LEANDRO MORGENFELD*
El inicio de negociaciones entre Estados Unidos y
Cuba. Debates y controversias sobre los cambios económicos y sociales de la
isla. El reordenamiento geopolítico y la importancia de los organismos de
integración regional: Unasur, CELAC, ALBA.
El 17 de
diciembre pasado Barack Obama y Raúl Castro concitaron la atención mundial al
anunciar el inicio de negociaciones para normalizar las relaciones entre
Estados Unidos y Cuba. Este giro en la histórica política agresiva por parte del
imperio generó todo tipo de debates. Lo que en un principio parecía un camino
relativamente sencillo, que se coronaría antes de la VII Cumbre de las Américas
(Panamá, 10 y 11 de abril), en realidad se percibe ahora como un proceso largo
y complejo. Los encuentros bilaterales del más alto nivel se iniciaron en enero
de este año –con la visita de Roberta Jacobson a La Habana-, siguieron en
febrero, sin avances sustanciales, y tuvieron un tercer capítulo el 16 de
marzo, nuevamente en la capital cubana, apenas una semana después de las
sanciones de Obama contra Venezuela que generaron el repudio de la UNASUR.
Estados Unidos tiene premura ya que pretende la apertura de embajadas antes del
cónclave de Panamá. Cuba pretende, entre otras cuestiones, ser retirada de la
lista de países que promueven el terrorismo y además que se den pasos firmes
hacia el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero.
Estados Unidos tiene premura ya que pretende la
apertura de embajadas antes del cónclave de Panamá. Cuba pretende, entre otras
cuestiones, ser retirada de la lista de países que promueven el terrorismo y
además que se den pasos firmes hacia el levantamiento del bloqueo económico,
comercial y financiero.
Si bien la mayoría de los
análisis se centraron en las causas que llevaron a la Casa Blanca al cambio de política
-al fin y al cabo, Estados Unidos es el que agredió y agrede a la isla, desde
1961-, también es importante preguntarse qué impulsó al gobierno cubano a
llevar a cabo durante 18 meses las negociaciones con su histórico enemigo que
desembocaron en el anuncio conjunto de ambos mandatarios. Es cierto que Cuba –y
prácticamente la totalidad de los países de la ONU, con la excepción de Israel-
viene demandando hace décadas el fin del bloqueo y demás acciones tendientes a
aislar a la isla y a forzar el colapso económico y político de la revolución. Y
también es de larga data el reclamo mundial por la liberación de los 5 héroes
cubanos injustamente apresados en Estados Unidos, que se terminó de completar
en diciembre pasado, el mismo día que Obama y Castro hacían el anuncio
conjunto. Sin embargo, más allá del gran logro que implicó la liberación de
presos y el reconocimiento por parte de Obama del fracaso del bloqueo, para
comprender el afán negociador cubano es preciso entender los cambios
socioeconómicos que se vienen instrumentando en la isla, a partir de las
debilidades de su economía.
Desde hace cuatro años, se vienen introduciendo en
Cuba una serie de reformas, […] que incluyen la mercantilización de ciertas
actividades y la apertura al ingreso del capital extranjero, aunque el Estado
sigue teniendo un rol preponderante y continúa controlando los principales
medios de producción
Desde
hace cuatro años, se vienen introduciendo en Cuba una serie de reformas,
oficialmente denominadas “actualización del modelo económico cubano”, que
incluyen la mercantilización de ciertas ctividades y la apertura al ingreso del capital extranjero, aunque el Estado
sigue teniendo un rol preponderante y continúa controlando los principales
medios de producción. En los próximos meses, será interesante analizar cómo los
acuerdos con Estados Unidos pueden impactar en ese proceso. La burguesía y el
gobierno estadounidenses apuestan a que la distensión con Cuba se transforme en
un impulso hacia una transición al capitalismo y el colapso del sistema
político, al estilo de lo que ocurrió en la Unión Soviética hace un cuarto de
siglo.
En las
fuerzas populares y de izquierda latinoamericana, que reconocen que es
necesario implementar una serie de reformas en la economía cubana, se produjo
un amplio debate. Para algunos críticos, fundamentalmente desde corrientes
trotskistas, esta apertura hacia el capital estadounidense no hará más que
profundizar el avance del capitalismo y reforzar la formación de una burguesía,
a partir de la burocracia que hoy controla el Estado, siguiendo el modelo
chino. Otros, en cambio, destacan la vigencia de la epopeya
cubana –logró
soportar el asedio incluso tras el colapso de la Unión Soviética y la
profundización del bloqueo y las sanciones por parte de Estados Unidos en los
últimos 25 años- y acentúan el amplio debate que se está produciendo en la isla
entre los partidarios de preservar la preeminencia del Estado, los que
promueven la ampliación de los mecanismos mercantiles y quienes defienden la
necesidad de desarrollar una alternativa autogestionaria, en base al desarrollo
de las cooperativas.
Estados Unidos quiere reordenar su patio trasero
[…] está alentando el reposicionamiento de los gobiernos derechistas que siguen
abrazando abiertamente el neoliberalismo –por eso impulsa la extensión de la
‘Alianza del Pacífico’- y a la vez desplegando una nueva ofensiva contra el eje
bolivariano.
Es cierto
que hace años que se viene produciendo una apertura al capital extranjero
–China, España, Canadá y Brasil cuentan con inversiones en la isla-, pero el
desembarco de multinacionales estadounidenses podría significar un salto cuanti
y cualitativo, lo cual implicaría un desafío para quienes buscan evitar la
implantación del capitalismo y la formación y consolidación de una burguesía.
Éste es uno de los principales peligros que entraña la anunciada distensión
bilateral. La resolución de este proceso, de todas formas, no puede anticiparse
ya que dependerá de la correlación de fuerzas políticas, sociales e
ideológicas, tanto en Cuba, como en el resto de Nuestra América.
Es muy importante que Nuestra América sostenga los
espacios de coordinación política –UNASUR y CELAC- a la vez que recupere la
dinámica que supo tener el proyecto de integración alternativa –el ALBA-, pieza
clave para la derrota del ALCA hace una década.
Estados Unidos quiere reordenar
su patio trasero luego de soportar importantes desafíos en lo que
va del siglo XXI: está alentando el reposicionamiento de los gobiernos
derechistas que siguen abrazando abiertamente el neoliberalismo –por eso
impulsa la extensión de la “Alianza del Pacífico”- y a la vez desplegando una
nueva ofensiva contra el eje bolivariano –la bochornosa declaración, el 9 de
marzo, de la “emergencia nacional” por la supuesta “amenaza a la seguridad nacional”
que representaría Venezuela es una muestra más del rol imperial que Obama sólo
por momentos logra disimular- y contra los gobiernos signados como
“populistas”. En este contexto, es muy importante que Nuestra América sostenga
los espacios de coordinación política –UNASUR y CELAC- a la vez que recupere la
dinámica que supo tener el proyecto de integración alternativa –el ALBA-, pieza
clave para la derrota del ALCA hace una década. Cuba jugó y juega un rol clave
en estas instancias alternativas, y por eso las fuerzas populares de la región
miran con interés el devenir de las negociaciones con Estados Unidos. Festejan
los logros de David contra Goliat –no es menor que la Casa Blanca haya tenido
que reconocer el fracaso de más de medio siglo de agresiones contra la pequeña
isla-, pero a la vez no son ingenuas, ya que vislumbran que el entendimiento de
La Habana con el gigante del norte entraña una serie de peligros y desafíos
inéditos. Cuba, pese a su tamaño real, tuvo y tiene un valor simbólico
excepcional en Nuestra América.
*Doctor
en Historia. Docente UBA. Investigador del IDEHESI-CONICET
leandromorgenfeld@hotmail.com /@leandromorgen
leandromorgenfeld@hotmail.com /@leandromorgen
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