Daniel
Mazzei (Revista Huellas...)
ABSTRACT
Horas después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, William
Rogers, Subsecretario de Estado norteamericano, informaba a su
jefe, Henry Kissinger, sobre la situación en Argentina y la postura que debería
adoptar su embajador en Buenos Aires.
Según su
informe se esperaba “mucha sangre en la Argentina”, y se recomendaba “no
debemos apresurarnos”. En su respuesta, Kissinger, refiriéndose a los generales
argentinos, expresó: “van a necesitar un poco de estímulo de nuestra parte
(...) No quiero darles la idea de que son hostigados por Estados Unidos”. En
las semanas posteriores al golpe pareció imponerse en la administración Ford la
idea de que prevalecería una supuesta línea moderada. Sin embargo, semanas después,
la desaparición de ciudadanos norteamericanos, y las denuncias de coordinación
represiva entre las dictaduras del Cono Sur, provocaron un cambio de postura
del embajador Robert Hill y de otros funcionarios del Departamento de Estado.
El objetivo de este artículo es analizar, en base a fuentes de agencia norteamericanas,
la política de la administración Ford hacia la dictadura argentina y responder
a las siguientes preguntas: ¿Cuál fue la relación entre el gobierno argentino y
el de los Estados Unidos durante su primer año de mandato?, ¿Qué sabía la administración
Ford sobre la coordinación represiva entre los países del Cono Sur?, ¿Hubo una
política pública y otra privada por parte del Departamento de Estado?, ¿Cómo se
manifestaron las diferencias al interior de la propia administración norteamericana?,
¿Cómo repercutió la ambigua postura norteamericana en la actitud represiva del
gobierno argentino?
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