Tras la crisis por el espionaje, EE.UU. analiza apoyar un viejo reclamo de Brasil en la ONU
Respaldaría su pedido para ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad
RÍO DE JANEIRO.- En un intento de
recomponer las relaciones con Brasil tras la embarazosa revelación de
que los servicios de inteligencia de Washington interceptaron las
comunicaciones personales de la presidenta Dilma Rousseff, la
administración de Barack Obama consideraría respaldar las aspiraciones
de Brasil para ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas.
"Es algo que se viene analizando desde que estalló el
escándalo. Serviría para aplacar la indignación del gobierno brasileño y
crearía un mejor ambiente para la visita de Estado que realizará Dilma a
Washington en octubre", confirmaron a LA NACION fuentes diplomáticas
brasileñas que pidieron el anonimato.
El domingo pasado, el periodista estadounidense Glenn
Greenwald, experto en temas de seguridad del diario británico The
Guardian y radicado en Río, mostró a la cadena brasileña Globo
documentos secretos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus
siglas en inglés), que indicaban que las llamadas telefónicas, los
mensajes de texto y los mails de la mandataria habían sido blanco del
espionaje de Estados Unidos, así como las comunicaciones del entonces
candidato mexicano Enrique Peña Nieto. Los documentos le fueron
filtrados por el ex agente de la NSA Edward Snowden, hoy refugiado en
Rusia.
El gobierno brasileño convocó al embajador de Estados
Unidos en Brasilia, Thomas Shannon, y en duros términos exigió a
Washington explicaciones por escrito antes del fin de esta semana,
cuando Rousseff y Obama participarán de la cumbre del G-20 en San
Petersburgo. Sin embargo, en ambas administraciones se sabe que ninguna
aclaración será suficiente y que sólo un gesto político significativo
lograría superar la tensión. Las ambiciones de Brasilia de obtener un
asiento permanente en el Consejo de Seguridad son de larga data, y
aunque Estados Unidos se ha mostrado abierto a la ampliación del máximo
órgano de decisión en la ONU para que refleje el nuevo mapa del poder
mundial, nunca expresó en forma explícita su respaldo a Brasil, como sí
lo hizo con la India en 2010.
"El principal defensor de la medida es el
vicepresidente Joe Biden, que ya venía actuando junto al Palacio del
Planalto, habiendo llamado a Dilma después del estallido del escándalo
de espionaje en julio, antes, sin embargo, de la revelación de que el
caso involucraba a la propia presidenta", señaló ayer el diario Folha de
S. Paulo.
Obama no sólo quiere salvar la visita de Estado de
Rousseff a Washington. También está interesado en que la tensión no
termine por alejar al gobierno brasileño de comprar 36 cazabombarderos
F/A-18 a la empresa estadounidense Boeing, un negocio de unos 5000
millones de dólares por el que también compiten Francia y Suecia.
En tanto, luego de que el Senado brasileño estableció
anteayer una comisión especial para investigar las denuncias de
espionaje de Estados Unidos a Rousseff, ayer la policía federal apuntó
que pretende interrogar a Snowden por el caso, ya que es él quien puede
brindar datos más concretos. Por su parte, la comisión especial del
Senado pidió que se brinde protección policial a Greenwald, así como a
su novio brasileño, David Miranda, que el mes pasado fue demorado e
interrogado por nueve horas en el aeropuerto de Londres, donde le
incautaron su computadora.
Cuando Snowden destapó la amplia red de espionaje
estadounidense alrededor del mundo, el ex agente pidió asilo en varios
países, pero Brasil prefirió no responder a la solicitud para no entrar
en conflicto directo con Washington. Ahora, Brasilia podría llegar a
cambiar de opinión si el gobierno de Obama no diera pasos en la
dirección correcta.
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Ver mi artículo Brasil: "La otra cara del milagro" (Revista Debate)
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