EL TESTIMONIO DEL ESPECIALISTA CARLOS OSORIO CON DOCUMENTOS
QUE ARRANCAN EN 1972
Director del prestigioso Proyecto Documentación Cono Sur del
Archivo de Seguridad Nacional en Washington, habló en el juicio en Buenos
Aires. Trajo decenas de documentos que muestran el rol de EE.UU. y la CIA en la
coordinación entre países de la represión, que arrancó mucho antes de lo
pensado.
Carlos Osorio es el director del Proyecto Documentación Cono
Sur del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad de Washington. Este
archivo es uno de los lugares que guarda los documentos desclasificados del
Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre las dictaduras de la región.
Osorio declaró diez horas en el juicio oral por el Cóndor que se hace en Buenos
Aires y que la semana próxima entra en la etapa de alegatos. El investigador
presentó un Excel de 900 documentos, 40 por ciento de los cuales provienen del
acervo norteamericano y otro tanto del Archivo del Terror paraguayo. De los
900, seleccionó 100 para la audiencia. Su serie no empieza en 1975 con la
sabida conferencia de Inteligencia en Chile, en la que se instituyó formalmente
la coordinación de las fuerzas represivas bajo el nombre de Cóndor. Empieza en
1972, algo que es su clave de lectura sobre ese proceso. Cuando los defensores
vieron en la pantalla de la sala la primera pieza, uno levantó la mano alarmado
y objetó lo que le parecía fuera del objeto de juicio. El presidente del
Tribunal Oral Federal N° 1 Oscar Amirante lo interrumpió: “Usted tiene
conocimiento de cuándo empezó el Plan Cóndor –le dijo el juez–, el tribunal
todavía no”.
La escena encierra una de las preguntas de este juicio.
“¿Todo esto está vinculado con lo que se llamó Plan Cóndor?”, le preguntaron al
investigador. “Pienso que sí”, fue la respuesta. “Si uno establece metodologías
y los nombres que comienzan a intervenir en el primer período, verá que todo es
parte de la misma materia que aparecerá investigada mas adelante.”
Esta mirada cronológica de los documentos le permitió a
Osorio leer a 1975 como la institucionalización de un proceso previo, sostenido
en convenios y acciones bilaterales. La progresión muestra acuerdos puntuales,
informales y hasta sostenidos por relaciones personales entre agentes de
inteligencia y entre oficiales. También encuentros que comienzan a hacerse más
frecuentes y periódicos a medida que los tiempos se hacían más calientes.
Muestran cómo se aceleraron las comunicaciones. Cómo y quiénes estaban bajo la
lupa. Hay nombres de líderes de las organizaciones políticas y armadas.
Internas en los servicios de inteligencia. Pero además, o especialmente, dan
cuenta del rol de Estados Unidos.
La progresión
Del enorme caudal de documentos, pueden tomarse dos para
explicar de qué habla Osorio cuando habla de un proceso en evolución. El
primero, menos conocido, es del 12 de septiembre de 1972 un acuerdo secreto
bilateral de Inteligencia entre las fuerzas armadas de Paraguay y el Ejército
argentino. El texto llama a “aunar esfuerzos de las agencias de Inteligencia
sobre grupos u organizaciones”. Y a “prestar colaboración mutua en la lucha
contra la subversión mediante medidas oportunas, desalentando elementos presentes
en uno u otro país”. Argentina presenta un informe sobre los grupos
“insurreccionales paraguayos o extranjeros” que detectó en la zona del
nordeste. Señala que “la región del nordeste del país no puede sustraerse de la
presión marxista”. Describe la presencia de tupamaros en esa región, ingreso de
armamentos, movimientos en el ámbito estudiantil de alumnos paraguayos.
Menciona que los “sacerdotes y laicos para el Tercer Mundo tienen vigencia y
presencia en casi todas las provincias” bajo esa brigada. Hablan del ERP y
Montoneros. Y de altos dirigentes de las organizaciones de Paraguay que “actúan
en nuestro país” y “han desaparecido del ámbito” luego de haber “sufrido”,
aparentemente, “un golpe con la internación de estos dirigentes y la estrecha
vigilancia sobre ellos”. Hay un anexo de boletín del Servicio de Inteligencia
de Uruguay sobre los tupas. Mas adelante otro documento del agregado militar de
la Embajada de Brasil.
Los datos, las referencias y el concierto de países del
documento permiten entender por qué Osorio lo incorporó. Pero más allá de lo
que dice, el investigador valoró lo que el documento no dice: “Este documento
está mostrando que esta es una última reunión de una serie de reuniones que se
vienen desarrollando de modo periódico. Muestra también que es un acuerdo que,
como muestran otros documentos más adelante, continuarán desarrollándose a
futuro”. Y agregó: “Sólo quería mostrarlo como una primera muestra de un tipo
de patrón que más adelante podemos identificar que es esta colaboración
bastante íntima. Es interesante ver que no se hace referencia a ningún patrón
de ‘cooperación’ entre los dos países. Sino que lo que se observa es una
práctica de camaradería entre los dos ejércitos. No hay ninguna mención a un
marco legal que limite actividades y que esté operando. Quería sólo mostrar
esto”.
Munido de una pantalla, su Excel y el enlace interactivo a
los documentos, todo lo que decía se veía en tiempo real ampliado en la
pantalla grande de la sala. A continuación mostró otros documentos del año
siguiente, 1973, que con el final del gobierno de Salvador Allende y el
fantasma de la “invasión marxista” en la región es un año que Osorio entiende
como “el momento en el que en el Cono Sur se empiezan a estrechar las
relaciones entre estos organismos. En el ’75 esto se coagula”. Entre los
papeles hay piezas como los documentos de Arancibia Clavel que van relatando
las espinosas internas en Argentina entre el Servicio de Inteligencia del
Ejército (SIE) y la SIDE.
El segundo documento destacable es más conocido, es del 28
de noviembre de 1975 durante la clausura de la primera reunión de Inteligencia
Nacional celebrada en Chile desde el 25 de noviembre. Fue varias veces
publicado porque la reunión le da al “sistema” el nombre de Cóndor. Lleva la
firma de los responsables de Inteligencia de cinco países: Jorge Casas, capitán
de navío, jefe de la delegación argentina y quien según Osorio era vox populi
entre los investigadores su adscripción a la SIDE; Carlos Mena, mayor del
ejército, jefe de la delegación Bolivia; Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de la
DINA chilena; José Fons, coronel del ejército, jefe de la delegación de
Uruguay; Benito Guanes Serrano, coronel del ejército y jefe de la delegación
paraguaya.
Este documento formaliza eso que hasta entonces no aparecía
con claridad: la “cooperación”. En las conclusiones señala que “se dan por
iniciados a partir de esta fecha los contactos bilaterales o multilaterales a
voluntad de los respectivos países aquí participantes para el intercambio de
información subversiva, abriendo propios o nuevos carteles de antecedentes de
los respectivos servicios”. Los presentes asumen como tarea formar “una oficina
coordinadora destinada a proporcionar antecedentes de personas y/o
organizaciones conectadas con la subversión”. Generar un directorio completo de
nombres que trabajan en inteligencia “para solicitar directamente los
antecedentes de personas y organizaciones conectadas directa o indirectamente
con el marxismo”.
Hay recomendaciones. Entre ellas, contacto muy directo y
rápido cuando se expulsa del país a un individuo o viaja un sospechoso para
alertar a los servicios de Inteligencia. Colocar a disposición del equipo
técnico los antecedentes que posee la Inteligencia. Habilitación en las
embajadas para personal de Inteligencia nacional o similares como enlaces
directos y personales plenamente acreditados ante los servicios. Facilitar los
medios para publicar información destinada a atacar “la subversión”. Agregan
datos para una próxima reunión una semana antes de la reunión de comandantes
del Ejército. Y finalmente disponen el nombre y formas de incorporación: “El
presente organismo se denominará Cóndor aprobado por unanimidad conforme a la
moción presentada por la delegación de Uruguay en homenaje al país sede. La inclusión
de países del sistema Cóndor deberá contar con la aprobación de los países de
la primera conferencia”.
Osorio volvió a decir en la audiencia que esto parte de una
práctica más larga. “Este documento lista muchas actividades, relaciones,
prácticas, que ya estaban desarrolladas de modo bilateral por muchos años. Lo
que hizo este encuentro es darle una institucionalidad, un reconocimiento, y
decir que de alguna manera había que blindar esas prácticas.”
“Como dice la CIA, ya en el ’74 conversaron sobre la
necesidad de generar una coordinación. Se ve que las redes militares ya son muy
estrechas. Hay comunicaciones muy fluidas. Y venían viendo la necesidad desde
entonces, pero en 1975 se formaliza cuando sí nace la Operación Cóndor. En la
práctica lo que hace no es solamente reconocer lo que ya se está haciendo sino
sentar las bases. Es como construir un edificio para que tengamos todos
nuestras oficinas. En lugar de estar todos dispersos, dicen juntémonos y
hagamos funcionar más todo esto. Es un edifico. El edificio es todo el
lineamiento.”
Estados Unidos
Una pregunta que late en el juicio es el rol de Estados
Unidos. Cómo probar la presencia, coordinación o participación de acuerdo a los
parámetros de un juicio. No hay un sólo documento que muestre eso con todas las
palabras, pero la serie y el contexto con la Escuela de las Américas y el
Comando Sur en funcionamiento aportaron datos para ver rol y ambivalencias. Dos
documentos dan cuenta de lo último.
El primero es muy conocido entre quienes saben del Cóndor.
Es del 10 de junio de 1976, tiene forma de relatoría y da cuenta de una
conversación entre el secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger y el
ministro de Relaciones Exteriores de Argentina César Augusto Guzzetti. En el
documento, Guzzetti describe la coordinación de Inteligencia con las dictaduras
del Cono Sur. Explica que el problema del terrorismo está generalizado. Señala
que para combatir “el problema” están tratando de unir esfuerzos con Chile,
Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. Kissinger le responde con una frase muy
conocida: “Si hay cosas que tengan que ser hechas, deben hacerlas rápido. Pero
deben volver rápido a procedimientos normales”.
El 13 de agosto de 1976 el Departamento de Estado emite un
documento muy protocolar y una posición bien distinta. “El gobierno de los
Estados Unidos se ha dado cuenta del plan de los países Cóndor de participar en
una cooperación para asesinar subversivos y exiliados políticos dentro y fuera
de los países que pertenecen a la Operación Cóndor”, indicó Osorio en su
traducción. “Y el Departamento de Estado elabora un borrador en el que ordena a
sus embajadas conseguir citas con los niveles más altos, lo más pronto posible.
Deben expresar que ‘mientras aprobamos el intercambio de Inteligencia e
información, los planes de asesinatos internacionales son muy serios y crearían
problemas en las relaciones con los Estados Unidos’.” El punto 10 dice a las
embajadas del Cono Sur que “deben por supuesto tener en claro que ninguna
agencia del gobierno de los EE.UU. sea implicada de ninguna manera en
intercambiar información o datos sobre un individuo subversivo con los
gobiernos locales, incluso en esos países donde proponemos expandir nuestro
intercambio de información. Es esencial que de ninguna manera nosotros pongamos
o apuntemos el dedo sobre individuos que pueden ser candidatos de intentos de
asesinato”.
Este documento no es Kissinger, dijo Osorio a modo
ilustrativo: es el Departamento de Estado. “Realmente el Departamento de Estado
tiene dos voces en esta época –dijo– y esto es tema de discusión en libros
enteros.” De hecho, en investigaciones sobre Cóndor se habla de “la luz verde y
la luz roja”. Lo que se ve es que “el Departamento de Estado le está diciendo a
los ejércitos de la región que no podían continuar con este nivel de
asesinatos. Están diciendo: ya sabemos que Cóndor está matando gente. Y
líderes. Eso no puede ser. Noso-tros queremos parar eso. Podemos cooperar pero
es éticamente imposible de sostener”.
Ahora bien, agregó Osorio, “Kissinger le dice a Guzzetti
otra cosa, les da el guiño a los militares argentinos en particular, pero
también lo hizo en Chile y en otras partes. La política oficial del
Departamento de Estado está marcada por el Congreso de Estados Unidos que tiene
un debate en ese momento sobre las violaciones a los derechos humanos que está
recorriendo el mundo debido a la influencia de las agencias de Inteligencia y
las agencias militares. El Departamento de Estado asume como política oficial
la promoción de los derechos humanos en ese momento”.