tratasen de algunos casos aislados uno podría considerar que se trata de querer hacer cumplir las leyes migratorias. Sin embargo, la falta de diálogo con el gobierno colombiano y la extensión de la medida hacen evidenciar una agenda distinta que el mero cumplimiento de disposiciones migratorias. No existen razones sensatas para la persecución y desplazamiento de cientos de personas impulsada por el gobierno de Maduro salvo la situación impopular y decadente de un gobierno que necesita inventar nuevos focos de distracción y adversarios externos para tratar de mantener distraída a la ciudadanía mientras hacen colas eternas para comprar un pollo y dos huevos bajo un sistema perverso de racionamiento y desinformación.
Leandro Morgenfeld: Para evitar análisis simplistas, la grave crisis iniciada en agosto entre ambos países deber ser adecuadamente contextualizada. Las grandes empresas periodísticas del continente la calificaron rápidamente como una “crisis humanitaria”, culpando unilateralmente al gobierno venezolano, como estrategia para debilitarlo. La historia de las relaciones bilaterales entre Venezuela y Colombia es larga y compleja. En las últimas décadas, millones de habitantes de este último país huyeron del conflicto interno y se refugiaron en Venezuela. Desde el año, 2000, y a través de las “misiones bolivarianas”, el gobierno encabezado por Hugo Chávez otorgó a los colombianos la residencia, el derecho al voto y una serie de beneficios sociales. El reciente conflicto surge luego de que supuestos paramilitares colombianos atacaron en Táchira a civiles y militares venezolanos que actuaban en operaciones anti-contrabando. La frontera entre ambos países es sumamente porosa. En el actual contexto de dificultades económicas en Venezuela, Caracas señala que hay una red de contrabando que trafica hacia Colombia alimentos y bienes de primera necesidad, que escasean en el país. Y actúan también en su territorio bandas paramilitares. La escalada del conflicto provocó las deportaciones y detención de colombianos y el cierre de fronteras y declaraciones de estado de excepción en varios estados, escalando así el conflicto entre ambos gobiernos, con el correr de las semanas. El gobierno de Santos intentó llevar el caso a la OEA, pero no logró los votos necesarios, pese al apoyo de Estados Unidos. Finalmente, el 21 de septiembre, en Quito y bajo el auspicio de los presidentes Correa y Tabaré Vázquez, se reunieron cara a cara Santos y Maduro y acordaron 7 puntos, que incluían el compromiso a restablecer de los embajadores, fortalecer del diálogo bilateral, investigar la situación, reunir a los ministros de ambos países para tratar el sensible tema fronterizo, normalizar progresivamente las zonas de frontera, respetar la coexistencia de los modelos económico, social y político de cada país y trabajar en forma conjunta, con la ayuda de Ecuador y Uruguay.
Pregunta 3: ¿Cómo cree que ha sido la actuación de UNASUR para contener, resolver esta crisis.
Yamil Santorno: Lamentablemente la UNASUR ha sido funcional a los atropellos del gobierno venezolano en esta crisis y en tantos otros problemas. De hecho, sirvió muchas veces para blindar abusos de distintos países de la región con la connivencia de otros gobiernos que aportaron su credibilidad y su silencio para sostener abusos contra libertades fundamentales.
Leandro Morgenfeld: Así como Colombia no logró imponer en la OEA el tratamiento de la crisis bilateral con Venezuela, tampoco la UNASUR tuvo una reunión extraordinaria a tal efecto, más allá del pedido del gobierno colombiano. Sin embargo, tras la reunión realizada por Maduro y Santos en Quito, la Secretaría General de la UNASUR declaró su satisfacción, destacando que los acuerdos alcanzados entre Colombia y Venezuela habían sido promovidos por los respectivos presidentes pro tempore de la CELAC –Correa- y de UNASUR –Tabaré Vázquez-. Más allá del análisis de las causas del conflicto, es destacable que el mismo haya encontrado un principio de solución como la mediación de países de la región, y sin la intervención otrora omnipresente de Estados Unidos. Eso mismo ocurrió en los últimos años con las crisis desestabilizadoras en Bolivia y Ecuador, cuando la UNASUR reemplazó el tradicional rol de la OEA. Dado que diversos actores, como la ultraderecha colombiana representada por el ex presidente Álvaro Uribe, firme aliado de Estados Unidos, pretenden quebrar organismos de coordinación política como la UNASUR y la CELAC, es importante que se mantengan estas instancias, y que los diferendos regionales se canalicen a través de estos organismos, sin la dirección de potencias extra-regionales. Justamente Uribe criticó la reunión Maduro-Santos, realizada en Quito, y fomenta una suerte de foro regional de ex mandatarios, para sostener una agenda de presión y ataque contra los países bolivarianos y contra las iniciativas más autónomas que se despliegan en la reunión. La crisis fronteriza pretendió ser utilizada por estos sectores como una excusa para reimplantar la agenda neoconservadora, tanto en Colombia –estos sectores impugnan las negociaciones y el inminente acuerdo con las FARC-, como en el resto de Nuestra América, donde impulsan una restauración neoliberal.
Pregunta 4: Un caso que ha dividido opiniones ha sido el del opositor venezolano Leopoldo López, que ha sido condenado por la justicia venezolana. Esto ha desatado críticas en la prensa y en gran parte del ala política. ¿Qué opinión tiene? ¿Es esto un abuso por parte del gobierno de Maduro contra los opositores o considera legítimo este proceso judicial?
Yamil Santoro: El gobierno venezolano ha tenido actitudes antidemocráticas desde antes de la asunción de Maduro. Ya Chávez tenía conductas que atentaban contra la libertad de expresión y la diversidad ideológica y política. Sobran casos de violencia, de todo tipo, contra quienes piensan distinto. La situación particular de Leopoldo López es una vergüenza no sólo para todo el gobierno venezolano sino también para todos aquellos que han colaborado con su silencio con el encarcelamiento de una persona cuyo único crimen es pensar distinto y expresarlo.
Se ha calificado a Venezuela como un autoritarismo competitivo o una democradura. Habría que revisar tal categoría si los opositores ni siquiera son capaces de gozar de su libertad ambulatoria y ejercer derechos humanos básicos. Maduro mantiene un control absoluto del gobierno usándolo con fines partidarios. Sin embargo esto no es nuevo, Chávez fue pionero en abusar del aparato gubernamental para perseguir a los disidentes, vale recordar la ley resorte y la lista tascón como infames ejemplos de la persecución al disenso.
Leandro Morgenfeld: Más allá del caso puntual de Leopoldo López y los argumentos judiciales que establecieron su juicio y castigo, está claro que es una excusa, una más, para atacar a Venezuela, desconocer que Chávez y Maduro fueron elegidos y ratificados en las urnas más veces que ningún otro mandatario en la región. En los más de 15 años que el chavismo está en el poder, la oposición participó en todas las elecciones, hubo observadores internacionales, se manifiestan en las calles y tienen amplio espacio en la prensa local e internacional. Poner en duda esto es hacerle el juego a los intereses imperiales y a sus aliados en las grandes empresas de comunicación, que desde 1999 pretenden esmerilar el proyecto bolivariano que impulsa Venezuela argumentando que allí hay un gobierno autoritario. Más allá de las mayores o menores simpatías ideológicas que pueda haber respecto al actual proceso venezolano, lo cierto es que la presión internacional –reflejada en buena parte de la gran prensa regional- apunta a demonizar al chavismo, para limar la popularidad que supo construir en Nuestra América. La oposición derechista, en Venezuela, siempre actuó en función de una restauración conservadora, que volviera a colocar al país bajo la órbita de Estados Unidos, donde estuvo hasta la llegada de Chávez. No es casual el financiamiento que reciben desde el Norte estos grupos, y la amplia cobertura mediática que le proveen desde Miami.
Pregunta 5: Siguiendo el foco en Venezuela. Tomamos un punto de partida, hay una crisis económica y eso representa descontento social. ¿Ud. cree que hay una presión externa contra Venezuela?
Yamil Santoro: Lamentablemente la comunidad internacional ha reaccionado tardíamente y tal demora es lo que ha permitido la profundización de las prácticas antidemocráticas. La presión existente está más vinculada a las violaciones a DDHH por parte del gobierno bolivariano que a sus problemas económicos. Actualmente están pagando las consecuencias de apostar a un modelo extremadamente dependiente del petróleo para poder sostener un gasto público irresponsablemente ampliado durante todo este tiempo sin haber analizado adecuadamente la sustentabilidad de tales niveles de gastos y los riesgos de shocks externos.
Lo cierto es que no hay presiones externas significativas. El chavismo ha recurrido a estos supuestos enemigos externos para justificar sus pésimas decisiones económicas generando por este medio una radicalización del discurso que les permite evadirse de la responsabilidad de sus propias decisiones. Es hora de que abandonen las repartijas de culpas internacionales y se ocupen de resolver los problemas domésticos atendiendo a la corrupción interna, cerrando la brecha social y recuperando una democracia republicana y competitiva.
Leandro Morgenfeld: Desde la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en Venezuela, Estados Unidos y sus aliados implementaron todo tipo de políticas para debilitarlo, desde el apoyo al golpe de estado de abril de 2002 (Bush apenas demoró unas horas en reconocer al empresario Carmona, tras haber secuestrado a Chávez) hasta el financiamiento a grupos opositores internos, el espionaje, la promoción y todo tipo de presiones económicas y políticas. El rechazo al ALCA, la prédica anti-imperialista y la construcción de un eje bolivariano en la región –que fomenta una integración alternativa, en torno al ALBA-TCP- resultó intolerable para los intereses de Washington. El desplome actual del precio del petróleo afecta severamente la economía venezolana, circunstancia utilizada una vez más para intentar debilitar al gobierno de Caracas, a través de la presión externa, con la excusa del apoyo a las libertades democráticas. Quienes se rasgan las vestiduras por la democracia en Venezuela, no reconocen que ese gobierno ganó más elecciones que ningún otro en la región. Son los mismos que sostienen las alianzas con teocracias en otros continentes, o los que utilizan como excusa el argumento de la defensa de la democracia y los derechos humanos para atacar proyectos políticos alternativas. Más allá de los problemas internos, Venezuela ha sido uno de los países más atacados por el imperio y sus aliados en los últimos años, justamente por pretender otro tipo de integración regional, fuera de la histórica dominación continental de Estados Unidos. Es fundamental, ante tamaña presión externa, reivindicar el principio de autodeterminación de los pueblos y rechazar las nuevas formas de injerencia y desestabilización instrumentadas desde las principales potencias.
Desarrollo & Contenido
Ariel Roberto Zaiser – Relaciones Internacionales UADE
Leandro Morgenfeld: Profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación Argentina ISEN. Doctor en Historia. Investigador del CONICET. Docente en UBA. Secretario de Redacción de la revista CICLOS. Autor del libro “Vecinos en Conflictos” (Declarado “Interés Cultural” por el Parlamento de Argentina). Autor del libro “Relaciones Peligrosas” (EEUU-Argentina).
En twitter: @leandromorgen
Blog: http://vecinosenconflicto.blogspot.com.ar/
Yamil Santoro: Máster en Políticas Públicas Universidad Di Tella. Docente UBA. Abogado.
Coordinador Ejecutivo del Instituto Maci. Investigador Fundación Atlas. Columnista en medio INFOBAE. Docente en ESEADE. Asesor Parlamentario. Líder político juvenil del partido PRO.
En Twitter: @yamilsantoro
Blog: http://opinion.infobae.com/yamil-santoro/
Pregunta 1: Les pedimos una opinión sobre el proceso de integración regional en Sudamérica, que hoy presenta dos proyectos muy divergentes. Por un lado UNASUR, por el otro lado la dinámica de la Alianza del Pacífico. ¿Cómo puede encaminarse una agenda común para los países de la región con dos espacios que describen objetivos diferentes, intereses superpuestos y visiones geopolíticas opuestas?
Yamil Santoro: En Sudamérica siguen acumulándose procesos de integración generando dificultades para una coordinación efectiva entre los distintos países. Creo que deberíamos apuntar a una discusión regional más seria buscando sintetizar los esfuerzos existentes en un único esquema regional o procurar evitar la superposición especialmente en aspectos de política económica a fin de que los compromisos internacionales sirvan para orientar la política interna y generar políticas de Estado.
Más allá de que la UNASUR y la Alianza del Pacífico tienen ejes diferentes, y que habría que buscar la forma de enfatizar la complementariedad, creo que nos resta una discusión mucho más seria e inmediata en relación al Mercosur. Argentina tiene una oportunidad enorme de aprovechar un mercado ampliado en la región pero para capitalizarla debe abandonar la política internacional errática e ineficientemente proteccionista que hemos tenido durante estos últimos años.
Leandro Morgenfeld: La coordinación y cooperación política –en torno a la UNASUR y la CELAC- y la integración regional alternativa –alrededor del ALBA-TCP- fueron fundamentales para contrarrestar la ofensiva de Estados Unidos para imponer el ALCA y reposicionarse luego en la región a partir de los Tratados de Libre Comercio bilaterales. Sin embargo, en los últimos años hubo una ralentización del impulso latinoamericanista, lo que permitió una nueva ofensiva de los gobiernos más cercanos a Washington. Así, en 2011 surgió en Lima la Alianza del Pacífico, impulsada por el entonces presidente Alan García, foro regional que incluyó originalmente a Perú, Colombia, Chile y México y se planteó como un espacio para contrarrestar la entonces creciente influencia bolivariana. El gobierno estadounidense, en los últimos años, viene impulsando la Alianza Trans-Pacífico (ATP), para establecer un mercado común entre las Américas, Australia y Asia, sin China. Esta iniciativa cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china –creciente socio comercial, financista e inversor en América Latina- y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada por el eje bolivariano. Tanto la Alianza del Pacífico como la Alianza Trans-Pacífico son funcionales a los intereses de la Casa Blanca. Estados Unidos busca erosionar la coordinación política en América del Sur, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean remolcados hacia la ATP. En términos geopolíticos, la UNASUR y la Alianza del Pacífico representan orientaciones y alianzas contradictorias. O se marcha hacia una cooperación política e integración regional por fuera de la órbita de Washington, o se vuelve a la vieja y fracasada estrategia de subordinarse a la principal potencia, profundizando así la histórica dependencia.
Pregunta 2: Venezuela y Colombia han tenido recientemente roces diplomáticos. ¿Cree Ud. que los argumentos de Caracas son unilaterales como acusó Bogotá. Y el caso del cierre de la frontera, ¿está de acuerdo con que países en la región lleguen a tomar estas medidas?
Yamil Santoro: Venezuela ha tenido un comportamiento irresponsable en materia de DDHH no sólo con los colombianos en este conflicto en particular, sino que se han cometido todo tipo de atropellos sobre la población venezolana en general durante años.
Si se tratasen de algunos casos aislados uno podría considerar que se trata de querer hacer cumplir las leyes migratorias. Sin embargo, la falta de diálogo con el gobierno colombiano y la extensión de la medida hacen evidenciar una agenda distinta que el mero cumplimiento de disposiciones migratorias. No existen razones sensatas para la persecución y desplazamiento de cientos de personas impulsada por el gobierno de Maduro salvo la situación impopular y decadente de un gobierno que necesita inventar nuevos focos de distracción y adversarios externos para tratar de mantener distraída a la ciudadanía mientras hacen colas eternas para comprar un pollo y dos huevos bajo un sistema perverso de racionamiento y desinformación.
Leandro Morgenfeld: Para evitar análisis simplistas, la grave crisis iniciada en agosto entre ambos países deber ser adecuadamente contextualizada. Las grandes empresas periodísticas del continente la calificaron rápidamente como una “crisis humanitaria”, culpando unilateralmente al gobierno venezolano, como estrategia para debilitarlo. La historia de las relaciones bilaterales entre Venezuela y Colombia es larga y compleja. En las últimas décadas, millones de habitantes de este último país huyeron del conflicto interno y se refugiaron en Venezuela. Desde el año, 2000, y a través de las “misiones bolivarianas”, el gobierno encabezado por Hugo Chávez otorgó a los colombianos la residencia, el derecho al voto y una serie de beneficios sociales. El reciente conflicto surge luego de que supuestos paramilitares colombianos atacaron en Táchira a civiles y militares venezolanos que actuaban en operaciones anti-contrabando. La frontera entre ambos países es sumamente porosa. En el actual contexto de dificultades económicas en Venezuela, Caracas señala que hay una red de contrabando que trafica hacia Colombia alimentos y bienes de primera necesidad, que escasean en el país. Y actúan también en su territorio bandas paramilitares. La escalada del conflicto provocó las deportaciones y detención de colombianos y el cierre de fronteras y declaraciones de estado de excepción en varios estados, escalando así el conflicto entre ambos gobiernos, con el correr de las semanas. El gobierno de Santos intentó llevar el caso a la OEA, pero no logró los votos necesarios, pese al apoyo de Estados Unidos. Finalmente, el 21 de septiembre, en Quito y bajo el auspicio de los presidentes Correa y Tabaré Vázquez, se reunieron cara a cara Santos y Maduro y acordaron 7 puntos, que incluían el compromiso a restablecer de los embajadores, fortalecer del diálogo bilateral, investigar la situación, reunir a los ministros de ambos países para tratar el sensible tema fronterizo, normalizar progresivamente las zonas de frontera, respetar la coexistencia de los modelos económico, social y político de cada país y trabajar en forma conjunta, con la ayuda de Ecuador y Uruguay.
Pregunta 3: ¿Cómo cree que ha sido la actuación de UNASUR para contener, resolver esta crisis.
Yamil Santorno: Lamentablemente la UNASUR ha sido funcional a los atropellos del gobierno venezolano en esta crisis y en tantos otros problemas. De hecho, sirvió muchas veces para blindar abusos de distintos países de la región con la connivencia de otros gobiernos que aportaron su credibilidad y su silencio para sostener abusos contra libertades fundamentales.
Leandro Morgenfeld: Así como Colombia no logró imponer en la OEA el tratamiento de la crisis bilateral con Venezuela, tampoco la UNASUR tuvo una reunión extraordinaria a tal efecto, más allá del pedido del gobierno colombiano. Sin embargo, tras la reunión realizada por Maduro y Santos en Quito, la Secretaría General de la UNASUR declaró su satisfacción, destacando que los acuerdos alcanzados entre Colombia y Venezuela habían sido promovidos por los respectivos presidentes pro tempore de la CELAC –Correa- y de UNASUR –Tabaré Vázquez-. Más allá del análisis de las causas del conflicto, es destacable que el mismo haya encontrado un principio de solución como la mediación de países de la región, y sin la intervención otrora omnipresente de Estados Unidos. Eso mismo ocurrió en los últimos años con las crisis desestabilizadoras en Bolivia y Ecuador, cuando la UNASUR reemplazó el tradicional rol de la OEA. Dado que diversos actores, como la ultraderecha colombiana representada por el ex presidente Álvaro Uribe, firme aliado de Estados Unidos, pretenden quebrar organismos de coordinación política como la UNASUR y la CELAC, es importante que se mantengan estas instancias, y que los diferendos regionales se canalicen a través de estos organismos, sin la dirección de potencias extra-regionales. Justamente Uribe criticó la reunión Maduro-Santos, realizada en Quito, y fomenta una suerte de foro regional de ex mandatarios, para sostener una agenda de presión y ataque contra los países bolivarianos y contra las iniciativas más autónomas que se despliegan en la reunión. La crisis fronteriza pretendió ser utilizada por estos sectores como una excusa para reimplantar la agenda neoconservadora, tanto en Colombia –estos sectores impugnan las negociaciones y el inminente acuerdo con las FARC-, como en el resto de Nuestra América, donde impulsan una restauración neoliberal.
Pregunta 4: Un caso que ha dividido opiniones ha sido el del opositor venezolano Leopoldo López, que ha sido condenado por la justicia venezolana. Esto ha desatado críticas en la prensa y en gran parte del ala política. ¿Qué opinión tiene? ¿Es esto un abuso por parte del gobierno de Maduro contra los opositores o considera legítimo este proceso judicial?
Yamil Santoro: El gobierno venezolano ha tenido actitudes antidemocráticas desde antes de la asunción de Maduro. Ya Chávez tenía conductas que atentaban contra la libertad de expresión y la diversidad ideológica y política. Sobran casos de violencia, de todo tipo, contra quienes piensan distinto. La situación particular de Leopoldo López es una vergüenza no sólo para todo el gobierno venezolano sino también para todos aquellos que han colaborado con su silencio con el encarcelamiento de una persona cuyo único crimen es pensar distinto y expresarlo.
Se ha calificado a Venezuela como un autoritarismo competitivo o una democradura. Habría que revisar tal categoría si los opositores ni siquiera son capaces de gozar de su libertad ambulatoria y ejercer derechos humanos básicos. Maduro mantiene un control absoluto del gobierno usándolo con fines partidarios. Sin embargo esto no es nuevo, Chávez fue pionero en abusar del aparato gubernamental para perseguir a los disidentes, vale recordar la ley resorte y la lista tascón como infames ejemplos de la persecución al disenso.
Leandro Morgenfeld: Más allá del caso puntual de Leopoldo López y los argumentos judiciales que establecieron su juicio y castigo, está claro que es una excusa, una más, para atacar a Venezuela, desconocer que Chávez y Maduro fueron elegidos y ratificados en las urnas más veces que ningún otro mandatario en la región. En los más de 15 años que el chavismo está en el poder, la oposición participó en todas las elecciones, hubo observadores internacionales, se manifiestan en las calles y tienen amplio espacio en la prensa local e internacional. Poner en duda esto es hacerle el juego a los intereses imperiales y a sus aliados en las grandes empresas de comunicación, que desde 1999 pretenden esmerilar el proyecto bolivariano que impulsa Venezuela argumentando que allí hay un gobierno autoritario. Más allá de las mayores o menores simpatías ideológicas que pueda haber respecto al actual proceso venezolano, lo cierto es que la presión internacional –reflejada en buena parte de la gran prensa regional- apunta a demonizar al chavismo, para limar la popularidad que supo construir en Nuestra América. La oposición derechista, en Venezuela, siempre actuó en función de una restauración conservadora, que volviera a colocar al país bajo la órbita de Estados Unidos, donde estuvo hasta la llegada de Chávez. No es casual el financiamiento que reciben desde el Norte estos grupos, y la amplia cobertura mediática que le proveen desde Miami.
Pregunta 5: Siguiendo el foco en Venezuela. Tomamos un punto de partida, hay una crisis económica y eso representa descontento social. ¿Ud. cree que hay una presión externa contra Venezuela?
Yamil Santoro: Lamentablemente la comunidad internacional ha reaccionado tardíamente y tal demora es lo que ha permitido la profundización de las prácticas antidemocráticas. La presión existente está más vinculada a las violaciones a DDHH por parte del gobierno bolivariano que a sus problemas económicos. Actualmente están pagando las consecuencias de apostar a un modelo extremadamente dependiente del petróleo para poder sostener un gasto público irresponsablemente ampliado durante todo este tiempo sin haber analizado adecuadamente la sustentabilidad de tales niveles de gastos y los riesgos de shocks externos.
Lo cierto es que no hay presiones externas significativas. El chavismo ha recurrido a estos supuestos enemigos externos para justificar sus pésimas decisiones económicas generando por este medio una radicalización del discurso que les permite evadirse de la responsabilidad de sus propias decisiones. Es hora de que abandonen las repartijas de culpas internacionales y se ocupen de resolver los problemas domésticos atendiendo a la corrupción interna, cerrando la brecha social y recuperando una democracia republicana y competitiva.
Leandro Morgenfeld: Desde la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en Venezuela, Estados Unidos y sus aliados implementaron todo tipo de políticas para debilitarlo, desde el apoyo al golpe de estado de abril de 2002 (Bush apenas demoró unas horas en reconocer al empresario Carmona, tras haber secuestrado a Chávez) hasta el financiamiento a grupos opositores internos, el espionaje, la promoción y todo tipo de presiones económicas y políticas. El rechazo al ALCA, la prédica anti-imperialista y la construcción de un eje bolivariano en la región –que fomenta una integración alternativa, en torno al ALBA-TCP- resultó intolerable para los intereses de Washington. El desplome actual del precio del petróleo afecta severamente la economía venezolana, circunstancia utilizada una vez más para intentar debilitar al gobierno de Caracas, a través de la presión externa, con la excusa del apoyo a las libertades democráticas. Quienes se rasgan las vestiduras por la democracia en Venezuela, no reconocen que ese gobierno ganó más elecciones que ningún otro en la región. Son los mismos que sostienen las alianzas con teocracias en otros continentes, o los que utilizan como excusa el argumento de la defensa de la democracia y los derechos humanos para atacar proyectos políticos alternativas. Más allá de los problemas internos, Venezuela ha sido uno de los países más atacados por el imperio y sus aliados en los últimos años, justamente por pretender otro tipo de integración regional, fuera de la histórica dominación continental de Estados Unidos. Es fundamental, ante tamaña presión externa, reivindicar el principio de autodeterminación de los pueblos y rechazar las nuevas formas de injerencia y desestabilización instrumentadas desde las principales potencias.
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Ariel Roberto Zaiser – Relaciones Internacionales UADE
Leandro Morgenfeld: Profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación Argentina ISEN. Doctor en Historia. Investigador del CONICET. Docente en UBA. Secretario de Redacción de la revista CICLOS. Autor del libro “Vecinos en Conflictos” (Declarado “Interés Cultural” por el Parlamento de Argentina). Autor del libro “Relaciones Peligrosas” (EEUU-Argentina).
En twitter: @leandromorgen
Blog: http://vecinosenconflicto.blogspot.com.ar/
Yamil Santoro: Máster en Políticas Públicas Universidad Di Tella. Docente UBA. Abogado.
Coordinador Ejecutivo del Instituto Maci. Investigador Fundación Atlas. Columnista en medio INFOBAE. Docente en ESEADE. Asesor Parlamentario. Líder político juvenil del partido PRO.
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