lunes, 20 de abril de 2015

Un “Consenso” que huele a Washington. Una crítica al primer documento del Grupo Consenso




Por Leandro Morgenfeld 


El miércoles pasado se conoció un pronunciamiento del autodenominado “Grupo Consenso” relacionado a la política exterior que, supuestamente, la Argentina debería seguir en los próximos años, con críticas a la actual política exterior, apenas solapadas por el estilo diplomático.

Entre los firmantes del primer documento, denominado “Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina: Seremos afuera lo que seamos dentro”, se distinguen las firmas de referentes y asesores en materia internacional del PRO -Diego Guelar-, la UCR -Jesús Rodríguez y Mario Verón Guerra-, el Frente Renovador -Andrés Cisneros- y el Peronimo Federal -Juan Pablo Lohelé-. Adhirieron, además, políticos como Alfredo Atanasof y Alieto Guadagni, académicos como Roberto Russell y hasta el cuestionado dueño del periódico La Nueva Provincia, Vicente Massot. También participaron referentes vinculados al sciolismo, aunque luego se abstuvieron de firmarlo.
Asistieron a la presentación el ex presidente Fernando De la Rúa (quien fue canciller en su gobierno, Adalberto Rodríguez Giavarini ofició como presentador del grupo) y el gobernador de Córdoba y precandidato presidencial, José Manuel De la Sota.

Lo más llamativo del texto son algunas omisiones fundamentales para comprender la última década. Por ejemplo, no da cuenta del “No al ALCA” en Mar del Plata (2005), que permitió la aparición posterior de nuevas instancias de integración (ALBA) y de coordinación y cooperación política (UNASUR y CELAC) en América Latina y el Caribe. Ninguna de estas herramientas es siquiera mencionada, lo que configura un claro ocultamiento. ¿Se puede escribir un documento con tamañas pretensiones y no mencionar a la unión de 33 países de América Latina y el Caribe, que ha tomado forma bajo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños? ¿Se puede mencionar a la ONU como foro privilegiado en la escena internacional -como se hace en reiterados pasajes- sin mencionar al G77+China, el principal bloque dentro de esta organización, donde precisamente la Argentina participa con gran peso junto al resto de la región?

El documento presenta las críticas en forma solapada: pide “insertar adecuadamente” a la Argentina en el mundo, que el país se transforme en un actor global “responsable”, partiendo de nuestra “identidad occidental” y defendiendo las “instituciones republicanas, la división de poderes, la libertad de expresión, los derechos humanos y las garantías individuales”. Se asume, entonces, que eso no está ocurriendo actualmente. Pide consolidar los valores de una “sociedad abierta, moderna y respetuosa del ordenamiento internacional”.

En síntesis, hay que volver a ser un país “normal” y “serio”, como vienen proclamando muchos de los firmantes en los últimos años. O sea, asumir nuestra condición periférica y evitar cuestionar el rol de gendarme del capital que hace décadas ejerce Estados Unidos, con Europa y Japón como socios. Cualquier referencia al imperio del capital brilla por su ausencia ya que el documento parte de la necesidad de aceptar el status quo internacional.

El texto fundacional plantea, además, la necesidad de establecer una “adecuada convergencia entre el Mercosur atlántico y la promisoria Alianza del Pacífico”, pero sin dar cuenta de que, precisamente, esta última -impulsada por México, Colombia, Perú y Chile, que firmaron Tratados de Libre Comercio con EEUU tras la derrota del ALCA- es la herramienta para intentar una restauración conservadora y para imponer una agenda neoliberal.

Además, bajo la idea de “fortalecer nuestras tradicionales relaciones con Europa y EEUU”, se pide al próximo gobierno encarar una política exterior diferente a la actual, que precisamente ha estado enfocada a estrechar acuerdos con los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, sin dejar de lado históricas relaciones del país. En definitiva, se demanda una “apertura” del Mercosur, orientada a la UE y EEUU, una idea sobre la cual las derechas latinoamericanas vienen trabajando con fuerza en los últimos años.

Justamente, las negociaciones de Brasil con la UE para un acuerdo bilateral de libre comercio, o los coqueteos del gobierno uruguayo con Estados Unidos son una de las principales amenazas porque podrían fracturar definitivamente el Mercosur.

La ausencia de un análisis sobre el bloque BRICS es (mal) intencionada: es precisamente con estos países que ha aumentado notoriamente la cooperación de la Argentina en la última década. Nuevamente recurrimos a las preguntas: ¿Se puede pretender interpretar la realidad mundial sin referirse a China (sólo mencionan al eje “Asia-Pacífico”)? ¿Es viable analizar la situación internacional sin referirse a la crisis económica que atraviesa Europa?

El documento resalta como positiva la especialización en la producción de alimentos y energía, alentando un esquema reprimarizador y extractivista que genera exclusión y destruye el medio ambiente, permitiendo ganancias extraordinarias para un núcleo reducido de la clase dominante -y los grandes capitales externos con los que se asocia- y una escasa diversificación productiva.

Retomando la agenda de Estados Unidos, señala que los principales enemigos a escala global son el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado. No dice nada de cómo esas “amenazas” se utilizaron para dar sustento a invasiones militares unilaterales ni a campañas de desestabilización de gobiernos adversarios de Estados Unidos.

El “Consenso” al que aspiran los firmantes de este documento, por los dichos y las omisiones mencionadas, parece más cercano al “Consenso de Washington” de los 90, cuando la política económica de nuestros países era condicionada por los organismos multilaterales de crédito, al calor de una indiscutible hegemonía estadounidense a nivel mundial.


Con cierta nostalgia de las “relaciones carnales” que primaron en aquella década, y utilizando un lenguaje aggiornado, los firmantes de este documento apuntan a una restauración conservadora en la política exterior argentina e impulsan la vuelta a una inserción internacional dependiente. Dado que los impulsores de esta orientación supuestamente “realista” son referentes de los principales candidatos de la oposición, el panorama es más bien sombrío.

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