Narcotráfico: el Ejército busca apoyo de EE.UU.
Milani quiere 35 vehículos blindados Hummer para hacer patrullajes.
Decidido a dar sus
primeros pasos en la lucha contra las drogas, el Ejército busca el apoyo
de los Estados Unidos para combatir a los narcos. Luego de la orden
inicial de la Presidenta para desplegar unidades militares en la
frontera norte, el recientemente ascendido teniente general César Milani
procura la asistencia tecnológica del Comando Sur norteamericano para
fortalecer los patrullajes terrestres. Y está cerca de conseguir 35
vehículos blindados Hummer para exploración, varios de los cuales serán asignados a perseguir el tráfico de drogas.
El propio jefe del Ejército mencionó el proyecto
durante un discurso realizado a fines de noviembre en Campo de Mayo. El
permiso oficial para involucrar a los militares en la lucha contra el narcotráfico
es considerado por Milani "una inmejorable oportunidad" para conseguir
nuevos equipos militares, tal como repitió más de una vez ante las
formaciones de tropas.
La semana pasada, la presidenta Cristina Kirchner
prorrogó la participación militar en la lucha contra las drogas hasta
diciembre de 2014. En el llamado operativo Fortín II, el Ejército
participa con elementos de las Brigadas de Monte III y XII y la Brigada
de Montaña V. Además, se abrió en Tartagal una sección de inteligencia
dedicada sólo a conseguir información sobre grupos narco.
Pero el operativo colisiona con un serio tropiezo: las
leyes de seguridad interior y de defensa prohíben a los militares
participar en acciones policiales, como es la lucha contra el
narcotráfico.
Las unidades del Ejército que patrullan la frontera
norte se mueven por zonas alejadas de las poblaciones, por ahora, aunque
con los refuerzos de vehículos blindados previstos se harán más
visibles sus acciones.
"En esta misión tan importante la inteligencia militar
tiene un rol protagónico de apoyo a las fuerzas de tarea y equipos de
combate desplegados en el terreno, proporcionándoles la información
necesaria para que puedan planificar y ejecutar eficazmente sus
patrullas", dijo Milani durante su discurso en el día de la tropa de
inteligencia.
Mencionó concretamente a los "equipos de combate" que
están desplegados contra el narcotráfico, pese a que el ministro de
Defensa, Agustín Rossi, siempre afirma que los soldados dan sólo apoyo
técnico a las unidades de Gendarmería.
La reglamentación de la ley de defensa firmada en 2006
por el presidente Néstor Kirchner y la entonces ministra de Defensa,
Nilda Garré, cierra todas las posibilidades a las Fuerzas Armadas para
actuar siquiera como hipótesis o inteligencia sobre situaciones que no
sean generadas por un ejército regular enemigo, de un país agresor.
El cambio de esa reglamentación podría realizarse
mediante otro decreto, situación que empezó a ser analizada en las
reuniones de coordinación entre autoridades políticas, militares y
fuerzas de seguridad, que empezaron a desarrollarse en septiembre
pasado.
A las tropas de Monte Milani les prometió que en breve
los participantes del Operativo Fortín II contarán con nuevos equipos
individuales y vehículos. Entre esas unidades se desplegarán los Hummer
pedidos al Comando Sur. Esa división norteamericana que sostiene la
relación con las fuerzas militares de la región tiene una histórica
posición favorable a la incorporación militar a la lucha contra las
drogas. Vehículos Hummer llegaron también a fines de los 90 como
contrapartida al apoyo argentino en la Guerra del Golfo.
Las negociaciones del Ejército y el Ministerio de
Defensa con sus pares norteamericanos descongelarían las relaciones
castrenses tras el incidente en Ezeiza de febrero de 2011. En ese
momento se desató un escándalo con la acción del canciller Héctor
Timerman, que incautó un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y
sensibles equipos de comunicaciones bajo la acusación de tráfico de
armas y terrorismo. En realidad, esa aeronave transportaba personal
norteamericano que debía estar al frente de un curso para fuerzas de
seguridad argentinas.
Los militares argentinos mantuvieron, mientras tanto,
las buenas relaciones con Washington; y volvieron a designar a un
general como agregado en los Estados Unidos luego de que ese puesto fue
degradado por el Ministerio de Defensa al rango de coronel durante
varios años, en señal de desagrado por las políticas militares
norteamericanas en la región. La orden presidencial para involucrar a
los militares en la lucha contra el narcotráfico puede ser entendida
como un gesto hacia los EE.UU.
Para el Ejército representa un triunfo histórico, ya
que no sólo la gestión de Milani tuvo en mente quedarse con el control
de las fronteras para relegar a la Gendarmería (que hoy cuenta con
32.800 efectivos) a misiones de control social y policial. Esa idea
transita el Edificio Libertador desde el año 2000.
Por lo pronto, Milani logró mostrarse puertas adentro como el militar con peso
propio que consigue lo que otros no pudieron. Y en todos sus discursos a
las tropas habla de esa recuperación del espíritu del Ejército, del
protagonismo que tendrá su fuerza. También expone señales de poder. El
viernes pasado dejó finalmente la jefatura de Inteligencia, que retuvo
durante cuatro años mientras ocupaba el puesto de subjefe y luego de
jefe del Estado Mayor General del Ejército. Lejos de una señal de
debilidad, esa decisión es una muestra del control alcanzado en su
fuerza. Y hacia afuera, también.
Elevó el número de generales de 38 a 55. Casi un
general cada mil soldados. Incrementó su cúpula sin provocar los
naturales pases a retiro de generales de cada año. Uno de sus generales
de mayor confianza fue asignado al control directo del combate contra
las drogas. Y ahora busca el apoyo de Washington.
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