lunes, 29 de junio de 2015

"La Argentina que asoma hacia el mundo". Lo que se viene en política exterior




Por Federico Larsen
Columnistas de NODAL

Los candidatos presidenciales en Argentina afilan su estrategia internacional. En todos los casos se apunta a una mayor relación con EEUU y Europa, y se diferencian en la relación con los BRICS en una América Latina cada vez menos bolivariana y cada vez más moderada.

Las elecciones de octubre en Argentina representan un nuevo capítulo en el lento cambio de etapa de las relaciones internacionales para América Latina (http://www.nodal.am/2015/02/la-mutacion-de-un-ciclo-en-america-latina-por-federico-larsen/). El ciclo revolucionario en la región, abierto en Venezuela con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia, muestra signos de reacomodamiento a las necesidades de los nuevos equilibrios internacionales y las demandas de mercado. Si los países del ALBA, que pusieron en su norte la construcción de un nuevo modelo humano y productivo hacia la constitución del socialismo del siglo XXI, viven hoy una etapa de resistencia, los llamados gobiernos “progresistas” se preparan para mantener cierta estabilidad con amplias concesiones a los sectores dominantes internacionales. Uruguay, Brasil y Argentina están a la cabeza de este proceso. Recobrada la gobernabilidad institucional puesta en jaque por la movilización popular entre los últimos años de la década de los ’90 y los primeros del 2000, las principales economías del Mercosur reacomodaron su política internacional al nuevo escenario global, y parecen aprestarse a retomar relaciones con las potencias tradicionales, aunque bajo nuevos criterios dictados por las disputas geopolíticas.

Los gobiernos consagrados en las elecciones de 2014 en Brasil y Uruguay, el crecimiento de las fuerzas neo-conservadoras en todo el continente -con la Alianza del Pacífico a la cabeza-, el debilitamiento del rol internacional de Venezuela, y cierto estancamiento en las economías agro-minero exportadoras, llevaron a varios países de la región a morigerar el optimismo con que se había encarado el proceso de integración latinoamericana hace diez años.

Las elecciones parlamentarias en Venezuela, y las presidenciales argentinas, pueden representar los últimos hitos de este proceso de moderación. En el primer caso, los comicios suponen una evidente intención desestabilizadora por parte de la oposición, en caso de obtener un caudal de votos relevantes, como sucedió en 2013. Pero el caso argentino es diferente. Los cambios se presentan a partir de las propuestas políticas que hacen tanto el oficialismo como la oposición, a partir de los proyectos que encarnan en el ámbito de la política internacional.

La “continuidad”

La llegada al poder de Nestor Kirchner en 2003 supuso el fin del incendio comenzado con las revueltas populares de diciembre de 2001, y el reacomodamiento de los sectores de poder en Argentina. Ese proceso continuó con el disciplinamiento interno al partido de gobierno, y la alineación a nivel internacional con los gobiernos progresistas y revolucionarios de la región. El enorme acumulado social y político del Partido Justicialista, y la adhesión de algunos movimientos sociales a éste, sirvieron luego como primera base social para mostrar a nivel internacional un gobierno con apoyo popular. El kirchnerismo tuvo la inteligencia de reestructurar el sistema de dominación política y económica en Argentina en función de los límites que las clases populares marcaron en su resistencia al neoliberalismo de los 90, e insertarse en la tendencia de cambios que vivía el continente. Kirchner fue uno de los mandatarios más importantes en la creación de arquitecturas diplomáticas que alejaran, aunque sea temporalmente, la influencia directa de EEUU en la economía y la política latinoamericana. Si bien esa influencia continuó claramente a través de la política militar y empresarial norteamericana, la creación de UNASUR supuso un alivio para la región de los mandatos de Washington.

Uno de los hombres clave en esa construcción, Rafael Follonier, es hoy el principal asesor en relaciones internacionales del candidato oficialista a la presidencia, Daniel Scioli. Coordinador de la Unidad Presidencial con rango de secretario de Estado, asesor de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández, Follonier abandonó la Casa Rosada a finales de 2013 para dedicarse a tejer las relaciones a nivel internacional del futuro candidato a presidente. En los años 70 fue militante de izquierda, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Esa experiencia le permitió conocer a otros militantes guerrilleros que luego llegarían a los más altos cargos del estado en sus países, como el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, Alí Rodriguez y Fidel Castro. Su amistad con Scioli se remonta a 1997, cuando Carlos Menem designó al ex deportista como candidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires, y Follonier, devenido en peronista, lo apoyó en el marco de la interna en el justicialismo porteño contra los partidarios de Miguel Ángel Toma.

Su debut como asesor del actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires se dio a finales de 2013. Entendiendo el rumbo que iba a tomar la propuesta de política exterior, logró que Scioli apareciera como invitado en el encuentro anual de la Fundación Clinton en Miami, sacandose sendas fotos junto al ex presidente norteamericano, el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, el multimillonario Carlos Slim, y el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno. Ese encuentro suscitó no pocas perspicacias, ya que Clinton y Santos, junto con el ex primer ministro británico Tony Blair, acababan de relanzar en Colombia su “Tercera Vía”, espacio político internacional de corte neoliberal. La estrategia planteada por Follonier también le permitió a Scioli visitar a varios mandatarios latinoamericanos como Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez y Horacio Cartes, y discutir allí sus propuestas para la región.

El equipo internacional del candidato oficialista también incluye al joven subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Peralta; el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, y el actual ministro de producción provincial, Cristian Breitenstein, señalado como principal candidato a ocupar la cancillería en caso de victoria de Scioli. A partir de las declaraciones de sus asesores como del mismo candidato, queda claro que el proyecto oficialista tiende a encolumnarse detrás de sus socios del Mercosur. Así como el gobierno uruguayo anunció el acercamiento con “otros socios” por fuera de América Latina, y Brasil evalúa la firma de acuerdos bilaterales con EEUU y la UE, el oficialismo argentino podría seguir ese rumbo. Las relaciones con los países del ALBA pasarían así de “prioritarias” a “cordiales”, y se incentivaría la inversión extranjera en el país, profundizando la estrategia que actualmente mantiene el gobierno con grandes multinacionales como Chevron, Barrick Gold o Monsanto. Aunque pueda llegar a sonar contradictorio, desde este espacio se propone mantener las estrechas relaciones entabladas con las potencias emergentes, especialmente Rusia y China. Si bien se trata de relaciones comerciales evidentemente desiguales -Argentina exporta materia prima e importa producción manufacturada con un déficit en la balanza comercial con China equivalente a 6.400 millones de dólares-, se sigue la tendencia regional de la apertura hacia los nuevos mercados, la consolidación de la alianza con los BRICS en un supuesto orden multipolar que, hasta ahora, ha beneficiado principalmente las grandes empresas multinacionales. Clave también es para el elegido a suceder a Cristina Fernández la relación con Brasil. Durante el V congreso del PT, Scioli envió a emisarios de confianza para hacerle llegar una carta de apoyo al ex presidente Lula da Silva, que recambió el gesto diciendo que “la Argentina no debe retroceder”.

El “cambio”

Mucho más agresiva es la propuesta que se extrae de las posiciones de los asesores del derechista Mauricio Macri, candidato a presidente por la coalición Cambiemos. En los últimos años este empresario ya ha tenido posibilidad de mostrar sus posiciones en el ámbito internacional, desde la de ceder a los pedidos de los fondos buitre, hasta la vuelta de las relaciones carnales con Washinghton. Macri, al igual que muchos otros representantes de la oposición, intentan desde hace años instalar la idea de que Argentina está aislada a nivel internacional, que rompió los puentes con las grandes potencias, y sólo se relaciona con Venezuela e Irán, países que consideran dictaduras. En los últimos meses, se sumaron también fuertes críticas al acercamiento con China y Russia, por no formar parte de los tradicionales aliados del país. Es a partir de estas ideas que se estructura la propuesta del macrismo y de otros espacios. Cabe recordad que el PRO cuenta hoy también con el asesoramiento de especialistas del Partido Popular español, relación construida especialmente a partir de su oposición a la estatización de parte de YPF. En la Argentina, el principal asesor en política exterior del macrismo es un ex funcionario de la Cancillería durante el menemismo, y actual Subsecretario de Relaciones Internacionales e Institucionales de la Ciudad de Buenos Aires, Fulvio Pompeo; lo acompañan Rogelio Pfirter, ex embajador en Gran Bretaña, y Diego Guelar, ex embajador en Estados Unidos. Los tres conforman, junto con otros ex embajadores, diplomáticos y estudiosos de las relaciones internacionales, el Grupo Consenso, una entidad promovida por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y que publicó hace poco un documento intitulado “Seremos afuera lo que seamos adentro”. En los 20 puntos del documento se destaca justamente la necesidad de retomar las relaciones con los países “más exitosos” del planeta, propone basar la inserción internacional del país a través de la producción alimentaria y energética -punto que, en mayor o menor medida, comparte con el oficialismo-, y en ningún momento nombra organismos internacionales como la UNASUR o CELAC, reconociendo sólo a la OEA y el Mercosur como mecanismos de integración. El documento también lleva la firma de Jesús Rodriguez, asesor internacional de Ernesto Sanz, de la Unión Cívica Radical, quien compite en la interna de la coalición Cambiemos con Mauricio Macri; y de Juan Pablo Lohlé, ex embajador en Brasil y actual asesor en política exterior de José Manuel de la Sota, también pre candidato a presidente.

En el Grupo Consenso también se encuentran todos los asesores internacionales de Sergio Massa, candidato por el Frente Renovador. Este espacio anunció la formación del equipo a mediados de 2014 y desde entonces sus declaraciones no pararon de generar rechazos. El coordinador es Sebastian Velesquen, secretario de Relaciones Internacionales de Tigre, ferviente defensor del líder opositor venezolano Leopoldo López en las redes sociales. Resalta la presencia del ex secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Santiago Cantón, que, denunciado públicamente por Chávez, debió renunciar a su puesto en la CIDH a causa de su vinculación con la CIA en tareas de desestabilización de gobiernos de la región; actualmente forma parte del Robert F. Kennedy Center, un observatorio norteamericano sobre Derechos Humanos. También asesoran al massismo el ex vicecanciller de Carlos Menem, Andrés Cisneros, y otro ex vicecanciller Roberto García Moritán, actualmente investigado por lavado de dinero a través del banco BNP Paribas de Suiza. A nivel internacional, las propuestas opositoras no difieren en sus líneas generales. Ambos hacen fuerte hincapié en un cambio en las relaciones preferenciales hacia Europa y Estados Unidos, y subrayan la necesidad de modificar la política cambiaria para favorecer la inversión.

La propuesta hacia el mundo

La distancia que existe entre las propuestas electorales para este 2015 en el ámbito de las relaciones internacionales es más acotada con respecto a lo que muchos simpatizantes de los gobiernos progresistas latinoamericanos se esperarían. Continuidad y cambio coinciden en términos generales en la apertura estratégica hacia los capitales extranjeros, hacia las potencias tradicionales y se diferencian en la táctica a seguir. Todos coinciden en la necesidad de afianzar las relaciones con el Mercosur, y especialmente con Brasil, principal potencia del bloque que ya está actuando en función de una mayor heterodoxia económica y diplomática. Las grandes diferencias, hasta ahora, surgen a partir de la relación con las nuevas potencias mundiales -Rusia y China principalmente-, que configuran ciertamente un posicionamiento frente a los conflictos geopolíticos actuales.

Ninguno de ellos ha hecho siquiera mención al rol que cumplen los movimientos sociales y populares de la región, o la agenda que éstos han venido proponiendo sistemáticamente en todos los foros internacionales a través de los delegados del ALBA. También es notorio el hecho de que ningún espacio piense hoy estratégicamente el Parlasur. Por primera vez se desarrollará la elección directa de diputados a esta instancia supranacional, pero las listas se utilizaron para conformar a dirigentes excluidos de las postulaciones locales, sin un debate amplio sobre su importancia. Una falencia que pone de manifiesto la indiferencia hacia la construcción de nuevas formas de gobernabilidad, con mayor protagonismo popular y capacidad de decisión de las clases postergadas. En todos los casos, el debate gira en torno a las grandes discusiones geopolíticas mundiales y la macroeconomía. Quienes presentándose como supuesta alternativa al orden tradicional del siglo XX, y quienes en cambio reivindicando aquella trayectoria nefasta.


La región se torna entonces cada vez menos bolivariana. Sea cual fuere el resultado en octubre, queda claro que el alejamiento de los valores impulsados por la cumbre de los pueblos de Mar del Plata en 2005, de la construcción de mecanismos financieros por fuera de las lógicas del capital que fue germen del Banco del Sur, Petrocaribe, el Sucre, y de la integración regional más profunda, la de los pueblos, no estarán en las agendas del próximo presidente argentino.

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