El petróleo y las relaciones con Estados Unidos
Por Leandro Morgenfeld
www.marcha.org.ar
Desde los
tiempos de Yrigoyen, la política petrolera argentina suscitó
controversias con Estados Unidos. El reciente acuerdo del gobierno
nacional con Chevron invita a revisar ese vínculo histórico para
entender mejor las críticas a la heredera del imperio Rockefeller.www.marcha.org.ar
Ya en la década de 1920, el General Mosconi advirtió el carácter
estratégico del petróleo para preservar la soberanía nacional. Buena
parte de los conflictos y las guerras del último siglo tuvieron como uno
de sus objetivos el control, por parte de las potencias, de esta fuente
de energía no renovable. Estados Unidos, a través de oligopolios como
el comandado por los Rockefeller, tuvo un protagonismo singular en la
historia petrolera latinoamericana. México, Venezuela, Brasil y
Argentina lo padecieron y lo siguen padeciendo en la actualidad. El
reciente acuerdo establecido por el Ejecutivo argentino con la
estadoundiense Chevron -mientras esta corporación avanza en una campaña
contra el gobierno ecuatoriano, que osó llevarla a juicio por un daño
ambiental y social histórico- plantea la necesidad de debatir nuevamente
sobre la política petrolera, tan determinante en la historia argentina.
Desde hace un siglo que el petróleo se transformó en un insumo
estratégico y, de distintas maneras, condicionó las relaciones con las
principales potencias y en especial con Estados Unidos. El eje de la
segunda campaña electoral de Yrigoyen, en 1928, fue la nacionalización
del petróleo, lo cual afectaba, entre otras, a la Standard Oil Company
y sus subsidiarias. En diciembre de ese año, el líder radical ordenó a
Manuel Malbrán, nuevo embajador en Washington designado por su antecesor
Alvear, que permaneciera en Buenos Aires, siendo puesto en
disponibilidad y congelando la representación diplomática en el país del
norte. Dos años después, Yrigoyen era tumbado por un golpe de Estado
que, entre otras cuestiones, "olía a petróleo". Representantes de las
compañías estadounidenses, aliados de distintas oligarquías
provinciales, lograrían cargos ministeriales en el gobierno de facto de
Uriburu.
Durante el primer peronismo, fruto de las desaveniencias a lo largo
de la segunda guerra y de la Tercera Posición, la relación con Estados
Unidos registró múltiples puntos de fricción. Ya reelecto y con una
compleja situación económica -en 1952 había lanzado el Plan de
estabilización-, el presidente Juan Domingo Perón buscó un acercamiento a
la Casa Blanca. Eisenhower, ni bien asumió en 1953, envió a su hermano
Milton a una gira latinoamericana para negociar con los distintos
gobiernos.
En el caso argentino, luego de su visita se aprobó la ley de
inversiones extranjeras, que favoreció la radicación de empresas de ese
país. También se generaron las condiciones para los futuros acuerdos
petroleros con una subsidiaria de la Standard Oil Company de
California, vinculados a la explotación de petróleo en Santa Cruz. Esta
polémica iniciativa, que generó tanta oposición interna -los críticos
argumentaban que violaba el espíritu del artículo 40 de la Constitución
Nacional aprobada en 1949-, muestra las limitaciones del proceso de
industrialización por sustitución de importaciones y, consecuentemente,
el carácter ambivalente de la política de Perón hacia Washington. En un
contexto económico complejo, el líder intentaba obtener ayuda económica
de Estados Unidos, incluso relegando sus iniciativas latinoamericanistas
y parte de su propia doctrina de política exterior. Esto le trajo
múltiples resistencias internas y generó la oposición de quienes
planteaban la necesidad de profundizar las políticas más autónomas.
Frondizi, que había sido uno de los más feroces críticos de la
política petrolera "entreguista" de Perón, terminó firmando contratos
petroleros con poderosas compañías de ese país, en pos de la batalla por
lograr el autoabastecimeinto. Pocos años después, el gobierno de Arturo
Illia tuvo diversos cortocircuitos con la Casa Blanca, entre otros
motivos por su política hidrocarburífera. Uno de las promesas de su
campaña electoral, en 1963, fue la anulación de los contratos petroleros
firmados por Frondizi, denunciados como irregulares y fraudulentos.
Esta medida se tomó un mes después de su asunción, lo cual generó
conflictos en la relación bilateral con los Estados Unidos y también en
el plano interno. Tres años más tarde era depuesto por un golpe
encabezado por Onganía, caracterizado por la CIA como un buen amigo de
Estados Unidos.
Estos ejemplos históricos ilustran el peso que los intereses
petroleros estadounidenses tuvieron en las relaciones de ese país con
Argentina. En los años noventa, los de las "relaciones carnales" con
Washington, la furia privatista llegó hasta YPF, la emblemática empresa
estatal. A diferencia de lo ocurrido en Venezuela, Brasil o México, el
Estado argentino se desprendió de su compañía petrolera, que pasó a ser
controlada por la española Repsol. Tras largos años de desinversión y
fugas de capital multimillonarias, y una "nacionalización" que implicó
la turbia entrada del grupo Eskenazi, estalló la crisis energética,
debiendo importarse petróleo y gas por miles de millones de dólares. La
estatización parcial de YPF, en 2012, fue presentada como una vuelta a
las viejas banderas nacionalistas levantadas por Mosconi , Yrigoyen y
Perón.
Sin embargo, pocos meses después, el gobierno nacional firmó un
acuerdo con Chevron -fundada hace un siglo por John D. Rockefeller- para
la explotación del yacimiento de Vaca Muerta, en la provincia de
Neuquén, que tantas críticas recibió por parte de organizaciones
sociales y movimientos ambientalistas. El gobierno del gobernador Sapag
reprimió una movilización de 10.000 personas que se oponían a la
aprobación de este acuerdo.
Una vez más, esta poderosa corporación -entre las 10 mayores del
mundo- tiene un rol determinante en el control de un recurso estratégico
y se asegura una concesión por decenas de años, la posibilidad de girar
utilidades libremente y de exportar petróleo sin pagar derechos de
exportación. En litigio con el gobierno de Correa luego del fallo de la
Justicia ecuatoriana que la condena a pagar una indemnización
multimillonaria -la Cumbre de la UNASUR respaldó la semana pasada al
mandatario de ese país-, Chevron se reposiciona en Argentina. Los
discursos a favor de un control estatal y popular de los bienes comunes
de la tierra enfrentan, otra vez, las tendencias extractivistas de los
gobiernos neodesarrollistas.
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