Por Federico Larsen
Columnistas de NODAL
Los candidatos presidenciales en Argentina afilan su
estrategia internacional. En todos los casos se apunta a una mayor relación con
EEUU y Europa, y se diferencian en la relación con los BRICS en una América
Latina cada vez menos bolivariana y cada vez más moderada.
Las elecciones de octubre en Argentina representan un nuevo
capítulo en el lento cambio de etapa de las relaciones internacionales para
América Latina (http://www.nodal.am/2015/02/la-mutacion-de-un-ciclo-en-america-latina-por-federico-larsen/).
El ciclo revolucionario en la región, abierto en Venezuela con la llegada de
Hugo Chávez a la presidencia, muestra signos de reacomodamiento a las
necesidades de los nuevos equilibrios internacionales y las demandas de
mercado. Si los países del ALBA, que pusieron en su norte la construcción de un
nuevo modelo humano y productivo hacia la constitución del socialismo del siglo
XXI, viven hoy una etapa de resistencia, los llamados gobiernos “progresistas”
se preparan para mantener cierta estabilidad con amplias concesiones a los
sectores dominantes internacionales. Uruguay, Brasil y Argentina están a la
cabeza de este proceso. Recobrada la gobernabilidad institucional puesta en
jaque por la movilización popular entre los últimos años de la década de los
’90 y los primeros del 2000, las principales economías del Mercosur
reacomodaron su política internacional al nuevo escenario global, y parecen
aprestarse a retomar relaciones con las potencias tradicionales, aunque bajo
nuevos criterios dictados por las disputas geopolíticas.
Los gobiernos consagrados en las elecciones de 2014 en
Brasil y Uruguay, el crecimiento de las fuerzas neo-conservadoras en todo el
continente -con la Alianza del Pacífico a la cabeza-, el debilitamiento del rol
internacional de Venezuela, y cierto estancamiento en las economías agro-minero
exportadoras, llevaron a varios países de la región a morigerar el optimismo
con que se había encarado el proceso de integración latinoamericana hace diez
años.
Las elecciones parlamentarias en Venezuela, y las
presidenciales argentinas, pueden representar los últimos hitos de este proceso
de moderación. En el primer caso, los comicios suponen una evidente intención
desestabilizadora por parte de la oposición, en caso de obtener un caudal de
votos relevantes, como sucedió en 2013. Pero el caso argentino es diferente.
Los cambios se presentan a partir de las propuestas políticas que hacen tanto
el oficialismo como la oposición, a partir de los proyectos que encarnan en el
ámbito de la política internacional.
La “continuidad”
La llegada al poder de Nestor Kirchner en 2003 supuso el fin
del incendio comenzado con las revueltas populares de diciembre de 2001, y el
reacomodamiento de los sectores de poder en Argentina. Ese proceso continuó con
el disciplinamiento interno al partido de gobierno, y la alineación a nivel
internacional con los gobiernos progresistas y revolucionarios de la región. El
enorme acumulado social y político del Partido Justicialista, y la adhesión de
algunos movimientos sociales a éste, sirvieron luego como primera base social
para mostrar a nivel internacional un gobierno con apoyo popular. El
kirchnerismo tuvo la inteligencia de reestructurar el sistema de dominación
política y económica en Argentina en función de los límites que las clases
populares marcaron en su resistencia al neoliberalismo de los 90, e insertarse
en la tendencia de cambios que vivía el continente. Kirchner fue uno de los
mandatarios más importantes en la creación de arquitecturas diplomáticas que
alejaran, aunque sea temporalmente, la influencia directa de EEUU en la
economía y la política latinoamericana. Si bien esa influencia continuó
claramente a través de la política militar y empresarial norteamericana, la
creación de UNASUR supuso un alivio para la región de los mandatos de Washington.
Uno de los hombres clave en esa construcción, Rafael
Follonier, es hoy el principal asesor en relaciones internacionales del
candidato oficialista a la presidencia, Daniel Scioli. Coordinador de la Unidad
Presidencial con rango de secretario de Estado, asesor de Néstor Kirchner y
luego de Cristina Fernández, Follonier abandonó la Casa Rosada a finales de
2013 para dedicarse a tejer las relaciones a nivel internacional del futuro
candidato a presidente. En los años 70 fue militante de izquierda, en el
Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo
(PRT-ERP). Esa experiencia le permitió conocer a otros militantes guerrilleros
que luego llegarían a los más altos cargos del estado en sus países, como el ex
presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, Alí Rodriguez y Fidel Castro. Su
amistad con Scioli se remonta a 1997, cuando Carlos Menem designó al ex
deportista como candidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires, y
Follonier, devenido en peronista, lo apoyó en el marco de la interna en el
justicialismo porteño contra los partidarios de Miguel Ángel Toma.
Su debut como asesor del actual gobernador de la Provincia
de Buenos Aires se dio a finales de 2013. Entendiendo el rumbo que iba a tomar
la propuesta de política exterior, logró que Scioli apareciera como invitado en
el encuentro anual de la Fundación Clinton en Miami, sacandose sendas fotos
junto al ex presidente norteamericano, el mandatario colombiano Juan Manuel
Santos, el multimillonario Carlos Slim, y el titular del Banco Interamericano
de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno. Ese encuentro suscitó no pocas
perspicacias, ya que Clinton y Santos, junto con el ex primer ministro
británico Tony Blair, acababan de relanzar en Colombia su “Tercera Vía”,
espacio político internacional de corte neoliberal. La estrategia planteada por
Follonier también le permitió a Scioli visitar a varios mandatarios
latinoamericanos como Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez y Horacio Cartes, y
discutir allí sus propuestas para la región.
El equipo internacional del candidato oficialista también
incluye al joven subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales del
Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Buenos Aires,
Carlos Peralta; el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, y el
actual ministro de producción provincial, Cristian Breitenstein, señalado como
principal candidato a ocupar la cancillería en caso de victoria de Scioli. A
partir de las declaraciones de sus asesores como del mismo candidato, queda
claro que el proyecto oficialista tiende a encolumnarse detrás de sus socios
del Mercosur. Así como el gobierno uruguayo anunció el acercamiento con “otros
socios” por fuera de América Latina, y Brasil evalúa la firma de acuerdos
bilaterales con EEUU y la UE, el oficialismo argentino podría seguir ese rumbo.
Las relaciones con los países del ALBA pasarían así de “prioritarias” a
“cordiales”, y se incentivaría la inversión extranjera en el país,
profundizando la estrategia que actualmente mantiene el gobierno con grandes
multinacionales como Chevron, Barrick Gold o Monsanto. Aunque pueda llegar a
sonar contradictorio, desde este espacio se propone mantener las estrechas
relaciones entabladas con las potencias emergentes, especialmente Rusia y
China. Si bien se trata de relaciones comerciales evidentemente desiguales
-Argentina exporta materia prima e importa producción manufacturada con un
déficit en la balanza comercial con China equivalente a 6.400 millones de
dólares-, se sigue la tendencia regional de la apertura hacia los nuevos
mercados, la consolidación de la alianza con los BRICS en un supuesto orden
multipolar que, hasta ahora, ha beneficiado principalmente las grandes empresas
multinacionales. Clave también es para el elegido a suceder a Cristina
Fernández la relación con Brasil. Durante el V congreso del PT, Scioli envió a
emisarios de confianza para hacerle llegar una carta de apoyo al ex presidente
Lula da Silva, que recambió el gesto diciendo que “la Argentina no debe
retroceder”.
El “cambio”
Mucho más agresiva es la propuesta que se extrae de las
posiciones de los asesores del derechista Mauricio Macri, candidato a
presidente por la coalición Cambiemos. En los últimos años este empresario ya
ha tenido posibilidad de mostrar sus posiciones en el ámbito internacional,
desde la de ceder a los pedidos de los fondos buitre, hasta la vuelta de las
relaciones carnales con Washinghton. Macri, al igual que muchos otros
representantes de la oposición, intentan desde hace años instalar la idea de
que Argentina está aislada a nivel internacional, que rompió los puentes con
las grandes potencias, y sólo se relaciona con Venezuela e Irán, países que
consideran dictaduras. En los últimos meses, se sumaron también fuertes
críticas al acercamiento con China y Russia, por no formar parte de los
tradicionales aliados del país. Es a partir de estas ideas que se estructura la
propuesta del macrismo y de otros espacios. Cabe recordad que el PRO cuenta hoy
también con el asesoramiento de especialistas del Partido Popular español,
relación construida especialmente a partir de su oposición a la estatización de
parte de YPF. En la Argentina, el principal asesor en política exterior del
macrismo es un ex funcionario de la Cancillería durante el menemismo, y actual
Subsecretario de Relaciones Internacionales e Institucionales de la Ciudad de
Buenos Aires, Fulvio Pompeo; lo acompañan Rogelio Pfirter, ex embajador en Gran
Bretaña, y Diego Guelar, ex embajador en Estados Unidos. Los tres conforman,
junto con otros ex embajadores, diplomáticos y estudiosos de las relaciones
internacionales, el Grupo Consenso, una entidad promovida por el Consejo
Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y que publicó hace poco
un documento intitulado “Seremos afuera lo que seamos adentro”. En los 20
puntos del documento se destaca justamente la necesidad de retomar las
relaciones con los países “más exitosos” del planeta, propone basar la
inserción internacional del país a través de la producción alimentaria y
energética -punto que, en mayor o menor medida, comparte con el oficialismo-, y
en ningún momento nombra organismos internacionales como la UNASUR o CELAC,
reconociendo sólo a la OEA y el Mercosur como mecanismos de integración. El
documento también lleva la firma de Jesús Rodriguez, asesor internacional de
Ernesto Sanz, de la Unión Cívica Radical, quien compite en la interna de la
coalición Cambiemos con Mauricio Macri; y de Juan Pablo Lohlé, ex embajador en
Brasil y actual asesor en política exterior de José Manuel de la Sota, también
pre candidato a presidente.
En el Grupo Consenso también se encuentran todos los
asesores internacionales de Sergio Massa, candidato por el Frente Renovador.
Este espacio anunció la formación del equipo a mediados de 2014 y desde
entonces sus declaraciones no pararon de generar rechazos. El coordinador es
Sebastian Velesquen, secretario de Relaciones Internacionales de Tigre,
ferviente defensor del líder opositor venezolano Leopoldo López en las redes
sociales. Resalta la presencia del ex secretario ejecutivo de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Santiago Cantón, que, denunciado
públicamente por Chávez, debió renunciar a su puesto en la CIDH a causa de su
vinculación con la CIA en tareas de desestabilización de gobiernos de la
región; actualmente forma parte del Robert F. Kennedy Center, un observatorio
norteamericano sobre Derechos Humanos. También asesoran al massismo el ex
vicecanciller de Carlos Menem, Andrés Cisneros, y otro ex vicecanciller Roberto
García Moritán, actualmente investigado por lavado de dinero a través del banco
BNP Paribas de Suiza. A nivel internacional, las propuestas opositoras no
difieren en sus líneas generales. Ambos hacen fuerte hincapié en un cambio en
las relaciones preferenciales hacia Europa y Estados Unidos, y subrayan la
necesidad de modificar la política cambiaria para favorecer la inversión.
La propuesta hacia el mundo
La distancia que existe entre las propuestas electorales
para este 2015 en el ámbito de las relaciones internacionales es más acotada con
respecto a lo que muchos simpatizantes de los gobiernos progresistas
latinoamericanos se esperarían. Continuidad y cambio coinciden en términos
generales en la apertura estratégica hacia los capitales extranjeros, hacia las
potencias tradicionales y se diferencian en la táctica a seguir. Todos
coinciden en la necesidad de afianzar las relaciones con el Mercosur, y
especialmente con Brasil, principal potencia del bloque que ya está actuando en
función de una mayor heterodoxia económica y diplomática. Las grandes
diferencias, hasta ahora, surgen a partir de la relación con las nuevas
potencias mundiales -Rusia y China principalmente-, que configuran ciertamente
un posicionamiento frente a los conflictos geopolíticos actuales.
Ninguno de ellos ha hecho siquiera mención al rol que
cumplen los movimientos sociales y populares de la región, o la agenda que
éstos han venido proponiendo sistemáticamente en todos los foros
internacionales a través de los delegados del ALBA. También es notorio el hecho
de que ningún espacio piense hoy estratégicamente el Parlasur. Por primera vez
se desarrollará la elección directa de diputados a esta instancia
supranacional, pero las listas se utilizaron para conformar a dirigentes
excluidos de las postulaciones locales, sin un debate amplio sobre su
importancia. Una falencia que pone de manifiesto la indiferencia hacia la
construcción de nuevas formas de gobernabilidad, con mayor protagonismo popular
y capacidad de decisión de las clases postergadas. En todos los casos, el debate
gira en torno a las grandes discusiones geopolíticas mundiales y la
macroeconomía. Quienes presentándose como supuesta alternativa al orden
tradicional del siglo XX, y quienes en cambio reivindicando aquella trayectoria
nefasta.
La región se torna entonces cada vez menos bolivariana. Sea
cual fuere el resultado en octubre, queda claro que el alejamiento de los
valores impulsados por la cumbre de los pueblos de Mar del Plata en 2005, de la
construcción de mecanismos financieros por fuera de las lógicas del capital que
fue germen del Banco del Sur, Petrocaribe, el Sucre, y de la integración
regional más profunda, la de los pueblos, no estarán en las agendas del próximo
presidente argentino.
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