Por Leandro Morgenfeld
El miércoles pasado se conoció un pronunciamiento del
autodenominado “Grupo Consenso” relacionado a la política exterior que,
supuestamente, la Argentina debería seguir en los próximos años, con críticas a
la actual política exterior, apenas solapadas por el estilo diplomático.
Entre los firmantes del primer documento, denominado
“Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina: Seremos afuera lo que
seamos dentro”, se distinguen las firmas de referentes y asesores en materia
internacional del PRO -Diego Guelar-, la UCR -Jesús Rodríguez y Mario Verón
Guerra-, el Frente Renovador -Andrés Cisneros- y el Peronimo Federal -Juan
Pablo Lohelé-. Adhirieron, además, políticos como Alfredo Atanasof y Alieto
Guadagni, académicos como Roberto Russell y hasta el cuestionado dueño del
periódico La Nueva Provincia, Vicente Massot. También participaron referentes
vinculados al sciolismo, aunque luego se abstuvieron de firmarlo.
Asistieron a la presentación el ex presidente Fernando De la
Rúa (quien fue canciller en su gobierno, Adalberto Rodríguez Giavarini ofició
como presentador del grupo) y el gobernador de Córdoba y precandidato
presidencial, José Manuel De la Sota.
Lo más llamativo del texto son algunas omisiones
fundamentales para comprender la última década. Por ejemplo, no da cuenta del
“No al ALCA” en Mar del Plata (2005), que permitió la aparición posterior de
nuevas instancias de integración (ALBA) y de coordinación y cooperación
política (UNASUR y CELAC) en América Latina y el Caribe. Ninguna de estas
herramientas es siquiera mencionada, lo que configura un claro ocultamiento.
¿Se puede escribir un documento con tamañas pretensiones y no mencionar a la
unión de 33 países de América Latina y el Caribe, que ha tomado forma bajo la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños? ¿Se puede mencionar a la ONU
como foro privilegiado en la escena internacional -como se hace en reiterados
pasajes- sin mencionar al G77+China, el principal bloque dentro de esta
organización, donde precisamente la Argentina participa con gran peso junto al
resto de la región?
El documento presenta las críticas en forma solapada: pide
“insertar adecuadamente” a la Argentina en el mundo, que el país se transforme
en un actor global “responsable”, partiendo de nuestra “identidad occidental” y
defendiendo las “instituciones republicanas, la división de poderes, la
libertad de expresión, los derechos humanos y las garantías individuales”. Se
asume, entonces, que eso no está ocurriendo actualmente. Pide consolidar los
valores de una “sociedad abierta, moderna y respetuosa del ordenamiento
internacional”.
En síntesis, hay que volver a ser un país “normal” y
“serio”, como vienen proclamando muchos de los firmantes en los últimos años. O
sea, asumir nuestra condición periférica y evitar cuestionar el rol de gendarme
del capital que hace décadas ejerce Estados Unidos, con Europa y Japón como
socios. Cualquier referencia al imperio del capital brilla por su ausencia ya
que el documento parte de la necesidad de aceptar el status quo internacional.
El texto fundacional plantea, además, la necesidad de
establecer una “adecuada convergencia entre el Mercosur atlántico y la
promisoria Alianza del Pacífico”, pero sin dar cuenta de que, precisamente,
esta última -impulsada por México, Colombia, Perú y Chile, que firmaron
Tratados de Libre Comercio con EEUU tras la derrota del ALCA- es la herramienta
para intentar una restauración conservadora y para imponer una agenda neoliberal.
Además, bajo la idea de “fortalecer nuestras tradicionales
relaciones con Europa y EEUU”, se pide al próximo gobierno encarar una política
exterior diferente a la actual, que precisamente ha estado enfocada a estrechar
acuerdos con los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, sin dejar de
lado históricas relaciones del país. En definitiva, se demanda una “apertura”
del Mercosur, orientada a la UE y EEUU, una idea sobre la cual las derechas
latinoamericanas vienen trabajando con fuerza en los últimos años.
Justamente, las negociaciones de Brasil con la UE para un
acuerdo bilateral de libre comercio, o los coqueteos del gobierno uruguayo con
Estados Unidos son una de las principales amenazas porque podrían fracturar
definitivamente el Mercosur.
La ausencia de un análisis sobre el bloque BRICS es (mal)
intencionada: es precisamente con estos países que ha aumentado notoriamente la
cooperación de la Argentina en la última década. Nuevamente recurrimos a las
preguntas: ¿Se puede pretender interpretar la realidad mundial sin referirse a
China (sólo mencionan al eje “Asia-Pacífico”)? ¿Es viable analizar la situación
internacional sin referirse a la crisis económica que atraviesa Europa?
El documento resalta como positiva la especialización en la
producción de alimentos y energía, alentando un esquema reprimarizador y
extractivista que genera exclusión y destruye el medio ambiente, permitiendo
ganancias extraordinarias para un núcleo reducido de la clase dominante -y los
grandes capitales externos con los que se asocia- y una escasa diversificación
productiva.
Retomando la agenda de Estados Unidos, señala que los
principales enemigos a escala global son el terrorismo, el narcotráfico y el
crimen organizado. No dice nada de cómo esas “amenazas” se utilizaron para dar
sustento a invasiones militares unilaterales ni a campañas de desestabilización
de gobiernos adversarios de Estados Unidos.
El “Consenso” al que aspiran los firmantes de este
documento, por los dichos y las omisiones mencionadas, parece más cercano al
“Consenso de Washington” de los 90, cuando la política económica de nuestros
países era condicionada por los organismos multilaterales de crédito, al calor
de una indiscutible hegemonía estadounidense a nivel mundial.
Con cierta nostalgia de las “relaciones carnales” que
primaron en aquella década, y utilizando un lenguaje aggiornado, los firmantes
de este documento apuntan a una restauración conservadora en la política
exterior argentina e impulsan la vuelta a una inserción internacional
dependiente. Dado que los impulsores de esta orientación supuestamente
“realista” son referentes de los principales candidatos de la oposición, el
panorama es más bien sombrío.
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