Los buitres sobrevuelan la Casa Blanca
La Casa Rosada venía dando, desde hace varios
meses, un giro "pro mercado" para volver a tomar deuda externa. Los
hitos más importantes dentro de esa estrategia fueron los arreglos con
el Club de París, varias empresas que litigaban en el CIADI y con
Chevron, para la explotación de Vaca Muerta. Esa estrategia, a mi juicio
incorrecta, encontró un freno a partir del fallo negativo del juez
Thomas Griesa. Desde ese momento, el gobierno argentino buscó dilatar el
conflicto con los fondos buitre hasta enero, cuando vence la clausula
RUFO, y mientras tanto trata de conseguir financiamiento externo por
otras vías (por ejemplo desde China). Ante este escenario, la Casa
Rosada busca utilizar el litigio con los buitres para recuperar una
retórica nacionalista y confrontativa con Estados Unidos. En ese
contexto, la carta de la presidenta denuncia que dentro de la
Administración Obama hay sectores que participan del lobby a favor de
los fondos buitre y Wall Street.
La carta de ayer grafica la decepción de la Casa Rosada para con el accionar de la Casa Blanca. Si en un principio había expectativas de que Obama iba a enfrentar a los fondos buitres, ahora se explicita esa decepción. La denuncia contra Soderberg irrumpe a muy pocos días de la próxima cumbre del G-20 en Australia, donde la Argentina va a continuar con su planteo internacional para denunciar el papel de los fondos en las renegociaciones de deudas soberanas.
De este modo, la carta se transforma en un paso más dentro de la ofensiva internacional argentina para denunciar la complicidad de los fondos especulativos y los distintos poderes en Estados Unidos: ya se habían cargado contra el poder judicial y legislativo, ahora se apunta a la connivencia del ejecutivo.
La carta desnuda la distancia entre la retórica de la administración Obama, que hablaba de limitar los derbordes de los grandes especuladores, y una realidad que muestra cómo los lobbies de esos grupos tienen alta penetración en todos los estamentos del poder en Washington. Esta manifestación pública del gobierno argentino es un claro indicio de que la relación bilateral está lejos de distenderse. No es casual, tampoco, la dilación en la confirmación por parte del Senado norteamericano del embajador Noah Mamet, nominado por Obama hace más de un año.
La vacancia en la representación diplomática en Buenos Aires confirma la política del gobierno estadounidense de enfriar las relaciones con países no tan alineados, como la Argentina. Una medida totalmente distinta al tratamiento de Washington para con los miembros de la Alianza del Pacífico o con el propio Brasil, con quien busca un acercamiento, luego de haberse resignado a la reelección de Dilma Rousseff.
Teniendo en cuenta la experiencia histórica, es de suponer que en los próximos meses, previos a la elección presidencial en Argentina, el gobierno refuerce una retórica antinorteamericana, que usualmente genera réditos electorales. Más teniendo en cuenta que quien se perfila como principal opositor es Sergio Massa, quien quedó muy expuesto por el escándalo de Wikileaks desde 2010. Es problable, entonces, que la escalada verbal con Washington se intensifique en los meses venideros. La pirotecnia entre el lobby buitre y el gobierno argentino está lejos de apagarse.
La carta de ayer grafica la decepción de la Casa Rosada para con el accionar de la Casa Blanca. Si en un principio había expectativas de que Obama iba a enfrentar a los fondos buitres, ahora se explicita esa decepción. La denuncia contra Soderberg irrumpe a muy pocos días de la próxima cumbre del G-20 en Australia, donde la Argentina va a continuar con su planteo internacional para denunciar el papel de los fondos en las renegociaciones de deudas soberanas.
De este modo, la carta se transforma en un paso más dentro de la ofensiva internacional argentina para denunciar la complicidad de los fondos especulativos y los distintos poderes en Estados Unidos: ya se habían cargado contra el poder judicial y legislativo, ahora se apunta a la connivencia del ejecutivo.
La carta desnuda la distancia entre la retórica de la administración Obama, que hablaba de limitar los derbordes de los grandes especuladores, y una realidad que muestra cómo los lobbies de esos grupos tienen alta penetración en todos los estamentos del poder en Washington. Esta manifestación pública del gobierno argentino es un claro indicio de que la relación bilateral está lejos de distenderse. No es casual, tampoco, la dilación en la confirmación por parte del Senado norteamericano del embajador Noah Mamet, nominado por Obama hace más de un año.
La vacancia en la representación diplomática en Buenos Aires confirma la política del gobierno estadounidense de enfriar las relaciones con países no tan alineados, como la Argentina. Una medida totalmente distinta al tratamiento de Washington para con los miembros de la Alianza del Pacífico o con el propio Brasil, con quien busca un acercamiento, luego de haberse resignado a la reelección de Dilma Rousseff.
Teniendo en cuenta la experiencia histórica, es de suponer que en los próximos meses, previos a la elección presidencial en Argentina, el gobierno refuerce una retórica antinorteamericana, que usualmente genera réditos electorales. Más teniendo en cuenta que quien se perfila como principal opositor es Sergio Massa, quien quedó muy expuesto por el escándalo de Wikileaks desde 2010. Es problable, entonces, que la escalada verbal con Washington se intensifique en los meses venideros. La pirotecnia entre el lobby buitre y el gobierno argentino está lejos de apagarse.
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