Entrevista a François Houtart,
secretario ejecutivo del Foro Mundial de las Alternativas
Por Katu Arkonada (Rebelión)
François Houtart (Bélgica, 1925) sacerdote
de la diócesis de Bruselas, estudió sociología de la religión, haciendo su
doctorado sobre sociología del budismo en Sri Lanka. Ayudo en la creación del
Instituto de Sociología de Vietnam, trabajó en numerosos países de Asia y
África, además de fundar el Centro Tricontinental (CETRI) en la Universidad de
Lovaina. Es profesor emérito de la Universidad de Lovaina y profesor honorario
del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) del Ecuador. Fuertemente
ligado a la Teología de la Liberación, es secretario ejecutivo del Foro Mundial
de las Alternativas que preside Samir Amin, encontrándose ambos fuertemente
ligados al nacimiento del Foro Social Mundial.
-Katu Arkonada (KA): ¿François, como
caracterizas el actual momento histórico y la coyuntura política de América
Latina?
-François Houtart (FH): En primer lugar debemos decir que es el único
continente en el mundo donde existen esfuerzos por salir del neoliberalismo.
Eso no lo encontramos en ningún otro continente y por eso el papel de América
Latina hoy en día es central. Cuando digo esfuerzos por salir del
neoliberalismo, o lo que Samir Amin llama avances revolucionarios, significa
que son procesos con sus contradicciones, quizás no necesariamente
poscapitalistas, pero si procesos con políticas posneoliberales.
-KA: ¿En qué momento se encuentran estos
procesos? ¿Cómo ha afectado la muerte del Comandante Chávez a la construcción
de ese escenario posneoliberal?
-FH: La muerte de Chávez ha sido un fenómeno extremamente
grave porque él fue uno de los que iniciaron este proceso y ha tenido
evidentemente un liderazgo regional muy importante, pensemos en el ALBA y otras
iniciativas como la CELAC. En este sentido tanto para Venezuela como para el
continente en general es un golpe. Lo importante ahora es como seguir los procesos
de integración de Nuestra América como decía Martí y no de la integración con
el Norte como algunos proyectos actuales. También debemos de ver quién puede
realmente tomar un liderazgo, como continuar la herencia que nos ha dejado
Chávez, especialmente a nivel regional. El continente tiene que
institucionalizar los procesos puestos en marcha. ALBA, CELAC, UNASUR,
Mercosur, etc., deben institucionalizarse para crear realmente una fuerza, un
polo regional importante.
-KA: Pero si pareciera, no sé si es
casualidad, una vez que muere Chávez, por un lado el imperialismo se rearma en
el continente mediante una herramienta dirigida a frenar los procesos de
integración, la Alianza del Pacifico, y al mismo tiempo pareciera que los
procesos de cambio en el continente comienzan a presentar algunos límites.
¿Crees que existan estos límites? ¿Cómo los caracterizarías?
-FH: Si yo pienso que evidentemente hay límites en dos
planos, límites que viene del exterior, del sistema mundial, y límites que
provienen del proyecto interno.
Cuando vemos los países latinoamericanos,
dejando de lado los que se ubican claramente en una integración de tipo
neoliberal con el Norte, encontramos varios modelos de reorganización, por
ejemplo, tenemos a Brasil, Argentina o Uruguay en una dirección que podemos
llamar socialdemócrata, que aceptan de manera casi oficial el capitalismo como
modelo de crecimiento tratando a la vez de tener una política social de
redistribución del excedente del país. Eso ha dado resultados, no podemos negar
los logros, en Brasil, por ejemplo, donde cuarenta millones de personas han
salido de la pobreza extrema, pero no se ha dado un cambio de las estructuras
sino una cierta adaptación del modelo capitalista, que además no tiene en
cuenta lo que podemos llamar en economía las externalidades, es decir lo que no
entra en el cálculo del mercado, como los daños ecológicos y los daños
sociales.
Sin embargo, es diferente en países como
Venezuela, Ecuador o Bolivia que tienen un discurso anticapitalista mucho más
claro, además también de medidas de soberanía frente al imperio mucho más
precisas. Incluso en Ecuador y en Bolivia tenemos el discurso sobre el Buen
Vivir o Vivir Bien que parece colocar en el debate y en la agenda propuestas
nuevas. Pero en estos procesos también encontramos límites tanto internos como
externos.
Internamente me parece que el límite es la
concepción del modelo de desarrollo, muy similar a la concepción que el
capitalismo ha desarrollado. Veo eso en todo el mundo, no solamente aquí, lo veo
en China lo veo en Vietnam, Angola o Mozambique, en movimientos que eran
radicales, incluso comunistas. Finalmente al momento de la puesta en marcha de
un desarrollo humano regresan a las mismas lógicas. Eso lo notamos, por
ejemplo, en Ecuador, donde se habla de una nueva matriz productiva, pero cuando
se trata de definir lo que esto significa, vemos que se traduce en desarrollar
la minería, el petróleo, la extensión de los monocultivos para
agrocombustibles, transgénicos, etc. No se ven muchas diferencias con las bases
de un desarrollo de tipo capitalista excepto quizás en el vocabulario. Es un
modelo que podríamos llamar neodesarrollista. Es un hecho que me parece que
cada vez entra más en contradicción con los grandes principios del Buen Vivir.
Entonces nos encontramos con un límite
interno, porque no existe otra concepción del desarrollo, no hay otro modelo,
se debe inventar y es muy difícil inventar dentro del sistema.
Pero también tenemos límites que vienen
del exterior del sistema-mundo como dice Immanuel Wallerstein, y que pone su
lógica en la organización global de la economía.
Otro elemento importante es que estos
procesos tienen un alto apoyo popular por lo que deberíamos preguntarnos si la
opinión pública, si el pueblo está listo para entrar en un nuevo modelo de
desarrollo.
Por lo tanto nos encontramos con tres
elementos que se combinan, la formación de los lideres actuales es una
formación critica del capitalismo, o del neoliberalismo, pero tienen muchas
dificultades para encontrar nuevos modelos para cambiar realmente las cosas; en
segundo lugar la fuerza del sistema mundial; y en tercer lugar una opinión
pública que apoya las nuevas iniciativas porque una parte importante de la
población recibe beneficios en forma de bonos y políticas públicas. Pero
sabemos, y esto incluso Rafael Correa lo reconoce, que una buena parte de las
políticas siguen siendo asistenciales.
Me parece que para el futuro no se trata
de negar que hubo avances en las nuevas políticas sino de ver que estamos
frente a un modelo que lleva a la destrucción de la naturaleza y a desastres
humanos y que debemos tener una visión global y holística a la hora de buscar
soluciones realmente alternativas.
-KA: Recientemente el Banco Mundial
anunciaba que un millón de personas en Bolivia se han incorporado a la clase
media. Tu eres muy crítico con la socialdemocracia europea, pero sin embargo en
América Latina nunca se conformó una verdadera socialdemocracia, debido
precisamente a la inexistencia de una clase media fuerte y amplia. En la medida
en que los procesos de redistribución avanzan y más personas en los procesos de
cambio se incorporan a la clase media, ¿esta clase media, y la posibilidad de
que se vaya creando una socialdemocracia que la acompañe ideológicamente, puede
suponer un freno al avance de los procesos de cambio?
-FH: Si, estoy de acuerdo totalmente contigo. De verdad el
concepto de clase media es muy ambiguo desde un punto de vista sociológico,
porque está más basado en la capacidad de consumo que en su lugar en el sistema
de producción. Pero es un fenómeno interesante, hay una capacidad de consumo
nueva, pero el problema es que el tipo de consumo es de productos producidos en
el exterior. Por lo tanto al mismo tiempo que el continente latinoamericano se
reprimariza, exportando commodities, una parte de lo que se gana se
dedica al consumo de la clase media y no a impulsar el desarrollo interno,
generando un problema estructural.
Y por otra parte el día que esta capacidad
de consumo disminuya por efecto de la crisis mundial (Estados unidos y Europa
están en crisis, China compra menos) eso va afectar el consumo de la clase
media y crear un problema político. Ya hemos visto lo que pasó en Brasil los
últimos meses: no fue una revuelta de los más pobres, ni de los campesinos, ni
de los obreros, sino de la clase media urbana que reclamaba más calidad de
vida.
-KA: Algo similar a lo sucedido con los
indignados en Europa, una clase media que protesta ante la pérdida de los
privilegios que consideraban tener o merecer…
-FH: Sí, eso mismo.
-KA: ¿Y crees que esta nueva clase media
latinoamericana, podría suponer un freno ideológico para los procesos de cambio
en la medida en que se pierde la radicalidad y el empuje de las clases
subalternas?
-FH: Pienso que sí.
-KA: Además de conocer bien los
llamados procesos de cambio, también conoces Honduras, pues fuiste parte de la
Comisión de la Verdad tras el golpe de Estado contra Zelaya. Honduras puede de
alguna manera incorporarse a estos procesos en el continente si gana las
elecciones presidenciales la candidata de Libre Xiomara Castro, mirando más
hacia el ALBA que hacia la Alianza del Pacifico. ¿Como ves la situación actual
de Honduras? ¿Qué tan importante para la región y el continente es la victoria
de Libre el 24 de noviembre?
-FH: Las elecciones de Honduras son cruciales para el
futuro del país. Si gana la derecha, no solamente significara la pertenencia al
grupo neoliberal de los países integrados en el Norte, sino la continuación de
políticas internas en favor del capital agrario y de la pequeña oligarquía que
domina el país. Si gana la Sra. de Zelaya, el país puede cambiar de
orientación, con más justicia social, reconocimiento de los pueblos indígenas y
apoyo a los servicios públicos. No debemos esperar cambios revolucionarios,
pero por lo menos una política liberal social menos desastrosa que lo que
existe hoy con su acumulación de violencia.
La victoria de Libre sería un paso
importante para la integración latinoamericana, porque puede significar más
fuerza para el proyecto emancipatorio que se desarrolla vía CELAC y
eventualmente el ALBA y una brecha en el frente de la Alianza del Pacifico, que
representa el proyecto neo-liberal vinculado con el Norte (Estados Unidos y
Canadá).
-KA: Pasando de la situación en América
Latina a Bolivia, donde acabas de participar en la Vicepresidencia de un
seminario sobre agricultura campesina y soberanía alimentaria, ¿como ves la
situación en este país y de este proceso?
-FH: Me impresiona la transformación, el efecto positivo
que han tenido las políticas gubernamentales en el aspecto social, los
programas que cambian la vida de la gente mediante los bonos que se pagan con
las ganancias del gas y del petróleo.
Un segundo aspecto es la presencia
cultural, la transformación de la presencia del mundo indígena, el
reconocimiento del valor del mundo indígena, de su dignidad. Hoy en día en
Bolivia hay un orgullo de ser indígena.
Pero mis dudas son sobre todo con el tipo
de modelo de desarrollo que me parece más y más afirmado como un proyecto
desarrollista o neo-desarrollista que finalmente sigue las lógicas
fundamentales del modelo capitalista a pesar de un vocabulario muy
anticapitalista y que tiene como consecuencia fundamental la ignorancia de las
externalidades. Se pueden justificar evidentemente estas políticas por los
logros inmediatos pues se necesita este dinero para financiar los programas
sociales, pero no podemos dejar de examinar cuales son las consecuencias a más
largo plazo de la expansión de la explotación petrolera o minera, así como de
ciertos modos de desarrollo rural o agrícola.
Me pregunto si es posible desarrollar un
socialismo del siglo veintiuno con los métodos del capitalismo del siglo
diecinueve. Definir la transición, este es precisamente el desafío fundamental
para países como Ecuador, Bolivia o Venezuela. Debemos pensar si queremos un
nuevo paradigma que sea poscapitalista y no solamente posneoliberal, y como
plasmar esto en políticas publicas concretas. Tenemos la disyuntiva de
desarrollar medidas que solamente adapten el sistema capitalista existente a
nuevas demandas ecológicas o sociales o la posibilidad de crear un nuevo
paradigma poscapitalista.
-KA: Y dentro de ese planteamiento de
crear un nuevo paradigma poscapitalista, tenemos el Vivir Bien o Buen Vivir, ya
consagrado en las constituciones de Bolivia y Ecuador, o el concepto que has
venido trabajando de Bien Común de la Humanidad. Estos conceptos o
construcciones que comienzan siendo teóricas, simbólicas, ¿cómo los
transformamos en proyecto político para la transición?
-Pienso que necesitamos de estos
conceptos, que pueden significar una meta, una utopía. Pero utopía en el buen
sentido de la palabra. Las necesitamos porque el capitalismo destruye toda
utopía, se considera el fin de historia. Si no hay utopía no hay alternativas,
como decía la señora Thatcher. Necesitamos pensar cual es el tipo de mundo que
queremos, el tipo de vida de la humanidad sobre la Madre Tierra pero sin
quedarnos en una abstracción. Una parte de la literatura sobre este tema es un
poco romántica, una especie de regreso al pasado que puede aparecer como una
idea muy bella pero no concreta.
Por eso he tratado de desarrollar este
concepto de Bien Común de la Humanidad como una meta. El BCH es la vida, como
construir la vida, como reproducir la vida, como mejorar la vida tanto de la
Madre Tierra como de la Humanidad.
EL Bien Común de la Humanidad se puede
traducir en cuatro ejes prácticos fundamentales, que toda sociedad debe
resolver. El primer eje es la relación con la naturaleza: pasar de la
explotación al respecto como fuente de toda vida. Esto tiene aplicaciones muy
concretas, no se puede aceptar más, por ejemplo, la propiedad privada de los
recursos naturales, ni la mercantilización de lo que es esencial para la vida
como el agua, las semillas, etc.
En segundo lugar es importante pensar en
la producción de la base material de la vida. Sin base material no hay vida y
por eso frente al paradigma capitalista necesitamos reconstruir otro paradigma
basado en primer lugar en el valor de uso frente al valor de cambio, el único
valor para el capitalismo. Y si aceptamos esto, no se pueden permitir los
paraísos fiscales que crean una riqueza artificial y una economía casino, no se
puede aceptar más un secreto bancario ni otros aspectos de la construcción
actual de la economía, debemos transformarla, incluyendo las formas de
propiedad de los medios de producción.
El tercer aspecto es generalizar los
procesos democráticos en todos los ámbitos, no solamente políticos sino también
económicos, sociales, culturales, religiosos; y en todas las relaciones humanas
sociales, también en las relaciones hombre-mujer.
Finalmente, el otro eje del Bien Común de
la Humanidad es la interculturalidad. El capitalismo es fruto de una cierta
visión de la modernidad que impone la cultura occidental como el único modelo y
que excluye, destruye y folcloriza el resto de culturas. Debemos aprovechar
para el BCH el aporte de todas las culturas, de todos los saberes, también
tradicionales, de todas las filosofías, de todas las espiritualidades, para la
lectura de la realidad y para construir una ética necesaria.
En este sentido pienso que estamos
aterrizando en cosas muy concretas y no solamente quedándonos en lo abstracto.
Cuando vemos los Foros sociales mundiales, por ejemplo, escuchamos que en cada
campo de estos cuatros ejes existen millares de iniciativas en todo el mundo,
para transformar la relación con la naturaleza, para introducir la
interculturalidad, para democratizar los sistemas económicos y construir una
economía social y no capitalista, etc. Todo eso existe, el problema es
aglutinar todos estos esfuerzos dispersos y por lo tanto, fácilmente
controlables por el sistema. Debemos llegar a una cierta convergencia de los
movimientos e iniciativas para construir unas nuevas relaciones de fuerzas
entre el capital y los pueblos y los trabajadores.
En cualquier caso, se puede llamar Bien
Común de la Humanidad, pero también se puede llamar Sumaq Kawsay o Socialismo
del Siglo XXI, no importa el nombre, lo que importa es el contenido.
-KA: Ya para ir cerrando esta entrevista
François, tu eres un gran conocedor del mundo árabe, acabas de regresar de
participar de un encuentro Sur Sur en Argelia junto a Samir Amin y otros
compañeros. ¿Qué nos puedes decir de la situación actual de esa parte del mundo
y de las llamadas revoluciones árabes?
-FH: Lo que se ha venido a llamar primavera árabe es algo
que se preparaba desde hace tiempo. Por un lado es una reacción contra el
neoliberalismo que había provocado grandes desigualdades en las sociedades
árabes, y por otro lado es una reacción contra los regímenes autoritarios que
existían en prácticamente casi todos esos países. La convergencia de estos dos
factores provocó este tipo de explosiones, que en cualquier caso no son
realmente revolucionarias, pues en ninguno de estos países se ha construido
ningún tipo de proyecto posneoliberal.
Hay minorías en Egipto o Túnez tratando de
profundizar estos procesos, pero han sido tomados en gran parte por los
movimientos islamistas, especialmente los Hermanos Musulmanes, movimiento
creado a finales de los años veinte, y durante los años treinta muy cercanos a
los movimientos fascistas europeos. De hecho en Egipto o Túnez estos
movimientos tomaron el poder, pero realizaron una política tan desastrosa que
hubo una nueva reacción popular.
-KA: También estuviste el año pasado en
Siria, conflicto que ha provocado numerosas contradicciones en la izquierda internacional.
¿Qué nos puedes decir de la situación en Siria?
-FH: En junio de 2012 pude reunirme, junto a un pequeño
grupo de personas que buscábamos un proceso de paz, con Bassar al Assad en
Damasco, y el propio Presidente sirio nos reconoció que las protestas en su
etapa inicial, antes de ser tomadas por los movimientos islamistas, eran
legítimas. Pero los movimientos islamistas, aun los más radicales, siempre
fueron utilizados por los poderes de Occidente para luchar contra el
nacionalismo árabe que era para ellos el verdadero peligro, especialmente por
los grandes yacimientos de petróleo y gas que existen en la región. Lo que
sucede en Siria y en el mundo árabe en general no es simplemente un problema
interno de esas sociedades, sino también una lucha neo-colonial por parte del
occidente para garantizar sus fuentes de energía.
En Siria hubo una reacción desmedida y
brutal del gobierno en el año 2011, reprimiendo las protestas sin diferenciar
entre islamistas y otros movimientos más legítimos. Pero como dice el gobierno
sirio, desde el principio hubo otra agenda, la agenda islamista que busca
restablecer en toda la región el régimen islamista de la sharia, el emirato
desde un punto de vista político, y todo ello financiado y ayudado por Arabia
Saudita, Qatar y en menor medida por Turquía y Jordania. Este ataque de los
movimientos islamistas se da porque es un régimen laico y se realiza bajo un
trasfondo religioso e ideológico.
-KA: ¿Más allá de la oposición terrorista
islamista, existe algún tipo de oposición de izquierda al régimen sirio?
-FH: Hay una cierta izquierda en la oposición tanto interna
como externa, pero es una oposición sin muchas bases populares, una izquierda
de intelectuales, de una parte de la pequeña burguesía, pero sin bases profundas
entre el pueblo.
En cualquier caso Bassar Al Asad ha salido
reforzado entre su propio pueblo con la agresión imperialista. Considero que
cuenta con el apoyo una parte importante del pueblo sirio y por eso ha
propuesto la liberalización del campo político, la posibilidad de contar con
una oposición interna y está de acuerdo con convocar elecciones verificadas por
la comunidad internacional, pues considera que las va a ganar.
Pienso que debemos promover una solución
política y no militar. El imperialismo, junto con el islamismo radical, está
actuando para impedir una evolución interna del régimen sirio. Ojala que una
solución negociada venga pronto, porque el sufrimiento del pueblo sirio es
indescriptible.
*Publicado originalmente en el semanario
boliviano La Época
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martes, 5 de noviembre de 2013
F. Houtart: “El desafío fundamental para Bolivia, Venezuela y Ecuador es definir la transición bajo un nuevo paradigma poscapitalista”
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